La sustancia de la que nos ocupamos en esta entrega no es demasiado conocida en España. Sin embargo, si visitamos cualquier foro sobre drogas en lengua inglesa, como por ejemplo los famosos Bluelight o Drugs-Forum, enseguida veremos entradas dedicadas a un producto llamado Soma®. En el presente artículo vamos a explicar de qué se trata.
por J. C. Ruiz Franco
El sugerente nombre de “Soma”, la droga divina de la India antigua, el fármaco que los personajes de Un mundo feliz ‒de Aldous Huxley‒ tomaban para relajarse y olvidar sus problemas, procede del griego y significa “cuerpo”. Soma® es también, en los Estados Unidos, el nombre de marca del carisoprodol, una sustancia sintetizada en 1959 por Frank Berger, en los Laboratorios Wallace (Detroit, EE UU), a partir del meprobamato, con el propósito de obtener una acción mayor como relajante muscular y un riesgo menor de abuso y de sobredosis que su predecesora. Y lo cierto es que consiguieron un fármaco muy bueno dentro de la gama de los relajantes musculares, medicamentos indicados para los dolores musculo-esqueléticos de origen diverso, las contracturas, los espasmos y dolencias similares, pero no consiguieron el objetivo de librarse del meprobamato, ya que el carisoprodol ejerce sus efectos como tal, pero posteriormente se convierte en gran medida en meprobamato dentro del organismo, con todo lo que eso conlleva.
El meprobamato
Así que tenemos que hablar antes sobre esta droga. La sintetizó por primera vez el doctor Bernard Ludwig, en mayo de 1950. Los Laboratorios Wallace compraron su licencia y le dieron el nombre comercial de Miltown® para lanzarlo al mercado. Su mecanismo no se conoce completamente. Ejerce su acción en varios sitios del sistema nervioso central, entre ellos el tálamo y el sistema límbico; allí se une a los receptores GABA-A e interrumpe la comunicación neuronal en la formación reticular y la espina dorsal, lo que genera sedación y una menor percepción del dolor.
Es una sustancia intermedia entre los barbitúricos y las benzodiacepinas, y comparte sus características. Se realizaron varios estudios sobre sus efectos como tranquilizante, con el objetivo de combatir el alcoholismo y aliviar los síntomas mentales en general; pronto se hizo muy popular y consiguió ventas multimillonarias. No obstante, debido a la sensación de bienestar, de “subidón” y de alivio de las preocupaciones que producía en sus usuarios, apareció un uso recreacional o para evadirse de las preocupaciones cotidianas, y comenzaron a surgir casos de abuso, sobredosis y dependencia, junto a unos síntomas espectaculares y gravísimos ‒con riesgo de muerte‒ si se intentaba abandonar su consumo después de haberlo utilizado durante cierto tiempo. Años después, en 1965, se le retiró la indicación de tranquilizante, y en 1967 se puso bajo un estricto control en EE UU, acción que imitaron casi todos los demás países. En la actualidad ‒salvo error por parte de quien esto suscribe‒, si se sintetiza en algún sitio sólo puede tratarse de laboratorios ilegales. Además, hemos hecho una búsqueda en los mercados de drogas de la Deep Web y no lo hemos encontrado en ninguno, y un repaso en Google sólo nos ha llevado a varias páginas que por su aspecto parecen ser una pura estafa.
Las características del Soma
Volvamos a nuestro Soma®, cuyo principio activo es el carisoprodol, como ya hemos dicho, y cuyo nombre químico es N-isopropil-2-metil-2-propil-1,3-propanediol dicarbamato. A pesar de llevar cincuenta años en el mercado, se sigue fabricando y recetando en algunos países, especialmente en los Estados Unidos. En España llegó a venderse durante algunos años con los nombres de marca de Mio-Relax® y Relaxibys®, pero la Agencia del Medicamento decidió suspender estas especialidades aludiendo precisamente al riesgo de abuso, y desde entonces los médicos ‒para esos problemas de salud‒ echan mano de las benzodiacepinas, especialmente las de acción más periférica, como el tetrazepam (Myolastan®, retirado recientemente por las posibles reacciones cutáneas), de la ciclobenzaprina (Yurelax®) o del baclofeno (Lioresan®). Tras la ingestión oral del comprimido de Soma® ‒o de otra marca de carisoprodol, como Prosoma® o Carisoma®‒, normalmente de 350 miligramos, empieza a ejercer su acción en treinta minutos, tiene una vida media en el organismo de unas ocho horas, y sus efectos pueden llegar a durar unas seis horas.
