Santander ha celebrado el primer ciclo de conferencias sobre el uso terapéutico de la marihuana y sus principios activos
«Cuando una persona enferma consigue vivir sin dolor, le cambia la vida». Javier Alonso es médico y colaborador de la Asociación Cannábica Bolera Besaya (ACBB), donde asesora a los pacientes que eligen probar los usos terapéuticos del cannabis. Informar sobre estas aplicaciones y arrojar luz sobre «una planta maravillosa» que sufre la estigmatización de ser vista únicamente como una droga, es el principal objetivo de la jornada celebrada hoy por la ACBB en el Palacio de Exposiciones de Santander. Investigadores, médicos, empresarios, políticos de distintos sectores, consumidores, enfermos o curiosos, hasta los dos centenares de personas, han acudido a las sesiones. Cada uno desde su propia experiencia y perspectiva.
Para los organizadores de las conferencias, el objetivo principal es informar del escenario medicinal del cannabis y a más largo plazo, «convencer a médicos y políticos de las ventajas del uso de esta sustancia hasta llegar a su regularización», dice el presidente de la asociación, Iván Gutiérrez.
La situación, en Cantabria «como en el resto de España», es un vacío legal, dice. Dentro de ese limbo jurídico, la ACBB, cuya sede está en Campuzano, fomenta el uso terapéutico de los cannabinoides. Todo ello con el asesoramiento de un abogado y un médico que «se encarga de hacer seguimiento a las tomas que se les receta a los pacientes, para que tengan la seguridad de que les asesora un profesional y que sepan hasta donde se puede llegar». Les dejan claro desde el primer momento que «nunca, nunca notarán la parte psicoactiva de la planta; no se trata de tener un colocón», insiste Gutiérrez, «fumarse un porro no es el uso medicinal».
El resultado del boca oreja, en una sociedad con «tanta desinformación», es que han pasado de 8 a 68 asociados, de Cantabria y también de fuera, en estos cinco años de andadura. Y como extra «hemos conseguido convencernos a nosotros mismos también de que el cannabis sí funciona como paliativo». Mencionan como ejemplo, a pacientes que han llegado a la asociación con un consumo de hasta 100 miligramos de morfina, que ahora tan solo consumen los derivados del cannabis orgánico cultivados por ellos mismos.
Aunque consideran clave esta jornada, tienen claro también que «si no conseguimos ningún tipo de apoyo político, será complicado que se repitan el año que viene».
«Hay que ponerse en la piel del paciente», dice el médico que cumple la función de asesoramiento dentro de la asociación. Su curiosidad en torno a esta sustancia se inició con la película «The Scientist» y valora como «un momento mágico» saber que ha ayudado a aliviar el dolor que impide a una persona enferma vivir con normalidad.
Su labor es controlar los efectos secundarios de las dosis administradas a cada paciente y hacer seguimiento de cada caso de manera individualizada. «Cada paciente es distinto; no es lo mismo alguien que viene por Parkinson que por dolor físico. Hay 100 cannabinoides en la planta y hay que utilizar unos u otros según la dolencia», matiza.
Alonso considera que la estigmatización de esta «planta maravillosa que no es ningún demonio y puede darnos muchas alegrías» viene de muy atrás y compara el cannabis con otras sustancias de uso cotidiano: «Cuando tomo un café, elijo una variedad, muelo las semillas, le pongo agua, y luego resulta que es estimulante para mi cerebro. ¿Por qué eso es legal y esto no? ¿O el alcohol, que ni siquiera es beneficioso, sino un tóxico y lo tomamos todos los días? Es algo que la sociedad tiene que admitir», categoriza.
Moviéndose en la dicotomía de dar más voz o mantenerse en un segundo plano, este médico de palabra clara y pausada tiene claro el resultado de su trabajo: «Si con esto se consigue aliviar el dolor de una persona, ya hemos conseguido algo».
Entre los asistentes a la jornada está el diputado popular Eduardo Van den Eynde que completa un doble perfil; es usuario y defensor del cannabis medicinal y también uno de los impulsores de la propuesta para que el Estado legalice su uso.
Van den Eynde es una de esas rarezas que decidió dar la cara y contar su caso, algo que considera «fundamental»: «Me da igual desde el punto de vista terapéutico o recreativo; quien utilice el cannabis debe poder decirlo y que no pase nada».
La estigmatización de esta sustancia resulta incongruente, señala, «cuando tenemos las calles llenas de estancos, de bares, y supermercados que venden alcohol. Sustancias que no tienen beneficios para la salud y sí son perjudiciales».
