El uso de sustancias psicoactivas en Canarias (tercera parte)

Sustancias psicoactivas y plantas medicinales en la cultura guanche de Canarias

La sociedad indígena canaria, anterior a la llegada europea, poseía un rico acervo de conocimientos botánicos y médicinales. Los guanches –término aplicado originalmente a los nativos de Tenerife, luego extensivo a todos los aborígenes del archipiélago– vivían en contacto íntimo con su entorno insular. Aunque carecían de escritura, transmitían de forma oral un saber acumulado sobre las plantas útiles para la salud y la alimentación. Las fuentes históricas que recuperan retazos de ese saber (crónicas post-conquista y estudios antropológicos) dibujan un panorama fascinante: remedios vegetales para enfermedades comunes, uso de resinas y savias en curaciones, elaboración de bebidas fermentadas caseras y posiblemente hasta la obtención de sustancia con ligeros efectos psicotrópicos. En este artículo exploraremos esos aspectos de la etnobotánica prehispánica, distinguiendo lo que está documentado de lo que se conjetura a partir de indicios.

Medicina vegetal entre los aborígenes

Grabado decimonónico del Drago Milenario de Tenerife, árbol sagrado y medicinal
Grabado decimonónico del Drago Milenario de Tenerife, árbol sagrado y medicinal.

Las crónicas posteriores a la conquista registran varias plantas medicinales empleadas por los antiguos canarios. Muchas de ellas son endémicas o estaban disponibles en las islas y reflejan soluciones ingeniosas para dolencias cotidianas. Por ejemplo, el historiador Juan de Abréu Galindo menciona el almácigo (Pistacia atlantica), cuyo mástic o resina aromática era usada para tratar infecciones bucales y dientes dañados. Otra planta destacada es el drago (Dracaena draco), árbol emblemático de Canarias cuyo látex rojo –conocido como sangre de drago– se aplicaba sobre heridas y quemaduras para favorecer su cicatrización.

“La sangre de drago es afamada por cerrar heridas y detener sangre.” [Viera y Clavijo, Historia de Canarias / Diccionario de Historia Natural, s. XVIII (ed. moderna)]

Igualmente, las dos especies de tabaibas (Euphorbia) tenían usos opuestos: la tabaiba dulce (E. balsamifera) se masticaba como chicle para aliviar llagas de la boca, mientras la tabaiba amarga (E. lamarckii) por su toxicidad se usaba en cataplasmas para cauterizar afecciones de la piel, tratar inflamaciones articulares y “quemar” verrugas.

“De las bayas del mocán, hervidas y puestas al sol, hacen miel espesa, que comen con gofio y dan por medicina.” [Marín de Cubas, Historia de las Siete Islas de Canaria, c.1694 (ed. moderna)]

Cabe señalar que algunos de estos tratamientos implicaban cierto efecto psicofisiológico. Por ejemplo, la tabaiba amarga, al aplicarse sobre la piel, produce intenso escozor y una irritación local que distrae del dolor original; no es un psicoactivo en el sentido estricto, pero sí altera la percepción del dolor (un mecanismo parecido al efecto rubefaciente de ciertos ungüentos). Otra práctica notable es la sangría terapéutica: los guanches realizaban incisiones con cuchillos de obsidiana (piedra volcánica afilada) para sangrar al paciente en caso de dolores fuertes, tras lo cual aplicaban manteca de cabra caliente en la herida. Esta combinación podía inducir un estado de semi-aturdimiento: la pérdida controlada de sangre y el calor de la grasa provocaban relajación e incluso somnolencia, un efecto buscado para calmar padecimientos (recordemos que la palabra “modorra” aparece en textos antiguos como sinónimo de letargo o estupor, considerado a veces parte del proceso curativo).

