Texto: Growland.org

No tenemos imaginación suficiente para hacernos una idea de lo que nos perdemos. (Jean Toomer)

Introducción. Ciencia y sociedad.

La historia del uso de plantas, hongos y animales por el hombre, por su efecto psicodélico, es muy anterior a la historia escrita, y precede la aparición de la moderna especie humana. Ronald Siegel y Terence McKenna proponen incluso que nuestros ancestros simiescos imitaron otros animales comiendo cosas que causaban un comportamiento inhabitual. De este modo descubrieron las primeras substancias causantes de alteraciones mentales.

Cada vez son más los estudios que afirman la utilización de psicodélicos por parte de antiguas culturas por su efecto sobre la conciencia. Arqueólogos han descubierto antiguas representaciones africanas de hongos creciendo en un cuerpo humano, y recientes descubrimientos en arte rupestre prehistórico en Europa Septentrional sugieren la notable influencia de una consciencia psicodélicamente alterada.

Ciertos autores han emitido la hipótesis de que el lenguaje se desarrolló a partir de una comprensión y asociación psicodélica derivadas de los sonidos bucales emitidos por los primeros homínidos. Otros aseveran que son los estados psicodélicos los que han proporcionado las bases de la conciencia humana más antigua en materia espiritual y por tanto religiosa.

Las visiones, estados extáticos, y el despegue de la imaginación posibilitados por las drogas psicodélicas dieron a dichas substancias un papel importante en las más antiguas culturas. Varios siglos de investigación antropológica han demostrado que esas sociedades hacían uso de psicodélicos para mantener una cohesión y solidaridad social, contribuir en las artes curativas y e inspirar la creatividad artística y espiritual.

Los indígenas del “Nuevo Mundo” utilizaban, y continúan utilizando, una amplia gama de hongos y plantas psicotrópicas. La mayor parte de cuanto sabemos sobre psicodélicos procede del análisis químico de substancias químicas encontradas en materiales del hemisferio occidental: DMT, psilocibina, mescalina, y diversos compuestos similares al LSD.

La profundidad y amplitud de los usos de plantas psicodélicas por los habitantes del “Nuevo Mundo” sorprendió y alarmó a los colonos europeos. Esta reacción puede ser explicada en parte a la relativa falta de plantas y hongos alucinógenos en Europa, aunque también se explica por la asociación de estas substancias con la brujería. La iglesia reprimió eficazmente toda información relativa al empleo de estas substancias en el Viejo y Nuevo Mundo, persiguiendo a los practicantes y transmisores de tales enseñanzas. Tan sólo a lo largo de los últimos cincuenta años se tuvo conocimiento que la práctica de rituales con hongos sagrados por los indios de México no desapareció en el S.XVI.

En Europa, el interés por las plantas o drogas psicodélicas y el acceso a ellas fue muy limitado hasta finales del S. XIX., cuando ciertos autores describieron los efectos psicodélicos del opio y el hachís (C. Baudelaire y Th. De Quincey), pero la dosis requerida para llegar a tales efectos fue considerada difícil de consumir, excesiva y peligrosa.

Mescalina

Peyote (Lophophora Williamsii)

La situación empezó a cambiar con el descubrimiento de la mescalina en el peyote, un cactus del nuevo mundo. En la última década del S.XIX, varios químicos alemanes aislaron mescalina a partir del peyote. Los primeros que la probaron alabaron la capacidad de éste para abrir “paraísos artificiales”. Sin embargo, las desagradables nauseas producidas por la substancia podrían relacionarse con la consiguiente falta de interés, no dando lugar en los medios psiquiátricos y médicos más que a un limitado número de artículos sobre ella hasta finales de los años 30. Otro motivo de tal falta de interés por la mescalina fue la predominancia en aquella época del psicoanálisis freudiano en el campo de la psiquiatría. Si Freud tuvo interés por drogas causantes de alteraciones mentales como la cocaína y tabaco, ya no fue el caso de sus discípulos. Freud rechazó la religión, y creyó que la espiritualidad y religiosidad no eran sino defensas contra miedos y deseos pueriles. Tal actitud no favoreció la investigación de la mescalina, substancia inherente a connotaciones de espiritualidad india.

