“Para regular el consumo de drogas hay que regular la producción”, afirma Domingo Comas, presidente de Fundación Atenea, una de las organizaciones con más experiencia en el tratamiento de drogodependientes.
¿En qué punto estaríamos ahora? ¿Se trataría sólo de regularizar el consumo? Con el tabaco y el alcohol, la regulación no ha impedido un consumo abusivo. ¿La legalización produciría un aumento del consumo? ¿Y no se facilitaría así el acceso a las drogas por parte de los más jóvenes? ¿Y qué pasa con la distribución?
¿Qué opina del debate sobre la legalización?
Es un falso debate porque la cuestión no es si legalizar o no, sino crear una dicotomía para manipular a la opinión pública. Las personas que participan en este debate contestan según su posición ideológica y no sobre la cuestión real de la que suelen tener pocos datos.
Hemos iniciado un proceso de regulación inevitable e imparable. El cannabis ya se usa con fines terapeúticos. En la práctica, el grado de tolerancia con el cannabis es también un reflejo de este proceso. De la misma manera que la regulación es inevitable, la legalización absoluta es irreal, ya nadie plantea esa opción cuando se está regularizando la producción y el consumo de otras drogas como el tabaco y el alcohol.
No, para regular el consumo también hay que regular la producción. Esos procesos de normalización serán muy diferentes según la droga. Algunos países se muestran muy tímidos, como Francia, que ya se opuso en su día a implantar las políticas de reducción del daño, que al final ha tenido que aplicar y lo único que han conseguido es ocasionar un sufrimiento innecesario a los usuarios.
La regulación del alcohol va en España muy retrasada. Pero con las escasas medidas tomadas, el consumo se ha reducido en los últimos 10 años a la mitad. En la regulación del tabaco es verdad que las cosas no han ido tan bien, aunque hay grandes diferencias entre comunidades autónomas lo que demuestra que se ha aplicado con criterios muy diferentes.
Si se produjera una legalización sin más de las actuales drogas que están prohibidas, habría un incremento muy notable, pero si se hace de manera gradual contando con los diferentes agentes sociales, es más que segura una disminución de los riesgos para la salud pública. El proceso de regulación tiene que ser lento y muy consensuado, como ha sido hasta ahora.
Al revés, lo que se consigue con la regulación es reducir el acceso de los adolescentes a las drogas. Tendrían más dificultades que ahora en el mercado negro. Las encuestas nos dicen que, con la situación actual, casi todos los adolescentes saben dónde comprar cualquier tipo de droga. Cuanto más regularizada está una sustancia, más difícil es el acceso. La actual situación de ilegalidad es la mejor manera de que los adolescentes accedan a todo tipo de drogas, como quieran, donde quieran y cuando quieran. Ellos no me preocupan, si me preocupa en cambio como adaptar esta regulación para los grupos de adultos más vulnerables.
Hay varios debates: si debe de estar en el sistema sanitario, en el comercial, en el estanco. No lo sé. Son propuestas que hay que plantearse. De lo único que estoy casi seguro es que la producción va a estar en manos de multinacionales muy conocidas.