Uso terapéutico de la MDMA en sesiones psicoterapéuticas
Para el tratamiento con MDMA en contexto terapéutico, la dosis inicial suele ser de 120 mg, aunque en la primera sesión se puede reducir a 100 mg. A la hora y media, si el paciente lo desea, puede añadirse un suplemento de 40 mg. Este suplemento no intensificará la experiencia, pero sí alargará sus efectos.
Antes de iniciar la sesión, es esencial que el terapeuta establezca un “contrato” verbal con el paciente, mirándolo a los ojos. Este contrato no sólo se dirige a la mente consciente del paciente, sino también a su inconsciente, el cual absorbe y registra la información. El acuerdo debería incluir las siguientes reglas:
- Se permite experimentar y verbalizar cualquier sensación sexual; sin embargo, no se iniciará ninguna actividad sexual durante la sesión.
- Se permite expresar sentimientos de agresión, hostilidad y enfado, pero sin dañar al terapeuta o a sus pertenencias, salvo que se hayan acordado previamente métodos específicos para expresar la agresión de forma segura.
- Si durante la experiencia se percibe la “puerta amistosa” de la muerte, el paciente deberá comprometerse a no cruzarla, ya que ello podría ser perjudicial tanto para él como para el terapeuta.
- El paciente debe aceptar este conjunto de reglas de forma clara y sin restricciones.
Cada una de estas reglas tiene su propósito. La primera es clara y no requiere mayor explicación.
En cuanto a la segunda regla, el terapeuta debe ofrecer al paciente un entorno donde pueda expresar libremente cualquier ira o sentimiento de violencia, especialmente si estas emociones emergen a raíz de recuerdos profundos. Pueden utilizarse cojines, almohadas o sábanas viejas para que el paciente pueda golpear y desgarrar, canalizando así su agresión sin daño. Es importante disponer de una habitación insonorizada y acondicionada para permitir gritos y golpes sin interrupciones.
La tercera regla, relativa a la “puerta de la muerte,” es crucial. Este concepto es real en el contexto de la sesión, aunque no tiene un carácter seductor ni irresistible. Aparece, más bien, como una invitación suave: “Aquí está el camino de vuelta a casa para cuando lo necesites.” En personas con depresión profunda, la tentación de “cruzar” puede estar presente, por lo que este contrato previo resulta esencial para su seguridad. Un caso en Francia ilustra las consecuencias de omitir esta precaución, con un paciente que no regresó, lo cual generó un desastre tanto profesional como personal para el terapeuta involucrado.
Duración y desarrollo de la sesión
Normalmente, una sesión de MDMA dura alrededor de 6 horas, aunque puede extenderse hasta 8 o incluso 10 horas. La duración depende tanto del tipo de sustancia como de la naturaleza del problema, ya sea psicológico o espiritual. Es frecuente que los conflictos emocionales o espirituales más profundos surjan en los últimos momentos de la sesión.
En general, el trabajo terapéutico intenso se concentra en las primeras 6 horas. Sin embargo, si el paciente está lidiando con una confrontación vital en ese tiempo, el terapeuta debe continuar hasta llegar a una resolución. La psique tiende a guiarse sola, sin necesitar instrucciones específicas, y el papel del terapeuta es acompañar y sostener. Cuando el paciente muestra señales de cansancio, esto suele indicar que su mente está cerrando el proceso, momento en el cual el terapeuta debe comenzar a finalizar la sesión.
La MDMA se considera un enteógeno, es decir, facilita el acceso a lo interno, al «yo» profundo. Uno de sus efectos principales es que reduce el miedo ante las sombras internas, lo cual permite una aceptación pacífica de todos los aspectos, incluso los más oscuros, de la propia naturaleza. Esto genera una autoaceptación integral, promoviendo que el paciente abandone patrones defensivos.
El terapeuta debe recordar que los mecanismos defensivos que componen la “sombra” están ahí por una razón, pues sirven como barreras para la autoprotección emocional desde la infancia. La MDMA ayuda a revisar estos patrones sin generar rechazo ni culpa.
Afrontar la sombra y los aspectos reprimidos
El grado de profundización en la sesión depende de la disposición del paciente para enfrentarse a sus sombras y aspectos reprimidos. En esta etapa, el terapeuta suele guiar al paciente a enfrentarse a sus “demonios” o “guardianes de la puerta,” según la terminología budista. Lo que se cree que es inaceptable o terrorífico puede generar un miedo sin comparación. Aquí, es importante que el terapeuta le recuerde al paciente que estas sombras no representan la totalidad de su ser, sino solo una parte.
Es fundamental realizar una discusión previa sobre la naturaleza de la sombra y por qué el niño interior del paciente desarrolló ciertas barreras emocionales para sobrevivir. Esta conversación preliminar, respaldada por la experiencia y persuasión del terapeuta, proporciona la base necesaria para que el paciente esté dispuesto a realizar la sesión.
La preparación y disposición del terapeuta
El terapeuta debe haber experimentado personalmente la apertura de sus propios aspectos internos y haber trabajado en sus propias sombras con un terapeuta experimentado, pues solo así podrá acompañar y guiar adecuadamente al paciente. Esta experiencia previa del terapeuta es esencial para generar un ambiente de seguridad y comodidad.
A veces, cuando la psique del paciente anuncia la destrucción de una imagen o una defensa, puede no haber respuesta perceptible a la sustancia, o surgir un estado de nerviosismo que anula otros efectos. Estos bloqueos requieren atención y empatía por parte del terapeuta.
La singularidad del proceso terapéutico con MDMA
A diferencia de otras terapias o técnicas de crecimiento personal, en la terapia con MDMA el terapeuta debe olvidar cualquier preconcepción, pues cada paciente presenta una simbología y estructura emocional únicas. Debe estar preparado para captar estas particularidades con la máxima atención.
Es esencial recordarle al paciente que su psique contiene un elemento “autosanador,” a menudo referido como ser superior o guía interno. Reconocer esta presencia puede ayudar al paciente a activar y potenciar sus procesos de sanación.
Además, el terapeuta debe sentir una conexión profunda con el paciente, cercana al amor, un vínculo visceral y sincero que le permita ofrecer una ayuda genuina. Si existen sentimientos de aversión, el terapeuta deberá analizarlos; y en caso de no poder resolverlos, derivar al paciente a otro profesional.
Finalmente, esta conexión debe haberse formado en un contexto de conexión mística, donde el terapeuta haya experimentado la interconexión de todos los seres vivos. Al trabajar con MDMA, el terapeuta ideal es alguien que ha sentido previamente esa unidad con todos los seres vivos, reconociendo que todos compartimos una chispa común de vida.
Conclusión
La terapia asistida con MDMA requiere una preparación y entrega total del terapeuta, quien debe ofrecer compasión y amor hacia el paciente, viendo en él una persona espiritual con una identidad única. Este enfoque posibilita una sanación profunda, llevando al paciente hacia una comprensión más amable y completa de su ser.
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Acerca del autor
Raúl del Pino es un destacado psiconauta, escritor y autoridad en sustancias psicoactivas, especialmente psicodélicos.
Fundador de www.psiconautica.org en 1996, el primer portal en lengua hispana sobre drogas, se ha enfocado en los Estados Modificados de Conciencia y la Psicología Transpersonal. Autor del libro "MDMA, sexo y tantra", Raúl combina rigor científico con introspección personal, explorando la relación entre psicoactivos, sexualidad y prácticas espirituales. Su trabajo contribuye significativamente a la comprensión y uso responsable de sustancias psicoactivas.