LSD

En 1938, el químico suizo Albert Hofmann desarrolló un estudio sobre el cornezuelo del centeno para la división de productos naturales de Laboratorios Sandoz, importante grupo farmacéutico. Pretendía descubrir una substancia que pudiera contribuir a paliar el sangrado uterino tras el parto. Uno de los compuestos del cornezuelo era el LSD-25 (lysergic acid dyethylamide). Las pruebas realizadas con úteros animales dieron pocos resultados y Hofmann pronto lo dejó de lado. Sin embargo, cinco años más tarde “un curioso presentimiento” incitó a Hofmann a volver a examinar el LSD, y fue entonces cuando descubrió de forma accidental sus potentes propiedades psicodélicas.

Lo más destacable del LSD es que provoca efectos psicodélicos en dosis de millonésimas de gramo, lo cual significa que tiene mil veces la fuerza de la mescalina. De hecho, Hofmann se provocó a sí mismo prácticamente una sobredosis con una cantidad que el mismo juzgó demasiado pequeña para poder alterar la mente: ¼ de mg. Hofmann y sus colegas suizos no tardaron en publicar sus descubrimientos a principios de los años 40. A causa de las tremendas alteraciones mentales producidas por el LSD, los científicos decidieron subrayar sus propiedades “psicóticas”.

Los años que precedieron a la Segunda Guerra Mundial fueron apasionantes para la psiquiatría. Además del LSD, los científicos descubrieron las propiedades antipsicóticas de la torazina. El empleo de dicho neuroléptico mejoró sorprendentemente el estado de numerosos pacientes afectados por graves enfermedades mentales. El dominio contemporáneo de la “psiquiatría biológica” nació pues estos años. Esta disciplina, que estudia la relación entre el estado mental humano y la química cerebral fue hija de esta extraña pareja, el LSD y la torazina. Siendo el intermediario de ambas la serotonina.

En 1948, un grupo de investigadores descubrieron que la serotonina presente en la sangre estaba ligada a la construcción de los músculos de las paredes de arterias y venas, lo cual fue de una importancia capital para la comprensión de la forma en que el proceso hemorrágico podía ser controlado. “Serotonina” procede del latín serum, suero,y tonus, tensión.

Durante los años 50, otro grupo de investigadores repararon en la presencia de serotonina en el cerebro de diversos animales, mostrando su precisa localización y efectos sobre las funciones eléctricas y químicas de las células nerviosas. Las drogas o cirugía que modifican las regiones que contienen serotonina en el cerebro alteran profundamente el comportamiento sexual y agresivo, así como el sueño, vigilia y todo un abanico de funciones básicas. La presencia y función de la serotonina en el cerebro y el comportamiento la confirmó como el primero neurotransmisor conocido.

Así mismo, los científicos repararon en la similitud de las moléculas de LSD y serotonina, rivalizando ambas en muchas zonas cerebrales. En muchas casos, el LSD bloquea los efectos de la serotonina, en otros, imita su efecto. Tales descubrimientos hicieron del LSD la herramienta disponible más eficaz para establecer una relación cerebro-mente.

Investigaciones de campo

Decenas de científicos administraron en todo el mundo una amplia gama de psicodélicos a millares de voluntarios sanos y pacientes psiquiátricos. Durante dos decenios, dichos experimentos fueron subvencionados generosamente por fondos gubernamentales o privados, dando lugar a la publicación de infinidad de artículos y libros, así como a conferencias y encuentros internacionales en los que se debatían los últimos descubrimientos de la investigación en materia psicodélica.

Los laboratorios Sandoz distribuyeron LSD a diversos investigadores para poder provocar un estado psicótico controlado a voluntarios sanos. Los científicos confiaban en que tales experimentos pudieran dar luz a los desarreglos psicóticos naturales como la esquizofrenia. También recomendaron proporcionar dosis de LSD a trabajadores de servicios psiquiátricos, para ayudarles a sentir empatía hacia sus pacientes psicóticos. Estos jóvenes médicos quedaron marcados por tal acercamiento temporal con la locura. El abrupto encuentro con recuerdos y sentimientos inconscientes llevaron a los psiquiatras a creer que las propiedades relajantes para la mente podrían mejorar la psicoterapia.

