Conversamos con Robin Carhart-Harris, el investigador con más de 100 publicaciones científicas sobre psicodélicos, consolidándose como la figura más prolífica en este campo. Un auténtico rockstar de la investigación psicodélica.

 

Robin Carhart-Harris acumula más de 100 artículos científicos sobre psicodélicos. Es, de hecho, la persona con el mayor número de papers en este ámbito. Es más o menos un rockstar en su campo. Carhart-Harris fue de los pioneros en comenzar a trabajar con estas sustancias en el siglo XXI, y sus publicaciones de la década pasada sobre qué pasa en el cerebro bajo los efectos de los psicodélicos contribuyeron a abrir cada vez más este tipo de investigación, que durante décadas había estado en pausa debido a las fuertes regulaciones.

En 2019, fundó y dirigió el Centre for Psychedelic Research del Imperial College London, primero en su tipo a nivel mundial. Desde 2021 trabaja en la Universidad de California, en San Francisco, como director de la División de Psicodélicos. En 2021, su fama creció aún más gracias a una investigación en donde comparó, junto con su equipo, al escitalopram, un antidepresivo muy común, con la psilocibina para el alivio de la depresión. En esta investigación ambas drogas tienen efectos positivos y muy similares, pero durante su presentación en el Psychodelic Science Summit Qualia, el primer encuentro de Ciencia Psicodélica en México en el escenario mejor producido que yo haya visto para cualquier evento científico, con un fondo animado hecho con inteligencia artificial, donde había monjes budistas, un gran castillo de arena, y algunas naves espaciales, y acompañado de una sutil música en vivo — Robin Carhart-Harris nos dio un panorama amplio sobre los los psicodélicos, que considera podrían ser una de las mejores herramientas que tenemos para la salud mental.

La psilocibina es una de las moléculas psicoactivas que contienen los hongos psilocibios o alucinógenos. En México, el país con mayor diversidad de estos hongos, la investigación clínica con psilocibina está completamente prohibida, a pesar de la evidencia científica.


Nos mostró datos aún no publicados, en donde se continua entrevistando a los pacientes durante los 6 meses posteriores a sus terapias ya sea con escitalopram o con psilocibina. Los resultados son apabullantes: a los pacientes que tuvieron terapia asistida con psilocibina, los síntomas de depresión les disminuyen mucho más y se mantienen así durante 6 meses, en comparación con los pacientes que tomaron escitalopram.

Bajo tenues luces de colores que prendían y apagaban como foquitos de navidad gigantes y reconfortantes —la producción, repito, fue impresionante—, nos explicó sobre su hipótesis REBUS (creencias relajadas bajo psicodélicos, por sus siglas en inglés). Según Robin, esta hipótesis podría explicar por qué los psicodélicos son de beneficio terapéutico para una gran variedad de enfermedades mentales como la depresión, ansiedad, síndrome de estrés postraumático, trastorno obsesivo compulsivo, anorexia, y abuso de sustancias.

Gracias a las investigaciones que él y su equipo han llevado a cabo sobre cómo se ve el cerebro en psicodélicos, y lo que reportan las personas después de estas experiencias, Carhart-Harris cree que lo que hacen los psicodélicos es crear un orden diferente en el cerebro, una especie de caos controlado, que induce nuevas conexiones entre neuronas. Estas nuevas conexiones se correlacionan con la intensidad de las experiencias psicodélicas, y también con el beneficio que reportan los pacientes.

 
Científicos del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente, la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) y el Instituto de Medicina Intercultural Nierika, trabajan para que México se sume a la tendencia mundial en el uso de psicodélicos como auxiliares de la salud mental.

Las enfermedades mentales mencionadas, según la hipótesis REBUS, tendrían como núcleo que las une a patrones de creencias y de comportamiento muy enfrascados, engranados en la psique. Los psicodélicos darían oportunidad a que esto se relajara, se crearan nuevos patrones, y de esa manera poder tener una experiencia del mundo diferente. O, una experiencia diferente de quién eres tú.

Pero Robin fue muy enfático en que esa explicación es la mitad de la solución. La otra mitad es el acompañamiento terapéutico o psicológico que ayuda a que esos nuevos patrones, es decir, lo que se experimentó durante la experiencia psicodélica, pueda ser integrado de manera virtuosa en la vida de las personas y tenga beneficios a largo plazo.

Después de su conferencia tuve la increíble oportunidad de platicar con él sobre aquello que no viene en los papers: qué le entusiasma, qué le causa precaución, hacia dónde ve que se dirige la investigación psicodélica y sus principales retos, y cómo le entró a este viaje. En todo momento Robin mantuvo una ecuanimidad y suavidad en su actitud y palabras. Una sensación que me acompaña todavía.

