Quienes lo toman aseguran que les ayuda, pero hasta ahora al cannabis le faltaba siempre el adecuado respaldo de la ciencia para demostrar su papel como aliado del apetito en pacientes con cáncer.
 
 
 
 
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Un pequeño trabajo canadiense abre esta senda demostrando sus propiedades, aunque sus propios autores confiesan que harán falta investigaciones más amplias para ratificar sus resultados.

Porque, de momento, los resultados que esta semana se han dado a conocer en la revista ‘Annals of Oncology’, proceden de un pequeño estudio con sólo 21 participantes, todos ellos con tumores avanzados. Siguiendo la metodología doble-ciego, de manera que ni ellos ni sus médicos sabían qué estaban tomando, a 11 de ellos se les administraron cápsulas que contenían el principal principio activo de la marihuana (tetrahidrocanabinol) durante 18 días, mientras que el resto tomó píldoras totalmente inactivas (placebo). Es decir, no utilizaron otros ‘modos de empleo’ más populares, como los porros o las infusiones, sino un derivado artificial.

Según sus propios cuestionarios, el componente del cannabis logró mejorar uno de los principales problemas que acecha a los pacientes con cáncer: la falta de apetito. Este problema, ocasionado tanto por la propia enfermedad, como por los cambios en el sentido del gusto que ocasionan las terapias, puede acabar en problemas de anorexia y pérdida de peso que suelen agravar su estado general de salud.

En este trabajo, liderado por las universidades canadienses de Edmonton y Alberta, se observó que un 73% de los pacientes tratados con tetrahidrocanabinol percibía con más satisfacción la comida (frente a sólo un 30% del grupo placebo que también tuvo esta sensación). Además, el 55% de los participantes del grupo que recibió el cannabis aseguró que había notado una mejoría en el sabor de la comida.

 

Falta de apetito

A menudo, tratamientos como la quimioterapia pueden provocar un incómodo gusto amargo (o metálico), lo que provoca la inapetencia de los pacientes, la consiguiente debilidad y una peor tolerancia de los tratamientos. En este caso, la mitad de los participantes reconoció que saboreaba mejor las comidas ‘sabrosas’, como las hamburguesas, el pescado o el pollo (sabores fuertes que a veces resultan desagradables al paciente oncológico).

A pesar de su optimismo, el equipo dirigido por Wendy Wismer admite que serán necesario ensayos en fase II, con mayor número de participantes, paraseguir indagando en el papel que puede jugar el tetrahidracanabinol en las consultas de oncología. Como ella misma admite, habrá que ver, por ejemplo, si se puede mantener la terapia con derivados del cannabis durante más tiempo, con los mismos resultados y ningún efecto secundario.

Además, reconoce, en su ensayo la mejoría en el apetito no se tradujo en un mayor consumo de calorías, algo importante para mejorar el estado nutricional de los pacientes con cáncer y que habrá que seguir estudiando en el futuro.

 

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