La hija de Darín confesó que fumó por primera vez con su familia. Los que eligen esta práctica dicen que así controlan de cerca a los jóvenes.

Así como las plantas cuentan con un tutor que las guía para su correcto crecimiento, hay padres que eligen acompañar a sus hijos jóvenes incluso en el consumo de cannabis.

Hace unas semanas repercutieron declaraciones de Clara Darín, la hija de 21 años del actor, que aseguró que la primera vez que fumó un porro fue con su madre y su hermano, ya que en su casa no se condena el consumo de marihuana. “En mi familia se habla del tema, estamos abiertos al diálogo. No a las drogas en general: una cosa es la marihuana y otra cosa es la cocaína”, explicó la joven en una entrevista a la revista Planeta Urbano.

Su caso se replica en muchos hogares, y genera voces a favor y en contra, pero lo cierto es que los padres que así lo viven aseguran que no sólo controlan lo que consumen sus hijos, sino que también se generan lazos de unión. Así sucede desde hace tres años en la casa de Luis (51), quien fuma habitualmente con su hijo Valentín, hoy de 21 años. “A los 35 años probé de fumar con amigos. Cuando mis tres hijos se hicieron grandes hablé con ellos, les conté y les propuse que si querían consumir, previamente se informaran y contaran con mi apoyo. Todo fue muy natural, y me alegra que incluso sus amigos confíen en poder hacerlo en mi casa”, dice, y aclara que muchos de los amigos de su hijo “blanquearon” su consumo frente a sus propios padres con ayuda de Luis.

“Me parecía muy hipócrita no fumar delante de ellos para cuidarlos. Tenemos un consumo responsable. Cultivamos juntos y sólo fumamos un ‘finito’ a la noche entre los dos”, cuenta. Los fines de semana, su hijo puede fumar con sus amigos, “sólo si son las flores que cultivamos nosotros, ya que incluso hacemos nuestros propios fertilizantes con abono natural”, precisa Luis, que define a su hogar como una “casa cannabis-friendly”.

Mejor en casa. “Estoy a favor de la legalización de la marihuana. Mi familia entendió mi pensamiento y es liberador saber que tus padres te apoyan”, cuenta a PERFIL Joela Castro (23). “Nos fumamos un porro en familia de vez en cuando con mi mamá y mi papá, y me da alegría porque no me censuran”, dice, y cuenta que fumó su primer cigarrillo de marihuana junto a su padre cuando ella tenía 15 años. “Siempre me dijo que era mejor que lo fumara con él que con extraños, y el día que quise hacerlo me ayudó a armar el porro que luego consumimos. Mi hermana se sumó. Mi mamá se enteró muchos años después. Pensamos que se horrorizaría, pero también quiso probar”, explica, pero aclara que no fue un gesto de complicidad el de sus padres sino de responsabilidad: “Querían acercarse a lo que nos generaba curiosidad, porque ellos no son de consumir nada”.

La psicóloga Felisa Lambersky de Widder reflexiona sobre esta situación y asegura que “el exceso de información genera mucha curiosidad y tentaciones a las que a los adolescentes les cuesta sustraerse. Lo prohibido siempre es más atractivo”.

En la casa de Sol Mendes, la planta de cannabis llegó para mejorar los síntomas que le generaba su bruxismo. “Nada me ayudaba, y me lo recomendó una amiga médica. Conseguí una planta y me informé. Mis dos hijas ven que lo hago, nunca les oculté nada, y un día hablé con la mayor, Mili, y le dije que si quería probar lo hiciera de mi planta y no de otro lado”, detalla. Según la psicóloga De Widder, “conviene dialogar con los hijos y, sobre todo, estar muy atentos a los cambios de conducta y explicarles detalladamente los peligros de las drogas, ya que es común que supongan que fumar un poco no produce alteraciones”. Desde su lugar de madre, Mendes coincide: “Prefiero que fume conmigo antes de que sufra un coma alcohólico en un boliche o le ofrezcan cosas que le hagan mal. Siento que la protejo al estar cerca controlando su consumo, y que puede confiar en mí”, agrega.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.