Texto: Nvidia

Son numerosos los medios en los que se puede cultivar cannabis, desde los clásicos sustratos orgánicos hasta los avanzados cultivos “sin suelo”. Con ello podemos controlar completamente todos los parámetros relacionados con los nutrientes de nuestro cultivo y obteniendo los más sorprendentes resultados. En este número hablaremos de la mayoría de ellos y de cómo utilizarlos.

No es ningún secreto para la mayoría de cultivadores que la forma más sencilla de cultivar consiste en utilizar un sustrato orgánico. Podemos comprar tierra con mayor o menor porcentaje de nutrientes en cualquier grow shop, también en grandes superficies y viveros, pero éstas menguan bastante en la calidad, siendo las más recomendadas, por su porcentaje de arlita, coco y nutrientes, entre tantos, las específicas que podemos encontrar en nuestro grow de confianza. Este tipo de sustrato orgánico aporta todos los nutrientes necesarios a nuestras pequeñas semillas recién germinadas, y es un error bastante común atiborrarlas de estimuladores y abonos desde tan pequeñas.

Debemos recordar que es mucho mejor abonar cuando la planta nos lo pida, mediante algún tipo de carencia evidente, que sobrefertilizarlas, ya que podríamos quemar la raíz y dañar la planta de forma irreversible. Una planta sobrefertilizada tarda mucho más en recuperarse que una planta que nos muestra una pequeña carencia y después tratamos con el abono más indicado. Existe cierta creencia que dice que, si abonamos las plantas, crecerán más rápido y serán más fuertes y sanas, pero es completamente falso. Una planta necesita una cantidad determinada de nutrientes que normalmente encuentra en el sustrato orgánico, y puede desarrollarse durante casi todo el periodo vegetativo sin necesidad de abono.

Cuando la planta nos pide nutrientes mediante alguna carencia, o cuando cambiamos el ciclo de crecimiento a floración, es el momento en que debemos acordarnos de los abonos y los estimuladores, que entonces sí son necesarios para un correcto desarrollo, ya que los nutrientes del sustrato habrán sido consumidos en su mayoría por la planta, y ésta necesita un aporte extra para su nueva etapa, donde -como mínimo y quitando algunas pequeñas excepciones- doblará su tamaño.

Algunos sustratos orgánicos, como la conocida “Compo-sana”, vienen con un gran aporte de nutrientes, que en algunos casos puede ser incluso nocivo para nuestras plantas. Las semillas recién germinadas o las plantas, que, por su genética, consuman menos nutrientes, pueden encontrar este sustrato un tanto “sobrefertilizado”, por lo que en consecuencia mostrarán un verde demasiado intenso en sus hojas (primer estadio de exceso de nitrógeno) o desarrollarán pocas raíces. Si a esto le sumamos la extraña manía de abonar por abonar, obtendremos como resultado un sustrato demasiado cargado en nutrientes y unas plantas al borde de la sobrefertilización.

Para el cultivo de interior, no hay nada mejor que los sustratos orgánicos específicos que podemos encontrar en nuestro grow shop. El precio es similar, o incluso mejor (dependiendo de dónde compremos), que en los viveros/grandes superficies, y el sustrato está preparado para las necesidades radiculares del cannabis. Podemos encontrar sustratos “normales”, que nos aportarán todos los nutrientes que necesita nuestra planta durante el ciclo vegetativo, sin necesidad de abonar, y sustratos “light”, los cuales vienen con menos carga de nutrientes, por lo que deberemos aportar una cantidad extra de abono de crecimiento cuando las plantas lo demanden (normalmente sobre la cuarta semana de crecimiento).

Sea cual sea el sustrato orgánico elegido para nuestro cultivo, es recomendable hacer riegos intercalados con aguamiel. El aguamiel podemos prepararlo mezclando una cucharada sopera de melaza de azúcar (disponible en herboristerías) por cada cinco litros de agua de riego, intercalando tres o cuatro riegos sólo con agua y uno de aguamiel. De esta forma elevaremos la vida bacteriológica de nuestro sustrato, siendo ésta muy beneficiosa para nuestras plantas.

En los cultivos de interior podemos controlar la temperatura, humedad, ciclo lumínico y cierta parte de la cantidad de nutrientes que aportamos en los riegos a los sustratos orgánicos, pero…. ¿y si pudiéramos controlar totalmente la cantidad de nutrientes que ofrecemos a nuestras plantas? Podríamos optimizar por completo el cultivo y obtendríamos resultados extraordinarios, un crecimiento en torno a un 30% más rápido y vigoroso que usando tierra, y una floración controlada al 100%.

