Varios ensayos clínicos en marcha en centros sanitarios calibran la eficacia de la psilocibina de los hongos o la ibogaína contra la depresión resistente, el estrés postraumático o las adicciones
El uso de las drogas psicodélicas está rompiendo cada vez más barreras en España y en el resto del mundo de la mano de la investigación científica y la medicina, que se sirven de ellas para el tratamiento de diversos problemas de salud mental y adicciones. En Fuerteventura se reúnen este fin de semana unas 300 personas, la mayoría profesionales de la psiquiatría y la psicología, que participan en un encuentro internacional sobre las terapias psicodélicas en el que se abordan los avances en un campo que busca evidencias científicas en medio de muchas trabas legales al uso de sustancias prohibidas.
Cada vez acuden más personas a ese encuentro, denominado Fuertedélica y que cumple su tercera edición, atraídas por las posibilidades que ofrece la psicodelia en el campo de la salud mental desde diferentes ámbitos y puntos de vista. Este año van a hablar durante dos días de los diferentes usos e investigaciones que se están haciendo con MDMA, ibogaína, ayahuasca o ketamina. «Vivimos en una sociedad cada vez más polarizada, enajenada, y debemos tener en cuenta que la salud comunitaria empieza siempre por la individual. Los psicodélicos ayudan a salir también de esa realidad, a verla desde otra perspectiva. Nos ayudan a resolver conflictos», dice Raúl del Pino, uno de los organizadores del congreso.
La misma Agencia de la Unión Europea sobre Drogas (EUDA), muy reticente a los avances regulatorios, admite que en los últimos años se ha producido «un creciente interés público y clínico» por el posible uso terapéutico de una serie de sustancias psicodélicas. En concreto, la agencia señala que desde 2010 se han llevado a cabo ensayos clínicos y otros estudios en el campo médico con este tipo de drogas, para trastornos de salud mental, en particular aquellos que son resistentes al tratamiento convencional.
Ketamina o esketamina, psilocibina (alcaloide de hongos), MDMA o éxtasis, DMT (componente de la ayahuasca) y LSD son las sustancias psicodélicas que se han investigado y probado con mayor frecuencia, según esta agencia de la UE, para tratar la depresión resistente a otros tratamientos, el trastorno obsesivo compulsivo, los trastornos alimentarios y los causados por consumo de tabaco y alcohol. Y el organismo comunitario afirma que, de acuerdo con los datos disponibles de los ensayos clínicos realizados con estas drogas, «algunos psicodélicos han demostrado ser prometedores para aliviar síntomas específicos asociados con trastornos psiquiátricos difíciles de tratar».
Hasta el momento, sin embargo, los mayores avances en la regulación del uso médico de los psicodélicos han tenido lugar fuera de Europa, fundamentalmente en algunos estados de EEUU y en Australia, que en 2023 autorizó la prescripción médica de MDMA para el trastorno de estrés postraumático y de psilocibina para el de la depresión resistente al tratamiento. En la UE, según la EUDA, se han producido algunos avances en la financiación de los ensayos, sobre todo a principios de este año, cuando el programa Horizonte Europa concedió 6,5 millones de euros para investigar terapias psicodélicas para trastornos mentales resistentes al tratamiento en cuidados paliativos.
El ensayo pionero con MDMA abortado en España
España no es ajena a estas tendencia. Hay en marcha varios ensayos clínicos en diferentes fases sobre la efectividad terapéutica de diversos psicodélicos y también centros de salud mental donde se aplica la medicina psicodélica con terapias en las que se utiliza la ketamina. Esta es una droga disociativa con potencial alucinógeno que está aprobada como anestésico y que también se puede utilizar fuera de indicación por su gran similitud con la esketamina, el único fármaco psicodélico atípico autorizado para su comercialización por la Agencia Europea de Medicamentos, bajo la denominación comercial de Spravato, para el tratamiento de la depresión resistente.
España fue, además, el primer país donde se llevó a cabo un ensayo clínico con MDMA para el tratamiento del estrés postraumático, mucho antes de que se emprendieran trabajos similares en EEUU, Israel, Canadá y Suiza, que ahora se encuentran en la última fase, ya previa a la aprobación definitiva. El psicólogo clínico José Carlos Bouso era, como doctorando de la Universidad Autónoma de Madrid, uno de los investigadores de aquel ensayo que se hizo en 1999 con pacientes del entonces hospital psiquiátrico de la capital de España que sufrían un estrés postraumático. Y aún no se le olvida el enorme chasco que supuso la intromisión de la política en los caminos de la ciencia.
