Viven una doble vida ocultando su afición al “pasto”en el mundo laboral y dando rienda suelta a su consumo en la privacidad de su hogar o entre amistades

Todo comenzó un enero hace como nueve años durante un día de fiesta en la calle San Sebastián en el Viejo San Juan.

Varias amistades habían bajado hasta el punto de drogas en la barriada La Perla y habían comprado unas bolsitas de marihuana.

José (nombre ficticio) nunca había probado la sustancia. Pero la música, la fiesta y la insistencia de sus amigos lo llevaron a experimentar. En ese entonces, tenía 19 años.

“Fue muy alucinante. Me divertí mucho. Todavía lo recuerdo claramente. Sentía que estaba en el aire aún estando sentado. La música la sentía más vibrante y mi estado era de exitación y relajación”, relató.

No pasó mucho para que quisiera repetir la sensación. Para ese entonces José estudiaba ciencias políticas y economía en la Universidad de Puerto Rico (UPR).

Sus estudios le generaban estrés, el que baja con el cannabis.

El problema era conseguir la sustancia. Si no lograba obtener un poco de marihuana a través de alguna amistad o un conocido, tenía que exponerse a la violencia que generan los puntos de drogas y las guerras por el control del narcotráfico.

Las primeras veces que iba a “capear” sentía las miradas amenazantes a su alrededor.

Allí era un extraño y aquello era un territorio controlado en el que no se admitían con facilidad nuevas personas.

Y José era un consumidor nuevo; una nueva cara para los que operaban el punto. También temía que alguna pandilla enemiga decidiera atacar justo cuando compraba la droga.

Era un riesgo del que estaba muy consciente.

Sus peores miedos, como un arresto o una agresión, sin embargo, no se concretaron.

Poco a poco, los operadores de los puntos en La Perla, Vista Hermosa, Virgilio Dávila y Brisas de Bayamón se fueron acostumbrando a verle la cara.

“Después era como ir a la tienda a comprar dulces… Al tiempo te valoran como cliente y te protegen. Lo único malo es cuando hay guardias porque hay que esperar a que se vayan o desviarse a otro punto”, relató.

Algunas de las amistades de José que también consumen marihuana no han tenido la misma suerte.

Algunos han sido atrapados por policías y han confrontado problemas con la ley simplemente por poseer una cantidad mínima o consumir la sustancia.

Esto, sin contar los sustos por la violencia alrededor de los puntos de drogas: una pelea, un disparo, una discusión amenazante.

“Siempre el plan es que si el guardia te detiene, te comes el cigarro”, comentó.

El riesgo también es caer en la condena social. Según José, las personas que no conocen de primera mano los efectos de la sustancia tienden a ver al usuario “como un drogadicto más”.

“Incluso, tus amistades pueden llegar a pensar mal de ti. Ahora eso está cambiando, ya no pasa tanto”, señaló el hombre de 28 años que hoy día se dedica a la abogacía.

Asegura que su hábito lo continuó sin mayores inconvenientes durante los años en que estudió derecho, también en la UPR.

Algunos estudios sobre la sustancia sugieren que el uso constante de la misma puede perjudicar la capacidad cognoscitiva de la persona.

José alega que ese no es su caso.

“Me gradué magna cum laude, por lo que no fue algo que me afectó los estudios. Tampoco es cierto que sea una droga de entrada a otras sustancias. Llevo casi 10 años fumando y nunca usé otras drogas”, señaló José, quien gasta alrededor de $15 a la semana en cannabis.

 Cuando la consumes, ¿piensas que tienes algo qué perder?

“Sí y mucho. Puedo entrar en un proceso disciplinario en el trabajo y hasta me pueden quitar la licencia de abogado. Perdería toda mi carrera, el respeto de mi familia y el de la sociedad. Por eso creo que la deben despenalizar”, dijo.

Un consumo abierto. Raúl (también nombre ficticio) sólo oculta el uso que hace de la marihuana en su trabajo como ejecutivo de ventas. El consumo, dice, nunca ha interferido con sus labores diarias. No obstante, teme que le pongan el “sello” de drogadicto si lo atrapan.

“En el trabajo uno no puede decir esas cosas, pero no es algo que esconda en mi vida, en realidad. Mi familia me acepta y mis amistades también”, explicó.

Raúl, de 30 años, a veces consume la sustancia en espacios abiertos como un parque o la playa. No obstante, la mayoría de las veces lo hace en la casa por eso de ser “cauteloso”.

De hecho, esa misma cautela lo aleja de los puntos de drogas. Explicó que las veces que ha ido siente tensión a su alrededor y le teme a la violencia de las pandillas.

Obtiene la droga de un vendedor que lo visita y de amistades. Cuando se dificulta el asunto, simplemente deja de consumir.

“Cuando he tenido que parar de consumir, lo hago. He estado meses sin fumar sin problemas. No es algo que te ponga tan adictivo como otras drogas legales. En mi caso personal lo hago porque me gusta el olor, me siento relajado y porque no tiene las repercusiones como el alcohol. Algunos bajan el estrés del día corriendo, otros nadan, algunos toman y, pues yo, fumo”, dijo Raúl, quien alegó que nunca ha sufrido los efectos secundarios que se le atribuyen a la marihuana como paranoia, alucinaciones o falta de concentración.

Debate de despenalización. Como ellos hay muchos profesionales que usan de manera recreativa o medicinal esta droga, cuya despenalización y medicación es evaluada por la Legislatura.

Según un estudio de la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción (ASSMCA), en el 2008, en Puerto Rico había 198,140 usuarios de marihuana.

De esta cifra, el 18% tenía títulos universitarios y alrededor del 15% devengaba más $30,000 al año.

Esto implica que en Puerto Rico, para el año del estudio, había alrededor de 29,700 trabajadores que usaban la marihuana de manera un tanto continua, lo que contradice la creencia en algunos sectores de que el consumo de la marihuana se da predominantemente entre “tecatos” o adictos crónicos, cuya apariencia hasta desmejora como consecuencia de la dependencia, dijo el criminólogo Joel Villa.

“Muchos son profesionales productivos en la sociedad. La marihuana es una sustancia que genera en todo caso dependencia psicológica moderada y no genera dependencia física. El cigarrillo, por el otro lado, genera dependencia física y psicólogica muy fuerte. No es una sustancia como el alcohol que se ha asociado con conductas agresivas y la teoría de que es la droga de entrada para otras drogas más fuertes es completamente falsa”, dijo el profesor de justicia criminal.

La organización Hogar Crea, sin embargo, ha esbozado públicamente que el 80% de los adictos que trata usaron marihuana.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.