Son muchas las ventajas que nos ofrece controlar por completo los nutrientes que aportamos a nuestras plantas, y muy pocos los inconvenientes: entre ellos, el factor tiempo, ya que deberemos dedicar más tiempo al preparado y control del caldo de riego, así como medir con exactitud los componentes que a él añadimos, su electro-conductividad y acidez (ph). Si el tiempo no supone para nosotros un problema, debemos cultivar al menos una vez en la vida en sustratos inorgánicos, a fin de poder comparar los resultados con cultivos en sustratos orgánicos por nosotros mismos. Si todo sale bien (como debería salir), os sorprenderéis.

Como sustratos inorgánicos podemos usar fibra de coco, arlita, lana de roca, arena de río (grano gordo) o cualquier sustrato inerte que permita una correcta oxigenación y aplicación del caldo de riego. También existen medios de cultivo en los que no se utiliza sustrato, como pueden ser los cultivos hidropónicos o aeropónicos. La realidad es que existen multitud de formas para cultivar de manera eficiente, con más o menos trabajo, pero todas igualmente buenas.

Cultivar en fibra de coco es sumamente sencillo. Además de ofrecernos la posibilidad de controlar al 100% la cantidad de nutrientes que aportamos a nuestras plantas, nos brindará un desarrollo radicular extraordinario. Las raíces de nuestras plantas se desarrollarán en este medio como nunca antes las habíamos visto, y obtendremos así más nutrientes, que aportarán a nuestras plantas todo lo necesario para lograr un crecimiento acelerado y una floración explosiva, a la vez que productiva.

Al cultivar con fibra de coco no necesitaremos contenedores tan grandes para el sustrato, y podremos sustituir los contenedores de diez litros -que antiguamente usábamos para cultivar en tierra- por contenedores de cinco litros; o bien podemos llenar éstos sólo hasta la mitad, ya que el sistema radicular que nos facilitará la fibra de coco no necesita de grandes contenedores.

Aunque en el cultivo con fibra de coco podemos usar nutrientes orgánicos, es recomendable centrarnos en los abonos minerales, por su facilidad de uso y duración una vez disueltos en el caldo de riego. Existe la creencia de que al cultivar con fibra de coco es necesario disponer de un sistema de riego por goteo, algo completamente falso, ya que podemos regar de forma manual como si de tierra se tratara. Regar será mucho más sencillo también, ya que el coco nos indicará cuándo necesita ser regado al cambiar su color de marrón oscuro a marrón claro.

Cultivar en fibra de coco no requiere de grandes conocimientos, aunque algunos consejos nunca están de más. Si partimos desde semilla, una vez germinadas, es recomendable que pasen sus primeras semanas de vida en contenedores pequeños. Unos vasos de plástico con el fondo agujereado para que drenen nos pueden ser de gran ayuda. Durante las dos primeras semanas debemos regar con un valor de electro-conductividad (EC) en torno al 0,6-0,7, regulando la acidez (PH) al 5,8-5,9. No es necesario decir que unos medidores digitales de PH y EC son de uso obligatorio para cultivar con fibra de coco, mucho más económicos de lo que acostumbramos a pensar y disponibles en cualquier grow shop, o incluso en Ebay.

Una vez que el sistema radicular ha colonizado todo el contenedor, trasplantaremos a otro más grande, que puede ser tranquilamente el que tengamos previsto usar en floración, por ejemplo de cinco litros. Entre la tercera y cuarta semana subiremos la cantidad de nutrientes en el agua de riego, trabajando con una EC de 1.0 – 1,2, que aumentaremos progresivamente cuando entremos en floración y llegaremos hasta 1,6 -1,8, si la variedad lo permite. En floración, trabajaremos también con un PH más alto, en torno a 6,2 – 6,3, con lo que facilitaremos la absorción de fósforo y potasio para obtener una producción ejemplar.

Uno de los puntos a tener muy en cuenta, si cultivamos en fibra de coco, es tener controlada la acumulación de sales. Es recomendable hacer un lavado de raíces antes de comenzar la floración o usar algún producto específico para eliminar estas sales, con lo que evitaremos una saturación de sales insolubles en las raíces y facilitaremos la absorción de las solubles. Repetiremos la misma operación unos días antes de la cosecha, para que la planta haya consumido la mayor parte de los nutrientes acumulados.