WIRED: ¿Cómo inició tu interés en los psicodélicos?

Robin Carhart-Harris: Probé psicodélicos en mi adolescencia, por diversión con amigos. Tenía curiosidad. Tuve dos grandes experiencias con LSD, y eso me marcó desde una edad muy temprana. No fue algo muy bien planeado, fue bastante imprudente, en cierto sentido. Aun así, fue muy útil. Al mismo tiempo, comencé a interesarme en músicos como The Doors, John Lennon, gente que consumía drogas psicodélicas, que creía en el amor y la paz. Así que no sé, comencé a cambiar, me volví más filosófico, me comenzó a interesar la mente.

Y gradualmente me fui moviendo en esa dirección en mi camino académico, a querer estudiar psicología. Así que creo que los psicodélicos me llevaron primero a explorar a través de su consumo, pero después me atrajeron hacia la psicología. Y luego, al haberme mantenido en la academia y haber aprendido cosas interesantes sobre psicología, redescubrí los psicodélicos, aunque en un contexto académico. Fue, en ese sentido, un arco bastante interesante.

WIRED: Esto fue hace más de 20 años, ¿cierto? Nadie estaba estudiando psicodélicos en ese momento.

Robin Carhart-Harris: Sí, pero había investigaciones de los años 60s y algunos estudios que estaban a punto de comenzar en los años 90 y luego en los 2000. Encontré esas investigaciones antiguas, de autores como Stanislav Grof, y pensé: bueno, ahora tenemos escáneres cerebrales, tenemos resonancia magnética funcional, y nadie está usando esto para estudiar el cerebro bajo los efectos de psicodélicos. No podía creerlo cuando me di cuenta. Me pregunté: ¿por qué no lo hemos hecho? Qué oportunidad tan desaprovechada. Entonces, se convirtió en una misión hacer algo al respecto.

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Era una intención realmente pura, una intención puramente científica de querer descubrir, de querer saber. Querer saber porque yo había experimentado los psicodélicos y sabía lo poderosos que eran. Sabía que había misterios realmente importantes por revelar si podía usar esas herramientas.

WIRED: En este momento, ¿qué es lo que más te entusiasma sobre la investigación con psicodélicos, y qué te gustaría ver en el futuro?

Robin Carhart-Harris: Que la investigación pueda abrirse a escalas más grandes y llegar a más población, ¿cómo será esto? En primer lugar, ¿podrá suceder? Porque, por ejemplo, en Estados Unidos existía la posibilidad de que la terapia con MDMA se abriera a un amplio sector de la población estadounidense, pero no sucedió. Las autoridades reguladoras dijeron que no. Así que creo que eso sigue siendo una incógnita. Pienso que el próximo gran hito será obtener alguna aprobación regulatoria o un cambio de política a nivel nacional o federal en un estado importante, ya sea en Estados Unidos u otro lugar, que realmente abra el acceso a la terapia psicodélica.

WIRED: ¿Por qué crees que será algo bueno?

Robin Carhart-Harris: Creo que sería más seguro de esa manera. Podría controlarse mejor, de forma que se reduzcan los riesgos y, tal vez, se podrían introducir estándares de seguridad que los minimicen aún más.

Pienso que la aprobación facilitaría hablar del tema. Habría un efecto cultural, social y psicológico simplemente por el hecho de tener psicodélicos aprobados: se entendería como que no estás haciendo algo malo, y eso podría ser muy positivo.

Además, daría más libertad para hablar de esto, de manera que las personas puedan darse cuenta de que los psicodélicos no son drogas como otras que tienen un riesgo significativo de abuso, o de volverse adictivas o muy tóxicas. Los psicodélicos son, en general, bastante diferentes en ese sentido. Incluso podrían usarse como tratamientos para ayudar a las personas a dejar sustancias adictivas.

Creo que una comprensión más sofisticada de los psicodélicos, una que incluya que pueden ser usadas como medicinas, sería un cambio social muy benéfico. Así, tanto los pacientes y poblaciones clínicas como las personas “sanas” (sin diagnósticos de salud) podrían beneficiarse.

WIRED: Las culturas que tradicionalmente han usado psicodélicos lo hacen siempre de forma ritual, en contextos muy bien diseñados para la toma de estas sustancias. ¿Cómo se toma en cuenta esto en la investigación científica psicodélica?

