Las asociaciones cannábicas satisfacen las necesidades de los usuarios terapéuticos

El martes pasado, cuando habló de su intención de regular el uso terapéutico del cannabis, el conseller de Salut, Boi Ruiz, no se privó de mostrar cierto desdén hacia las asociaciones del sector: «No puede ser que un paciente tenga que ir a un club de cannabis porque yo no he sido capaz de regular este asunto». La frase, claro, no cayó bien entre los señalados. Cayó bien la noticia, pero no que despreciaran su labor social. «Las asociaciones somos las que damos respuesta a las necesidades de los usuarios terapéuticos, las que estamos llenando ese vacío, precisamente», dice Gabriela Sierra, portavoz de la Federació d’Associacions Cannàbiques Autoregulades de Catalunya (FedCac): una de las dos grandes federaciones del sector.

«El médico reumatólogo fue el que me habló del cannabis. Que para el dolor, para relajarme y contra el insomnio me iba a ir muy bien. ‘Búscate la vida’, me dijo». Cristina La Frossia tiene 59 años. Nacida en Argentina y vecina de Igualada, padece una fibromialgia que durante más de una década la obligó a trasegar por el acostumbrado camino de antidepresivos, ansiolíticos, analgésicos y medicamentos contra el dolor: el cóctel habitual de estos enfermos. «Como tenía hijas grandes, los amigos de ellas me ayudaron al principio a conseguir la marihuana, pero yo nunca supe lo que consumía, me lo fumaba, pero sin ningún control». Se sentía mejor, en todo caso, así que durante 10 años lo hizo así, hasta que en Igualada le hablaron de una asociación. «Acció Cannábica. Me interesó. Fui, les expliqué, les llevé mis informes médicos y comencé con ellos». Ahora consume medio gramo diario. Para relajarse y poder dormir. Y duerme. «Tengo días buenos y días malos, pero cuando eso pasa sé lo que debo hacer: quedarme en casa, tranquilizarme y hacerme mis vaporizaciones, o fumar un porrito».

MÉDICOS VOLUNTARIOS / Al final, lo que ha conseguido el conseller es poner el foco sobre la labor de las asociaciones. Las que están federadas distinguen entre asociados lúdicos y terapéuticos, y muchas -no todas- disponen de un servicio específico para los enfermos. Les ayudan médicos voluntarios que valoran los informes hospitalarios, pasan consulta a los candidatos y determinan qué necesitan, y en qué dosis y formato. «Ahora mismo -dice Jose Afuera, presidente de la asociación barcelonesa La Maca- el mejor modo en que una persona enferma se puede abastecer son las asociaciones». La Maca fue una de las primeras que tuvo gabinete terapéutico propio, y tuvo tan buenos resultados que el año pasado se decidió traspasarlo a la federación de la que forma parte: la de Associacions Cannàbiques de Catalunya (CatFac). Desde entonces, funciona como un servicio centralizado.

A Aurora Sotoca -44 años, vecina de Sabadell, funcionaria en el ayuntamiento- le diagnosticaron una escoliosis lumbar y cervical a los 14 años. «Pero padecía dolores desde los 9», recuerda. «Es una enfermedad degenerativa, crónica y no tiene curación. El dolor ha sido una constante en mi vida». Lo mismo: le recetaron Voltarén, luego Miolastán, luego Lyrica, luego Miolastán con Lyrica. «Y empezó la mezcla de medicamentos». Luego su cuerpo se acostumbró a esas medicinas: probó un opiáceo («pero era alérgica») y la morfina («muy fuerte para mí»). «La marihuana fue lo que me salvó». Buscó alternativas en internet y se topó con La Maca, su gabinete terapéutico, el cannabis para paliar el dolor; y así empezó. «Fumo de noche, para dormir. Yo durante el día siento como si tuviera la espalda enganchada con un clip, y cuando fumo, es como si me soltara el clip. Al día siguiente sube otra vez el dolor, pero me alcanza para soportarlo hasta la noche». La variedad que mejor le va es la Prozac, una especie de relajante muscular. «No fumo cada día. Si no me duele, estoy dos o tres días sin fumar. Es como cuando te levantas con jaqueca: te tomas una aspirina; si no, no tomas».

LISTA DE PATOLOGÍAS / «Hay un protocolo que se sigue antes de aceptar a una persona como usuaria terapéutica -explica Marta Sanz, coordinadora del servicio terapéutico de CatFac-, que incluye una consulta con el doctor y una valoración de los informes médicos. Hay una lista de patologías aceptadas por la Asociación Internacional del Cánnabis como Medicamento y actuamos según esa lista. Si la persona cumple los requisitos y es aceptada, el doctor determina qué debe tomar y en qué dosis, y después la enviamos a la asociación más cercana a su casa. Para que el trayecto sea corto: la ley impide llevar marihuana por la calle». El total de usuarios terapéuticos en las alrededor de 70 asociaciones de CatFac asciende a 147, según las estadísticas del último año y medio. «Hay demanda, por supuesto que la hay», suelta Sanz.

«La marihuana no te quita el dolor como el Tramadol, pero te lo disipa», dice Mar Vicente, madrileña, 53 años, vecina de Sant Cugat. «La morfina me deja hecha una mierda, pero la marihuana me alivia». En el cuerpo de Mar conviven el síndrome de pospolio y la fibromialgia, y eso significa mucho, mucho dolor. Consumidora de marihuana desde joven, hace dos años fue a la sede de la Associació Club Kali atraída por la perspectiva terapéutica. «Yo combino los tratamientos, creo que es lo que se debería hacer, no sé. La marihuana me da alegría, y eso no me lo da ningún medicamento alópata». Mar dice que le van los híbridos. «Por las noches me va mejor una índica, que me permite dormir, y para el día, una sátiva, que te da esa sonrisa fácil, ese buen rollito para enfrentarte al día, para luchar con mi discapacidad». La dosis mínima, dice, es un gramo al día.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.