Ramón del Valle-Inclán y de la Peña (1866-1936) fue un dramaturgo, poeta y novelista miembro de la Generación del 98. Fue considerado uno de los autores más importantes de la literatura española del siglo XX. Para las personas de mi generación cuando escuchamos el nombre de Valle-Inclán se nos viene a la memoria los libros de literatura del colegio en donde aparecía un señor con sombrero, gafas y unas características barbas (“el gran Don Ramón, de barbas de chivo” como diría su amigo Rubén Darío).
© Isidro Marín Gutiérrez
Ramón nació en Villanueva de Arosa en la provincia de Pontevedra. Era hijo de un escritor liberal y galleguista (Ramón del Valle-Inclán) y de Dolores de la Peña, ambos de ascendencia hidalga. Cursó la carrera de abogado en la Universidad de Santiago de Compostela. Abandonó los estudios de Derecho y regresó a Pontevedra en 1890 al fallecer su padre. A los 20 años de edad se trasladó a Méjico donde parece ser que tuvo algunos altercados y peleas. Y también conoció la marihuana (de marzo de 1892 a marzo de 1893).
Valle Inclán es el primer gran escritor español en emplear el término marihuana, cuando incluso los autores latinoamericanos (Juan de Arona, José Martí, Lucio Vicente López, Julián del Casal, José Asunción Silva, Sicardi, Herrera y Reissig, Quiroga, Carriego, Rubén Darío, Güiraldes, Palés Matos, Clemente Palma, etc.) se referían casi exclusivamente al hachís. Las excepciones provienen, como no, de algunos mejicanos como José Gabriel Malda, Guillermo Prieto, Justo Sierra o Mariano Azuela (Batiste Moreno, 2002). La palabra marihuana proviene del náhuatl malihuana, palabra compuesta por mallin que quiere decir prisionero, hua que significa propiedad, y la terminación ana, que significa coger, agarrar o asir. Se supone que los indígenas al identificar a la planta con el nombre de malihuana, quisieron expresar que la planta se apodera del individuo. Los estadounidenses creen que marihuana es una contracción de los nombres propios María y Juana y la han convertido en marijuana (PGR, 1994).
“La marihuana me ahorra el trabajo de regresar a mi casa cuando salgo del café a las tres de la madrugada, porque simplemente ordeno: “Que se eche a andar la calle y que mi casa venga por mí”, y mi casa se va acercando como un barco”
Así Valle Inclán utilizó el cannabis en Méjico como mecanismo de creación y de diversión: “La marihuana me ahorra el trabajo de regresar a mi casa cuando salgo del café a las tres de la madrugada, porque simplemente ordeno: “Que se eche a andar la calle y que mi casa venga por mí”, y mi casa se va acercando como un barco” (Beck, 1980). Luego tras una corta estancia en Cuba volvió a España y comenzó en 1895 a publicar sus primeros cuentos y artículos. Volvió a América para recorrer toda Iberoamérica dando conferencias sobre literatura española en donde hablaba, entre otras cosas, sobre las alucinaciones que le producían el cáñamo índico (el 28 de junio de 1910 dio una conferencia en el Conservatorio Labarden de Buenos Aires, cuyo título era “Los excitantes en la literatura. Peligros y ventajas”). En una reseña sobre sus conferencias aparecida en el diario La Prensa de Buenos Aires se lee:
“…En cuanto al “hachich”…es excepcional; su alcance es terrible… Bebía una taza de café, y tuvo por primera vez la sensación de los dos colores, rojo cobrizo y negro, que se observan vagamente y no diferenciados por la generalidad. Inmediato a semejante estado, le acometió una risa incontenible, dolorosa y persistente, y a raíz de una violenta contracción de los cigomáticos, sintió en su rostro algo que era la sensación exacta de una máscara de cera puesta sobre él. La infancia estaba siempre presente y de un modo tan lúcido e intenso como no es posible concebir…” (Fuente del Pilar, 1999: X-XI).
