El caso del jugador estadounidense condenado a muerte en Indonesia por consumir gominolas de cannabis medicinal reabre el debate sobre la deshumanización de las políticas antidroga en el siglo XXI.

Un mundo sin compasión: el caso de Jarred Shaw

Hay historias que condensan, en un solo gesto trágico, la desproporción de un mundo incapaz de mirar al ser humano por encima de la ley. La de Jarred Shaw, jugador estadounidense de baloncesto detenido en Indonesia y amenazado con la pena de muerte por portar unas gominolas de cannabis medicinal, es una de esas historias.

Shaw, un “trotamundos” del baloncesto que ha recorrido canchas de medio planeta —de Argentina a Japón, pasando por Túnez o Puerto Rico—, vive ahora el partido más difícil de su vida. No se trata de una metáfora: lo que se juega no es un título, sino su propia existencia.

Su delito, según la policía indonesia, es traficar con drogas. La realidad, según el propio jugador, es que llevaba consigo un tratamiento que le ayuda a sobrellevar la enfermedad de Crohn, una dolencia inflamatoria crónica e incurable que convierte cada día en una prueba de resistencia. Las gominolas de cannabis, prescritas en muchos países como paliativo, eran para él un alivio, no un crimen. Pero en Indonesia —como en otros países del sudeste asiático— la ley no distingue entre un enfermo y un narcotraficante.

Una justicia sin compasión

Indonesia mantiene uno de los regímenes antidroga más duros del planeta. La posesión de cannabis, incluso en cantidades mínimas, puede acarrear penas de prisión perpetua o incluso la muerte. Allí no hay matices, ni contexto, ni medicina. Solo un código penal anclado en el siglo pasado y una moral que prefiere el castigo a la comprensión.

Te puede Interesar
En Indonesia persiguen el café con cannabis

El caso de Shaw no es aislado. Desde hace décadas, las cárceles del país albergan a decenas de extranjeros condenados por infracciones relacionadas con drogas blandas, muchos de ellos usando cannabis con fines terapéuticos. En estos procesos, la defensa médica rara vez se escucha: las leyes están diseñadas no para entender, sino para exterminar la duda con el miedo.

Mientras tanto, el jugador aguarda su juicio en una prisión de Yakarta. “Me siento solo e indefenso”, declaró recientemente desde su celda. No habla un delincuente; habla un hombre enfermo que, por intentar calmar su dolor, ha sido arrojado al abismo judicial de un sistema implacable.

El espejismo moral del prohibicionismo

Este caso reabre un debate que muchos gobiernos prefieren mantener enterrado: ¿a quién sirve realmente la guerra contra las drogas? Durante décadas, la retórica del castigo ha legitimado políticas que no han reducido el consumo ni el tráfico, pero sí han multiplicado el sufrimiento humano.

El prohibicionismo, con su aparente afán moralizador, no ha erradicado el problema: lo ha desplazado, criminalizando al enfermo y dejando intactas las redes que se enriquecen con la ilegalidad. En cambio, países que han optado por la regulación y la legalización controlada —como Canadá, Alemania o Uruguay— han demostrado que la salud pública y la compasión pueden convivir con la ley.

El cannabis medicinal no es un capricho ni una puerta al vicio: es una herramienta terapéutica reconocida por la comunidad científica. Negársela a quien la necesita, o castigar su uso con la muerte, es una forma de violencia institucional disfrazada de moral.

Un espejo que interpela a todos

Jarred Shaw podría haber sido cualquiera. Un deportista, un paciente, un ciudadano que confía en la medicina moderna y en el derecho a vivir sin dolor. Su tragedia no debería ser leída como un caso exótico de intolerancia lejana, sino como un recordatorio global de hasta qué punto hemos permitido que el miedo sustituya a la empatía.

Te puede Interesar
Tribunal indonesio rechaza petición de legalizar la marihuana medicinal

Quizá dentro de unos años miremos atrás y nos avergoncemos de haber aceptado que alguien pueda morir por consumir una sustancia medicinal. Pero hoy, mientras Jarred Shaw espera su sentencia, el mundo guarda silencio. Y ese silencio también condena.

Acerca del autor

Justin Vivero

Escritor especializado en cannabis  y residente en Miami, combina su pasión por la planta con la vibrante energía de la ciudad, ofreciendo perspectivas únicas y actualizadas en sus artículos.