Otro recurso con posible efecto psicotrópico leve era el humo de ciertas plantas aromáticas. Leonardo Torriani, ingeniero italiano que recorrió Canarias en 1590, observó que los isleños apreciaban el humo de un árbol muy oloroso al que llamaban “ligno aloe”. Según Torriani, además de su fragancia suave, este humo “es medicinal y contra ponzoña”. El término ligno aloe alude al áloe leñoso o madera de áloe, quizás refiriéndose a alguna madera resinosa local (¿tal vez sabina o enebro canario?) usada como incienso. La combustión de resinas y maderas aromáticas en contextos rituales podía tener un efecto calmante o ligeramente euforizante, similar al uso de sahumerios en otras culturas para “elevar” el espíritu. Aunque Torriani no detalla qué planta exacta era, su testimonio indica que los guanches reconocían en ciertos humos propiedades tanto sanadoras como espirituales.

Por supuesto, gran parte de la farmacopea indígena se basaba en el efecto real de los compuestos vegetales. Así, encontramos que empleaban el polvo de cardón (Euphorbia canariensis, un cacto-lechero autóctono) para eliminar callos o verrugas mediante su acción cáustica, o la savia del mocán (Visnea mocanera) como remedio gastrointestinal. Este último caso merece atención especial: el mocán es un árbol cuyos frutillos dulces (llamados yoya) eran procesados para obtener una especie de jarabe denso conocido como chacerquén, muy apreciado para tratar el “mal de cámara” (gastroenteritis con diarrea) y el “dolor de costado” (posiblemente pleuresía o neumonía). La preparación la relatan varias fuentes: se dejaban fermentar ligeramente o concentrar al sol las frutas maduras, luego se cocían en agua hasta reducirlas a una melaza espesa, colándola finalmente con juncos.

«A la miel decían chacerquén, y hacíanla así: tomaban los mocanes cuando estaban muy maduros y poníanlos al sol tres o cuatro días, y después los majaban y echaban a cocer en agua, y embebíase el agua y quedaba hecho arrope, y colado […] lo guardaban; y de éste usaban como medicina para cámaras (diarreas), que esta enfermedad era y es muy ordinaria en esta isla (La Palma), y de dolor de costado, de que morían».

“Ignoraban el uso de la vid, pero no el de fermentar los frutos y jugos de plantas de la isla.” [Abreu Galindo, Historia de la conquista de las Siete Islas de Canaria, 1602 (ed. moderna)]

Nótese en este relato de Abreu Galindo cómo el chacerquén se define como “miel” de mocán, empleada terapéuticamente. Sin embargo, otros autores posteriores sugieren que los antiguos canarios también consumían esta preparación de forma más lúdica o alimentaria, mezclándola con el gofio (harina tostada de cereales) para darle sabor. Incluso hay quien lo llama cerveza o vino de mocán. ¿Se trataba entonces de un fermento alcohólico? La evidencia apunta a que principalmente era un jarabe dulce, pero existen indicios de que podía fermentar bajo ciertas condiciones, produciendo efectos embriagantes leves. Varios cronistas de los siglos XVI-XVII señalan que los guanches elaboraban algún tipo de bebida embriagante a partir de frutos, aunque en cantidades muy limitadas y reservada quizá a ocasiones especiales.

Fermentos autóctonos: mieles, vinos y otras bebidas

Es un hecho que en la dieta aborigen predominaban el agua, la leche y los jugos naturales sobre cualquier bebida alcohólica. Los cronistas coinciden en que el común beber de los guanches era agua, la cual llamaban ahemon en su lengua. La ausencia de viñedos en Canarias antes de la llegada europea implicaba que no conocían el vino de uva. Sin embargo, aprovechaban otros recursos para producir dulces y fermentados:

  • Miel de abeja: Diversos testimonios indican que había colmenas silvestres de abejas en la mayoría de las islas, de las que los indígenas recogían miel y cera. La miel era consumida como alimento energético y probablemente en preparados medicinales. Se sabe que tras la conquista, los habitantes siguieron valorándola (los cabildos llegaron a regular su recolección debido a su importancia). Aunque la miel en sí no es psicoactiva, su fermentación puede originar hidromiel (vino de miel). ¿Elaboraban hidromiel los guanches? Las crónicas no lo mencionan explícitamente, pero no es descartable: si almacenaban miel diluida en agua, la fermentación espontánea produciría una bebida alcohólica suave. De hecho, en otras culturas neolíticas la hidromiel fue de las primeras bebidas fermentadas. La pregunta queda abierta, pero la disponibilidad de miel y conocimientos básicos de fermentación (que veremos con el mocán) sugieren que pudieron conocer la hidromiel de forma rudimentaria.
  • Chacerquén de mocán: Como vimos, su intención principal era medicinal, pero varias fuentes posteriores reinterpretan el chacerquén también como una bebida. El historiador Tomás Marín de Cubas (1694) afirma claramente: “Hacían una cerveza o vino, llamada tacerquen, de aguas de palmas; de zumo de mocán hervido hacían miel o arrope, vino y vinagre”. Esta frase es reveladora: sugiere que a partir del mocán y posiblemente mezclado con savia de palma (lo veremos enseguida), los antiguos isleños conseguían no solo miel sino también vino y vinagre. En términos prácticos, eso implica que el jarabe dulce podía fermentar (dando vino) y si se avinagraba, obtenían vinagre. Un cronista aún más temprano, Pedro Gómez Escudero (c.1550), relata una anécdota durante la conquista de Gran Canaria: tras convidar los castellanos con vino a unos jefes guanches, estos “se relamían diciendo que no igualaba al de palmas y mocanes, que llamaban cuche y hacían en odres de cabras”. Aquí se describe claramente una bebida embriagante indígena elaborada con mezcla de palma y mocán, fermentada en odres (bolsas de cuero de cabra). Los guanches comparaban el vino europeo con su propio brebaje (cuche o cuy*), y aunque por cortesía dijeron que el de ellos era mejor, esto confirma su existencia.
  • Savia de palmera (guarapo): En Canarias crece la palmera canaria (Phoenix canariensis), de la cual es posible extraer savia del cogollo cortando el guarapo (práctica que aún subsiste en La Gomera para producir miel de palma). Los aborígenes canarios, según Antonio de Viana (1604) y otros autores, hacían vino de palma. Abreu Galindo menciona que en la isla de Gran Canaria “hacían vino, miel y vinagre de las palmas”. La técnica sería similar a la de otras culturas: recolectar la savia dulce y dejarla fermentar. Ese jugo de palma fermentado da una especie de toddy o vino de palma de baja graduación, y si se cuece se obtiene miel de palma (un sirope). Sedeño (c.1645) incluso afirma que el vino de palma era superior al de caña de azúcar que introdujeron después los europeos. Esto indica que los guanches valoraban la savia de palma; en ausencia de vid, esta fue su materia prima alcohólica más accesible.
  • Leche fermentada: Aunque no se la suele mencionar como “psicoactiva”, la leche de cabra jugó un rol central en la dieta aborigen. Tenían abundante ganado caprino y ovino, y consumían leche fresca, cuajada y queso. Se ha especulado que podrían haber conocido formas de kéfir o leche fermentada de forma natural en odres. De hecho, las fuentes posteriores hablan de la “leche añeja” que se usaba como remedio laxante y para hemorragias. Esta leche añeja probablemente era leche agria (fermentada láctica), similar al yogur o kumis de otras latitudes. Aunque su consumo era medicinal o alimenticio, cabe mencionarlo porque la fermentación láctica no produce alcohol pero sí ácidos que cambian la composición; en cualquier caso, no generaba efectos embriagadores, salvo quizás una ligera sedación digestiva.
  • Otros frutos silvestres: Además del mocán, los antiguos canarios disponían de otras frutas locales: el madroño (Arbutus canariensis o unedo en algunas islas), cuyos frutos rojos se sabe que pueden fermentar en la planta misma (en la Península Ibérica se dice que comer muchos madroños bien maduros “emborracha” ligeramente a causa del etanol generado en su pulpa). Viera y Clavijo listó entre las “pocas frutas silvestres” de los guanches a los hongos, madroños, vicácaros, moras, dátiles de palma…. Los hongos tal vez se consumían como alimento, aunque no sabemos de qué tipo (podrían ser setas comestibles de monte; no se ha identificado ningún hongo alucinógeno consumido ritualmente). Los vicácaros probablemente se refieren a frutos del visácaro (Rhamnus integrifolia), una especie de baya local; las moras de zarza (Rubus) también eran dulces. Según Abreu Galindo, “con estas frutas solían hacer vino, aunque poco”, lo que confirma que experimentaban fermentando diversas frutas cuando había excedentes. Ese vino sería de bajo contenido alcohólico y uso esporádico, pero su elaboración demuestra ingenio.
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Visnea mocanera, el “mocán”. Este árbol endémico producía las frutas llamadas yoyas, de las que los aborígenes extraían el apreciado chacerquén. Crónicas históricas indican que con la miel de mocán y savia de palma llegaban a fermentar una bebida similar a la cerveza de frutas, consumida en pequeñas cantidades con fines medicinales y rituales.

