En otros artículos de esta serie, iniciada para referiros las más habituales prácticas de aprovechamiento de la Cannabis Sativa L. y sus subespecies, os advertíamos que la marihuana puede considerarse “el cerdo del reino vegetal”, pues todas sus partes son aprovechables. El aprovechamiento no sólo se limita al apreciado cogollo, sino también su raíz, sus ramas, las grandes hojas y las pequeñas, cercanas a la flor.
Por Neal C. Borroughs
Como habéis podido leer en anteriores entregas, en esta serie nos detendremos, precisamente, en aquellas partes que descartamos después de la cosecha, cuando ya hemos seleccionados nuestras flores y están siendo secadas o curadas.
Concretamente en este artículo retomamos el tema introducido en la 9.ª parte, en el que se comenzó a desarrollar el método para la preparación de aceite refinado partiendo de aceite en crudo. Podéis obtener este aceite mediante cualquiera de los procesos que os explicábamos en artículos anteriores. De esta forma, dejamos las extracciones relacionadas con las partes psicoactivas de nuestros desechos y viajamos a otro tipo de aprovechamientos, relacionados con partes de la planta que no producen una modificación de nuestra percepción o nuestro ánimo pero que pueden ser igual de útiles o beneficiosos.
En Cannabis Magazine y El Cultivador podéis hallar artículos específicamente dedicados a los procesos de obtención del aceite, narrados con más detenimiento y detalle. Por eso, aquí pretendemos aproximaciones sencillas y “caseras” a este tipo de procesos. Para ello nos valemos de nuestra experiencia y los consejos de articulistas y escritores destacados en este ámbito. Es el caso de R.C. Sancho y su obra Cannabis Alquimicum, La alquimia del cáñamo. Este escrito resulta una fuente imprescindible para todos aquellos que queráis adentraros en la extracción. Nosotros somos los primeros que llevamos años apoyándonos en ella.
Si hacéis un poco de memoria recordaréis como comenzaba el proceso de refinado. Partíamos de aceite en crudo y lo primero que hacíamos era disolverlo en alcohol. A este extracto alcohólico se le añadía agua, preparándolo en un embudo de decantación, mezcla de la que resultaría un líquido verde. Esta salsa era, a su vez, mezclada con éter de petróleo (sustancia muy peligrosa, inflamable y tóxica), hasta que mediante ciclos de agitación y reposo daba lugar a dos líquidos separados con claridad en el embudo, de los cuales debíamos retirar la zona de líquido verde limpiamente hasta quedar la solución etérea, de color marrón claro, sin restos.
*No olvidéis la importancia de extremar el cuidado en los detalles y medidas: cualquier pequeño error puede conducir a un accidente o a un resultado fallido. La explicación de estos métodos sólo tiene un fin recreativo y no nos hacemos responsables de los accidentes o daños ocasionados por su aplicación. Asimismo, advertimos de que la instalación de laboratorios requiere de permisos especiales
Ahora bien, con nuestro embudo de decantación conteniendo la solución etérea de color marrón claro, procederemos a retirarla haciendo uso de la llave del recipiente. Hemos de procurar que la solución etérea no tenga rastros de la salsa verde que habíamos eliminado poco antes. Por eso, es mejor desechar algo del líquido etéreo cuando dejemos salir la salsa verde: así nos aseguramos de que lo que queda en nuestro embudo está totalmente libre de trazas.
El extracto etéreo se pasa a un recipiente de evaporación para eliminar el éter. Para extraerlo del embudo de decantación, haremos uso de una jeringuilla (de 50-100 cc) y retiraremos con cuidado el aceite, que continúa su proceso de refinamiento, dejando la parte última acuosa en el embudo de decantación.
Se aconseja realizar estas labores en lugares abiertos, evitando así la inhalación de los vapores. Si el tamaño de nuestro aceite es pequeño, la evaporación del éter puede realizarse sencillamente, situándolo al sol sobre un plato. Pero, si el tamaño del líquido marrón fuera considerable, es recomendable hacer uso de un equipo de destilación: al mezclarse la disolución alcohólica del aceite crudo con éter pueden quedar restos de éter en el interior, y éste es tóxico tanto si lo comes como si lo fumas, por ello es tan importante separar correctamente las fases del líquido.
- Equipo de destilación: equipo usado para, sometiendo una disolución a la ebullición, facilitar la eliminación de uno o más compuestos volátiles de ella, sin desaprovechar los vapores (los recoge, enfría y licua de nuevo).
El equipo de destilación que necesitaremos para elaborar aceite refinado a partir de aceite crudo es el más sencillo. Consta de un balón, sujeto al resto del equipo por una pinza cerrada con llave, donde se situará la disolución y que será sometido a calor mediante un hornillo. Los vapores obtenidos de la ebullición ascenderán, pasando por un canal de refrigeración, que se encarga de licuarlos y conducirlos a la abertura de salida, donde recogeremos en un tarro el líquido obtenido. Así tendremos, un compuesto volátil que ha sido separado de su disolución con algo más.
Es muy importante prestar atención a todo el proceso, midiendo la potencia del hornillo y del grifo del agua refrigerante, usando trocitos de porcelana porosa en el balón de la disolución, entre otras, y, sobre todo, siendo precisos en el manejo de estos equipos, para lo cual hemos de estar bien informados.
