También conocidas como cóccidos, piojos, serpetas, caparretas o escamas (entre otros muchos nombres), y con más de diez definiciones distintas, todos se refieren a un estado biológico concreto que provoca daños y pérdidas económicas en nuestros cultivos.

Víctor Bataller Gómez.

Tal diversidad nos da una idea de la inmensa variedad de insectos que tienen en común algunas características, aunque pertenezcan a órdenes, familias y especies totalmente diferentes. Veremos lo que les une, las más conocidas y cómo controlarlas.

Estamos hablando de un proceso de autodefensa más que de una especie en concreto.  Las cochinillas no son una familia en sí, son, más bien, un proceso de metamorfosis. Los aspectos en común son:

  • Poseen una protección tipo “caparazón de tortuga”, de forma generalmente circular aunque también las hay alargadas, y de colores muy variados (blanco, negro e incluso rosado). Éste, una vez eliminado, deja al descubierto todos los órganos esenciales sin que por medio exista una epidermis a modo de piel.
  • En su etapa adulta, coincidiendo con el periodo de reproducción, presentan una marcada inmovilidad, anclándose a la planta hospedante e insertándole un estilete que le sirve de elemento para nutrirse.
  • Forman colonias más o menos numerosas, sobre todo debido a su poca movilidad.

Existen ciertas peculiaridades que no coinciden con éstas características, de hecho hay individuos que no sólo no presentan caparazón sino que incluso son voladores, como el caso del macho del “piojo de San José” (Quadraspidiotus perniciosus) que veremos más adelante.

La “cochinilla acanalada” pertenece al Orden Homóptera (los comúnmente conocidos como chinches), familia Margarodidae y especie Icerya porchasis. Fue descrita por Maswell (un entomólogo norteamericano, conocido como uno de los más grandes catalogadores de insectos de la historia) en 1878 y es originaria de Nueva Zelanda. Está presente sobre todo en cítricos pero con humedades elevadas puede presentarse en cualquier planta de porte arbustivo o arbóreo. Las hembras maduras tienen sus cuerpos de color naranja, rojo, amarillo, o marrón brillante. El cuerpo se cubre parcialmente o enteramente con una cera amarillenta o blanca y su característica más visible es el saco grande estriado y acanalado (que le da su nombre común) donde porta los huevos. Este saco es de dos a tres veces más grande que el cuerpo y contiene cerca de mil huevos de color rojo.

Dependiendo de que la temperatura sea más favorable o no los huevos comienzan a salir a los pocos días, o al contrario, pueden tardar hasta meses si las condiciones no son favorables. Las ninfas resultantes de esos huevos son también de color rojo brillante con las antenas y patas largas y muy apreciables. En esta etapa comienza la dispersión ayudándose incluso del viento o de otros animales para llegar a las plantas más próximas. Una vez en su nuevo destino completa tres mudas hasta llegar a adulto.

Mientras que las hembras son claramente perceptibles por su saco de huevos característico que protege con la ya mencionada carcasa, los machos son algo menos detectables pero sí son identificables a simple vista. Tiene cuerpo rojo oscuro, las antenas negras y están provistos de alas. La hembra es hermafrodita pero con ovarios totalmente desarrollados. Si se autofecunda sólo produce más hermafroditas como ellas, pero si la fecunda un macho se producen más machos y además más hermafroditas como la madre.

Posee un enemigo, el coccinélido Rodolia cardinales también originario de Australia. Su descubrimiento fue todo un hito científico, pues fue el primer ejemplo de control biológico constatado hasta la fecha. Es un parasitador que realiza la puesta sobre el saco con los huevos de la hembra o cerca. Las larvas, nada más nacer, se introducen en él y depredan vorazmente los huevos y las larvas recién eclosionadas. Las larvas pasan por cuatro estadios larvarios, realizan la pupa y aparece el adulto. Éste es un pequeño coleóptero de color rojo con manchas negras que también devora activamente todos los estadios de la cochinilla acanalada. Este coccinélido pasa el invierno en forma de adulto, y desarrolla unas ocho generaciones anuales. El éxito de su control sobre la cochinilla radica en su casi especificidad, su voracidad y su gran capacidad de reproducción.