“Tabletas azules de gel de LSD”

Numerosos estudios sugirieron entonces que los mecanismos ordinarios de terapia mediante discusión podrían ser más eficaces mediante el empleo de psicodélicos. Decenas de artículos científicos mencionan el tremendo éxito en prácticas con enfermos incurables con síntomas obsesivo-compulsivos, estrés pos-traumático, trastornos alimenticios, angustia, depresión, alcoholismo y otras dependencias químicas como a la heroína y cocaína.

El rápido avance descrito por los investigadores que llevaron a cabo “psicoterapias psicodélicas” incitó a otros investigadores al estudio de los efectos benéficos de tales drogas en pacientes en fase terminal, consumidos por el dolor y la enfermedad. La psicoterapia psicodélica, aunque con pocos efectos sobre los estados patológicos subyacentes, dio lugar notables efectos psicológicos. La depresión se disipaba, la demanda de fármacos contra el dolor disminuía considerablemente, y la aceptación de los pacientes hacia su y enfermedad y pronóstico fue mayor. Además, pacientes y familias parecían adquirir capacidad para hacer frente a profundos problemas emocionales de un modo desconocido hasta entonces. Ciertos terapeutas creyeron entonces que una experiencia transformadora, mística o espiritual era la que daba origen a tales reacciones milagrosas a la psicoterapia psicodélica.

LSD-2D 3D

Pronto se reparó en que las experiencias descritas por voluntarios bajo la potente influencia de psicodélicos eran sorprendentemente similares a las vivencias de los practicantes de formas orientales de meditación. Los puntos en común entre alteración de la conciencia inducida por drogas psicodélicas y la provocada por meditación, llamó la atención de escritores y filósofos como Huxley, que hizo sus propios experimentos con LSD y mescalina, extremadamente ricos y positivos, bajo la tutela del psiquiatra canadiense H. Osmond durante las sucesivas visitas que le hizo a su residencia de Los Angeles durante los años 50. Huxley no se demoró en describir tales experiencias y las fantasías que le inspiraron. Sus escritos sobre la naturaleza y valor de la vivencia psicodélica fueron cautivadores y elocuentes e inspiraron a un buen número de investigadores para llevar a cabo experimentos destinados a acceder a la iluminación espiritual mediante el empleo de psicodélicos. Si bien sus ideas provocaron un movimiento masivo a favor de los psicodélicos, Huxley era un firme partidario de la limitación a su acceso, no debiendo reservar su uso más que a una élite de intelectuales y artistas, lejos de creer en que la población común pudiera estar preparada para sacar provecho de tales experiencias sin riesgo alguno.

Prohibición

Sin embargo, los estudios sobre enfermedades incurables, y la comparación de los efectos de las drogas psicodélicas con los de determinadas experiencias místicas, enredaron de un modo nefasto ciencia y religión. La investigación comenzó a alejarse demasiado del programa original de los Laboratorios Sandoz.

Para complicar aún más las cosas, durante los años 60 el LSD se fugó de los laboratorios. Un sin fin de noticias sobre suicidios, urgencias, asesinatos, malformaciones de fetos, alteraciones cromosómicas, invadió los medios de comunicación, lo cual, añadido al abandono total de principios por Timothy Leary y su equipo de investigadores en la Universidad de Harvard reforzó la sospecha de que ni siquiera los científicos podían controlar tan poderosas substancias.

“Nixon vs. LSD”

Los medios de comunicación exageraron las consecuencias negativas fisiológicas y psicológicas de las drogas psicodélicas. Numerosos artículos fueron fruto de investigaciones superficiales, otros no eran más que pura invención. Posteriores publicaciones desmintieron las acusaciones de alta toxicidad y deterioro cromosómico de los psicodélicos pero estos estudios apenas tuvieron eco después de tanta mentira. Una ola de artículos con descripciones de “malos viajes”, reacciones negativas a los psicodélicos empezaron a invadir la literatura psiquiátrica. Pero estaba claro que el índice de complicaciones psiquiátricas era extraordinariamente bajo en sesiones controladas, ya sea con voluntarios normales o pacientes. Sin embargo, cuando personas inestables o con problemas psiquiátricos tomaban psicodélicos impuros o desconocidos, combinados con alcohol y otras drogas de modo descontrolado y sin una vigilancia adecuada, los problemas era evidentes.

