El 20 de diciembre de 1997, Josep Rovira cumplía 30 años. Llegó a la discoteca Fellini, un local de música electrónica en plena Rambla barcelonesa –hoy desaparecida– con unos pocos compañeros entregados y unas mochilas llenas de folletos titulados Join the party. Una mesa, con material informativo y camisetas, una proyección de diapositivas y una performance casera dejaron sorprendidos a los fiesteros. En las viñetas de Join the party aparecían dibujados chavales de marcha, cada uno con sus pintas, durante un fin de semana de desparrame. Unos habían pillado pastillas de éxtasis, otros se iban a meter una raya de cocaína. Unos decían que no querían ponerse más, otros se pasaban de ansiosos. El cómic transcurría intercalando consejos básicos para reducir las peores secuelas del consumo, los síntomas de depresión y paranoia. “Hubo quien cogió el cómic y lo tiró al suelo. Descubrimos que la información no se puede entregar en mano, la gente tiene que cogerla libremente”, comenta Rovira. Nunca se le olvidará aquella primera noche. Era su cumpleaños.

En 2017 quien celebra aniversario es Energy Control (EC), colectivo creado hace veinte años por consumidores y no consumidores de drogas que buscaban rebajar los riesgos en el uso recreativo de sustancias psicoactivas. Eran los años del éxtasis a 1.000 pesetas. En las noches sin hora era más fácil confiar en el colega que en los anuncios televisivos de gusanos que se metían por la nariz. La prevención oficial no funcionaba, los códigos estaban muy alejados de la realidad. Hoy, dos décadas después, el modelo creado por Energy Control se reproduce en Portugal, Alemania, Bélgica, Colombia, México y Argentina. Siguen saliendo de noche a festivales, raves y discotecas pero EC ha evolucionado tanto que, a principios de este curso, sus expertos identificaron, en colaboración con el departamento de Química de la Universitat Jaume I de Castellón, una nueva sustancia psicoactiva en España: el clorofenil acetamida metilbutanamida. Hace veinte años, ni políticos ni instituciones se fiaban del todo de Energy Control. Hoy, su sistema de alerta, sus materiales de formación para prevenir y reducir daños y su conocimiento de la realidad nadie los cuestiona.

A Energy Control, a Josep, Tomeu, Carles, Eduardo, Mireia, Alejo, Fernando, Iván o Nuria, y a otros muchos, le debe interviú haber publicado información documentada sobre drogas durante dos décadas: más de setenta trabajos en los que se dio voz a consumidores, pequeños traficantes, agentes policiales, psicólogos, trabajadores sociales, médicos, científicos, políticos…

Principios de los años 90. Estamos en el Centre d’Atenció i Seguiment (CAS) de Sants, en Barcelona. Por allí pasan a diario personas con consumo problemático de alcohol y heroína, pero también chicos que se han pasado todo el fin de semana dándole a las pastis y que empiezan a tener malos rollos. Las pastillas de éxtasis son noticia en los medios de comunicación. La música electrónica, las fiestas clandestinas en edificios abandonados y las discotecas multitudinarias están en el punto de mira. Las rutas de tráfico de MDMA (metilendioximetanfetamina), el principio activo del éxtasis, todavía son pequeñas. Algunos cogían un coche, se marchaban a Holanda y venían cargados con las pastillas de colores. “El adicto al éxtasis no era como la persona enganchada al alcohol o el caballo, se comportaban de otra manera, hacían una vida normal entre semana y luego el fin de semana se comían el mundo. Necesitábamos información, saber cuándo la cosa se iba de las manos, cómo manejar la sustancia”. Josep Rovira era terapeuta de la Asociación por el Bienestar y el Desarrollo (ABD), encargada de gestionar el CAS de Sants. Un día apareció por allí Tomeu, un chaval de 22 años que tenía un problema por una multa por consumo. Su familia estaba preocupada. Tomeu era un buen estudiante y no tenía desórdenes de conducta. Tomeu y Josep charlaron, buscaron información sobre estas nuevas sustancias psicoactivas. Todo lo que encontraban eran mensajes alarmistas. “Los consumidores jóvenes no se reconocían en las noticias”, me explica Josep. En esas apareció un educador de Santa Colomá de Gramenet (Barcelona), Carles Sedó, un experto en drogas desde los años 80. Entre los tres formaron el embrión de Energy Control. Se fijaron en la gente de Lifeline Project, un grupo de Manchester (Reino Unido) que trabajaba con los propios consumidores, y decidieron moverse, buscar consumidores y no consumidores interesados en conocer de verdad los placeres y riesgos de la MDMA.

