Actualmente estamos viviendo una reacción en cadena en los Estados Unidos de América a favor de la legalización del cannabis terapéutico, y ya son 15 estados los que han legalizado su uso medicinal.

Aunque sin lugar a dudas el acontecimiento más significativo es que el estado de California votará en noviembre de este año la “Cannabis Act”. Entre otras medidas, la propuesta determina que se permita el uso y disfrute personal de esta sustancia a los mayores de 21 años. Además establece el límite legal de posesión en 30 gramos por persona y el cultivo privado de estas plantas, siempre que la parcela no supere los 2,3 metros cuadrados.

Si la ley prospera, seremos testigos de un hecho histórico que muy probablemente provoque un efecto dominó tanto en Estados Unidos como muchos países donde el cannabis es una droga ilegal socialmente aceptada. Recordemos que fue precisamente el estado de California el primero en prohibir la marihuana a finales del siglo XIX, y que ello contribuyó a que su prohibición se extendiera no sólo en Estados Unidos si no por gran parte del mundo.

La transformación de la leyes con referencia al cannabis en un gran número de países daría como resultado una fiscalización de la producción y venta del cannabis, lo que inyectaría grandes beneficios en impuestos, directos e indirectos, a las arcas de los estados. Además, frenaría el narcotráfico y el avance de las mafias y la violencia que actualmente acompañan al tráfico ilegal de drogas.

Los innumerables estudios científicos y sociológicos que surgirían a raíz de la legalización pondrían al alcance de todos mucha información sobre los efectos físicos, psicológicos y sociales asociados al consumo de cannabis.

Parece que el fin de la sinrazón está cerca. Es posible que dentro de relativamente poco presenciemos la libertad de maría y el avance en una cuestión de derechos humanos y de libertades individuales.

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