Es muy común en patología vegetal o Fitopatología abordar las pérdidas y los daños ocasionados por los parásitos, lo que no es muy común es abordarlos de manera cuantitativa. Acarrea no pocos problemas cuando hay que valorar en un cultivo las pérdidas de producción, lo que es necesario en ocasiones como, por ejemplo, si se demanda ante los tribunales de justicia a los proveedores de un cultivador que han facilitado material vegetal contaminado por un patógeno. Muchas veces, los conceptos de daños y pérdidas no están claros por lo que puede ser interesante reflexionar sobre esta deficiencia que debería ser prioritariamente resuelta.

Por Víctor Bataller Gómez

Hay una regla clara y no desmentida por el momento: la relación entre síntomas, daños y pérdidas no puede ser expresada (y es lo más frecuente) simplemente por una función matemática.

Un fenómeno más común de lo que se puede pensar es que los síntomas pueden dar lugar a un fenómeno de compensación en la producción final, por ejemplo, una eliminación por parte de un patógeno de una parte de las flores no tiene por qué, forzosamente, suponer una pérdida ya que puede provocar que al haber menos frutos en la planta estos sean mayores y de mejor calidad.

Otro ejemplo sería la disminución de la densidad de plantación por problemas patógenos en el momento de la siembra. Esto propicia una mayor producción por planta al disminuir la competencia.

Por otro lado, algunas manchas superficiales que podemos encontrar en frutas como peras o manzanas se considerarían daños si se comparan con una fruta perfectamente limpia pero para un consumidor responsable no es una pérdida puesto que esas frutas son comestibles, en cambio la sociedad de consumo que nos absorbe considera que esos alimentos no son aptos para comercializar ya que se ha extendido la idea de que cualquier alimento primero entra por la vista.

Por todo ello el concepto de pérdida o daño además de ser claramente diferenciados son muy subjetivos.

Hay otros aspectos relacionados con la enfermedad que pueden influir, al margen del síndrome (aspecto visual del fruto tras ser atacado por un patógeno), sobre la clasificación final de daño o pérdida. Es el caso de las micotoxinas, sustancias generadas por los hongos patógenos en las plantas que alteran algunas de sus características como las organolépticas aunque no causen enfermedad. Es el caso de las “fumonisinas A” y las “fumonisinas B” que son unas toxinas causadas por diferentes hongos del género Fusaria.

Además, están los residuos de fitosanitarios sobre los productos para consumo fresco que pueden suponer la eliminación del mercado de partidas completas de un determinado producto e incluso la estigmatización del productor que haya incurrido en el error.

El concepto de pérdida en agricultura es difícil de precisar. En teoría, consiste en comparar una situación de hecho, como puede ser alteración o daño que ocasionan una serie de pérdidas, con una situación ideal en donde hay  ausencia total de pérdidas. Como es de suponer, es muy difícil obtener testigos de referencia validos para poder comparar y establecer  un nivel de pérdidas, es decir, campos con plantas sanas de los cuales se conoce con certeza su historial y puede estimarse la producción potencialmente ideal.

La valoración de pérdidas relacionada con una producción potencial teórica se hace, experimentalmente, a escala reducida, mediante ensayos de protección total que no tienen una correspondencia con la rentabilidad económica o con su impacto ambiental. Incluso en estos ensayos es necesario considerar que se corren riesgos de interacciones entre los tratamientos y las plantas: efecto sobre la fisiología de la planta, efecto insecticida de un fungicida, etc. Debe entenderse que la protección total no es posible a escala real por razones de no rentabilidad económica y de otros órdenes menos crematísticos en la actualidad. Aparece, por necesidad, el concepto de nivel de tolerancia, por debajo del cual el nivel de pérdida puede ser aceptado y cuando se rebasa es obligatorio intervenir para frenar la enfermedad. Si es cierto que en el caso de plagas producidas por insectos y ácaros están establecidos en muchos casos los niveles de tolerancia, pero en el caso de las enfermedades no se suele considerar.

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En esencia, el nivel de tolerancia significa aceptar unas pérdidas y unos daños. Pero esta cuestión, en algunos casos, es bien difícil de aplicar. Así, en muchos cultivos con todas las plantas mostrando síntomas de una enfermedad fúngica (también denominado “micosis”) conocida como Verticilium la producción no es menor con respecto a parcelas donde no se manifiesta esta enfermedad. Es por ejemplos como este que no se suelan establecer para las enfermedades umbrales de tolerancia.

Es necesario tener presente que las pérdidas son consecuencia de un desequilibrio del sistema agrícola o de los ecosistemas donde se sitúa éste. Lo cual lleva a extender la noción de pérdida hasta adquirir un sentido social y/o ecológico. Ese es el punto de vista que defienden aquellos que han decidido hacer Agricultura Ecológica. Todo esto viene respaldado por el hecho de que plantas con desequilibrios suponen buenas candidatas para la infestación ya que su sistema defensivo no se encuentra en óptimas condiciones. Es un hecho también que el uso de variedades comerciales modificadas genéticamente ven como los mecanismos de defensa se ven, a su vez, relegados a un segundo plano, frente a otros factores como aumento de producción, ausencia de semillas, tamaños de los frutos, mayor resistencia a la postcosecha, etc.

En la producción agrícola convencional, se contemplan dos tipos de pérdidas: potenciales y reales. Las primeras son aquellas que ocurrirían sin hacer ninguna intervención tendente a proteger el cultivo y su producción. Las reales son las que ocurren pese a la utilización de métodos de protección. Dichas pérdidas reales pueden ser ordenadas de la siguiente manera:

Pérdidas directas

 Se refieren a la producción. Se dividen en:

Primarias: afectan a la producción propiamente dicha

  • Disminución de la cantidad y calidad.
  • Aumento de los costos de producción como consecuencia de tratamientos eventuales, de sustitución del cultivo, etc.

