Jack Herer nos dejó el 15 de abril de este año. Creemos que es un buen momento para enlazar a este artículo sobre él, escrito por Antonio Escohotado como introducción a la edición española del libro El emperador está desnudo.
Aunque el cáñamo sea una planta de cultivo inmemorial -empleada para hacer estopa, cuerdas, tejidos y papel desde los más remotos tiempos, y también como medicina y vehículo de ebriedad por muy variados pueblos-, en su historia reciente la intervención de Jack Herer marca un claro hito.
Junto con Ed Rosenthal, su más destacado colega, Herer quizá tuvieron algún problema como fumadores de marihuana en los años sesenta, cuando la contracultura psiquedélica resucitó el afán perseguidor de la policía norteamericana. Otros habrían aceptado aquel acoso como algo a olvidar. Pero no fue el caso de Jack y Ed, que se decidieron a cambiar las cosas desde su base misma. La base era una situación de condena jurídica -apoyada sobre moralina y alegaciones pseudocientíficas-, a la cual se añadía que el usuario de cáñamo era dependiente de suministros exteriores, muchas veces de ínfima calidad. Lo que él y Rosenthal. hicieron entonces fue abordar a la vez teoría y práctica en este campo.
Por una parte estudiaron el asunto como enciclopedistas, reconstruyendo cuidadosamente las vicisitudes políticas y económicas de la planta y su consumo, exponiendo las modalidades de cultivo, los principales empleos y, en general, todo aquello capaz de sustituir el oscurantismo vigente por una ilustración. En lo que incumbe a Herer, este libro muestra hasta qué punto fructificaron sus investigaciones como historiador y teórico; Rosenthal no le andaría a la zaga, y en su extensa bibliografía sobre el tema destaca, por ejemplo, Marihuana, the Law and You (1995), subtitulada “Una guía para minimizar consecuencias legales”, que con pasmoso detalle proporciona asesoramiento al acosado por policías y jueces.
Por otra parte, ambos redondearon su formación universitaria -si no me equivoco Herer se licenció en Filosofía, y Rosenthal en Economía- con serios estudios de botánica y técnicas agronómicas, emprendiendo luego viajes de exploración a Sudamérica, Africa y Asia para conocer sobre el terreno las mejores variedades de marihuana. El resultado de ello sería una clasificación y selección de semillas, que tras pacientes hibridaciones, añadidas a la introducción de métodos hidropónicos (riego por goteo con tanque de nutrientes que recicla el agua, lámparas de alto rendimiento lumínico) darían lugar primero a la california sinsemilla, y luego a una extraordinaria variedad de cáñamos psicoactivos, tanto del tipo sativa como indica. Como dijo un alto funcionario de la DEA hace poco, “lo que han hecho con esta planta es asombroso”.
Y, en efecto, es asombroso. En menos de la mitad de tiempo se recogen ejemplares de potencia psicoactiva poco menos que inigualable. El usuario puede ahora elegir aroma y efecto con tanta o mayor libertad que el amante de tabacos, cafés, vinos y licores, y -por si esa enormidad fuese poco- puede autoabastecerse con una inversión ridícula en términos económicos, pues unos 200 dólares en equipo le proporcionarán medio kilo de puras flores cada trimestre, cultivando un metro cuadrado de hembras.