A Burdi W lo presentan como destinado a romper los códigos tradicionales del sector aunque jurídicamente deja de ser vino

Por primera vez en Francia, un emprendedor de la famosa región vinícola de Burdeos se ha lanzado a mezclar vino con CBD, una relajante molécula presente en el cannabis cuya comercialización ha estallado en los últimos años.

“A los efectos clásicos del alcohol se le suma un relajante”, explica Raphaël De Pablo, la cara visible de esta iniciativa bautizada como Burdi W, “un vino de entrante divertido” como lo presentan, destinado a “romper los códigos tradicionales del vino”.

A sus 28 años, De Pablo se asoció con un amigo enólogo para encontrar “el ensamblaje perfecto” entre vino y cannabidiol (CBD).

Al añadirle esta molécula del cannabis, el producto final deja jurídicamente de ser vino y pasa a ser “una bebida aromatizada a base de vino”.

El cáñamo utilizado en la fabricación se recoge en una parcela explotada por este emprendedor y es a continuación enviada a Alemania para extraer en un laboratorio “el conjunto de moléculas de CBD”, una práctica prohibida en Francia, explica De Pablo.

La ley francesa solo autoriza el cultivo y comercialización de las fibras y los granos del cáñamo. La explotación de las hojas y las flores de la planta está prohibida.

Pero la legislación no deja de cambiar.

El 19 de noviembre el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) declaró, en nombre de la libre circulación de mercancías, que la prohibición francesa del CBD era ilegal.

Ya que, al contrario que la molécula THC (tetrahidrocannabinol), el CBD del cannabis no tiene efectos psicotrópicos y el TJUE no lo considera un estupefaciente.

“Mi cannabis está certificado del grano al producto final”, afirma Raphaël De Pablo.

El emprendedor completó una formación durante dos años en Canadá de producción de cannabis terapéutico.

Más de 10.000 botellas

El proceso de fabricación de Burdi W, que se “mantiene en secreto” para evitar la competencia, mezcla 250 miligramos de CBD con uvas locales de Burdeos “petit verdot”, lo que da una combinación de “notas de grosella negra” con las del cannabis.

Con su etiqueta fosforescente y las siglas CBD serigrafiadas, se comercializa a través de una plataforma de financiación participativa.  A 34 euros la unidad (unos US$ 41,5) , Burdi W vendió hasta ahora 10.500 botellas.

“Realmente hay un mercado”, confirma Raphaël De Pablo, “con más pedidos del extranjero que de Francia”, ya que su botella entra en competencia con un productor del Napa Valley de California con precios “diez veces más altos”.

Según el sindicato profesional francés del cáñamo, el país cuenta con unas 400 tiendas especializadas en la venta de CBD y productos derivados como aceites, cosméticos, infusiones, comidas, casi cuatro veces más comercios de este tipo que en 2018.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.