Una información en un periódico sobre el ensayo, con el titular «Sanidad autoriza un ensayo con éxtasis para terapias de violadas«, publicado un par de meses después de que dos jóvenes hubiesen muerto por sobredosis de esa droga en una fiesta en Málaga, desató el pánico en las autoridades de entonces en la comunidad madrileña y suspendieron la investigación, según Bouso. «El MDMA hace diez años que podía haber estado en el mercado mundial como tratamiento si nos hubieran dejado trabajar entonces. Nosotros ya vimos que para las personas que sufren un estrés postraumático, con una experiencia fuerte de miedo, el MDMA les permite colocarse en una situación de seguridad emocional: el mundo deja de ser un lugar amenazante para ellas, pueden hacer una introspección sobre lo sucedido, tomar el control, controlando sus emociones desde dentro y no desde fuera», explica a Público el psicólogo clínico y director científico de Iceers.
Los resultados preliminares de aquel ensayo abortado hace 25 años fueron publicados en una revista científica internacional y sirvieron de base para los posteriores trabajos de investigación que se han realizado en EEUU y otros países y que se encuentran ya en su fase final. «Los resultados de los ensayos clínicos son espectaculares, demuestran que el MDMA es un facilitador del proceso terapéutico», asegura Bouso, que también participa como ponente en el encuentro internacional Fuertedélica.
Este psicólogo clínico y doctorado en farmacología terminó el pasado mayo otro ensayo clínico novedoso en el campo de los psicodélicos, en este caso con ibogaína para el tratamiento de personas con adicción a la metadona, un opiáceo utilizado para la deshabituación de la heroína. La ibogaína es el principio activo de un arbusto originario de África central y el estudio se llevó a cabo en el hospital Sant Joan de Reus, Tarragona, con la colaboración de Iceers, con un total de 20 pacientes y durante seis semanas. Sus resultados han sido ya presentados en varios congresos internacionales.
Según José Carlos Bouso, todos los pacientes que participaron en el ensayo redujeron la dosis de metadona y la mayoría incluso dejó de tomarla, pese a tratarse de un opiáceo con un elevado poder adictivo por su larga permanencia en el organismo. «Hemos encontrado -explica- que la ibogaína revierte la tolerancia a los opiáceos y elimina su síndrome de abstinencia. Cada vez necesitan menos cantidad de metadona».
El siguiente paso sería, según Bouso, hacer un estudio con una muestra más amplia de pacientes y con adicciones a diferentes opiáceos, no sólo a la metadona. Si se continuase la investigación clínica, la ibogaína -añade este investigador-, podría llegar a utilizarse incluso de forma preventiva, es decir, que personas adictas a la heroína la tomasen antes de comenzar un tratamiento con metadona para evitar de esa forma que se enganchen a este sustitutivo opiáceo.
Centros con tratamiento con ketamina
En España ya hay centros sanitarios donde se utiliza un psicodélico, la ketamina, para el tratamiento de problemas de salud mental, fundamentalmente la depresión resistente a otras terapias. La clínica privada Synaptica de Barcelona es la primera que puso en marcha en nuestro país un tratamiento que combina la farmacoterapia psicodélica con la psicoterapia. Y en los últimos tres, cuatro años han atendido ya a cerca de 400 pacientes procedentes de muchas partes de España y de otros países, pese a que cada sesión, de unas tres horas de duración, cuesta unos 350 euros.
«La ketamina genera neuroplasticidad, que es, digamos, la capacidad del cerebro para aprender, para generar nuevos circuitos; abre una ventana en la que los cambios pueden ser más fáciles», explica a Público Estefanía Moreno, licenciada en Medicina y psicoterapeuta de Synaptica.
La ketamina se suministra por vía intravenosa, inyectada, y luego un terapeuta acompaña en todo momento al paciente para que explique su vivencia. «Cada viaje es una experiencia única. No hay dos viajes iguales. Accedes a memorias difíciles, contenidos simbólicos, a veces son viajes más metafísicos, pero todo te permite comprender la naturaleza desde otro punto, a comprender el proceso y entender el dolor desde otro punto. El estado modificado de conciencia tiene una función terapéutica, está demostrado. Permite el acceso a recuerdos que, bien trabajado, es muy interesante desde el punto de vista terapéutico», dice Estefanía Moreno.