En junio de 1997, durante un encuentro en el propio CAS, se plantea presentar un proyecto al Plan Nacional sobre Drogas (PND) para atender a una población joven que mayoritariamente toma drogas de síntesis. “Debatimos mucho y Tomeu empezó a combinar palabras, barajamos muchas pero Energy y Control fue la más acertada”. El objetivo era claro: reducir los riesgos de drogarse mediante una comunicación positiva frente al ‘Di no a las drogas’ de las campañas oficiales, reconocimiento del consumo y de la libertad de las personas para tomar decisiones, información sobre los riesgos, también sobre los placeres. Y así llegó el Join the party y la discoteca Fellini.

Durante todo 1998 hicieron decenas de intervenciones en discotecas, fiestas rave y festivales. Explicaban qué tipo de droga eran el éxtasis, recomendaban beber agua porque la fusión baile y pastilla provocaba deshidratación, descansar y no mezclar con alcohol. Pero los chavales empezaron a preguntar qué se estaban metiendo en la boca, qué llevaba dentro aquella pastilla. Los responsables de Energy Control aprendieron a manejar el Test reactivo de Marquis, un sencillo método para identificar compuestos químicos. Un miembro de Médicos del Mundo les echó una mano. El tenderete de EC se llenaba en cada salida nocturna. Consumidores y pequeños camellos hacían cola para saber si las pastis tenían MDMA o les habían dado gato por liebre. El fiestero conocía lo que tenía en el bolsillo y Energy Control lograba informantes, datos, experiencias…

En 1999, con alguna pequeña subvención que les otorgó, con cautela, la Diputación de Barcelona y el Plan Nacional sobre Drogas, iniciaron la campaña ‘A ambos lados de la raya’. De nuevo un comic. “Para dañar menos las fosas nasales (hemorragias y congestión), altérnalas y evita las piedras de la cocaína, no compartas el rulo (el tubito para esnifar la raya)”, “Si tú consumes, respeta la libertad de quien decide no hacerlo”, “Sé consciente de que los efectos de la coca se acaban, querer continuar ‘subiendo’ puede provocar un efecto de ‘bajada’ más fuerte”, “Cuando estés mal o tengas una mala época, no consumas”, “Ten en cuenta el día siguiente”… Estos eran los mensajes y se armó la marimorena. Por un lado, los jóvenes entendieron perfectamente el mensaje pero hubo prensa conservadora que título la noticia de forma alarmista: “ONG enseña cómo consumir cocaína con dinero del Plan Nacional sobre Drogas”. “interviú jugó un papel muy importante en ese momento, supo explicar de una forma diferente una temática de la que no había mucha información. Aparecieron otras fuentes en el mundo de las drogas al margen de las clásicas policiales u oficiales. Y nosotros no nos quedamos en un proyecto underground, generamos una tensión al sistema pero desde dentro del propio sistema”, comenta Josep.

El siguiente paso fue un acuerdo de colaboración con el Institut Hospital del Mar d’Investigacions Mèdiques (IMIM) de Barcelona. Expertos y científicos como Rafael de la Torre, Magì Farré o Jordi Camí llevaban tiempo investigando los efectos y repercusiones del consumo de éxtasis. Su interacción con Energy Control benefició a los dos colectivos, el científico y el de los consumidores. Las analíticas de sustancias mejoraron con el IMIM. Interviú llegó a un acuerdo con la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid para entregar muestras de la droga que se consumía en las calles y poblados de venta, los llamados hipermercados de la droga. La Agencia disponía así de datos actualizados de sustancias y esta revista publicaba monográficos sobre cannabis, éxtasis, cocaína, ketamina…

