Una teoría científica sugiere que esta molécula psicodélica, presente en nuestro cerebro, podría facilitar el tránsito hacia la muerte evocando experiencias cercanas al más allá
El barquero interior: ¿Y si Caronte estuviera en el cerebro?
En la antigua Grecia, Caronte era el barquero que transportaba las almas por el río Estigia hacia el inframundo. Una figura implacable, sombría y eterna que acompañaba a los muertos en su último viaje. Hoy, miles de años después, la ciencia se pregunta si ese guía mitológico no es más que una metáfora de algo mucho más real y cercano: una molécula que habita en nuestro propio cerebro.
Hablamos del DMT (N,N-Dimetiltriptamina), una sustancia psicodélica que, según una nueva teoría científica, podría desempeñar un papel clave en los momentos finales de nuestra conciencia. Más que una droga recreativa, esta molécula —presente en ciertas plantas, animales y posiblemente producida por nuestro organismo— podría estar implicada en uno de los procesos más misteriosos y universales de la existencia: la muerte.
Un viaje interior al borde de lo eterno
Durante años, el DMT ha sido apodado como “la molécula del espíritu”, debido a la profundidad trascendental de las experiencias que induce. En 2018, un estudio publicado en Frontiers in Psychology comparó sus efectos con las llamadas experiencias cercanas a la muerte (ECM). Los resultados fueron sorprendentes: quienes habían consumido DMT describían vivencias de una intensidad y realismo emocional casi idénticos a quienes estuvieron al borde de la muerte.
Más adelante, en 2023, un nuevo estudio se adentró aún más en esta comparación. En él, un voluntario que había vivido una ECM fue sometido a una experiencia con 5-MeO-DMT, una variante aún más potente de esta molécula, presente en el veneno del sapo del río Colorado. El objetivo era claro: estudiar los paralelismos entre ambas vivencias. Y los hallazgos plantearon una posibilidad tan inquietante como fascinante: ¿Y si nuestro cerebro libera sustancias psicodélicas propias como mecanismo natural de despedida?
Una hipótesis que pone a la neurociencia frente al abismo
El doctor David Luke, psicólogo y profesor en la Universidad de Greenwich, fue uno de los responsables de esta investigación. Según él, “existen pruebas indirectas bastante sólidas de que el cerebro libera DMT en cantidades elevadas justo antes de morir”. Aunque las evidencias en humanos son aún limitadas, los estudios en modelos animales ofrecen datos consistentes que permiten elaborar hipótesis bien fundamentadas.
Los efectos del DMT —como la pérdida del ego, la sensación de unidad con el universo, la distorsión del tiempo o los encuentros con entidades— coinciden sorprendentemente con los testimonios de quienes han experimentado una ECM. Esto sugiere que no estamos ante simples alucinaciones, sino ante un patrón biológico complejo, tal vez con un propósito evolutivo aún por descifrar.
El cerebro como templo psicodélico
Pascal Michael, coautor del estudio y también docente en la misma universidad, introduce un matiz importante: “Aunque los efectos se parezcan, el contexto biológico de una ECM es único”. Factores como la hipoxia (falta de oxígeno), la hipercapnia (exceso de dióxido de carbono) o la liberación masiva de neurotransmisores como la serotonina y la noradrenalina podrían modular esa experiencia final de un modo distinto al de una droga.
Sin embargo, eso no invalida la teoría. Al contrario, podría implicar que el cerebro cuenta con múltiples mecanismos de protección o preparación ante la muerte, entre ellos la posible liberación de DMT u otras sustancias que alteran la percepción del tiempo, del yo y de la realidad misma.
La glándula pineal y el enigma del DMT endógeno
Uno de los puntos más debatidos de esta teoría gira en torno a la glándula pineal, una pequeña estructura situada en el centro del cerebro. Conocida por producir melatonina, algunos investigadores, como el psiquiatra Rick Strassman, han planteado que también podría generar DMT en momentos clave como el nacimiento o la muerte.
Esta idea, plasmada en su libro “DMT: La molécula del espíritu”, ha sido tanto celebrada como cuestionada. La doctora Amy Reichelt, experta en neurociencia, recuerda que “aunque se ha detectado DMT en fluidos corporales como la sangre o el líquido cefalorraquídeo, los estudios se han hecho principalmente en animales, y no es seguro extrapolar sus resultados a los humanos”.
En cualquier caso, el misterio sigue abierto. ¿Es la glándula pineal una puerta de entrada a otros estados de conciencia? ¿O simplemente un reloj biológico más, como otros tantos en nuestro organismo?
Muerte, consciencia y trascendencia
A pesar de las dudas, lo cierto es que esta nueva línea de investigación está abriendo una grieta fascinante entre la ciencia y la espiritualidad. La posibilidad de que nuestro propio cerebro produzca una experiencia psicodélica natural al morir, lejos de ser un simple consuelo, podría tener implicaciones profundas sobre cómo entendemos la conciencia, el yo y el final de la vida.
Tal como explica Pascal Michael, “las ECM suelen estar cargadas de emociones personales, memorias, vínculos afectivos; el 5-MeO-DMT, en cambio, disuelve todo eso para ofrecernos una experiencia más arquetípica, abstracta, casi cósmica”. Puede que ambas formas de vivencia —la emocional y la trascendental— sean dos caras de una misma despedida.
¿Y si la muerte no fuera un abismo, sino un umbral psicodélico diseñado por la propia evolución para ayudarnos a soltar? ¿Y si ese último segundo de vida fuera también el más luminoso, gracias a una sinfonía bioquímica que nos reconcilia con lo eterno?
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Acerca del autor
Amante del cannabis y especializado en el mundo de las sustancias psicoactivas. Escritor y psiconauta.




















