Para culminar esta serie de artículos me gustaría detenerme un poco más en la prohibición, primeramente, y en relación que existe entre ésta y la experimentación de placer vinculada al cannabis y otras drogas.

Durante la mayor parte de la historia del ser humano el cannabis era una planta legal. Existen usos del cannabis datados en el 7000 A.C. y se ha utilizado para un sinfín de propósitos (comida, fibra, textiles, construcción, saneamiento de campos de cultivo…).

La primera ley relativa al cannabis de la que tenemos constancia data del 1611, momento en el que se obligó a todos los granjeros de James Town Colony, en Virginia, Estados Unidos, a plantar cáñamo. En 1850 se contabilizaron 8.327 plantaciones de cáñamo en granjas que ocupaban un mínimo de 2.000 acres[i].

Durante la mayor parte de la historia del ser humano el cannabis era una planta legal

Debido a la emigración mexicana de comienzos del S. XX y a la introducción de la costumbre de fumar “marijuana” que trajo consigo, California aplicó su primera ley prohibicionista, ilegalizando las preparaciones de marihuana y hoja de coca. A California le siguieron estados como Wyoming, Texas, Iowa, Nevada, Oregón, Washington, Arkansas o Nebrasca, entre el 1915 y el 1927.

Los músicos de jazz fueron los siguientes en ser señalados. Cannabis y jazz se adueñaron de las noches de Nueva Orleans, Chicago y Harlem. De nuevo, nuestra planta amiga se convirtió en excusa para oprimir a una minoría. Además, el cannabis infundía temor entre los ciudadanos blancos norteamericanos, pues creían que provocaba exaltación y rebeldía en la población negra: “La marihuana da valor a los negros para mirar a los blancos a la cara y más de lo permisible a las mujeres (blancas)”, rezaba un diario del año 1934[ii]; “La mayoría de fumadores de marihuana son negros, hispanos, músicos de jazz y artistas. Su música satánica se inspira en la marihuana, y cuando las mujeres blancas fuman marihuana buscan relaciones sexuales con negros, artistas y otros. Es una droga que causa locura, criminalidad y muerte; la droga que más violencia ha causado en la historia de la humanidad” afirmaron desde la Oficina Federal de Narcóticos y Drogas Peligrosas (Bureau of Narcotics and Dangerous Drugs o BNDD) en 1932[iii].

William Randolph Hearst
William Randolph Hearst

Una vez estigmatizada la planta y consagrada su relación con conductas violentas y con el consumo de minorías “conflictivas”, llegó Harry J. Anslinger, máximo representante de la mencionada BNDD, que junto con la inestimable ayuda de William Randolf Hearst, magnate de la comunicación, crearon una creciente alarma social a través de publicaciones amarillistas. A ellos se sumó la compañía química Dupont, fabricantes de neopreno, nylon, teflón, mylar, licra y kevlar, todos ellos derivados del petróleo que podían constituir una competencia directa a los derivados del cáñamo.

Y entonces se aprobó la Marihuana Tax Act de 1937. Anslinger presentó un proyecto de ley ante el Congreso, principalmente fundamentado en recortes de prensa de los periódicos de Hearst y estudios de dudosa fiabilidad, y The New York Times publicó: “El presidente Frankin D. Roosvelt ha firmado hoy un proyecto de ley para poner freno al narcotráfico de marihuana”. Así comenzó la definitiva prohibición del cannabis.

Luego acaecieron la Convención Única de 1961, el Convenido sobre Sustancias “Sicotrópicas” de 1971 y el endurecimiento de la posición de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes entre 1980 y 1998, entre otros.

El placer y la prohibición

Después de este brevísimo e insuficiente resumen histórico, que nos permite discernir algunas de las fundamentaciones de la prohibición, cabe preguntarse por las verdaderas motivaciones que llevaron a Anslinger, en particular, y a los Estados Unidos, en general, a emprender una interminable guerra contra el cannabis. De una forma desenfadada, probablemente obscena y temeraria para muchos, me imagino a Anslinger, a Roosvelt, a Hearst y a otros influyentes contemporáneos fumándose un porro, anhelando encontrar en este consumo puntual una justificación a sus premeditadas barbaries. Fantaseo con los primeros minutos en los que se hicieron evidentes los efectos de los cannabinoides, cuando se sintieron acorralados por su propia conciencia, aterrorizados por sí mismos y culpando, con supuesta consecuencia, a la planta.

Como hemos venido explicando en esta serie de artículos, la sensación de placer que provoca, en muchos casos, el consumo de cannabis está causada, principalmente, por la liberación de dopamina [C6H3(OH)2-CH2-CH2-NH2], una feniletilamina que cumple funciones de neurotransmisor en el sistema nervioso central. La dopamina se asocia a la experimentación del placer, deseo o motivación por parte del cerebro humano, propiciando sentimientos de gozo y refuerzo para estimular a una persona proactivamente, posibilitando que realice ciertas actividades[iv].

Franklin D. Roosevelt, 1933
Franklin D. Roosevelt, 1933

Pues bien, por una parte creo que entre los detractores injustificados creció un miedo atroz a al autoconciencia, a la potencial respuesta de los oprimidos, a la posibilidad de que los menos afortunados se hicieran conscientes de su injusta condición y su suficiencia para organizarse y cambiar las reglas del juego; sospecho que les aterraba pensar en la posibilidad de que esta planta les advirtiera de su capacidad para cambiar las cosas, impulso, en parte, derivado de la liberación de dopamina. Si estas clases desfavorecidas se reconocían fuertes, capaces, podrían convertirse un grave problema para el orden establecido.

