Las muertes de sobredosis de opiáceos están creciendo alarmantemente tanto en América del Norte como en la Unión Europea, por lo que hay una necesidad urgente de encontrar mejores tratamientos para la adicción. La ibogaína, una sustancia derivada de la corteza de la raíz de una planta africana (Tabernanthe iboga) e históricamente utilizada en etnomedicina por comunidades tradicionales, está mostrando resultados prometedores en la eliminación duradera del consumo de drogas, la abstinencia y el deseo de consumo (craving). La ibogaína es un alcaloide natural que se ha utilizado en las últimas décadas como coadyuvante para el tratamiento de la abstinencia de opiáceos.

Las muertes por sobredosis de opiáceos alcanzan niveles críticos

Las muertes por sobredosis de opiáceos han crecido alarmantemente en los Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea. De acuerdo con el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades del gobierno de los Estados Unidos, desde 1999 el número de muertes por sobredosis de opiáceos (incluidos los opiáceos recetados y la heroína) se ha cuadriplicado, y desde 2000 a 2015 más de medio millón de estadounidenses murieron a causa de una sobredosis. En 2016, 91 estadounidenses murieron cada día por una sobredosis de opiáceos.[1] La situación ha llegado a ser tan alarmante que ha sido declarada de epidémica, llevando al gobierno norteamericano a firmar una ley especial sobre abuso y tratamiento de adicción a opiáceos.

La situación en Canadá también es grave, donde en 2016 siete personas murieron cada día por una sobredosis. Se están organizando respuestas a nivel nacional y regional y se han declarado emergencias de salud pública en las provincias de Columbia Británica y Alberta.

En la Unión Europea la situación, si bien es menos dramática, no por ello es menos preocupante. De acuerdo con la EMCDDA (European Monitoring Centre for Drugs and Drug Addiction), “el problema de los opiáceos en Europa sigue siendo un tema central en el análisis de 2016, reflejando el impacto significativo de estos fármacos sobre la mortalidad y la morbilidad. Vemos ahora una relación cada vez más compleja entre el consumo de heroína y los opioides sintéticos, acompañada de un aumento preocupante de las estimaciones globales de muertes relacionadas con los opiáceos”.[2] Para el caso de España, sin embargo, la situación se ha estabilizado desde los años 90: el 0,3% de la población ha consumido heroína en los últimos 30 días. A la vez, actualmente hay en España 58.291 personas en tratamientos de mantenimiento con metadona (TMM).[3]

Daños relacionados con el uso de metadona

Si bien la metadona ha ayudado a millones de personas a salir de la adicción a la heroína y con ello a reducir los daños asociados a su consumo (enfermedades infecciosas, delincuencia, marginalidad, etc.), también puede producir adicción iatrogénica, adicción que les cuesta superar a muchos usuarios. Muchas de estas personas tuvieron problemas de adicción a la heroína en el pasado pero actualmente son personas perfectamente integradas en su medio sin más problemas que la dependencia fisiológica a la metadona. Aparte de los efectos negativos fisiológicos a largo plazo del consumo continuado de metadona, sobre todo de tipo cardíaco[4], un estudio reciente también ha encontrado que las personas estabilizadas con altas dosis de metadona en tratamientos de mantenimiento tienen más problemas médicos, cognitivos y emocionales y una disminución de la calidad de vida que las personas que lo terminaron[5].

Nueva investigación con ibogaína muestra resultados prometedores para tratar la dependencia de metadona

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Desde los años 60 se conocen las propiedades de la ibogaína para reducir y/o eliminar el síndrome de abstinencia a opiáceos tanto en animales de investigación[6] como en humanos[7]. La popularización de la ibogaína como eventual droga antiadictiva ha hecho que muchas personas que se encuentran en TMM quieran dejar la metadona utilizando la ibogaína. Sin embargo, la ibogaína es un fármaco con un alto riesgo de toxicidad cardíaca que, sumado a la toxicidad cardíaca que produce la metadona, su utilización en el tratamiento de la deshabituación de la metadona solo debería realizarse en contextos muy controlados y bajo estricta supervisión médica.

Recientemente, se ha publicado en la revista Journal of Psychedelic Studies un caso clínico en el que una persona fue deshabituada con éxito de la metadona utilizando dosis bajas, pero crecientes, de ibogaína.[8] El Servicio de ayuda de ICEERS, en colaboración con Pangea Biomedics, supervisó la deshabituación de una mujer de 47 años que decidió utilizar ibogaína para deshabituarse de la metadona, la cual llevaba tomando desde hacía 17 años (37 mg antes de iniciar el tratamiento).

