En esta época del año, en la que se recoge la cosecha de este estupefaciente, se disparan los incidentes registrados en asaltos a cultivos, así como las incautaciones policiales

En estos días, las plantas de marihuana florecen en su máximo esplendor y comienzan los problemas. Desde hace algo más de cuatro años, otoño es en Euskadi una época de incautaciones de droga, peleas entre dueños de plantaciones ilegales y ladrones de ‘maría’, operaciones policiales en caseríos protegidos por hombres armados y entradas en lonjas secretas convertidas en secaderos de esta sustancia. Todo ello porque las plantas -los cogollos- ya se pueden recolectar. Y cada kilo de marihuana alcanza en el mercado un valor aproximado de 3.000 euros. Así que, por ejemplo, encontrar un huerto y robarlo puede ser un negocio para traficantes sin escrúpulos, que en ocasiones ha podido ir acompañado de asesinatos.

Los primeros incidentes de la marihuana otoñal comenzaron ayer mismo, cuando la Ertzaintza detuvo en la localidad vizcaína de Ziortza a dos hombres por atacar con una escopeta y un bate de beisbol a un joven que había acudido a su invernadero a robar plantas de marihuana. Los presuntos responsables de la seguridad de la cosecha llegaron a disparar al aire y a romper las lunas del vehículo en el que el joven había guardado la ‘maría’. Esta persona y un supuesto cómplice fueron detenidos por hurto.

El otoño del año pasado, el incidente más grave se produjo en Dima. Seis hombres fueron detenidos acusados de haber apaleado a tres menores a los que sorprendieron robando plantas de marihuana en un caserío. El caso parece más propio de una lección de la mafia que de la bucólica imagen de un baserri. Los chavales, vecinos de Bilbao y que al parecer ya habían detectado que la cosecha estaba a punto,viajaron en autobús hasta el pueblo un sábado por la noche y, tras llevarse las plantas, intentaron regresar en transporte público a la capital vizcaína. Pero antes de conseguirlo fueron interceptados por seis encapuchados que viajaban en un todoterreno. Dos de los menores consiguieron huir, pero el tercero, en poder de los matones, fue golpeado hasta que llamó por teléfono a sus amigos para que se entregasen a los encapuchados. Obedecieron. Los tres jóvenes recibieron una paliza, fueron obligados a desnudarse y los matones los abandonaron en una zona boscosa. Finalmente fueron rescatados por unos campistas. La Ertzaintza consiguió detener a los agresores.

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Escopetas y perros de presa

En octubre de 2013, en Tolosa, dos jóvenes fueron apaleados cuando pretendían robar plantas de marihuana en un caserío. Uno de ellos resultó herido grave al sufrir una fractura craneal. Ese año, no obstante, el incidente más grave se produjo en Eibar, cuando un joven colombiano apareció asesinado de varios disparos junto a un caserío al que, presuntamente, había acudido a llevarse la cosecha de marihuana. Una semana más tarde, la Guardia Civil asaltó un caserío de Zizurkil en el que hombres armados y con perros de presa vigilaban la plantación de ese año.

El auge de los cultivos de marihuana en Euskadi es nuevo y, según algunos expertos, fruto de la crisis. En muchas zonas agrícolas, cultivar la planta que produce esta sustancia puede ser muy tentador para conseguir ingresos extra, dado el alto valor que alcanza la ‘maría’ en el mercado negro. Y en un momento en el que la economía rural está tan afectada como el resto de sectores por los problemas económicos, recurrir a este negocio puede ser una cuestión de necesidad. Además, hay un factor clave para el éxito de este producto. Aunque la planta es ilegal, adquirir la semilla no supone ningún problema, puesto que se vende de forma libre en el mercado y no está sujeta a ninguna restricción.

Hay otro condicionante para que el cultivo se haya extendido por los montes vascos. Poner en marcha una plantación en un espacio cerrado exige una fuerte inversión económica en instalación eléctrica, sistema de riego y aparatos de ventilación. Este tipo de cultivo permite hasta cuatro cosechas al año pero el gasto inicial puede alcanzar los 10.000 euros, en función del tipo de local. En el monte, sin embargo, sólo precisa encontrar un sitio discreto. Mediante este sistema sólo se consigue una cosecha al año -se siembra en primavera y se recoge en otoño- pero la inversión es mínima así que el beneficio es total.

No obstante, uno de los riesgos que plantea este sistema es la falta de seguridad a la hora de proteger las cosechas de ‘oro verde’. Ello ha llevado a que los plantadores de marihuana contraten servicios de seguridad privados de los que, según fuentes de la fuerzas de seguridad, han llegado a formar parte matones de países del Este. En otras ocasiones, los cultivadores pagan a los dueños de los caseríos para plantar en sus terrenos y que sean los propietarios los que asuman la protección de los cultivos.

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Incautaciones

Pero no sólo hay asaltos y enfrentamientos en los montes vascos. Esta también es la época en las que se produce un sensible aumento de las incautaciones de droga por parte de las fuerzas de seguridad ya que la planta, en su máximo momento de crecimiento, emite un olor fuerte y característico que alerta a los vecinos. Este pasado martes, la Ertzaintza entró en un pabellón industrial de Iurreta en el que se cultivaban 2.100 plantas en plena fase de producción y alrededor de 2.300 esquejes. El local disponía de un sistema técnico avanzado para acelerar el crecimiento de los tallos, con dispositivos de ventilado, iluminación especial de alta intensidad y riego automático. El 26 de septiembre, la Ertzaintza y la Policía local de Vitoria localizaron en la capital alavesa una lonja con treinta kilos de marihuana. Según aseguraron los portavoces de las fuerzas de seguridad, el alijo había sido detectado gracias al fuerte olor que desprendían las plantas y que había alertado a los vecinos. El aroma de la cosecha fue clave.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.