Si bien el nivel máximo de cannabinoides que pueda alcanzar cualquier planta de marihuana depende enteramente de su herencia genética, llegar a este límite depende de nosotros como cultivadores. Es decir, el hecho de que una variedad concreta pueda llegar al 22% de THC, no significa necesariamente que vayamos a lograr este porcentaje en nuestra cosecha. Para ello, debemos tomar una serie de medidas durante el cultivo, recolección, secado y curado de nuestro cannabis.
Por Marish McDalena Monroe
THC: el fitocannabinoide más apreciado
Los cannabinoides son un compuesto orgánico que actúa sobre el sistema endocannabinoide, tanto en humanos como animales, y de los cuales se distinguen tres tipos según su origen. En primer lugar, encontramos los cannabinoides sintéticos que son los sintetiza el ser humano de forma artificial y que suelen usarse como medicamento. En segundo lugar, encontramos los endocannabinoides, que son los que producimos humanos y animales de forma natural como, por ejemplo, la anandamida. Finalmente, están los fitocannaabionoides, producidos únicamente por la planta de cannabis. Dentro de este último grupo se encuentra el THC, que el más conocido de todos por ser el que mayor potencia psicoactiva presenta. Por tanto, aunque el efecto del cannabis no dependa únicamente de THC, sino de la combinación de éste con otros fitocannabides como el CBD o el CBN, normalmente buscaremos obtener el mayor porcentaje posible del mismo.
Tras la cosecha, el THCA, CBDA y THC siguen degradándose y transformándose en THC, CBD y CBN respectivamente
En cada planta de cannabis, la relación entre la cantidad de cannabinoides viene dada por su genética, sin embargo, hay una serie factores ambientales que influyen en la biosíntesis y desarrollo de los mismos. Es decir, aunque el nivel máximo de THC, CBD u otros cannbinoides esté condicionado genéticamente no pudiéndose superar dicho máximo, podemos alcanzarlo o quedarnos muy cerca de él llevando a cabo las prácticas adecuadas.
Por una parte, estas pequeñas estructuras las protegen de las posibles agresiones de animales e insectos; y por otra, de la radiación solar, el aire o la falta de humedad. En el caso de la marihuana encontramos varios tipos de tricomas (estructuras especializadas que tienen una función protectora y están situados en la epidermis de las plantas) pero los que principalmente nos interesan son los glandulares, ya que en ellos se encuentran y producen los fitocannabinoides y terpenos (compuesto orgánico que confiere a las plantas su olor y sabor característico). Aunque los tricomas pueden estar presentes en casi cualquier parte aérea de las plantas, ya sean hembras o machos, la mayor concentración de los que son ricos en fitocannabinoides se halla en las flores de las hembras y pequeñas hojas que las acompañan.
Las rutas biosintéticas de los cannabinoides
La planta viva no sintetiza directamente el THC y CBD, sino que lo hace en forma de ácido tetrahidrocannabinólico (THCA) y cannabidiólico (CBDA). Estas formas ácidas serán transformados por la luz y el calor en sin que la planta gaste energía en este proceso.
Las rutas biosintéticas ilustran la sucesión de estados de una sustancia inicial hasta uno o varios productos finales. En el caso que nos ocupa, el origen de los principales fitocannabincoides tiene lugar en la combinación de diversos compuestos que dan como resultado el ácido cannábigerólico (CBGC), molécula precursora básica. Varias transformaciones en esta sustancia generan los ácidos cannabicronénico (CBCA), cannabidiólico (CBDA) y tetrahidrocannabinólico (TCHA), que son las formas ácidas de los principales cannabinoides y poseen una capacidad psicoactiva mucho menor. La planta viva sólo es capaz de sintetizarlas en este estado, pero el calor y la luz harán que éstos ácidos se transformen a su forma neutra activa (CBC, THC y CBD) por medio de la descarboxilación, un proceso químico por el que pierden carbono e hidrógeno. Más adelante, si la planta sigue expuesta a fuentes lumínicas o caloríficas, el THC se degradará a cannabinol (CBN), un cannabinoide cuyo efecto psicoativo es muy inferior, pero que posee un efecto sedante que nivela la ansiedad que pueda causar el THC.