A la luz de lo anterior, podemos afirmar que, si bien los guanches no cultivaban plantas psicoactivas de alto impacto (como podría ser el cannabis o la adormidera, introducidas solo tras la Conquista), sí conocían y aprovechaban los efectos más sutiles de ciertos fermentos y sustancias naturales. Su cultura priorizaba la funcionalidad (alimentación y medicina) sobre la embriaguez recreativa. De hecho, los europeos destacaron la sobriedad de los indígenas: casos puntuales como la embriaguez de algún líder guanche ocurrieron solo tras ofrecerles vino peninsular, al que no estaban acostumbrados. Este contraste quedó patente durante el contacto inicial, reforzando en la mentalidad europea la noción de que los isleños eran “gente sencilla” no habituada a excesos.

Sin embargo, hay que considerar el contexto ritual. ¿Acaso los guanches tenían prácticas chamánicas o ceremonias donde buscaban estados extáticos? Las fuentes directas no las describen claramente. Se sabe que existía la figura de las harimaguadas (mujeres consagradas, similares a sacerdotisas o depositarias de tradición) y algunos adivinos o hombres de conocimiento. Es posible que en ciertas fiestas religiosas –por ejemplo, la celebración del Beñesmer o fin de la cosecha en Tenerife– se entonaran cantos sagrados, se bailara durante horas o se ingirieran preparaciones especiales (como leche mezclada con sangre de ganado, documentada como ofrenda a los dioses). Tales prácticas podrían inducir trance de manera natural (hiperventilación por el baile, sugestión colectiva, etc.) sin necesidad de plantas psicoactivas fuertes. No obstante, no podemos descartar que usaran alguna planta con propiedades neuroactivas. Algunas candidatas han sido sugeridas por etnobotánicos, por ejemplo:

  • El Cornical (Euphorbia lamarckii, nuestra tabaiba amarga ya mencionada) que, ingerida en dosis ínfimas, provoca visiones borrosas y mareos (aunque su toxicidad la haría peligrosa más que sagrada).
  • La artemisa canaria (Artemisia thuscula), una hierba aromática de la que podrían haberse hecho infusiones calmantes o fumigaciones para rituales de limpieza espiritual, similar a la salvia o ajenjo usados en otras culturas (la artemisa tiene tuyona, un compuesto psicoactivo ligero).
  • El beleño (Hyoscyamus albus), planta alucinógena solanácea presente en el norte de África, pudo crecer en el archipiélago (no hay certeza arqueobotánica); sus efectos narcóticos eran conocidos en la medicina mediterránea antigua, así que si los guanches lo identificaban, quizá lo utilizaron con prudencia en ungüentos o fumigaciones contra el dolor.
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“El beleño y la belladona, de mucho tiento; con sus hojas y grasa se hacen ungüentos para dolores, y su abuso causa delirios.” [Viera y Clavijo, Diccionario…, s. XVIII (ed. moderna)]

Estas posibilidades permanecen en el terreno especulativo, ya que no hay registro explícito de su uso. La arqueología canaria no ha encontrado, hasta el momento, pipas, quemadores de incienso específicos ni restos de sustancias en recipientes que indiquen consumo ritual de drogas fuertes. En cambio, lo que sí ha dejado huella es la importancia de las plantas en la vida cotidiana y curativa. Los yacimientos han revelado la presencia de granos de cebada y trigo (para el gofio), restos de higo y otros frutos, e incluso polen y semillas asociados a posibles ceremonias funerarias (se cree que introducían ramas de plantas aromáticas en los túmulos y momias para ayudar en la preservación del cuerpo o como ofrenda a los difuntos).