Sus entrevistas
En julio de 1913 se publicó en la revista Por esos mundos una entrevista con Valle-Inclán:
“El autor de Voces de gesta entró en la habitación con unos papeles en la mano.
– ¿Qué tal? –le pregunté.
– Bien –me respondió–; me he sentido un poco indispuesto, pero es porque algunas veces sufro los trastornos fisiológicos del extracto de tintura de cáñamo índico.
– ¿Cómo es eso?…
– Sí; yo lo tomo en píldoras.
– Pero eso ¿Qué es?
– El hachís… lo que toman los fakires en la India…
– ¿Pero usted?…
- ¡Ah! Sí, señor… Y eso me produce una exaltación de la fantasía que me permite comprender muchas .. El Karma, por ejemplo…” (Valle- Inclán, 1995:127).
En el Heraldo de Madrid de 15 de Marzo de 1918 se escribe una entrevista con este genial escritor:
“ – A mí México me parece un pueblo destinado a hacer cosas que maravillen. Tiene una capacidad que las gentes no saben admirar en toda su grandeza: la revolucionaria. Por ella avanzará y evolucionará. Por ella… y por el cáñamo índico, que le hace vivir en una exaltación religiosa extraordinaria.
– ¿Por el cáñamo índico?
– Por la hierba marihuana o cáñamo índico, que es lo que fuman los mexicanos. Así se explica ese desprecio a la muerte que les da un sobrehumano valor.
– Y en México, ¿Escribió usted?
- ¿Yo?… Viví, amigo mío. Me conformé con vivir intensamente…” (Dougherty, 1983:96).
Sus escritos sobre el cannabis
Entre 1914-1918 (durante la I Guerra Mundial) vivió en Francia invitado por el gobierno francés donde viajó a los campos de batalla para ver in situ la guerra. Fruto de esos años fueron Visión Estelar de la Medianoche publicado en el Imparcial (1916) y en La Luz del Día (1917). De ella escribiría:
“Yo torpe y vano de mi, quise ser centro y tener de la guerra una visión astral, fuera de geometría y de cronología, como si el alma, desencarnada ya, mirase a la tierra desde su estrella. He fracasado en el empeño, mi droga índica en esta ocasión me negó su efluvio maravilloso” (Valle-Inclán, 1917:7-8)
En 1916 publica su obra La lámpara maravillosa muy influenciado por el ocultismo de la autora de teosofía Elena Blavatsky; escribe:
“Recuerdo un caso de mi vida: Era en el mes de diciembre, ya cerca de la Navidad. Yo volvía de un ferial con mi criado, y antes de montar para ponerme al camino, había fumado bajo unas sombras gratas mi pipa de cáñamo índico. […] Atajábamos la tierra de Salnés, donde otro tiempo estuvo la casa de mis abuelos, y donde yo crecí desde zagal a mozo endrino. Sin embargo, aquellos paisajes monteses no los había traspuesto jamás. […] Aquel aprendizaje de las veredas, diluido por mis pasos en tantos años, se me revelaba en una cifra, consumado en el regazo de los valles, cristalino como el sol, intenso por la altura, sagrado como un número pitagórico. Fui feliz bajo el éxtasis de la suma, y al mismo tiempo me tomó un gran temblor comprendiendo que tenía el alma desligada. Era otra vida la que me decía su anuncio en aquel dulce desmayo del corazón y aquel terror de la carne. Con una alegría coordinada y profunda, me sentí enlazado con la sombra del árbol, con el vuelo del pájaro, con la peña del monte. La Tierra de Salnés estaba toda en mi conciencia por la gracia de la visión gozosa y teologal.” (Valle-Inclán, 1995:73-74). El cannabis le produje a Valle-Inclán un estado de gracia en el solar familiar pero también cierta ansia.
