La yerba, más allá de lo medicinal, abre puertas comerciales, ecológicas y culturales, según expertos

Mary Jane. Marihuana. Yerba. Kaya. Ganja. Como la llamen, esta planta está en Puerto Rico para quedarse, pero la pregunta es: ¿se puede aprovechar como negocio legal y lucrativo?

La respuesta es sí, en teoría.

Durante el foro impartido ayer por el Instituto de Investigación de la Universidad de Puerto Rico (UPR), recinto de Río Piedras –como parte de Iniciativas de Investigación y Actividad Creativa Subgraduadas (IINAS)- un panel de cuatro profesionales expuso, desde distintas ópticas, cómo se beneficiaría económicamente la Isla con la legalización del cannabis para fines no solo médicos, sino recreativos y hasta culturales.

El panel surge luego de la aprobación el 8 de julio pasado, del Reglamento 8766 del Departamento de Salud, que dispone las normativas para el uso, posesión, cultivo, manufactura, fabricación, dispensación, distribución e investigación del cannabis medicinal. 

Lo que se abordó  en la Facultad de Ciencias Sociales de la UPR-RP  fueron los otros ángulos a explorar tras desmenuzarse el reglamento, que impone costos significativos para obtener cualquier tipo de licencia para sembrar, manejar o distribuir los derivados de esta planta.

Goodwin Aldarondo, abogado criminalista y presidente de Puerto Rico Legal Marijuana, aclaró que esto no es un “negocio de riquitos” y tiene el potencial de extenderse, pero requiere una inversión y, por supuesto, una logística.

“El cannabis está clasificado a nivel federal como categoría I, lo que significa que es ilegal”, recalcó. “El dinero que se genera no se puede depositar en bancos o pagarse con tarjetas de débito; puedes asegurarlo todo menos la planta, el patrono te puede despedir aunque tengas la licencia para consumirla y olvídate si pierdes todo, porque no te cubre la Ley de Quiebra”, enumeró.

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El impacto económico

La segunda panelista fue la doctora Indira Luciano, catedrática asociada del Departamento de Economía, quien en su ponencia habló de quiénes podrían resultar beneficiados si se incorporara la industria del cannabis en Puerto Rico. 

“El sistema parte de que hay que comprar productos y servicios entre industrias”, indicó. “Si la farmacéutica o dispensario produce más tendrá que comprar más bienes de producción y eso mueve la economía”, agregó.

Cada componente de la industria tiene que pasar por una cadena que, de ser legal, generaría recaudos para el gobierno y ganancias porque la demanda está más que probada. 

“El gobierno que hace una política pública para generar una actividad económica no solo ejerce un efecto directo en esa industria, sino en otros sectores”, abundó Luciano. “Un dólar adicional en la producción en la farmacéutica generará $1.43 en otras industrias”, estimó la economista.

A prueba la creatividad

El consumo de marihuana, según el doctor Javier Hernández, profesor de la Universidad del Sagrado Corazón y fundador de Inversión Cultural, evidentemente no es nuevo y se puede ver en el ejemplo de la isla de Jamaica. 

Así, si ese mercado se abriera en Puerto Rico también habría cabida para otras industrias, como las que producen alimentos y bebidas, ropa, productos industriales e, incluso, eventos culturales donde no se sancione la presencia de la yerba y genere ingresos para quienes participen.

Los festivales 420 (en referencia al 20 de abril, fecha en la que se celebra el consumo del cannabis) han demostrado que el producto se consume y se auspicia de forma regulada.

“¿El cannabis se puede ver bajo una dimensión cultural? Claro que sí”,  aseguró el profesor.  “Habría que determinar cómo conectar los espacios culturales con el espacio de consumo, por ejemplo en conciertos, galerías, cafeterías… no es una economía posible en la abstracción, sino que es real, lo que hay es que ver el potencial”, acotó.

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Buscando espacio

A nivel geográfico, el cannabis no tiene que seguir en la “sombra”, sino que se pueden implantar lugares específicos para su producción, estimó  el doctor Carlos J. Guilbe, catedrático del Departamento de Geografía. 

“Si existieron centrales azucareras donde se hacía todo, desde la siembra hasta la producción del ron, pueden haber centrales de cannabis. No hay que irse a un monte”, recalcó.

A modo de ilustración,  mostró un mapa donde se podrían colocar las productoras y distribuidoras de los productos hechos a base de marihuana, en lugares clave de la Isla. 

“Si esto se hace por ahí, habrá un grupo de un lado gritando que no lo quiere en su patio y otro grupo del otro lado tratando de llevarse las matas”, ejemplificó Guilbe. “Dejándome llevar por el mapa de las universidades, las llamadas a llevar el proceso de investigación, pues se podrían usar las estaciones experimentales y laboratorios para desarrollar esta industria”, señaló.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.