Secundarias: afectan al potencial de producción

  • Contaminación, debilitamiento o supresión de la producción o de los cultivos posteriores a él.
  • Aumento de los costos de producción como la necesidad de la desinfección del suelo por contaminación.

Pérdidas indirectas

Se refieren a los temas de conservación y de la utilización. Son las siguientes:

  • Pérdidas en la conservación y manipulación.
  • Pérdidas en los mercados mayoristas y minoristas.
  • Pérdidas en los hogares de los consumidores.
  • Costos sociales y ambientales.

Algunas enfermedades tienen amplias deficiencias en lo concerniente a relacionar síntomas con pérdidas. Especialmente notable es la falta de información en las enfermedades de origen edáfico (que actúan desde suelo). En los últimos años se han publicado datos en España sobre enfermedades causadas por Pythium, Phytophtora y por nematodos nodulares que han aportado luz para valorar su incidencia sobre la producción final.

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Es común considerar, de manera genérica, a las especies de Pythium como causantes de muerte de plántulas y falta de germinación en los semilleros, lo cual puede ser discutible pero no incierto. En este caso, las pérdidas son totales ya que se produce una interrupción total de la producción. Sin embargo determinados estudios han evidenciado aspectos sobre la patogeneidad de estos hongos en cultivos sin suelo utilizando como sustrato de perlita.

El estudio de la patogeneicidad de Pythium solare sobre dos variedades de judía durante dos años dio resultados que evidencian la variación considerable de las pérdidas en la producción final entre los dos cultivares inoculados, dependiendo además de la campaña de cultivo. Los testigos proporcionaron una información sobre las diferencias de producción entre variedades y muestran una clara dependencia según el año. Precisiones importantes para una tasación de pérdidas ajustadas están ausentes: fechas en las cuales las mermas de producción son mayores que tienen relación con la precocidad que, a su vez, se relaciona con los precios de la campaña.

Por supuesto, la misma consideración debe ser tenida en cuenta para la calidad del producto final. Sin embargo, no deja de ser una información importante que pone en evidencia la dispersión en los resultados, aún no existiendo enfermedad.

Para el caso de las enfermedades causadas por Phytophthora capsici y nematodos se toma como modelo el cultivo de pimiento en invernadero donde ambas patologías se erigen como factores limitantes para la producción.

La eficacia de la biosolarización del suelo para el control de ambos patógenos ha sido valorada de forma positiva en numerosos estudios.

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Existen resultados en los que puede comprobarse como la producción total ha sido desdoblada en diferentes clases comerciales que, obviamente, pueden estar relacionadas con los ingresos brutos. Sin embargo, conviene fijarse en las pérdidas ocasionadas por el nematodo nodulador Maloidogyne incognita. Una primera valoración, que es común, es razonar de la siguiente forma: si el total de las plantas tienen la enfermedad, las pérdidas casi podría decirse que son máximas.

En estudios de control de nematodos con Bacillus subtibilis, tanto en la parcela de testigo como el área de plantas tratadas, la presencia del patógeno era del 100% sin embargo, la producción comercial difiere significativamente. La razón estriba en el índice de nodulación o números de “batatillas” (hipertrofia) que hay en el sistema radicular, que determina de manera importante las mermas en la cosecha. Puede hacerse el mismo ejercicio para el resto de los tratamientos.

Estas precisiones extraídas de los dos ejemplos elegidos permiten que nos hagamos una idea de la complejidad de la tasación de pérdidas, complejidad que se fundamenta en la propia dispersión de los resultados de los diferentes experimentos, donde muchos parámetros son bien conocidos. Trasladar esto al campo real sólo debería hacerse con extrema prudencia.

En un libro de 1975 titulado “Patología vegetal” de J. Ch. Walker leemos: En el año 1942 se realizó un estudio cuidadoso sobre unas 2400 hectáreas elegidas al azar en una zona de una extensión aproximada de 40000 hectáreas dedicadas al cultivo de guisante para verdeo en Wisconsin. Un cálculo verdaderamente prudencial valoró las pérdidas de cosecha a causa del ataque de una sola enfermedad, concretamente la debida al hongo Aphanomices que es el causante de la podredumbre de las raíces del guisante, en un 10% de la cosecha, estimando en otro 10% la pérdida debida al efecto combinado de todas las demás enfermedades. Por lo tanto, podía considerarse como nulo el rendimiento de 8000 hectáreas aproximadamente. Sólo es coste de la semilla de guisante representa 50 dólares por hectárea o lo que es lo mismo 400000 dólares para la superficie que se considera perdida. El beneficio bruto de este cultivo para los granjeros representaba 187 dólares por hectárea (…) Por lo tanto, aquel año el conjunto de enfermedades ocasionó unas pérdidas de ingresos a los agricultores de un millón y medio de dólares debido a los daños de una sola cosecha y en un solo estado.

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Estas afirmaciones tan poco exactas, que se acercan peligrosamente a la superficialidad en las conclusiones técnicas, son más comunes de lo que creemos en los proyectos de investigaciones tanto nacionales como locales. Quizás, las investigaciones deberían prestar más cuidado y atención a los aspectos económicos evaluables ocasionados por los daños y pérdidas de enfermedades en cultivos. Lo cierto es que no se trata de algo tan matemático. Si la producción agrícola se guiara por el razonamiento de “uno más uno igual a dos”, probablemente muchos grandes empresarios de las construcción se hubiesen dedicado a la agricultura, pero ni las previsiones ni los resultados son tan evaluables cuantitativamente.

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.