Robin Carhart-Harris: La mayoría de los ensayos clínicos estructuran las cosas de una manera particular para que el contexto esté organizado de forma que favorezca que el paciente se sienta apoyado, pueda confiar en las personas con las que está, sentir que puede abrirse, que puede ser valiente. Además, la música juega un papel realmente crucial en guiar la experiencia. A veces, incluso funciona como un ancla para evitar que las personas se sientan completamente abrumadas; puede proporcionar una estructura que resulta útil.

La música probablemente tiene algo terapéutico: los sonidos, las sensaciones, el contenido emocional, y el mensaje y sentimientos que transmiten las palabras cuando las canciones tienen letra. Creo que estos son componentes realmente críticos que históricamente siempre han estado presentes. Durante miles de años, los psicodélicos se han utilizado de forma ceremonial y ritual, de manera muy intencional y, a menudo, en un contexto social. No solo como un individuo aislado en una habitación, sino en comunidad, compartiendo el viaje y la experiencia con otras personas. Esto también puede aportar elementos de cohesión social.

Pienso que estos son componentes esenciales que podrían ser descuidados cuando se enfrenten con el modelo médico, un modelo regulado que está acostumbrado a supervisar y aprobar medicamentos y su administración, pero no a este tipo de experiencia más compleja y ceremonial. Hay un choque cultural que ya existe, está presente hoy en día. Y podría incluso empeorar en los próximos años si las personas no comprenden correctamente qué es esto y cómo usarlo de la mejor manera.

Robin Carhart-Harris: Algunas personas podrían creer que basta con administrar las sustancias psicodélicas con un mínimo de apoyo psicológico, tal vez porque este apoyo es costoso. Dentro del sistema industrial que proporciona atención médica, surge la pregunta: ¿esto lo cubrirá el seguro? ¿Lo cubrirá un sistema de salud pública? ¿Pueden estos sistemas cubrir el costo económico de los psicodélicos y de todo apoyo psicoterapéutico que debe acompañarles? Es posible que intenten reducir este apoyo o eliminarlo debido a los costos. Este es un ejemplo de presión del mundo real, en donde se deben tomar en cuenta los contextos en que la atención médica se otorga a niveles poblacionales grandes, con intereses industriales. Es una de las cosas de las que debemos ser conscientes.

También podría ser un problema si las autoridades que regulan la atención médica y la medicina tienen ciertos sesgos. Tal vez prefieran, por razones financieras nuevamente, que las personas solo tomen medicamentos. Podría haber influencias de empresas, influencias literalmente comerciales o industriales de grandes corporaciones con mucho dinero que ejercen presión porque tienen un producto que quieren vender. Este tipo de influencias podrían desplazar elementos como el «set and setting» o factores contextuales que no son tan fáciles de comercializar como un producto.

Por lo tanto, las cosas podrían salir mal debido a esa presión cultural y comercial. Hay razones reales para ser cautelosos mientras nos acercamos a una especie de apertura masiva, una «apertura de compuertas», que permitiría un mayor acceso a estos tratamientos.

WIRED: ¿Qué consideras que hace falta en la investigación psicodélica? ¿Cuáles son sus principales puntos ciegos?

Robin Carhart-Harris: Un punto ciego es la idea que tienen algunas personas de que para obtener los beneficios terapéuticos de los psicodélicos solo se necesita una acción cerebral específica, por ejemplo neuroplasticidad, y que eso está en el núcleo de cómo funcionan estas sustancias. Podría ser, pero mucho de esas ideas está basado en estudios con ratones, y no sabemos qué tan bien se traducirá esto en humanos. Algunos investigadores han desarrollado medicamentos llamados informalmente “psicodélicos no psicodélicos” que administran a ratones y que promueven la neuroplasticidad, y que creen que no producen experiencias psicodélicas, pero que podrían generar efectos terapéuticos. Es una idea muy interesante, pero sigue siendo solo una hipótesis, una idea respaldada únicamente por estudios en ratones.

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La frase curiosa de «psicodélicos no psicodélicos”, para mi siempre ha sido obvio que es un oxímoron, una frase que no tiene sentido, que se contradice a sí misma. En ese sentido, es absurda. No puedes tener un psicodélico que no sea psicodélico. Puedes tener un medicamento no psicodélico que promueva la neuroplasticidad, pero eso no tiene nada que ver realmente con los psicodélicos. Y eso podría ser lo que están desarrollando en ratones. Pero entonces, no te cuelgues del entusiasmo actual por la terapia psicodélica porque lo que estás desarrollando con tus medicamentos neuroplásticos no tiene nada que ver con la terapia psicodélica.

