Los ensayos con psilocibina, ketamina o ayahuasca apuntan a un cambio profundo en el tratamiento de la depresión resistente, donde la experiencia acompañada sustituye al consumo crónico de fármacos.
En el paisaje incierto de la salud mental contemporánea, la depresión se ha convertido en una sombra colectiva. Según la última Encuesta de Salud del INE, el porcentaje de personas con cuadros depresivos en España ha pasado del 5,4% al 14,6% entre 2020 y 2023. Detrás de esa cifra hay millones de historias personales y un sistema sanitario que apenas logra contener el desbordamiento emocional de una sociedad agotada.
La psiquiatra Rosa María Dueñas, del Parc Sanitari Sant Joan de Déu de Barcelona, lo resume con claridad: “Los trastornos depresivos constituyen definitivamente un problema de salud pública”. Tres millones de españoles viven atrapados en esta dolencia, con un impacto profundo en su calidad de vida y un peso creciente sobre los recursos públicos. Pero Dueñas introduce un matiz esperanzador: el futuro de la psiquiatría podría estar virando hacia un enfoque más humano, más integral, más curativo que sintomático.
La depresión resistente: el límite del modelo farmacológico
El dato más inquietante que expuso la doctora Dueñas en el Psymposium “Transformando la salud mental del futuro, hoy”, celebrado recientemente en Madrid, es que entre el 30% y el 50% de los pacientes con depresión no responden a los tratamientos convencionales. Fármacos y psicoterapia, pilares tradicionales del abordaje clínico, se muestran insuficientes para una parte considerable de quienes sufren esta enfermedad.
Estos pacientes —explica— no solo padecen una peor calidad de vida, sino también mayor discapacidad laboral, más comorbilidades y un riesgo más alto de suicidio. Y, en términos económicos, suponen entre dos y tres veces más costes sanitarios que quienes sí responden a los tratamientos.
Aquí es donde los psicodélicos irrumpen como una alternativa prometedora.
De la química de mantenimiento al cambio de paradigma
Dueñas subraya el potencial de la Terapia Asistida con Psicodélicos (TAP), especialmente la psilocibina, la sustancia activa de los hongos alucinógenos. En ensayos clínicos de fase 3, una única dosis de 25 mg ha mostrado efectos antidepresivos rápidos y profundos, con tasas de remisión de hasta el 87,5% en pacientes con depresión resistente.
Otros compuestos, como la ketamina, la ayahuasca o el LSD, también están demostrando eficacia y seguridad. Incluso moléculas menos conocidas, como el 5-MeO-DMT, han logrado respuestas clínicas significativas en apenas dos horas, reduciendo el tiempo de supervisión médica y optimizando recursos hospitalarios.
Estos resultados apuntan a algo más que un nuevo medicamento: una transformación filosófica en la forma de entender la salud mental. Las TAP no buscan suprimir los síntomas, sino reconectar a la persona con su propia conciencia, desbloquear emociones enquistadas y abrir caminos de comprensión interior que, acompañados por psicoterapeutas especializados, propician procesos de curación duradera.
El papel de la experiencia y el acompañamiento
El punto crucial de este nuevo paradigma radica en el acompañamiento psicoterapéutico. La doctora Dueñas insiste: “Los efectos no se deben únicamente al psicodélico, sino a su combinación con una psicoterapia estructurada que incluye preparación y sesiones de integración posteriores”.
Durante la experiencia psicodélica, el paciente entra en un estado expandido de conciencia, donde se disuelven los automatismos mentales y emocionales. Bajo supervisión profesional, ese estado se convierte en una oportunidad para reconfigurar patrones de pensamiento y procesar traumas que antes resultaban inaccesibles.
En términos éticos, supone recuperar la dimensión humana de la terapia, donde la relación entre profesional y paciente deja de girar en torno al control farmacológico y pasa a centrarse en la experiencia transformadora.
Un horizonte de esperanza y regulación pendiente
España se encuentra aún en una fase de observación. Solo la esketamina, derivado de la ketamina, está actualmente aprobada y financiada por el Sistema Nacional de Salud para uso hospitalario. Sin embargo, si los ensayos en curso confirman los resultados observados, los psicodélicos podrían ser próximamente evaluados por las agencias reguladoras europeas e integrados en la práctica clínica controlada.
La sociedad, por su parte, parece cada vez más preparada para aceptar un cambio de rumbo. La idea de que la mente puede sanarse mediante experiencias de expansión de conciencia, en lugar de depender de una química diaria que solo amortigua los síntomas, representa una auténtica revolución cultural.
No se trata de sustituir una pastilla por otra, sino de repensar la salud mental desde la raíz, entendiendo que la curación no pasa únicamente por el equilibrio neuroquímico, sino por la posibilidad de reconciliarnos con nuestra historia interior.
Quizá, como sugiere Dueñas, el futuro de la psiquiatría no consista en adormecer el dolor, sino en atreverse a escucharlo desde nuevas dimensiones.
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Acerca del autor
Amante del cannabis y especializado en el mundo de las sustancias psicoactivas. Escritor y psiconauta.





