También tenemos alternativas inorgánicas a la fibra de coco, tales como la arlita o la arena de río en grano gordo, para facilitar el desarrollo de las raíces. En ambos casos debemos lavar a conciencia el sustrato -sobre todo si se trata de arlita- y dejarlo reposar unos días en agua con el ph regulado, ya que la arlita en particular tiende a subir el ph de forma exagerada, y es más que conveniente regularlo un poco, en la medida de lo posible, antes de usarla.

Tanto si usamos arlita como arena, es recomendable utilizar un sistema de riego por goteo para mantener un nivel alto de humedad en el sustrato y para que las raíces no lleguen a secarse nunca. Estos sistemas pueden parecer un poco más complicados, pero, una vez que se le coge el punto al sistema de riego y a la preparación del caldo de riego, pueden llegar a ser más sencillos y menos laboriosos que los cultivos con riegos manuales. Podremos dejar el cultivo desatendido por más días con la seguridad de que nuestras pequeñas no pasarán sed.

Los niveles de nutrientes y acidez del agua son los mismos que si trabajáramos con fibra de coco, con la ventaja de poder realizar unos lavados de raíces de la forma más sencilla posible. El desarrollo radicular será también extraordinario. Realmente, cultivar en cualquier medio que no sea el clásico sustrato orgánico nos premiará con unas excelentes raíces.

Para el cultivo con arlita podemos usar también los conocidos bubblers (DWC), que podremos encontrar en nuestro grow de confianza. Con este sistema, el cultivo consiste en desarrollar las raíces de nuestras plantas hasta que éstas caen en el depósito de nutrientes. Con la ayuda de un oxigenador (como el que podemos ver en las peceras), las raíces se mantendrán perfectamente sin pudrirse, y absorberán todos los nutrientes que necesitan de la forma más sencilla y cómoda. Aunque la planta se mantendrá con la ayuda de la arlita, este sistema es en realidad un buen ejemplo de cultivo hidropónico, ya que las raíces permanecerán prácticamente sumergidas.

La lana de roca es también una buena alternativa al sustrato orgánico. El sistema radicular se desarrollará con fuerza, y -al igual que con los medios anteriormente citados- podremos controlar en todo momento el nivel de nutrientes y acidez del caldo de riego, con lo que optimizaremos el cultivo. Quizás el mayor problema de la lana de roca sea que absorbe demasiada agua, por lo que tendremos que vigilar bien el riego para que no quede muy encharcada, ya que podría asfixiar las raíces hasta el extremo de llegar a pudrirse. Aunque podemos hacer sin problemas un cultivo completo en lana de roca, ésta se usa más para enraizar esquejes o para preparar las futuras plantas que posteriormente pasarán a otros sistemas como el hidropónico o el aeropónico, entre tantos.

Los sistemas aeropónicos e hidropónicos pueden ser algo más complicados si somos cultivadores noveles, pero, una vez se aprenden a manejar bien, no querremos volver a otro tipo de sustrato. El principal inconveniente quizás puede ser el desembolso económico del equipo y la necesaria preparación, ya que el mantenimiento es sencillo una vez le cogemos el punto. El sistema en sí no es complicado: consiste en nebulizar el caldo de riego sobre las raíces suspendidas sin dejar que éstas se sequen, en el caso del aeropónico; y en mantener las raíces en contacto con el agua con la ayuda de un oxigenador, o mediante técnicas de inundación radicular, en los sistemas hidropónicos. Unos de los sistemas de aeroponía más conocidos son los Dutch Pot o Panda Aero.

Como podéis ver, existen multitud de medios para cultivar. Si es la primera vez que saltáis del cultivo orgánico al inorgánico, lo más sencillo será cultivar en fibra de coco, o con algún sistema ya fabricado como los bubblers, prestando especial atención a los nutrientes y la acidez. No deberíais tener ningún problema. Controlar la temperatura del caldo de riego -si usáis sistemas hidropónicos- es también importante, ya que si es muy alta, podría cocer las raíces; y si es muy baja podría frenar el desarrollo de nuestra planta. Una temperatura media de 17º-18º en el depósito de riego nos facilitará el cultivo.

En el foro cannabiscafe.net tenéis a vuestra disposición un subforo llamado “Cultivo sin suelo”, donde podréis aprender en profundidad cómo cultivar con cualquiera de estos medios inorgánicos, a la par que comentar vuestras dudas y recibir ayuda de los cultivadores más expertos en la materia. Resumiendo un poco el artículo, si buscáis facilidad o sois sibaritas de los cultivos naturales, el sustrato orgánico (tierra) es la mejor opción. Si buscáis comodidad y rapidez en el crecimiento de vuestros cultivos, los sistemas inorgánicos os ofrecerán los mejores resultados. Sed felices. Nvidia.

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.