Bajo constante supervisión médica (incluyendo un monitoreo con EKG) y psicológica, la mujer fue alternando dosis bajas y crecientes de ibogaína con una reducción progresiva de su consumo de metadona durante un período que duró 6 semanas. Después de tomar su última dosis de metadona, esperó a que aparecieran los síntomas de abstinencia (SA). Cuando esto ocurrió, tomó una dosis de 300 mg de ibogaína. Cuando los SA volvieron a aparecer, tomó la mitad de la dosis de mantenimiento de metadona. Este proceso se repitió alternando dosis crecientes de 100 mg de ibogaína con una reducción a la mitad de la dosis previa de metadona de tal forma que tras la dosis de 600 mg los SA desaparecieron por completo. Un año después del tratamiento la persona seguía sin consumir metadona u otro opioide de prescripción, consumiendo ocasionalmente heroína (esnifada) aunque con una frecuencia mucho menor que cuando estaba en mantenimiento con metadona.

La ibogaína, como otros tantos tratamientos médicos, es un fármaco seguro si se administra en un contexto médico controlado. Debido a la vida media tan larga que tiene la metadona en el organismo, es difícil que una deshabituación pueda producirse administrando una única dosis alta de ibogaína, con los riesgos añadidos que comportan las dosis altas.[9]

El futuro del tratamiento con ibogaína

A pesar de los resultados prometedores de este estudio de caso y de varios otros estudios[10], el estatus legal de ibogaína sigue siendo una barrera para llevar a cabo más investigación y para integrar la ibogaína en los sistemas de tratamiento existentes. La sustancia es ilegal en los EE.UU. desde 1967 (clasificada como un alucinógeno en la Lista 1) y también está fiscalizada en 9 países de la Unión Europea. En otros países, la ibogaína no está regulada (es decir, ni aprobada ni ilegal), excepto en Brasil, Nueva Zelanda y Sudáfrica, donde se considera un medicamento para uso de médicos autorizados.

Son necesarios estudios clínicos para comprobar que un tratamiento basado en dosis bajas de ibogaína es eficaz y seguro para la deshabituación de la metadona. Si un programa de tratamiento de este tipo, que no es excesivamente caro y es fácil de controlar, en un contexto médico resultara eficaz, la cantidad de vidas que podrían salvarse de personas con problemas de adicción a los opiáceos sería incalculable.

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Fuente ICEERS


[3] http://www.pnsd.msssi.gob.es/profesionales/sistemasInformacion/informesEstadisticas/pdf/2016_INFORME_OEDT.pdf

[4] Chen A, Ashburn MA. (2015) Cardiac Effects of Opioid Therapy. Pain Med. 16 Suppl 1:S27-31. doi: 10.1111/pme.12915.

[5] Pedrero-Pérez, E. J., & MethaQoL, G. (2016). Methadone dosage and its relationship to quality of life, satisfaction, psychopa- thology, cognitive performance and additional consumption of non-prescribed drugs. Adicciones. 29: 37–54. doi:10.20882/ adicciones.831

[6] Belgers, M., Leenaars, M., Homberg, J. R., Ritskes-Hoitinga, M., Schellekens, A. F., & Hooijmans, C. R. (2016). Ibogaine and addiction in the animal model, a systematic review and meta-analysis. Translational Psychiatry, 6(5), e826. doi:10.1038/ tp.2016.71

[7] dos Santos, R. G., Bouso, J. C., Hallak, J. E. C. (2017). The antiaddictive effects of ibogaine: A systematic literature review of human Studies. 1(1): 20–28. Journal of Psychedelic Studies. doi: 10.1556/2054.01.2016.001

[8] Wilkins, C., dos Santos, R. G., Solá, J., Aixalá, M., Cura, P., Moreno, E., Alcázar-Córcoles, M. A., Hallak, J. E. C., Bouso, J. C. (2017). Detoxification from methadone using low, repeated, and increasing doses of ibogaine: A case report. Journal of Psychedelic Studies. 1(1), pp. 29–34. doi: 10.1556/2054.01.2017.005

[9] Schep, L. J., Slaughter, R. J., Galea, S., & Newcombe, D. (2016). Ibogaine for treating drug dependence. What is a safe dose? Drug and Alcohol Dependence, 166, 1–5. doi:10.1016/j.drugalcdep.2016.07.005

[10] En ese mismo número de la revista Journal of Psychedelic Studies, investigadores de ICEERS, en colaboración con investigadores de la Universidad de São Paulo en Ribeirão Preto, también han publicado un artículo en el que revisan todos los estudios realizados en humanos en los que se ha utilizado la ibogaína en el tratamiento del abuso de drogas: dos Santos, R. G., Bouso, J. C., Hallak, J. E. C. (2017). The antiaddictive effects of ibogaine: A systematic literature review of human Studies. 1(1): 20–28. Journal of Psychedelic Studies.

Dos estudios adicionales que ilustran los resultados para el tratamiento con ibogaína son:
Brown, Thomas Kingsley, Kenneth Alper. (2017). Treatment of opioid use disorder with ibogaine: detoxification and drug use outcomes. The American Journal of Drug and Alcohol Abuse, 1-13.

Noller, Geffrey E., Chris M. Frampton, and Berra Yazar-Klosinski. (2017) Ibogaine treatment outcomes for opioid dependence from a twelve-month follow-up observational study. The American Journal of Drug and Alcohol Abuse. 1-10.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.