Según esta psicoterapeuta, la mayoría de los pacientes consiguen mejoras clínicas, unos más modestas y otros de mayor alcance, después de haber fracasado todos ellos con otras terapias y medicamentos. Tan sólo un pequeño porcentaje, asegura, no responde al tratamiento. «Es un cambio de paradigma respecto al tratamiento más tradicional, el sintomático. Aquí lo que se pretende es transformar, con un enfoque más profundo, ir más allá del simple fármaco, y tratar de que el paciente se acerque a un estado de bienestar», añade Moreno.
El avance que ha experimentado el uso médico de los psicodélicos lo prueba también el hecho de que haya una Sociedad Española de Medicina Psicodélica (Sempsi), una organización integrada por más de 50 profesionales en el campo de las neurociencias, principalmente psicólogos, psiquiatras y farmacólogos. Su objetivo, dicen, es funcionar como una plataforma de intercambio para estos profesionales, impulsar la investigación, la formación, la divulgación y la cooperación para «promover las mejores y más seguras prácticas con el uso de psicodélicos como herramienta de tratamiento».
Un futuro “muy prometedor”
Juan Paris, médico especialista en psiquiatría general, de la infancia y la adolescencia y miembro de la junta directiva de Sempsi, destaca que los psicodélicos parten del conocimiento y sabiduría de culturas milenarias que los han utilizado para diferentes motivos desde tiempos ancestrales e incorporan las evidencias que se han obtenido entre el siglo pasado y el actual. Los psicodélicos, a su entender, han planteado un cambio de paradigma en la manera de tratar problemas de salud mental, con experiencias que permiten, por ejemplo, a personas que padecen depresión salir de la prisión interior en la que se encuentran y conectar con el resto de personas y del mundo.
En España se están realizando varios ensayos clínicos en sus última fase, previa a la producción, con psicolocibina y con 5MeO para el tratamiento de depresión resistente a otras terapias, con el objetivo de comprobar si son eficaces, con qué dosis y con qué tipos de protocolo. «El futuro es muy prometedor, porque hay varios centros hospitalarios españoles que están haciendo investigación. Y hay una aceptación mucho mayor a estos trabajos con psicodélicos, tanto de usuarios como de profesionales, lo que podría llevar a su inclusión en el sistema, aunque puedan haber aún barreras», asegura Paris, que participa como investigador en un ensayo en el hospital Parc Sanitari San Joan de Deu.
José Carlos Bouso también ve un futuro prometedor en España con la investigación y el uso terapéutico de los psicodélicos. «La situación -afirma- la veo mejor que nunca, cada día mejor, aunque no deje de haber barreras, porque aunque en el mercado hay medicaciones más peligrosas que el MDMA, al MDMA se le sigue juzgando no por los resultados de los ensayos, sino por lo que ha hecho en el mercado recreativo».
La última barrera cayó como un mazazo el pasado mes de junio, cuando la Agencia del Medicamento de EEUU (FDA) rechazó los resultados de un ensayo con MDMA para autorizar a una empresa farmacéutica su futura comercialización como tratamiento del estrés postraumático, cuya aprobación hubiera abierto las puertas a este psicodélico en buena parte de los sistemas sanitarios del mundo.
No obstante, el director científico de Iceers recela también del poder de la industria farmacéutica, de la llamada Big Pharma, que, a su juicio, es la que tiene secuestrada a las agencias reguladoras de todo el mundo para que regulen a favor de los intereses económicos de ese sector: «me gustaría que el Ministerio de Sanidad empezara a financiar investigación independiente en España para que la investigación no estuviera solo en manos de la industria farmacéutica. Y que luego esa investigación sirviera para promover regulaciones y controlar los precios de los medicamentos que se comercializan. Por ejemplo, un gramo de esketamina no cuesta más de un euro fabricarlo, pero la dosis de 36 miligramos la venden a 300 euros. Si tomamos esto como ejemplo, lo que puede venir es un tremendo negocio con otros productos», concluye Bouso.
Fuente Publico.es
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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.