Un estudio pionero con exmilitares de élite revela que la ibogaína reduce hasta un 88% los síntomas del estrés postraumático, la depresión y la ansiedad

Durante años, Joe Hudak combatió en silencio una guerra mucho más íntima que las que libró como miembro de las Fuerzas Especiales del Ejército de Estados Unidos en Afganistán e Irak. Una voz persistente, oscura y destructiva retumbaba en su mente. Probó de todo: terapia individual, terapia de grupo, medicamentos, hasta nadar con delfines. Nada acallaba aquel grito interno que lo empujó al borde del suicidio.

Hudak sobrevivió. Muchos otros no. Solo en 2022, 17,6 veteranos estadounidenses se quitaron la vida cada día. Un drama nacional silenciado por el ruido cotidiano. Un compañero del servicio antiterrorista le hizo una propuesta inesperada: «¿Y si pruebas con psicodélicos?». Fue así como terminó cruzando la frontera hacia México para participar en un estudio observacional de la Universidad de Stanford sobre el uso de ibogaína, una sustancia psicodélica, para tratar el trastorno de estrés postraumático (TEPT), la depresión y la ansiedad.

Después de una única dosis, la transformación fue inmediata. «Se hizo el silencio. Aquella voz por fin se apagó. La ibogaína me salvó la vida», asegura Hudak con una mezcla de alivio y asombro.

El estudio reveló cifras asombrosas: un mes después del tratamiento, los participantes mostraban una reducción del 88% en los síntomas de TEPT, un 87% en depresión y un 81% en ansiedad. Un cambio drástico que el doctor Ian Kratter, neuropsiquiatra de Stanford y codirector del estudio, califica como “impactante”.

Una terapia prometedora atrapada en la burocracia

La terapia con ibogaína no está aprobada oficialmente en EE.UU. Su estatus legal como sustancia de la Lista I —categoría reservada para drogas consideradas sin valor terapéutico— mantiene a estas terapias en un limbo regulatorio. Por eso, la organización sin ánimo de lucro Veterans Exploring Treatment Solutions (VETS) está liderando una cruzada legislativa para allanar el camino a la investigación académica de estas sustancias.

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En California, VETS impulsa el proyecto de ley AB 1103, una norma que busca eliminar trabas burocráticas que retrasan o impiden los estudios científicos con psicodélicos. La ley propone reformar el Panel Asesor de Investigación del estado, que exige una doble aprobación estatal y federal, algo que no ocurre en otros lugares de EE.UU.

Los retrasos tienen consecuencias letales. “Estamos perdiendo más veteranos por suicidio que los que morían a diario en las guerras de Vietnam o del Golfo”, denuncia Khurshid Khoja, director de políticas de VETS y uno de los autores del texto legislativo. “Si podemos salvar aunque sea a uno, ya merece la pena”.

Un aliado inesperado: los conservadores

Una de las claves del avance de esta causa es la voz de los propios veteranos. No son hippies ni activistas de izquierdas. Son hombres y mujeres del sur y el medio oeste estadounidense, muchos con valores conservadores. Justamente por eso, su testimonio tiene un peso inusitado en los pasillos del poder.

Este mes, Texas aprobó una ley —también impulsada por VETS— que destina 50 millones de dólares públicos para ensayos clínicos con ibogaína. Es la mayor inversión estatal en psicodélicos del mundo. Uno de sus principales defensores fue el exgobernador Rick Perry, veterano de la Fuerza Aérea.
“Los he mirado a los ojos. He visto cómo regresaban completos después del tratamiento. Ibogaína les dio paz cuando nada más pudo”, afirmó Perry.

Un viaje al interior de uno mismo

La ibogaína proviene de la raíz de un arbusto africano usado durante siglos en rituales medicinales y espirituales. Su ingesta provoca un viaje introspectivo profundo. Lejos del estereotipo del “viaje de ácido”, se trata de un proceso terapéutico guiado que permite enfrentar traumas profundos.

Sean, otro veterano del estudio, describe su experiencia como “liberadora”. Dejó el alcohol, el tabaco y los pensamientos suicidas. “Me sentí completo otra vez. Vi mejoras en mi memoria y en mi capacidad cognitiva. Fue como si mi cerebro se reiniciara”, relata.

Según el doctor Kratter, la ibogaína podría fomentar la regeneración de conexiones neuronales, actuando como un «fertilizante cerebral» gracias a la estimulación de factores tróficos que promueven la plasticidad sináptica.

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Tres años después, Sean sigue sobrio y reconectado con su familia. “Me he convertido en algo así como un evangelista de esto. Ya he convencido a seis compañeros del ejército para que lo prueben. Si esto salva vidas, vale la pena gritarlo”.

¿Y ahora qué?

La ley AB 1103 ya fue aprobada por la Asamblea de California y espera ahora el visto bueno del Senado estatal. Mientras tanto, el clamor de los veteranos crece, como una marcha silenciosa que pide atención, respeto y urgencia.

La ciencia ya ha dado el primer paso. Solo queda que la política le siga el ritmo.

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Acerca del autor

Raúl del Pino es un destacado psiconauta, escritor y autoridad en sustancias psicoactivas, especialmente psicodélicos.

Fundador de www.psiconautica.org en 1996, el primer portal en lengua hispana sobre drogas, se ha enfocado en los Estados Modificados de Conciencia y la Psicología Transpersonal. Autor autor de los libros "Guía contemporánea para el viaje psicodélico" y "MDMA, sexo y tantra", Raúl combina rigor científico con introspección personal, explorando la relación entre psicoactivos, sexualidad y prácticas espirituales. Su trabajo contribuye significativamente a la comprensión y uso responsable de sustancias psicoactivas.