El “piojo rojo de San José” (Quadraspidiotus perniciosus) es posiblemente la cochinilla más famosa pues es la más polífaga de todas (ataca a una gran variedad de plantas).
Inverna y al llegar la primavera reanuda su actividad, alcanzando el estado adulto tras varias mudas. A lo largo del año se suceden tres generaciones. Los machos alcanzan el estado adulto antes que las hembras desprendiéndose de su caparazón en busca de hembras para la fecundación, tras lo cual fallecen. Las larvas resultantes de la ovoposición buscan por la planta el sitio para fijarse definitivamente y ahí es donde clavan  su pico chupador, permaneciendo definitivamente si son hembras. Su vida es muy corta y las larvas deben encontrar donde anclarse rápidamente porque de lo contrario morirían a las pocas horas. Son mucho más inmóviles que las cochinillas acanaladas, de hecho su dispersión se produce por el movimiento de plantas afectadas, aunque también, pero menos, por animales y por el viento.

Otro cóccido muy común es “el piojo rojo de California” (Aonidiella aurantii) del Orden Homoptera y Familia Diaspididae. Su coraza es de forma circular y con la exuvia centrada (lugar por donde emergen los huevos desde el saco para realizar la puesta sobre las plantas). La larva es de color amarillo y muy móvil desplazándose por la superficie del vegetal hasta encontrar un lugar adecuado para fijarse. Inmediatamente comienza a formar la carcasa que irá aumentando de tamaño. La hembra ya desarrollada presenta un escudo circular de unos dos milímetros de diámetro y color pardo-rojizo. El caparazón del macho es alargado. Presenta un bimorfismo sexual muy marcado: los adultos son alados, no se alimentan y su salida suele coincidir con un porcentaje elevado de hembras jóvenes. La hembra madura los huevos en su interior en un número variable que va de 50 a 150. Generalmente presenta dos generaciones al año: mayo-junio y agosto-septiembre, más una tercera en otoño, a veces incompleta, en función de las condiciones climáticas. Produce tanto daños directos como indirectos:

  • Daños directos: se deben a la succión de savia, con el consiguiente debilitamiento de la planta. Pueden ocasionar seca de ramas y, en caso de muy fuerte ataque, la muerte.
  • Daños indirectos: por depreciación de la cosecha a causa de la presencia de escamas.
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 La primera generación, se instala sobre la planta, la segunda se origina muy cerca, dando lugar a un importante aumento del número de escamas. Pueden producirse nuevas invasiones en otoño ocasionadas por la tercera generación. Para su control biológico contamos con el Aphytis chrysomphali (endémico) y Aphytis melinus. Son parasitoides y depredadores de las hembras de la cochinilla y se calcula que una sola hembra de Aphytis puede eliminar alrededor de 50 cochinillas al alimentarse, doblándose esta cantidad si las parasita.

Otras de las más conocidas es la serpeta(Lepidosaphes beckii), presente en muchas plantas y una de las más antiguas que se ha estudiado. Se diferencian entre gruesa y fina pero ha la hora de actuar los efectos son los mismos, al igual que su control. La hembra de la serpeta mide de tres milímetros de longitud y un milímetro de ancho. Los huevos los sitúa debajo del caparazón de modo desordenado entre 20 y 25 unidades. Tiene tres generaciones: la primera en mayo-junio, la segunda entre finales de junio y principio de agosto y la tercera en noviembre. Como enemigo natural se usa el Aphytis lepidosaphes

