En California hace tiempo la marihuana es legal. Y no digo legal en el sentido bacano del término, que también, sino legal en el consumo.

He visto fumar bareto en las calles de San Francisco con una libertad sin paranoia. Y es legal en la producción al punto de que los cultivos de la cannabis en California están valorados en once mil millones de dólares. Una cifra gigante, difícil de desmontar, que corre paralela a otra cifra elocuente: el déficit fiscal de California es de 20 mil millones de dólares a cuya disminución ayudarían los impuestos que pagaría a industria de la marihuana si fuera legalizada.

Y en fin. Ante la legalidad hecha de costumbre, el referendo del próximo dos de noviembre lo único que hará es formalizar un hecho visible y cuantificable que hace rato le está gritando al mundo lo pendejo que es el mundo que reprime la marihuana. Lo imbécil y lo inútil que es seguir gastando tiempo y plata y vidas en perseguir el consumo recreativo de esta yerba.

Un grito que, obviamente, nos toca a los colombianos en donde la semana pasada se cayó de su peso una de las banderas que más rabiosamente defendió el entonces presidente Uribe. Aquella de castigar al consumidor de la esquina a través de reprimirlo y de someterlo a tratamientos y no se qué más. Digo que se cayó de su peso de manera literal: no hay plata para costear la puritana idea del ahora ex presidente: vale 11 billones de pesos cada año, además de los sobornos y de los chantajes que se pagarían por la prohibición.

Ojalá pase el referendo de California para ver si como lo dice el presidente Juan Manuel Santos se vuelve ineludible replantear la estrategia antidroga. Porque el camino de la represión lo único que ha hecho es empobrecernos y derrotarnos y corrompernos. Y eso que dizque tenemos al mejor policía del mundo.

Puntillazo. Qué bueno sería que la agenda de conflictos nacionales le abriera espacio a la polémica que ha propuesto el director del Sena sobre las universidades. El director del Sena ha dicho que las universidades colombianas tienen un atraso de cincuenta años. Qué bueno que ese debate se diera y que se demostrara si en realidad el director del Sena tiene razón o es que, como creen muchos académicos, el director del Sena confunde la ingeniería con la albañilería.

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