Los patrones actuales de consumo de sustancias ilícitas difieren bastante de los tradicionales. Por ejemplo en Jamaica, la gente no fumaba marihuana buscando quedar pasmado en la divagación y el egotismo.

Un consumidor se contentaba con un cigarrillo de marihuana que fumaría a lo largo del día; tomaría pausas para aspirar una o dos bocanadas y luego apagaría el cigarrillo para encenderlo nuevamente horas más tarde [1]. Con marihuana de menor concentración de THC (delta-9-tetrahidrocannabinol, la molécula psicotrópica) el consumo en dichas cantidades no lo deja a uno alelado [2]. Esto difiere bastante del consumo de hoy bajo la prohibición, donde si uno ya se tomó la molestia de conseguir marihuana entonces: ¿para que se va a poner a fumar tan poco? ¿así no va a “sentir” nada? La única razón por la cual hoy se apaga uno de estos cigarrillos es porque este ya se acabó (o porque alguien se acerca). Si lo quiere ver en la perspectiva del alcohol, es la diferencia entre el que toma una copa de vino con el almuerzo, acompañada de un vaso de agua, y el adolescente que resuelve robarse una botella para emborracharse.

El mismo patrón de consumo moderado era practicado por los mineros en Sudáfrica [3]. Tanto Jamaica como Sudáfrica hacían parte del commonwealth británico. Desarticulada la esclavitud, inmigrantes de la India llegaron buscando oportunidades en el nuevo mercado laboral. Con ellos trajeron la costumbre del consumo de cannabis (de hecho la palabra ganja viene del sánscrito). En todos estos tres lugares, India, Jamaica y Sudáfrica, el consumo era relacionado con las clases bajas, la planta era legal y nadie manifestaba la intención de prohibirla. El consumo era regulado por el rechazo social.

Solo fue después de la llegada del hábito del consumo a Estados Unidos que empezamos a escuchar de lo tenebroso que aquel era. Que los gringos reciban con miedo y menosprecio lo extranjero es solo una característica más de ellos (pero lo reciben); así pasó primero con los católicos, después con los irlandeses, luego los italianos, los alemanes, los judíos, los chinos, ahora con los musulmanes [4] y siempre ha sido así con los latinos. Y así mismo recibieron a la marihuana.

Ahora bien, la razón por la cual existía patrones de consumo moderado en las colonias británicas y había histeria en los Estados Unidos es exactamente la misma por la cual aquellos dos países, Inglaterra y Estados Unidos, tienen hoy grupos establecidos pidiendo que se reforme la política internacional de control de estupefacientes. Y la razón es su apertura cultural. Sería ridículo pensar que a Colombia se le ocurriera su propia regulación de estupefacientes si a duras penas sus legisladores estaban enterados de su existencia**.

Volviendo a Inglaterra, el grupo “Transform drug policy foundation” (TPDF) ha redactado una hoja de ruta para legalizar la droga [5]. Naturalmente, ellos están enterados del pavor que tal concepto despierta en la gente. Cuando al hombre del común se le pregunta si la droga debería ser legalizada, este se imagina que legalización significa que de un día al otro inundarían los supermercados con cigarrillos de marihuana en llamativos empaques, con saleros llenos de cocaína, con tubos como los de mentas pero llenos de pastillas de morfina o con otra mano de artículos ridículos dignos de una mente morbosa. Así las cosas, a los de TDPF se les ocurrió una pregunta menos controversial.

En una encuesta [6], droga por droga, se pregunta si esta debería ser: ¿ligeramente regulada, minuciosamente regulada y controlada por el gobierno, o prohibida? Alternativamente se ofrece la respuesta: “desconozco esta droga”. La regulación ligera se refiere a la forma como se distribuye y produce hoy el alcohol o el tabaco. Los resultados de la encuesta revelan un resultando bastante diferente del rechazo generalizado que la idea de la legalización suscita.

Por un lado, se puede ver que la gente en Inglaterra esta más familiarizada con el tema. La gente sabe que los alucinógenos (hongos) no son tan riesgosos como los narcóticos (heroína). Están enterados de la ketamina y la mefedrona. Conocen la diferencia entre el riesgo del consumo de éxtasis y el de heroína. Contrasta esto con el desconocimiento que reina sobre el tema en Colombia donde la droga es solo un termino genérico. Pero nuestro desconocimiento parroquial no debe ser tomado con valoración moral alguna, los ingleses están expuestos a diferentes manifestaciones sociales y culturales; en Colombia, al contrario, vivimos aislados geográficamente y culturalmente.

En el mismo orden de ideas, no es ninguna coincidencia que Holanda y Portugal, dos países que tradicionalmente han estado volcados hacía su océano, es decir en contacto con otras culturas, sean los mismos que tienen la política más liberal en materia de estupefacientes. La opinión que la gente se forma de las drogas es más una cuestión de exposición a ellas que de conocimiento: entre más esté uno expuesto a ellas menos se les teme.

