Psicodélicos en salud mental
Psilocibina, LSD y MDMA se revelan como herramientas terapéuticas prometedoras para combatir la depresión, el trastorno de ansiedad y el TEPT
Nos encontramos ante una encrucijada en la historia de la psiquiatría. Un momento de esos que obligan a detenerse, mirar hacia atrás y preguntarse: ¿y si nos habíamos estado equivocando todo este tiempo? Una revisión publicada en la revista científica Psychedelics por el profesor Xiaohui Wang y su equipo plantea precisamente eso. Lo hace con el peso de la evidencia emergente, la audacia de quien desafía lo establecido y la serenidad de quien tiene los datos de su lado.
Durante décadas, la lucha contra los trastornos mentales provocados por el estrés crónico ha estado dominada por antidepresivos como los ISRS y por terapias cognitivas que, aunque efectivas en ciertos casos, dejan a demasiados pacientes sin respuestas o con efectos secundarios insoportables. Y en este contexto, sustancias proscritas y estigmatizadas durante generaciones —psilocibina, LSD, MDMA— están resurgiendo como inesperadas aliadas.
Del tabú al laboratorio
No se trata ya de imaginar viajes lisérgicos ni de repetir mantras de la contracultura de los 60. Estamos hablando de neurociencia, de datos clínicos, de cambios estructurales en el cerebro. Las nuevas investigaciones revelan que estos compuestos activan poderosamente los receptores serotoninérgicos 5-HT2A, desencadenando procesos de neuroplasticidad que reparan sinapsis dañadas por años de estrés. La psilocibina, por ejemplo, incrementa los niveles del factor neurotrófico BDNF, vital para regenerar las conexiones neuronales.
Resultados que desafían las expectativas
Los resultados son, cuanto menos, sorprendentes. Pacientes con depresión resistente que experimentan una mejoría prolongada tras una sola sesión. Víctimas de trastorno por estrés postraumático que dejan de cumplir los criterios diagnósticos tras una terapia asistida con MDMA. La ciencia empieza a entender que no hablamos solo de reducir síntomas, sino de reescribir el guion neuronal desde su base.
Una cuestión más allá de la ciencia
Pero esta historia no es solo científica. Es también política, ética y social. Las barreras regulatorias, las etiquetas de “sustancia prohibida”, los prejuicios heredados de décadas de prohibicionismo, son hoy los verdaderos enemigos del avance. Mientras estados como Oregón o Colorado dan pasos tímidos hacia la legalización terapéutica, la comunidad científica reclama protocolos claros, formación especializada para terapeutas y estudios rigurosos a largo plazo.
Nuevas vías de comprensión
El artículo también apunta a otros mecanismos fascinantes. Algunos psicodélicos parecen modular la inflamación cerebral, una pieza cada vez más reconocida en el rompecabezas de los trastornos mentales. El MDMA, por su parte, no actúa como los psicodélicos clásicos: su perfil entactógeno permite a los pacientes revivir traumas sin quedar atrapados en el dolor, favoreciendo una integración emocional profunda.
Un nuevo paradigma terapéutico
No, no estamos ante una panacea ni ante una moda más. La advertencia es clara: los riesgos existen, los efectos adversos también, y la administración debe ser estrictamente controlada. Pero si algo nos enseña esta nueva ola de investigación es que los psicodélicos, bien empleados, podrían convertirse en las herramientas terapéuticas más revolucionarias de nuestro tiempo.
El renacimiento de estas sustancias no es el regreso a los años 70. Es la entrada en un nuevo paradigma, donde lo prohibido empieza a ser comprendido, y donde la psiquiatría, por fin, podría empezar a curar donde antes solo lograba contener.
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Acerca del autor
Amante del cannabis y especializado en el mundo de las sustancias psicoactivas. Escritor y psiconauta.




