La “caparreta”  (Saissetia oleae) es también conocida como cochinilla negra y se suele confundir son la serpeta. La hembra adulta mide entre dos y cuatro milímetros y tiene forma oval y alargada con el dorso convexo. Inicialmente es marrón para ir oscureciéndose paulatinamente hasta quedar totalmente negra en el momento de la puesta. Están inmóviles, adheridas a la planta y producen una melaza. Tras la puesta los huevos quedan debajo de la hembra. Los machos son muy escasos y también tienen alas. Las primeras larvas aparecen en junio y las últimas a principios de agosto. En septiembre se observa una mezcla de larvas de diferentes estadios con algunas jóvenes hembras adultas. Es muy parecida al adulto. Tienen tres estadios larvarios:

  • Primer estadio: recién nacidas y después de estar un tiempo bajo el caparazón, se desplazan y se asientan introduciendo un estilete para succionar savia. Son de color amarillo o pardo claro, parecido a la miel, y tienen forma ovalada. Son las más sensibles a los insecticidas y a las condiciones climáticas adversas. Se localizan principalmente en el envés de la hoja, protegida de la luz.
  • Segundo estadio: son similares a la anterior, aunque el cuerpo es más convexo. Son móviles y tienen color y forma parecida a las anteriores, pero ya empiezan a alargarse. Al final de este periodo suele empezar a distinguirse la forma de una H en el dorso. Se encuentran cubiertas de una superficie cérea.
  • Tercer estadio: se acentúa la convexidad, cambiando a un color gris pardusco. Las larvas de tercera edad o ninfas, tienen ya una coloración terrosa pálida, con manchas parduscas, y en el dorso se observa ya bastante marcada la quilla longitudinal y señales de las dos transversales.
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La “cochinilla algodonosa” (Planococcus citri), perteneciente a la especie de los Pseudococcus, es una de las plagas más difíciles de controlar. Su cuerpo está cubierto con melaza (excrecencias cerosas blancas) que la protegen de los tratamientos fitosanitarios. Una hembra pone de 300 a 500 huevos en una bolsa de fibra cerosa. Después de la puesta, que dura entre cinco y diez días, la hembra muere. Las cochinillas jóvenes, que son muy móviles, se dispersan para encontrar un lugar para alimentarse, clavan su estilete y comienzan a succionar savia de la planta. Tiene tres estadios de ninfas. Las cochinillas harinosas causan el daño succionando la savia de la planta y la melaza que producen permite que muchos hongos se desarrollen fácilmente en ella. Aparte del amarillamiento, defoliación y daño estético, también reducen el vigor de la planta y su valor estético. Sus machos son alados. Entre sus depredadores naturales destaca el Cryptolaemus montrouzieri, una mariquita depredadora, capaz de eliminar focos enteros de cochinilla algodonosa y el himenóptero parásito Leptomastix dactylopii, muy eficiente.     

A la hora de su control hay que tener en cuenta que los tratamientos con fitosanitarios que actúan por contacto no son muy eficientes si no destruimos inicialmente su estructura de protección y posteriormente actuamos con un tratamiento de contacto o ingestión. Un tratamiento muy eficaz y que ha demostrado su viabilidad económica es la combinación de Oleatbio, un insecticida de contacto que degrada las estructuras de protección de las cochinillas, con Tec-Fort (piretrinas naturales) combinada con Bioresin, que actúan como insecticidas de contacto y de ingestión. Con el primer producto conseguiremos desproteger al insecto de su sistema natural de autodefensa y con la segunda combinación de productos atacamos directamente su sistema nervioso. Se recomienda separar los tratamientos de los dos productos con un intervalo de tres días entre cada uno de ellos. Deben ser aplicados en momentos del día con temperaturas moderadas y baja incidencia solar, preferiblemente al atardecer. De esta manera evitamos que los rayos solares del día degraden la piretrina. Para aumentar la eficacia es muy importante mojar muy bien la planta hasta el punto de goteo y vigilar permanente posibles nuevas colonias que se vayan incorporando a nuestros cultivos para poder atacarlas cuando todavía la incidencia es baja y no se pueden proteger una con otras.

Este tipo de tratamientos son incompatibles con los depredadores naturales. En el caso de tenerlos de manera espontánea hay que favorecer su desarrollo mejorando sus condiciones medioambientales, que son con humedades relativas y temperaturas moderadas.

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