Como reacción a la ansiedad del público norteamericano por el uso descontrolado del LSD, y dejando de lado toda objeción procedente del medio científico, el congreso de EE.UU. promulgó en 1970 la ley que ilegalizó el LSD y demás psicodélicos. El gobierno provocó que la comunidad científica dejara de lado sus proyectos, poniendo todo tipo de trabas para conseguir una partida de substancias con las cuales llevar a cabo cualquier investigación al respecto y hacer florecer nuevos estudios. Los fondos se vivieron inexistentes y los investigadores abandonaron sus experimentos. Con la nueva ley sobre estas substancias, el interés por la investigación desapareció tan rápidamente como la forma en que se inició. Era como si tales substancias jamás se hubieran descubierto.

Evolución

Si se tiene en cuenta el intenso ritmo de investigación en materia de psicodélicos hasta hace apenas 40 años, no se puede uno más que sorprender por la total inexistencia que se les reserva en el actual panorama médico y psiquiátrico. Los psicodélicos constituyeron el pilar del desarrollo de la psiquiatría durante más de veinte años. Hoy en día, el desconocimiento de las nuevas generaciones de médicos y psiquiatras sobre la materia es total.

La evolución del estudio científico en materia de psicodélicos ha seguido un proceso muy poco natural. Comenzaron su carrera como “remedios milagrosos” para pasar a ser al poco tiempo “drogas abominables”, no dando lugar a más.

Si los estudiantes de medicina y psiquiatría saben tan poco acerca de las drogas psicodélicas, esto no se debe a las conclusiones de la investigación en la materia, sino a la manera en que acaba dicha investigación, que desmoralizó profundamente a la psiquiatría universitaria, que tuvo que dar completamente la espalda a los psicodélicos.

La investigación psicodélica fue un capítulo hiriente y humillante en la vida de tantos científicos eminentes, los más brillantes y mejores psiquiatras de su generación. Los investigadores psiquiátricos europeos y norteamericanos más respetados en la actualidad, tanto en medios universitarios como por la industria farmacológica, forjaron su vida profesional en la investigación de psicodélicos. Los miembros más influyentes de la profesión descubrieron que la ciencia, el trabajo y la razón eran incapaces de defender sus estudios ante la promulgación de leyes represivas alimentadas por la opinión pública, la emoción y los medios de comunicación.

Desde el preciso instante en que tales leyes se aprobaron, el control gubernamental así como la financiación pública y privada retiraron rápidamente autorizaciones, suministro de drogas y dinero para el estudio. Las drogas psicodélicas, que los investigadores estimaban como claves excepcionales para la curación de enfermedades mentales y tomas de conciencia se convirtieron en objeto de temor y de odio.

Un problema más se añadió. Los psicodélicos se convirtieron en objeto de disputa en el seno de la psiquiatría misma. Los psiquiatras puristas de la biología como una fuente dejaron de tolerar a todos sus colegas “atrapados por la religiosidad” y que ensalzaban los poderes curativos y espirituales de estas drogas. Éstos últimos consideraron a los partidarios del “todo cerebral” como estrechos de mente y limitados. La psiquiatría nunca estuvo de hecho a gusto con ninguna cuestión espiritual, y esto dio lugar a que toda una nueva cohorte de profesionales se centrara en poner en tela de juicio cualquier resultado de investigaciones sobre psicodélicos, dando lugar a la “teoría y práctica transpersonal”. De este modo, ciertos investigadores en materia de psicodélicos encontraron el modo de deshacerse de los complejos y contradictorios efectos que tales drogas causaban en sus pacientes y ellos mismos.

La falta de interés actual en el medio universitario puede comprenderse por la total ausencia de continuidad en materia de investigación con voluntarios. Sin embargo, es común que en la formación de futuros médicos se hable de teorías y técnicas pasadas, inclusive de todas aquellas caídas en desuso… desde los años 70, parece que las drogas psicodélicas nunca hubieran existido en el ámbito universitario y médico. Esto hasta mediados de los años 90, momento en que el Dr. Strassman organiza un seminario de investigación sobre drogas psicodélicas para internos en psiquiatría en la Universidad de Nuevo México. Probablemente la única desde hacía décadas.

Documentación

“DMT. The Spirit Molecule” R. Strassman. 2001.

http://www.erowid.org/

https://www.dmt-nexus.me/forum/default.aspx?g=forum

Extracción casera de mescalina:

http://www.cannarias.com/foros/showthread.php?t=8913

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.