Su poema cannábico más conocido
El cáñamo fue lo que exaltó la imaginación de Valle Inclán. Utilizó el cannabis como objeto de narraciones y lo señala como fundamento necesario del mismo, inspirándole un bello poemario, titulado precisamente La Pipa de Kif (1919) en ella encontramos al final del libro el poema Clave XVII “La tienda del herbolario” (apartado 11) (Valle-Inclán, 1976: 159) es una exaltación a lo que Cernuda llamaría más tarde los “paraísos artificiales”:
Yerba del Hombre de la Montaña, //el Santo Oficio te halló en España.// Cáñamos verdes son de alumbrados, // monjas que vuelan y excomulgados. // Son ciencia negra de la Caldea // con que embrujada fue Melibea.// “¡Verdes venenos! ¡Yerbas letales //De paraísos artificiales!
A todos vence la marihuana //Que da la ciencia del Ramayana
¡Oh marihuana, verde neumónica, //Cannabis índica et babilónica!// Abres el sésamo de la alegría, //Cáñamo verde, kif de Turquía //Yerba del viejo de la Montaña, //El Santo Oficio te halló en España. //Yerba que inicias a los fakires, // Llenas de goces y Dies Ires. //¡Verde esmeralda – loa el poeta //persa – tu verde vistió el profeta!// (Kif – yerba verde del persa – es //el achisino bhang bengalés. //Charas que fuma sobre el diván, //Entre odaliscas, el Gran Sultán”
Los críticos literarios afirman que en lo que hemos leído encontramos de forma velada detalles de satanismo y rasgos de sexo pornográfico. Para nada. Para mi es la Historia del cannabis condensada en un poema. Para poder entender este poema debemos saber que “El Hombre de la Montaña” se refiere a La secta de los asesinos; “El Santo Oficio” es la Inquisición que encontró cannabis en España; consumida por la brujas; Los paraísos artificial es la obra cumbre de Baudelaire; El Ramayana es un libro de poema escrito en sánscrito escrito por Valmiki y que forma parte de los Smriti hindúes (textos no revelados por Dios, sino transmitidos por la tradición). Está compuesta por 24.000 versos y se remonta al siglo III a. C.
Vida y obra directamente relacionadas con el cannabis
En 1921 volvió a Méjico, el corresponsal de ABC en Méjico, Wenceslao Blanco, tachó a Valle Inclán de “degenerado, marihuano y mal español” (En Excélsior, Méjico, 15 de noviembre de 1921). Para 1926 le realizaron otra entrevista en Madrid por Enrique Estévez Ortega y en la descripción se le dibuja como:
“Píntase a Don Ramón fumador de raras plantas exóticas. No cabe ya duda de que el autor de esos cuadros siniestros que hacen de Galicia un país de negras leyendas, es hombre de muchos humos. Los cuales – ¡cosas de la superioridad única!– debieron de subírsele a la cabeza.” (Dougherty, 1983: 330).
En su genial novela Tirano Banderas (1926) se pone a la cabeza de las narraciones revolucionarias y paisajistas que luego han sido predilectas de los novelistas hispanoamericanos. En dicha novela incluye pasajes al cannabis: “El tiempo parece haber prolongado todas las acciones, suspensas absurdamente en el ápice de un instante, estupefactas, cristalizadas, nítidas, inverosímiles como sucede bajo la influencia de la marihuana.” (Valle-Inclán, 1981:107).
El primer párrafo de El quietismo estético, quinta parte de sus Ejercicios espirituales, termina con estas frases: “Toledo es alucinante con su poder de evocación. Bajo sus arcos poblados de resonancias se experimenta el vértigo como ante los abismos y las deducciones de la Teología. Estas piedras viejas tienen para mí el poder maravilloso del cáñamo índico, cuando dándome la ilusión de que la vida es un espejo que pasamos a lo largo del camino, me muestra en un instante los rostros entrevistos en muchos años. Toledo tiene ese poder místico. Alza las losas de los sepulcros y hace desfilar los fantasmas en una sucesión más angustiosa que la vida.”