Factores de influencia
Las condiciones climáticas y ambientales modifican los sistemas enzimáticos, incluyendo a las enzimas que catalizan las reacciones de síntesis del THCA y CBDA. De este modo, factores como la humedad, el oxígeno, la luz y otros influyen directamente en la producción de cannabinoides y por tanto, en la potencia psicoactiva de nuestras plantas.
El primer factor que influye en los niveles de THC es la edad de los ejemplares cultivados: incluso durante la etapa vegetativa, sus niveles van aumentado lentamente, siendo la época de máxima producción las dos últimas semanas de floración. Además, una planta que haya tenido un crecimiento óptimo y alcanzado la madurez antes de cambiar el fotoperíodo, tendrá mayor capacidad para desarrollar normalmente sus proceso metabólicos, entre los que se incluye la síntesis de cannabinoides.
El calor y la luz harán que los ácidos se transformen a su forma neutra activa (CBC, THC y CBD) por medio de la descarboxilación
Mantener un correcto equilibrio en los niveles de oxígeno y dióxido de carbono, permitirá a nuestros ejemplares desarrollarse con todo su potencial. Un exceso de CO2 podría ocasionar el cierre de los estomas, inhibiendo las síntesis de diversos elementos, por lo que no debes excederte si utilizas la fertilización carbónica. Asimismo, el oxígeno es otro elemento clave y muy influyente en la producción de THC. Su presencia se hace especialmente importante en el sistema radicular, ya que unas raíces poco aireadas pueden causar todo tipo de desajustes como modificaciones en la estructura o disminución del crecimiento y del peso final. Si notamos claros síntomas de falta de oxígeno, como por ejemplo asfixia radicular, podemos regar con una disolución de agua oxigenada de 10 volúmenes, utilizando 10 mililitros por cada litro de agua de riego y procurando no encharcar el sustrato.
La forma de regular la extracción e intracción de aire en la sala de cultivo influye en el nivel general de oxígeno de la misma. Un error muy común que suelen cometer los cultivadores novatos consiste utilizar un extractor muy potente sin utilizar entrada de aire, haciendo que el caudal de salida supere al de entrada. Extraer de la sala de cultivo una cantidad de aire superior a la que hacemos entrar se traducirá en una falta de oxígeno, provocando dificultades por asfixia si se no se pone remedio.
La humedad ambiental, o más bien su ausencia, también está directamente implicada en los niveles de ciertos cannabinoides. En condiciones de aridez se ve estimulada la producción de THCA, ya que las plantas producen más resina para protegerse de la deshidratación. Sin embargo, no debemos confundir la baja humedad relativa del ambiente con la falta de riego. Una planta que presente estrés hídrico o carencias no podrá alcanzar su nivel máximo de cannabinoides, ya que invertirá su energía en tratar de suplir esas necesidades. Además, la falta de riego y la deshidratación afectan a la actividad celular: cuando una célula vegetal pierde agua, su membrana plasmática (parte interior) puede llegar a separarse de la pared celular (parte exterior), incluso de forma irreversible, lo que ocasionaría la muerte de la misma. Por tanto, es aconsejable bajar la humedad relativa del cuarto de cultivo al final de la floración, pero no dejar de regar, exceptuando el día anterior a la cosecha.
La iluminación es otro de los elementos decisivos en la síntesis de cannabinoides, ya que ninguno de los bioprocesos sínteticos funciona eficientemente si existe algún tipo de déficit lumínico que impida una correcta fotosíntesis. La influencia del fotoperíodo es una de las claves en la producción de THCA. Como ya debes saber, para el desarrollo de una óptima floración debemos dar a nuestros cultivos doce horas de luz y doce de oscuridad. Una cantidad menor de horas diurnas repercute en el resultado final con una pérdida de potencia psicoactiva. Asimismo, en referencia a la luz, es importante mencionar que, desde principios de los años 80, varios investigadores han afirmado que el aumento de la radiación ultravioleta puede afectar directamente a la síntesis de THCA, viéndose incrementada su producción. Otra práctica ampliamente aceptada para maximizar el rendimiento es el incremento de tonalidades rojas y amarillas en el espectro lumínico durante la etapa de floración.