Como es lógico, su principal indicación es la de servir como relajante muscular, gracias a lo cual alivia el dolor producido por diversos problemas, como por ejemplo las contracturas o los espasmos musculares. Pero también es sedante y puede disminuir la capacidad de reacción y de realizar tareas como conducir o manejar maquinaria. Este efecto secundario es típico de las sustancias tranquilizantes, es más notable al principio y va desapareciendo con el uso continuado.
Como hemos explicado antes, además de esta propiedad terapéutica, al metabolizarse ‒dentro del organismo‒ gran parte del carisoprodol a meprobamato, produce el high propio de este último, su sensación de bienestar y de indiferencia respecto a los problemas propios de la vida cotidiana. El usuario puede olvidarse de la discusión con su jefe o con su cónyuge, del estrés que le producen las tareas diarias, de los problemas personales, y sentarse relajadamente para ver la televisión, leer un libro o navegar por Internet; o bien, si ha tomado una dosis mayor, puede tumbarse para permanecer en un estado cercano al sueño, o incluso echar una cabezadita. Pero, como bien sabemos los drogófilos, todo tiene dos caras ‒como el dios Jano‒ y lo que se experimenta como una bendición puede convertirse en una pesadilla si uno baja la guardia y peca de irresponsable. Además de la recomendación de mantener las dosis lo más bajas posibles ‒dentro de los límites de lo que el usuario reconozca como satisfactorio‒, junto con el consumo habitual es inevitable el aumento de la tolerancia (se necesita una cantidad mayor para obtener el mismo efecto) y crece la posibilidad de dependencia, en caso de tomar el fármaco continuamente (el tiempo necesario depende de factores individuales, pero es posible experimentar una leve dependencia con un consumo de dos semanas seguidas). Esto conlleva a su vez el conocido ‒y temido‒ síndrome de abstinencia si se interrumpe bruscamente el consumo, con síntomas parecidos a los del mono de benzodiacepinas (ansiedad, irritabilidad, insomnio, despersonalización, convulsiones, confusión y psicosis, entre los diversos posibles), que pueden requerir la hospitalización del sujeto. Por eso, si ha generado dependencia, lo mejor es retirarlo poco a poco, bajando las dosis gradualmente.
Combinaciones con otras drogas
El carisoprodol, además de sus efectos propios que hemos descrito, puede combinarse con otras sustancias para lograr una potenciación mutua o sinergia. Por ejemplo, hay personas que lo toman junto con opiáceos. Esta mezcla no sólo sirve para obtener mayor placer, sino que puede ser útil médicamente para utilizar una dosis menor de opiáceo, con el mismo resultado de eliminación del dolor. En el ámbito lúdico se trata de un high mixto muy agradable, que une las características de las dos drogas. Sin embargo, hay que andarse con mucho cuidado con las cantidades, y de hecho ha habido muertes por sobredosis producidas por esta combinación, normalmente con hidrocodona.
Otra posible combinación es tomar carisoprodol junto con fármacos potenciadores del GABA, a fin de conseguir una mayor euforia por la potenciación del efecto ansiolítico. Esto conllevaría mezclarlo con gabaérgicos como gabapentina, pregabalina, baclofeno o fenibut, o bien con algún tipo de benzodiacepina, como diazepam (vida larga y acción prolongada) o alprazolam (vida corta y acción más pronunciada). Esta mezcla también puede conllevar ciertos riesgos, como sedación excesiva, confusión, depresión respiratoria, coma e incluso la muerte. Hay que tener precaución con las dosis y no olvidar la regla de actuar con moderación, además de utilizar la mínima cantidad posible.