En definitiva, durante la época prehispánica en Canarias el uso de sustancias psicoactivas fue discreto y principalmente medicinal. Los aborígenes demostraron un profundo conocimiento de las propiedades de su flora –usándola para sanar, nutrir y quizá, en contextos muy acotados, para conectarse con lo sagrado–. No tenían equivalentes a los hongos alucinógenos mesoamericanos ni a la coca andina, pero en su limitado mundo insular supieron extraer de la miel, el mocán y la palma bebidas fermentadas que podían alegrar los festines y aliviar los males. Este legado botánico pasaría, con transformaciones, a la sociedad mestiza surgida tras la conquista, tal como exploraremos en los siguientes artículos.

Os recordamos que en la IV edición de Fuertedélica (7 y 8 de noviembre de 2025) contaremos con una conferencia magistral a cargo del antropólogo Fernando Hernández y del periodista José Gregorio González sobre el uso de sustancias psicoactivas entre los antiguos canarios.

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Fuentes y referencias:

  • Abreu Galindo, J. (1602). Historia de la Conquista de las siete islas de Canaria. Ed. Cioranescu 1977. (Recoge la receta del chacerquén y menciona plantas curativas).
  • Torriani, L. (1590, publ. 1763). Descripción de las Islas Canarias. (Observación sobre el humo de ligno aloe como medicina contra venenos).
  • Espinosa, A. (1594). Del origen… de Candelaria. (Describe la miel de mocán, “dulce, se chupa el zumo y se tira la piel” y su uso medicinal).
  • Núñez de la Peña, J. (1676). Conquista y antigüedades… (Confirma el proceso de obtener miel de mocán –yoya– exponiéndolo al sol y cociéndolo, llamada chacerquén, útil contra “cámaras y modorras”).
  • Sedeño de Arévalo, J. (ca.1645). Manuscrito Breve resumen de la conquista de Canaria (citado por otros autores) – Menciona que los naturales “hacían vino y vinagre de mocanes y palmas; el zumo embriaga como el madroño”.
  • Gómez Escudero, P. (c.1550). Libro segundo de la conquista de Canaria (citado en CanaryWine, 2022) – Anécdota de guanches comparando el vino español con su bebida de “palmas y mocanes llamada cuche”.
  • Martín et al. (2020). “La medicina guanche” – Síntesis divulgativa con listado de plantas medicinales prehispánicas (almácigo, drago, junco, tabaibas, etc).
  • Viera y Clavijo, J. (1772). Historia de Canarias. (Lista de frutas silvestres consumidas: “hongos, madroños, vicácaros, mocanes…” y explica el valor del mocán).
  • Guerra-Merchán, A. (2021). Etnobotánica en las Islas Canarias. (Estudio moderno que discute posibles usos rituales de plantas locales y la pervivencia de remedios tradicionales de origen guanche).

Acerca del autor

Raúl del Pino es un destacado psiconauta, escritor y autoridad en sustancias psicoactivas, especialmente psicodélicos.

Fundador de www.psiconautica.org en 1996, el primer portal en lengua hispana sobre drogas, se ha enfocado en los Estados Modificados de Conciencia y la Psicología Transpersonal. Autor autor de los libros "Guía contemporánea para el viaje psicodélico" y "MDMA, sexo y tantra", Raúl combina rigor científico con introspección personal, explorando la relación entre psicoactivos, sexualidad y prácticas espirituales. Su trabajo contribuye significativamente a la comprensión y uso responsable de sustancias psicoactivas.