El cannabis es una droga utilizada desde hace más de cuatro mil años con fines industriales, terapéuticos, sacramentales y recreativos. A pesar de las sanciones legales que se aplican en todo el mundo por su tenencia o consumo, es la droga ilegal más consumida.

En España el 28,6% de la población entre 15 y 64 años lo ha probado y el 8,7% la ha utilizado en el último mes. En la población escolar entre 14 y 18 años estas cifras son más elevadas (36,2% y 20,1%) A pesar de las restricciones legales que existen sobre su consumo y comercio,  los datos del Plan Nacional sobre Drogas señalan que  el 75,7% de los ciudadanos entre 15 y 35 años creen que les resultaría fácil o muy fácil obtener hachís o marihuana en menos de 24 horas.

1.- Breve repaso histórico…

En el momento actual, los usos terapéuticos del cannabis constituyen una cuestión social y sanitaria de primer orden. Para entender el problema en toda su magnitud, es necesario un breve repaso histórico. La referencia histórica más antigua a los usos terapéuticos del cannabis se encuentra en un tratado chino con más de cuatro mil años de antigüedad (Pên-Tsao Ching), en el que se recomendaba su uso para tratar el dolor o el paludismo. El cáñamo se utilizaba también en algunas de las triacas de griegos y romanos. En España, la primera referencia escrita se encuentra en las obras de Ibn al Baytär al Malaqí (s.XII) , considerado el más importante botánico y farmacólogo de la Historia Medieval de la Península Ibérica.

En fechas algo más recientes, el Manual de Medicina Merck (1889) recomendaba su uso en el tratamiento de la histeria, el delirio, la epilepsia, el insomnio nervioso, la migraña, la dismenorrea (dolor menstrual) o el dolor crónico. El doctor J.R. Reynolds publicó un artículo en 1890 en la prestigiosa revista médica The Lancet, en el que consideraba al cannabis como “uno de los medicamentos más valiosos que tenemos, cuando es puro y se administra correctamente”. Reynolds era el médico personal de la Reina Victoria de Inglaterra. Aunque no está documentado que Su Majestad utilizara el cannabis para tratar las terribles jaquecas que padecía durante la menstruación, no es una idea descabellada a vista de las opiniones de su doctor.

Este panorama va a cambiar a lo largo del siglo XX.  Diversos motivos de tipo social, económico y moral llevaron a la prohibición del consumo  del cannabis en EE UU en 1937 mediante la Marihuana Tax Act. Posteriormente, La Organización Mundial de la Salud (OMS), a través de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) clasificó al cannabis  como sustancia “con gran potencial de abuso, nulo interés terapéutico y cuyo uso supone graves riesgos para la salud” en la Convención Única sobre Estupefacientes  de 1961. De forma paralela,  durante la segunda mitad del siglo XX se desarrolla el ensayo clínico como patrón para demostrar la eficacia y seguridad de los medicamentos, comparando sus propiedades con un placebo a través del método científico. El cannabis no ha sido casi estudiado según este método, ya que a priori se había definido (con criterios más morales que científicos) su nulo interés terapéutico. Sí se desarrollaron  fármacos para indicaciones para las que el cannabis se había utilizado tradicionalmente, en algunos casos menos seguros a nivel farmacológico como los barbitúricos.

Las investigaciones sobre usos terapéuticos del cannabis se desarrollan tímidamente a lo largo de los años y 80 del siglo pasado. Durante aquellas décadas muchos pacientes siguieron utilizando el cannabis, en la mayoría de los casos con el desconocimiento o desaprobación de los profesionales sanitarios. En 1975 la FDA autoriza el primer programa de administración de cannabinoides sintéticos como fármacos de uso compasivo.

2.- La venganza del cannabis: el Sistema Cannabinoide Endógeno:

Pero la verdadera revolución con respecto a los usos terapéuticos del cannabis se produjo a lo largo de la década de los 90.  Hasta entonces no se conocía cual era el mecanismo por el cual los cannabinoides actuaban dentro del organismo y la mayoría de los científicos opinaban que el cannabis simplemente traspasaba las membranas de las células produciendo efectos inespecíficos. Durante la pasada década, se ha comprobado que, en todos los vertebrados, existen unos receptores a los cuales los cannabinoides se unen de forma específica: los receptores CB-1 se encuentran distribuídos en el sistema nervioso y los receptores CB-2, que aparecen en las células del sistema inmunológico.

Los principios activos de la planta (Cannabis sativa o Cannabis indica), como el delta-9- tetrahidrocannabinol (Δ9-THC), el cannabidiol (CBD) o cannabinol (CBN) se unen a estos receptores, produciendo distintos efectos en el organismo.  Pero la pregunta que surge de inmediato es: ¿por qué están esos receptores allí? ¿Únicamente para modificar el estado de consciencia cuando alguien fuma un canuto? Sería extraño el que existiera un sistema biológico tan complejo en todas las especies sólo para producir ese tipo de efectos…Efectivamente, se ha descubierto que el organismo genera sus propios cannabinoides (cannabinoides endógenos: anandamida y 2- araquidonilglicerol), que son las moléculas que se unen a los receptores CB-1 y CB-2. A todo este conjunto de receptores y mensajeros se le ha dado el nombre de sistema cannabinoide endógeno (SCE).

En la última década se han multiplicado las investigaciones para conocer las funciones del SCE en el organismo. La mayoría de los experimentos se hacen en laboratorio o en animales de experimentación.  Estos estudios señalan que el SCE controla muchos procesos biológicos en todos los vertebrados: cómo se modula la sensación del dolor, el control de los mecanismos de las nauseas y vómitos, la coordinación de los movimientos del cuerpo, regulación de los mecanismos de aprendizaje, recompensa, motivación y emociones…

Especialmente interesante es la relación entre los receptores CB-2 y el control de las células cancerosas.  Las células del sistema inmune atacan y destruyen las células tumorales que el propio organismo produce por error, evitando el desarrollo del cáncer en las personas sanas. El SCE, a través de los receptores CB-2, desempeña un papel crucial en el control de estos mecanismos.  

(Continuará)

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