Creo que eso es un punto ciego para esas personas. Aunque tal vez estén viendo otra cosa, por ejemplo signos de dólar en sus ojos. Quizás piensan que el público en masa no quiere experimentar un «viaje» psicodélico porque les asusta, les parece extraño, porque piensan que las drogas son malas, que drogas como el LSD te pueden “enloquecer”, que no comprenden estas sustancias y quieren eliminar todo lo «malo» para quedarse solo con lo «bueno». Pero yo no estoy seguro de que muchas personas realmente piensen así. Tal vez estoy equivocado y sesgado por mi propio entorno, pero a mi me emociona más el educar a la gente sobre la verdadera naturaleza de la terapia psicodélica y cómo representa un cambio de paradigma emocionante: un avance importante, pero también un retorno a algo que tiene una herencia más antigua.

Es una medicina ancestral que estamos redescubriendo. Para mí, hay algo bastante romántico y especial en esa posibilidad, especialmente considerando cómo el mundo moderno está evolucionando de maneras que están enfermando a las personas y al planeta. Podría haber algo hermoso en esto si se permite que se desarrolle y la historia se repita, trayendo de vuelta tratamientos más profundos y verdaderamente restauradores.

WIRED: ¿Qué opinas de frases como que los psicodélicos van a salvarnos de la pandemia global de depresión, o que van a sanar al mundo?

Robin Carhart-Harris: Bueno, tengo algo de simpatía por esas opiniones, pero también considero que son un poco peligrosas. Pueden atraer a quienes ya tomaron «la pastilla roja» y están ya entusiasmados con los psicodélicos, pero entonces estás predicando al coro, y, corres el riesgo de crear una especie de sensación como si este ámbito fuera una secta, lo cual puede ser genial para quienes están dentro, pero aísla a quienes están fuera o los hace desconfiar de lo que sucede en esta especie de pseudo-religión rara o como lo vean.

Sin embargo, un amigo mío, colega y también científico, me dijo: «No son las drogas las que sanan a las personas. Son las personas las que sanan a las personas». Nuestros cuerpos son máquinas vivas de sanación, y las drogas son solo herramientas que catalizan un proceso de sanación intrínseco. No son las drogas lo que «cura» directamente. Por ejemplo, si tienes una herida en la pierna, no aplicas un medicamento y mágicamente mejora. Es, en realidad, la acción regenerativa y restauradora del propio cuerpo lo que hace el trabajo. Tal vez uses un ungüento para ayudar, pero debemos recordarnos que, fundamentalmente, la capacidad de sanar está dentro de nosotros, y que a lo mejor no deberíamos depender en exceso de las drogas psicodélicas.

Dicho esto, las drogas psicodélicas son muy poderosas y tienen efectos de expansión y profundización de la conciencia de los que podemos beneficiarnos enormemente. Así que, aunque simpatizo con esas ideas, también soy un poco cauteloso al respecto.

WIRED: ¿Cuáles son los mayores retos para la investigación psicodélica actualmente?

Robin Carhart-Harris: Probablemente los sistemas políticos que podrían corromper y explotar a esta investigación, o por ejemplo, el sistema capitalista, que podría intentar—no necesariamente de forma intencionada, sino por la propia naturaleza del sistema—dominar y monopolizar este espacio, despojándolo de parte de su magia y de su profunda humanidad, de sus buenos valores. Todo esto impulsado por el afán de lucro, que puede corromper a la investigación psicodélica de la misma manera que corrompe muchas otras cosas.

Creo que hay razones legítimas para ser cautelosos respecto a los peligros del capitalismo y su potencial para corromper este espacio. Es algo que me parece un motivo de preocupación muy válido.

La especie de cabildeo moralista y conservador que ocurrió en los años 60s me parece menos relevante hoy en día. Así que no creo que debamos impulsar demasiado una agenda política con los psicodélicos. Eso podría generar oposición. Además, no está claro quién querría usar los psicodélicos para promover una agenda política. Antes era más obvio: se asociaba con la izquierda. Pero hoy en día incluso podría surgir desde un enfoque de derecha. Solo espero que las personas no intenten utilizar los psicodélicos como herramientas políticas.

Creo que las cosas salieron mal en los años 60s porque los psicodélicos se usaron como herramientas políticas, lo que provocó una fuerte reacción en contra. Y esa reacción ganó. Así que espero que no repitamos esa historia en este aspecto. Hay muchas otras limitaciones más sutiles en torno a cómo se lleva a cabo la práctica, cómo se entrega este tratamiento de manera adecuada y con buenos principios. Esas son las cosas que debemos ir haciendo bien mientras esto evoluciona y potencialmente se abre.

Fuente WIRED

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.