Un grupo de investigadores demostraron que la puntera tecnología puede recrear las sensaciones de algunas drogas psicodélicas, como los hongos, para darle usos terapéuticos

La realidad virtual es un campo en plena expansión y experimentación. Más allá de los videojuegos de realidad aumentada o las ansias de Zuckerberg de llevarnos al multiverso de Meta, ponerse unas gafas y agarrar unos sensores tiene un sinfín más de posibilidades. Y uno de los últimos descubrimientos en este sentido se ha hecho en el CITIUS de la USC a manos de David Glowacki.

El investigador publicó un trabajo en la revista científica ‘Nature Scientific Reports’ que demuestra cómo las experiencias grupales de Realidad Virtual pueden producir respuestas similares a las desencadenadas por drogas psicoactivas, como los hongos alucinógenos o el LSD. La intención, hay que aclararlo, no es recreativa, sino terapéutica. Algunos estudios apuntan a que el uso controlado de drogas psicodélicas (compuestos químicos como la psilocibina, presente en las setas o el LSD) representa una aproximación particularmente prometedora de las ‘experiencias de auto-trascendencia’. Esto es, la sensación de que el propio cuerpo humano se difumina y desvanecerse temporalmente. Puede ser una experiencia individual o en grupo, por lo que se pueden dispersar los límites entre el sentido del ‘yo’ y el ‘otro’.

Pero, aparte de un viaje psicodélico, ¿esto puede llegar a ser terapéutico? Existe en la actualidad un creciente interés científico por indagar el potencial terapéutico de este tipo de fenomenología experiencial, que disminuye la identidad del ego, aumenta el sentido de conexión y se asocia con un beneficio terapéutico duradero en el tratamiento de la depresión, la adicción y la ansiedad al final de la vida, aseguran desde el CITIUS. Volviendo a las drogas, «un estudio publicado en 2006, por ejemplo, mostró que el 67% de los participantes que tuvieron estas experiencias subjetivas mientras tomaban psilocibina como parte de un programa de ‘psicoterapia psicodélica’, consideraban que la experiencia estaba entre las más significativas de sus vidas», explica Glowacki.

Método seguro

Pero el uso de ‘tripis’ como tratamiento conlleva más riesgos que beneficios puede aportar. Es ahí donde entra la realidad virtual: la misión es recrear las mismas sensaciones y experiencias de manera segura y controlada.

Para ello, el laboratorio de Glowacki construyó una experiencia de realidad virtual llamada Isness-D, que difumina los límites convencionales del espacio personal que los humanos acostumbran a guardar entre sí. Los participantes de Isness-D han accedido a este espacio virtual desde una red de nodos repartidos por distintos países del mundo (Estados Unidos, Alemania, Reino Unido), y en él aparecen representados únicamente como esencias energéticas luminosas, cuyo resplandor se concentra en torno al corazón. «La nueva tecnología habilita momentos de ‘coalescencia energética’», explica Glowacki, «una nueva clase de experiencia intersubjetiva en la que los cuerpos pueden fusionarse con fluidez, permitiendo a los participantes incluir a otros individuos en su autorrepresentación«. Las fronteras corporales de Isness-D son difusas, borrosas y suaves: se extienden más allá de los límites del cuerpo físico, lo que hace difícil especificar claramente dónde termina un cuerpo y dónde empieza otro.

Los autores destacan que estos resultados «demuestran que la Realidad Virtual distribuida puede utilizarse para diseñar experiencias de auto-trascendencia intersubjetivas en las que las personas disuelven su sentido del yo en la conexión con los demás y, por tanto, puede ofrecer beneficios terapéuticos similares a los que estas técnicas pueden tener en el tratamiento de diversas patologías». Por su parte, los participantes manifestaron una «abrumadora sensación de calma y relajación».

Fuente ABC

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.