Valle Inclán comenzó a tomar marihuana por su estancia en Méjico, luego se aficionó al Kif marroquí y por último comenzó a tomar tintura de cannabis (fue hasta el segundo cuarto del siglo XX un medicamento pródigamente recetado para una amplia gama de patologías nerviosas, oculares, auditivas y, como era su caso, respiratorias) que le provocó ciertos “trastornos”. Dejó la tintura de cannabis ya que decía que veía desfilar por su memoria todas las personas muertas que él había conocido. De la Serna decía que Valle Inclán:
“Presumía de faquir no sólo porque apenas comía, sino porque fumaba has-chiss –lo escribían y pronunciaban como si estornudasen– y porque tomaba las cosas ardiendo sin inmutarse.”, “él, que confesaba que su alma era la de un antiguo faquir que podía milagrear y resistir todos los dolores, cuando fumaba en su larga pipa de Kif se le veía lo natural que era del Oriente.”, “Por eso un día vuelve a salir hacia el sanatorio de la Cruz Roja decidido a que le operen, y el asombro de los médicos es ver cómo resiste la cauterización de la vejiga –la carne viva por abusar de los picantes y por fumar Kif– con una pequeña anestesia local” (Batiste Moreno, 2002).
Valle Inclán utilizó durante toda su vida el cannabis; en un principio, durante su juventud, para conseguir un estado de ánimo distinto, como una forma de trascender, de ociosidad, de atisbar lo incomunicable pero en sus últimos años lo consumía por sus problemas gástricos, padecía una enfermedad ulcerosa péptica y cáncer de vejiga urinaria (Pérez Blanco, 2004).
Un personaje singular
Valle Inclán tuvo una vida muy agitada. En 1899 durante una pelea con el periodista Manuel Bueno en Madrid en el café de la Montaña pierde el brazo. Se dice que mientras le amputaban el brazo se fumó un habano tranquilamente. También sufrió una herida de bala en el pie en 1901.
En Madrid vivió la bohemia literaria modernista y pasó mucha hambre y necesidad. También se casó con la actriz Josefina Blanco en 1907 y tuvo seis hijos: Joaquín María, Carlos Luis, Jaime, Ana… Se opuso a la dictadura de Primo de Rivera y en 1929 es encerrado en la cárcel Modelo de Madrid por negarse a pagar una multa por unos incidentes en el Palacio de la Música. Fue miembro del Partido Radical; se divorció de su mujer; fue presidente de honor de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética. En Madrid encontraría ocasión para compartir su afición al cáñamo con bohemios como Emilio Carrere, viajeros al estilo de Federico García Sanchiz, y los escritores transatlánticos Rubén Darío, Leopoldo Lugones (ambos muy dados al ocultismo), Miguel Ángel Asturias o, por encima de todos, Teresa Wilms Montt, “Thérèse de la Cruz”, empedernida fumadora de cannabis y opio (3). Murió el 5 de enero de 1936 víctima de un cáncer; se negó a recibir los últimos sacramentos. Fue sepultado tras una ceremonia civil. Todo un personaje hasta la tumba.
Bibliografía
Batiste Moreno, J. F. (2002). “Valle-Inclán y el cannabis: Historia de un amor intelectual”. El Pasajero disponible en http://www.elpasajero.com/cannabis.htm
Dougherty, D. (1983). Un Valle-Inclán olvidado: entrevistas y conferencias. Fundamentos, Madrid.
Fuentes del Pilar, J.J. (1999). El club del hachís. Miraguano Ediciones. Madrid.
PGR (1994). Manual de identificación de estupefacientes y psicotrópicos, Instituto de Capacitación de la PGR, México.
Valle-Inclán, R. (1995). La lámpara maravillosa. Ed. de Fco. Javier Blanco Pascual, Espasa-Calpe, col. Austral, Madrid.
Valle-Inclán, R. (1917). La media noche, visión estelar de un momento de guerra. Ed. Clásica Española, Madrid.
Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.