Hay también usuarios que mezclan el carisoprodol con alcohol, en busca de un tipo distinto de sinergia. Lo cierto que pueden conseguir un estado de gran paz y tranquilidad, pero en este caso hay menor lucidez mental ‒debido al alcohol, evidentemente‒ y debe tenerse un cuidado extremo con las dosis, más incluso que al combinarlo con fármacos gabaérgicos. El lector debe recordar que la mezcla de carisoprodol con alcohol es especialmente peligrosa, tal como sucede con la combinación de benzodiacepinas con alcohol.
Modo de uso
La administración del Soma® es siempre oral. No vamos a mencionar dosis, como es habitual en nosotros, para evitar que alguien diga que aconsejamos tal o cual cantidad. Nos limitamos a informar y a recomendar un consumo responsable.
En lo relativo a dónde conseguirlo, se puede comprar sin problemas en cualquiera de los mercados de drogas de la Deep Web; no creemos necesario dar más detalles al respecto.
Resumiendo: el Soma de nuestra era hace honor a su nombre; es un fármaco útil tanto por sus indicaciones terapéuticas como por su potencial lúdico (relajarse y desinhibirse). Por último, y a riesgo de ser insistentes, como siempre debe hacerse al manejar sustancias con posibles riesgos, hay que tener cuidado de no excederse con las dosis, controlar mucho las mezclas con otras drogas y no tomarlas de forma continuada, para no caer en una dependencia.
Experiencias de usuarios
Para terminar, la experiencia de un consumidor que comenzó siendo feliz, pero que terminó mal.
«La madre de mi amigo tenía un problema de espalda y tomaba comprimidos de 350 miligramos de Soma. Nunca había tomado esa medicina, pero decidí probarla con mi amigo.
9:30 PM
Los dos nos tomamos cuatro comprimidos cada uno: 1,400 gramos por persona. Nos sentamos a ver la televisión, relajados, para notar los efectos de la droga.
10:00 PM
Nos damos cuenta de que sentimos una especie de bienestar en todo nuestro cuerpo. Podría compararse con cuando uno se despierta y se estira placenteramente por la mañana. La sensación mental es la de una ligera ebriedad alcohólica, con euforia añadida.
10:15 PM
Bajamos a la cocina a por más material. Tomamos tres más, 1,050 gramos. Volvemos a la habitación.
10:30 PM
Nos pasamos un buen rato diciéndonos cuánto nos queremos. Mi cuerpo se sentía fenomenal, creo que mejor que practicando sexo.
11:00 PM
Decidimos tomar tres más. Seguimos jugando, riéndonos y pasándolo estupendamente. Llega un momento determinado de la noche en que no recuerdo más.
9:30 AM
Abro los ojos, veo que es de día en el exterior de la casa, y me cuesta un minuto darme cuenta de dónde estoy. Después de la primera experiencia con Soma me doy cuenta de que podía habernos sucedido algo por ingerir tantas pastillas. Sin embargo, esa misma noche volvimos a tomarlo, aunque algo menos: seis comprimidos. Sentía que el cuerpo estaba en un estado excelente y noté una marcada euforia. Seguimos tomando la misma cantidad todas las noches, durante una semana. La semana siguiente subimos a ocho o nueve por noche. Y en este momento es cuando comenzó lo malo. La madre de mi amigo se dio cuenta de que le faltaban casi doscientas pastillas y quiso que le explicásemos qué había sucedido. Por supuesto, ya no pudimos tomar más, y entonces, después de dos semanas de consumo continuo, por la noche apenas lograba dormir y por el día no podía soportar el estrés cotidiano. Hoy, cuatro semanas después de la última noche con Soma, sigo teniendo necesidad y deseos de tomarlo. Ha sido precisamente el craving lo que me ha llevado a escribir esto».
Referencias
– Wikipedia (http://www.wikipedia.org). Entradas “carisoprodol” y “meprobamato”.
– Erowid (http://www.erowid.org).
Advertencia: el propósito de este artículo es informar sobre sustancias existentes, no recomendar ninguna de ellas. El médico es el profesional de la salud y sólo él puede prescribir medicamentos. Sólo citamos principios activos, no marcas concretas, para evitar hacer publicidad de medicamentos con receta. No fomentamos el uso de sustancias dopantes y estamos en contra del consumo no responsable.
Acerca del autor
Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.