Un prohibicionista dirá ahora que esa es justamente la idea: alejar a la gente de la droga para que estos le teman. Pero es de ese temor que las drogas adquieren su glamour. Y con el paso del tiempo la prohibición mina el imperio de la ley, pues es una ley que se viola regularmente sin consecuencia alguna; y deslegitima la desaprobación social del consumo, pues se fundamenta en miedos y mentiras, y no en la razón y la verdad. Es por eso que el consumo de tabaco se ha podido reducir, sin prohibirlo pero legitimando su rechazo social, y en cambio el consumo de drogas no se ha visto afectado.

¿Cómo entonces legalizar la droga sin minar la desaprobación social del consumo? Esbozaré ligeramente lo que propone TDPF. Lo primero, hacerle entender a la gente que la droga se legaliza, no porque se quiera fomentar o se apruebe el consumo, sino para poderlo regular y controlar; y que regulándolo y controlándolo es la única forma de minimizar los daños. Lo que tenemos hoy es un “vale todo” en un mercado que subvenciona el crimen, al que cualquiera tiene acceso como vendedor sin control alguno o como consumidor sin restricción de edad ni de condición psicológica. Lo segundo es explicar que se procedería gradualmente, paso a paso, empezando por solo algunas drogas que estarían estrictamente controladas y sobre las cuales hay un consenso, entre los especialistas, de patrones seguros de consumo . Procediendo gradualmente podemos revaluar la estrategia y nos aseguramos que dado un paso en falso este se pueda echar atrás. Entre las posibles formas de distribución se proponen cinco [7]:

1. el modelo de prescripción médica para consumo supervisado (para drogas de mayor riesgo, como las inyectables, o para adictos problemáticos);

2. el modelo de farmacia con licencia para consumidores identificados;

3. el modelo de venta con licencia (para las drogas de bajo riesgo o para satisfacer la demanda en sitios específicos);

4. el modelo de local con licencia para venta y consumo (como con el alcohol);

5. el modelo de venta sin licencia (para drogas que no representan mayor riesgo como el café y el té de coca).

No hay que pensar que cada droga se ubicaría en alguno de estos cinco modelos sin posibilidad de ser luego reclasificada. Cada jurisdicción puede clasificarlas y luego reclasifícarlas como lo crea necesario [8]. Se podría prohibir la publicidad y regular lo llamativo que pueden ser los locales. Asegurarse que las licencias sean difíciles de obtener pero faciles de revocar.

Los presidentes de México y Colombia han llamado a que se abra el debate sobre la legalización [9]. Un debate democrático en que las diferentes posiciones políticas esten representadas por verdaderos expertos [10] sería muy provechoso. Lo que sí hay que advertir es que cada estudio que  especialistas de la salud llevan a cabo,  es sistemáticamente rechazado pues sus conclusiones rechazan la prohibición y no condenan al usuario [11]. Esperemos que si tal debate se da, sus conclusiones no terminen con la misma suerte.

Por lo pronto, se sabe que la marihuana es mucho menos perjudicial para la salud que el alcohol y el tabaco [12], es menos adictiva y que no hay registro de muerte a causa de su consumo. Respecto a los estimulantes, como la cocaina y la cafeína, se sabe que su consumo en concentraciones leves es seguro [13]. Así que para empezar se puede pensar en legalizar el cannabis y las preparaciones con contenido bajo de cocaína.


Notas y referencias:

[1]:  T. Boekhout van Solinge, Ganja in Jamaica, Amsterdams Drug Tijdschrift, no 2, Diciembre de 1996, pag. 11-14. Traducción al inglés de J. Roberts.

[2]: R.C. Rabin, Nostrums: A Bit of Marijuana Is Found to Ease Pain, The New York Times, Vital Signs, Septiembre 6 de 2010.

[3]: E.M. Brecher y los editores, The Consumers Union Report on Licit and Illicit Drugs, Capítulo 53, Consumer Reports Magazine, 1972.

[4]: N.D. Kristof, America’s History of Fear, The New York Times, Op-Ed Columnist, Septiembre 4 de 2010.

[5]: After the War on Drugs: Blueprint for Regulation, Transform Drug Policy Foundation, 2009.

[6]: New poll shows 70% support for legal regulation of cannabis, Transform Drug Policy blog, 9 de Julio de 2010.

[7]: S. Rolles, An alternative to the war on drugs, British Medical Journal, BMJ 2010;341:c3360, Julio 13 de 2010.

[8]: Por ejemplo: la heroína en el primer grupo; la cocaína en polvo, el MDMA y las anfetaminas en el segundo; el cannabis y el opio en el cuarto, los hongos en el tercero. El crack prohibido.

[9]: Ni México ni Colombia podrán solos contra el narco: Santos, W radio, Agosto 25 de 2010.

[10]: ni curas, ni policias, ni militares, ni políticos de carrera; sino psicólogos, psiquiatras, médicos, enfermeros, antropólogos y abogados.

[11]: J. Colombo, Los valores morales de la guerra contra las drogas, La droga, ¿y Colombia?, 4 de Abril de 2010.

[12]: J. Colombo, La desinformación como terapia de aversión, La droga, ¿y Colombia?, 24 de Mayo de 2010.

[13]: J. Colombo, La reputación de la coca y de la cocaína, La droga ¿y Colombia?, 7 de Junio de 2010.

**Nota del autor: y sea dicho de paso que la ignorancia en el tema parece hoy la misma

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