En Holanda está causando furor la propuesta de combatir la crisis a través de la legalización de la cocaína, el éxtasis e incluso la heroína, que se sumarían al hachís. Un comercio controlado de drogas aportaría miles de millones a las deterioradas cajas del Estado y además le quitaría sustento al crimen organizado, argumentan los defensores.
La propuesta proviene de políticos de trayectoria y científicos. “Supriman la prohibición de drogas blandas y duras”, exigieron en un comunicado publicado en el periódico ‘NRC Handelsblad’. De esta manera subieron la temperatura previa a los comicios parlamentarios del 9 de junio.
Entre los impulsores se encuentran el ex ministro de Defensa, Frits Bolkestein, del Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD) conservador liberal, y la ex ministra de Salud, Els Borst Eilers, de los Demócratas 66 (D66), liberales de izquierda. Muchos juristas, profesores universitarios y expertos en drogas se mostraron de acuerdo.
Dinero para las arcas públicas
“La regulación del mercado de la droga ofrece una formidable posibilidad de alivio fiscal”, argumentan los defensores, quienes señalan que los Países Bajos deben ahorrar 30.000 millones de euros para poner en orden un presupuesto estatal fuera de control por la crisis financiera.
Todos los partidos hicieron propuestas en ese sentido, entre ellas una reducción de los pagos a la Unión Europea y el recorte de medios para la integración de los musulmanes, como exigió el populista de derecha, Geert Wilders.
“Todas esas opciones duelen”, dice el comunicado. “Pero hay una opción que ofrece alivio”. Bolkestein, de 77 años, y Borst Eilers, de 78, hicieron un cálculo con ayuda de las estadísticas oficiales: operaciones policiales contra fabricantes de drogas, contrabandistas y repartidores, penas de prisión, lavado de dinero, caída en los impuestos y muchas otras nsecuencias -algunas indirectas- de la prohibición de las drogas le costaron a la sociedad 15.750 millones de euros, es decir, 924 euros por holandés al año.
Si el Estado no actuase de manera distinta frente a las drogas que ante el alcohol o el tabaco, ingresarían mucho más fondos a las cajas fiscales. También serviría para la salud pública. “Si se desarticula el mercado negro, estaría asegurada la calidad de las drogas”. De todas formas, la prohibición no logra suprimirlas.
En otro país semejantes propuestas desatarían gritos de indignación, en cambio en la pragmática Holanda serán debatidas con objetividad. Sin embargo, por el momento tienen pocas posibilidades de concreción. El VVD, que está al frente de las encuestas, se retiró en 2008 de un proyecto que compartía con los Demócratas 66 y los socialdemócratas del Partido del Trabajo (PvdA) y que aprobaba la legalización de drogas blandas.
Los demócratas cristianos, el tercer partido más fuerte luego del PvdA, quieren intensificar todas las prohibiciones, aumentar las penas y cerrar todos los “coffee shops”, que son alrededor de 730. Debido a estos bares de hachís, Holanda es conocido como un paraíso para los fumadores. Incluso ahí el consumo libre de los productos del cannabis no está permitido expresamente, sino que es tolerado por las autoridades, mientras que el cultivo y el comercio de marihuana están prohibidos como antes.
Según la opinión de expertos, esta política de tolerancia lleva a que bajo el pretexto de la cultura de los “coffe shops” crezca el crimen organizado. Por eso el alcalde de Amsterdam, Job Cohen, abogó por la legalización de las drogas blandas. Entretanto se postuló como el principal candidato de los socialdemócratas al cargo de primer ministro y evita ahora hablar del tema de las drogas.
Para que los defensores de la legalización obtengan más votos a los dueños de los “coffee shop” se les ocurrió cerrar el 9 de junio todos los bares de hachís en Haarlem. “Sino nuestros clientes no van a votar”, dice el organizador de la “huelga”, Nol van Schank. En tanto, los “coffee shops” en Maastricht prometieron a cada votante un cigarrillo de marihuana gratis.