Cuando una persona experimenta un placer argumentado y emerge de sus problemas más básicos, los que habitan en lo más profundo de la famosa Pirámide de Maslow[v], empieza a pensar en la autoestima y en la realización, y comienza a cuestionarse las realidades impuestas. Cuando el cannabis provoca la liberación de dopamina nos permite concebir propósitos inimaginables para alguien absorbido por la inmediatez de las necesidades. Y esto, queridos lectores, asusta a quienes prefieren un controlable estado de bienestar donde sólo están bien unos pocos, mientras el resto se conforma con creer que están bien.

Por otra parte, y volviendo a la bizarra escena en la que dirigentes políticos y variopintos rufianes se colocaban hipotéticamente, imagino que aquellos que se atrevieron a probar la planta que condenaban (utilitariamente, claro) apenas  pudieron disfrutar del efecto provocado por la dopamina y se vieron envueltos en otras indeseables sensaciones derivadas del consumo de cannabis. Al igual que pasa con otras sustancias, es importante estar en paz con uno mismo cuando consumes marihuana. Aunque no siempre, nuestra planta amiga es capaz de enfrentarnos con nosotros mismos, de arrojar elevadas perspectivas sobre nuestras acciones y nuestra cotidianeidad. A pesar de lo infravalorada que está debido a los consumos desmedidos y a la tolerancia, es una planta capaz de mostrarnos lo mejor y peor que habita en nuestro interior. Me imagino a Anslinger siendo presa de su propia angustia existencial, de su banal e injustificada cruzada y, horas después, también me lo imagino relegando a la planta a la exclusión, pues le había llevado de paseo por su particular infierno.

The Jazz Messengers
The Jazz Messengers

Miedo a la dopamina

Creo (como podéis comprobar, esta vez la cosa va de perspectivas y juicios personales) que el cannabis, al igual que pasa con los enteógenos y algunas drogas de síntesis, fue condenado más por su capacidad de ayudar a las personas, de hacerlos más capaces y valientes, que por convertirse en una herramienta de castigo a minorías o por el beneficio de posicionar otros productos en los sectores de producción. Pese a que se trata de una falaz y extendida argumentación, el cannabis no puede salvar el mundo a través de sus derivados y mediante el cultivo de cáñamo, principalmente porque la superficie cultivable es limitada y tendría que competir con otros cultivos que se ocupan de necesidades primarias.

Pienso habitualmente sobre esto y sospecho que muchas de las drogas que hoy están prohibidas o restringidas al uso farmacéutico y “controlado” provocaron un miedo atroz entre los que se encargan de dirigir el mundo, pues algunas tienen la capacidad de despertarnos del letargo, de mostrarnos el mundo de una forma más esencial, más acorde con nuestra naturaleza, y esto nos convierte en peligrosos individuos rebosantes dopamina.

Louis Armstrong siempre se pronució a favor de la marihuana
Louis Armstrong siempre se pronució a favor de la marihuana

El cannabis es una planta y las plantas son buenas. ¿Por qué los gobernantes quieren hacer tantas cosas buenas y dicen que no se debe usar una planta? Te dicen que no debes usarla porque te hace rebelde, pero ¿rebelde contra qué?”

“Ellos te ofrecen cosas materiales con las que pretenden distraer tu mente. Te dicen que trabajes y que se encargarán de darte una pensión… pero ellos se quedan con todo lo demás. El cannabis te hace mirarte a ti mismo y, en lugar de querer trabajar para alguien, quieres ser alguien. Dejas de verlo como “le debo esto” y lo conviertes en “¿por qué debo ceder ante esto?”. Te permite ser tu propio jefe, tu propio dueño.”

Entrevista de Dylan Taite a Bob Marley en Aotearoa, Nueva Zelanda, 1979.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

[i] Juan Carlos Sánchez Gómez. (2008). Implicaciones constitucionales y socio-jurídicas de la prohibición y destrucción de los cultivos de cáñamo en Colombia. 28/08/2015, de EUMED Sitio web: http://goo.gl/KO8OXQ.

[ii] Dinafem. (2011). Historia de la ilegalización del cannabis. 01/09/2015, Sitio web: https://goo.gl/Qx6cX2.

[iii] Dave Bewley-Taylor, Tom Blickman y Martin Jelsma. (mayo de 2014). “La historia del cannabis en el sistema de fiscalización internacional de drogas”. Auge y caída de la prohibición del cannabis, pág. 19.

[iv] Xosé F. Barge. (junio de 2015).” El cannabis como fuente de placer y otros pecados”. Cannabis Magazine, 133, pág. 95.

[v] Jonathan García Allen. (2013). Pirámide de Maslow: la jerarquía de las necesidades humanas. 03/09/2015, de Psicología y mente Sitio web: http://goo.gl/QRzl28.

Acerca del autor

Xosé F. Barge se licenció en Periodismo en la UPSA. Posteriormente realizó el grado en Humanidades y se especializó en literatura distópica del s. XX. Es el Redactor jefe de Cannabis Magazine y El Cultivador.