Por último, la temperatura es otro punto de vital importancia, ya que influye directamente en el ritmo de los procesos metabólicos que desarrolla el cannabis. Aunque nuestra querida planta soporta un amplio abanico condiciones climáticas, estar expuesta por debajo de los 10 ºC durante periodos prolongados de tiempo ocasionará una ralentización en sus procesos metabólicos, llegando incluso a paralizarlos y a detener el desarrollo. Para favorecer la actividad metabólica de la marihuana debemos cultivarla en un clima cálido que esté entorno a los 24 ºC. Por otra parte, el calor facilita la secreción de resina como respuesta a la deshidratación que produce, por lo que algunos cultivadores aumentan la temperatura del cultivo durante las últimas semanas de floración, época en que la plana sintetiza las mayores cantidades de THCA. Esta práctica, aunque pueda favorecer la producción del mismo, también podría facilitar la aparición de plagas, por lo que sólo se debe llevar cabo en cultivos sanos que no muestren ningún tipo de carencia. Además, si cultivamos en exterior y las temperaturas exceden los 30 ºC (cosa bastante probable en casi cualquier punto de España), debemos proteger las macetas de la radiación solar solar directa y mantenerlas ligeramente elevadas del suelo para evitar un exceso de calor en el sistema radicular que podría afectar muy negativamente. Si cultivamos en tierra madre, podemos proteger el suelo con algún tejido transpirable o con paja, siempre vigilado que no se pudra.
La luz y el calor, a pesar de ser factores que favorecen la biosíntesis de THCA y su posterior conversión en THC, también favorecen la oxidación de éste último, provocando su transformación a CBN. Cosechando nuestras plantas un poco después del punto álgido de maduración, cuando los tricomas toman un color ambarino, conseguiremos un cannabis más rico en CBN y que tendrá un mayor efecto narcótico. Muchos son los cultivadores que llevan a cabo esta práctica para que la marihuana incremente su poder narcotizante. Tras la cosecha, el THCA, CBDA y THC siguen degradándose y transformándose en THC, CBD y CBN respectivamente.
Si queremos conservar los niveles de THC de nuestros cogollos, debemos secarlos en un lugar fresco, oscuro, seco y bien ventilado. Un vez listos, debemos seguir guardándolos en un sitio que sea fresco y esté protegido de la radiación lumínica y las posibles oscilaciones de temperatura. La luz y el calor son los factores que más influyen en la degradación de las flores secas, por lo que, si tenemos intención de conservarlas durante un largo tiempo, debemos protegerlas de ambos. La forma ideal de conservar la marihuana seca es en botes de cristal o caja de madera de cedro que protegeremos de las condiciones anteriormente mencionadas. Son lugares ideales para tal finalidad sitios como sótanos o bodegas, en los que marihuana podría estar curándose y, al mismo tiempo, conservando niveles similares de psicoactividad durante varios meses, hasta que la llegada del verano provoque una elevación de la temperatura. Asimismo, si tienes pensado guardar la cosecha durante un largo tiempo, como suele ocurrir con la de exterior, te recomiendo que no manicures demasiado. La planta nos brinda una excelente herramienta para proteger nuestras flores secas: las hojas. Aunque tengamos “limpiar” un poco a la hora de fumar, si secamos las ramas colgadas hacia abajo, normalmente las hojas cubrirán los cogollos por efecto de la gravedad y, si se secan de este modo, cuando los manipulemos o movamos los botes que los contienen, la fricción y el movimiento romperán antes las hojas que las flores.
Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.