Colectivos como Hegoak y AiLaket se sumaron en Navarra y País Vasco, respectivamente, al modus operandi de Energy Control, que ya tenía delegaciones en Baleares, Madrid o Andalucía. España se había convertido en un país pionero en la reducción de daños. A la par, la política prohibicionista de los Estados comenzó a hacer aguas: miles de millones de dólares y euros de presupuesto no conseguían bajar los niveles de consumo y la oferta, si cabe, era mayor. El narcotráfico generaba violencia y sufrimiento, la política de las grandes potencias, también. Y de repente llegan unos iluminados y dicen: “señores, las drogas nos acompañan desde el comienzo de los tiempos, siempre habrá personas que decidan drogarse ¿por qué no aliviamos los problemas que conlleva su consumo? ¿por qué no les decimos la verdad?”.

“Es posible estar más educados en estos temas. Esta educación defiende su salud y sus opciones de consumo. La población es cada vez más competente en su propia gestión de los placeres y los riesgos, podemos reducir los riesgos del consumo aunque los Estados no quieran. La gente va por delante de las políticas”, explica Josep Rovira. Hoy, todo ayuntamiento importante tiene en cuenta la reducción de daños y la influencia de aquel proyecto nacido hace veinte años ha llegado a las altas esferas de las políticas antidroga.

En la actualidad, la oferta de ocio, de música, de drogas se ha ampliado. Los avances tecnológicos han permitido que se desarrollen cientos de Nuevas Sustancias de Síntesis (NSN), drogas creadas en laboratorio en las últimas décadas de cuyos efectos en los humanos se conoce muy poco. “Este es el principal reto para la Salud Pública, las administraciones y para nosotros. En nuestra biblioteca ya hay más de 200.000 sustancias identificadas”. Quien habla es Nuria Calzada, coordinadora estatal de Energy Control. Entró en el colectivo hace 17 años, con 22, y es una especialista en esas nuevas drogas de síntesis, las que se venden por Internet o en la Deepweb y se paga en bitcoin. Junto con el doctor Fernando Caudevilla, Nuria fue la impulsora de un sistema de análisis de sustancias que ahora mismo funciona a nivel internacional. Y el Sistema Español de Alerta Temprana (SEAT), coordinado por el Plan Nacional sobre Drogas, les debe mucho. En mayo pasado, el SEAT advertía de la circulación en territorio español de un estimulante denominado ALFA-PVP, conocido como Flakka, cuyo consumo puede producir efectos perniciosos para la salud, incluyendo intoxicaciones graves e incluso la muerte. En apariencia un polvo blanco, una gominola, un líquido o unos comprimidos con el logo de Lacoste, Playboy o Homer Simpson. Energy Control está detrás del descubrimiento y la identificación.

“En la última reunión de UNGASS (asamblea de la ONU para el problema de las drogas), el año pasado en Nueva York, un reverendo de El Salvador dedicado a la prevención no se lo podía creer cuando nos conoció; en otro encuentro en Kuala Lumpur, el doctor Caudevilla era presentado como una estrella. Nadie es profeta en su tierra”, dice Nuria. Como ella admite, la colaboración con la comunidad científica, el poder tratarse de tú a tú, viene del trabajo en la noche, de joven a joven, de igual a igual. Es fruto de aquella noche de 1997 y de las cientos de noches que vinieron después. “Cada semana se puede sintetizar una droga nueva y por eso debemos salir los fines de semana. Nuestro sueño sería que EC no existiese, que se adaptase a un contexto de drogas reguladas, donde los menores estuviesen protegidos y el consumidor también. Pero mientras la política internacional sea prohibicionista, Energy Control seguirá intentando conocer qué ocurre en las calles”.

Resumir 20 años de trabajo no es fácil. Seguro que la gente de Energy Control sabrá celebrar su cumpleaños como merece. A mí, personalmente, me abristeis la mente a un mundo que desconocía. Gracias Josep.

Fuente Interviu

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.