Cuando nuestro líquido esté saliendo, ya destilada la disolución, hemos de atender que el proceso no quede a medias: hay que dejar salir todo el líquido hasta que ya no gotee, ya que así, además, posibilitamos que el equipo de destilación quede limpio de restos.
El proceso de destilación del aceite cuenta con el inconveniente de que, en ocasiones, se forma espuma, que puede dirigirse al refrigerante e imposibilitar el proceso de separación de compuestos de una disolución. Como medida para evitar esto, aunque no infalible, os sugerimos que suavicéis la calefacción cuando estéis en el último tramo de la destilación, esperando que las últimas gotas vayan cayendo. Si esto no fuera suficiente y tuvierais que detener el proceso, limpiad correctamente el refrigerante y el tubo de salida del líquido y comenzad de nuevo la operación. Existen, asimismo, otras alternativas para sortear esta dificultad, para aquellos más avanzados, como el uso de la lana de vidrio.
Para asegurarnos de que el éter se ha eliminado, una vez dado este paso, podemos disolver el aceite con alcohol y repetir la evaporación, exponiéndolo al sol, mediante destilación o incluso al baño maría. Esta operación es conveniente repetirla al menos dos veces. Su resultado será un aceite muy superior al aceite crudo, de color parduzco con algún matiz verdoso.
El aceite resultante se solidifica a bajas temperaturas. Esto es algo que habremos de tener en cuenta para su manipulación. Por lo demás, puede ser, por lo general, tratado como cualquier otro líquido, y tomar con una jeringuilla, sin mayor problema que calentar la jeringuilla si el aceite se va tornando sólido.
Podemos hacer “cubitos de aceite”, por ejemplo, calentando el aceite en un botella al baño maría hasta que esté líquido y entonces repartir su contenido en una bandeja de cubitos de hielo y proceder a congelarlos.
Una segunda opción es tratarlo para hacer placas u hojas de aceite. Para ello, buscaremos un plástico que enfriaremos en nuestro congelador, sacándolo, mojándolo y volviéndolo a enfriar para que se genere una fina capa de hielo. Así, cuando el aceite sea vertido, con cuidado de no manchar, sobre la superficie helada del plástico, se solidificará. Con la acción de nuestro congelador, este proceso acabará pronto.
Si, por lo contrario, queréis cortar el aceite, tened en cuenta que se funde con rapidez, así que el mero contacto a la mano lo derretirá. Un cuchillo o una aguja, incluso de tejer, antes calentados (mejor al fuego de butano, que con el uso de un mechero, para evitar los restos) serán suficientes para separarlo en trozos. El aceite es una sustancia un tanto sucia en su estado líquido, impregna y mancha aquello que toca. Las manchas que deja en la ropa, además, no pueden quitarse, y los cuchillos quedarán llenos de restos de nuestro aceite inevitablemente.
Si no nos gusta desperdiciar nada, la limpieza ha de ir acompañada de papel humedecido en alcohol, que no sólo nos ayudará a retirar los restos de aceite sino que, además, puede ser una herramienta muy útil para reciclar esos restos de aceites e incluirlos en un recipiente con alcohol que será destinado a nuestra próxima operación de conversión del aceite crudo en aceite refinado.
Una vez más debemos hacer hincapié en la importancia de tener en cuenta la peligrosidad de estos procesos. No alentamos a nadie para que los lleve a cabo ni pretendemos que se practique su reproducción. Sólo se trata de una explicación recreativa y no nos responsabilizamos de ningún tipo de puesta en práctica.
Como veis, un mes más demostramos la infinidad de métodos que podemos llevar a cabo con los restos de nuestros cultivos. Todo es aprovechable cuando hablamos de la Cannabis Sativa L.
Con esto terminamos con el tema de extracciones caseras y viajamos a otros parajes del aprovechamiento. Debemos dejar atrás los usos psicoactivos para adentrarnos en otro tipo de prácticas, que también aprovechan aquellas partes de la planta que no contienen cannabinoides.
En próximos números desarrollaremos artículos relacionados en la elaboración de ungüentos y brebajes así como los usos textiles, ornamentales o artísticos de aquellas partes de nuestra mágica compañera que no son tan mágicas pero que continúan teniendo mucho de útil.
Algo que debemos recordar, algo que hace tiempo debiera vivir en el consciente colectivo, es que el cannabis no sólo es una gigantesca fuente de ingresos si llegara a normalizarse y venderse, como el alcohol, para su uso psicoactivo, sino que lleva cientos de años siendo usada para otros muchos fines industriales y monetizados, que podrían reportarnos más de una alegría económica en mitad de este lodazal llamado crisis.
*ARTÍCULOS:
– “Cómo cultivar en un espacio reducido, con un consumo de energía bajo y una producción más que aceptable” Neal C. Borroughs, Cannabis Magazine, números 93, 94 y 95.
– “La cosecha, el curado y el secado” Neal C. Borroughs, El Cultivador, número 3.
Y los artículos inmediatamente anteriores al que nos ocupa:
– “Aprovechamiento de los “restos” después de la cosecha” Neal C. Borroughs, Cannabis Magazine, números 104, 105, 106, 107, 108, 109, 110, 111 y 112.
*LIBRO:
– R.B. Sancho, Cannabis Alquimicum, La alquimia del cáñamo (Barcelona, Editorial Phantastica 2001)
Acerca del autor
Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.