La función de paliar el dolor en enfermedades como el cáncer, de la que él mismo se trata en la actualidad, «es eficaz, por supuesto, aunque tiene sus contraindicaciones y efectos secundarios», pero lo que se está pidiendo, añade «no es que se generalice ni es una apología del uso del cannabis, sino acabar con los prejuicios y asumir que tiene una serie de efectos que son dignos de ser estudiados, como se está haciendo en muchos otros países desarrollados». Así, concluye «que en España, que hemos sido ejemplo en tolerancia de políticas en muchos aspectos, seamos cavernícolas en esta materia es muy difícil de entender».
El encargado de dar la conferencia inaugural y abrir con ello la jornada celebrada en Santander ha sido José Carlos Bouso. Psicólogo y Doctor en Farmacología, es miembro de la Fundación ICEERS (International Center for Ethnobotanical Education Research & Services) , cuya misión es incorporar el conocimiento sobre plantas tradicionales a la medicina contemporánea. Trabajan con la ayahuasca, una planta amazónica, el iboga del África ecuatorial y el cannabis que es universal, que ha tenido usos tradicionales y tiene otros usos modernos y que a día de hoy «podría ser de utilidad en cualquier ámbito de la medicina».
El principal y más conocido de esos ámbitos, señala Bouso, es el tratamiento del dolor. Pero no solo. El cannabis se aplica contra la esclerosis, las enfermedades autoinmunes, los síndromes de inflamación intestinal… «Independientemente del uso que se haga del cannabis para el tratamiento de enfermedades específicas o síntomas concretos, la mayoría de la gente, en realidad, lo utiliza porque mejora su calidad de vida, les permite distanciarse de su enfermedad y llevar una vida más digna, con menos sufrimiento», afirma.
A pesar de que el cannabis tiene efectos psicoactivos que «se han relacionado con un determinado estereotipo que ha terminado llevando a la estigmatización», para este especialista, «el cambio lo va a haber, sí o sí, ahora es una cuestión de voluntad política el camino que se siga». Menciona como referentes de legalización a los EEUU donde unos 30 estados tienen programas de cannabis medicinal o países como Alemania, Italia, Finlandia, Portugal, Grecia.. «En España -detalla- se han autorizado cultivos de cannabis a cinco empresas para exportar a los países donde se utilizan. Vivimos en esa paradoja e hipocresía. Cuando los políticos actúen de manera coherente veremos cambios».
Desde hace quince años, Guillermo Velasco estudia la posible utilización de la marihuana y sus principios activos, como agentes antitumorales. Una posibilidad que «no está aún tan establecido, pero ya se están realizando estudios clínicos sobre el potencial antitumoral, de los que se podrá deducir si se puede utilizar en el futuro como complemento a otros fármacos».
Este doctor en biología cree que «en general la investigación en este campo es muy potente». Con una destacada trayectoria como especialista, menciona que hay muchos grupos en distintas ciudades que han ido analizando cómo funcionan desde distintos puntos de vista, el mecanismo de acción de los cannabinoides. «El cuerpo cuenta con una familia de compuestos que se llaman endocannabinoides que son los que funcionan regulando distintos aspectos del organismo y son aquellos con los que interactúan los fármacos derivados de la marihuana».
Aliviar el dolor oncológico, las náuseas, la falta de apetito son aspectos que en la actualidad son una realidad y para la que «ya hay algunos medicamentos que incluyen principios activos de la marihuana».
Endoca es una empresa holandesa nacida hace más de 13 años, que llegó a España unos cinco meses atrás. Hace derivados del cáñamo con fuerte actividad terapéutica. Caramelos, aceites, chicles, bálsamos labiales, cremas corporales… Participan como uno de los principales apoyos de la conferencia que consideran «esencial» para que se conozca.
«Estamos haciendo una actividad sobre todo prescriptora; comunicación y persuasión de todo tipo de médicos y terapeutas«, dice el director de la empresa en España, Francisco Molinas. Una función que desarrollan no solo con información técnico científica sino dejándoles muestras de sus productos. «Es a partir de su propia experiencia que ven las aplicaciones».
Reconoce que el uso del cáñamo suele generar temor por la presencia del THC, el componente con efectos psicoactivos. «Pero antes que nada -explica- es un potentísimo antiinflamatorio, que actúa también sobre los receptores de serotonina, quienes están con radioterapias o quimioterapias también encuentran un alivio, así como los pacientes de fibromialgia. Ahí es donde podemos complementar la acción médica».
Molinas compara la situación de España con el norte de Europa, donde «la gente tiene mayor conciencia ecológica». Ese interés «hace que se vuelquen más en productos que no deriven de lo químico» y sean «más receptivos» los cultivos y elementos orgánicos, algo que no ocurre igualmente en nuestro país porque «nos falta cultura de aproximación a lo natural». El resultado es que, la aún titubeante demanda, hace que algunos productos tengan un coste más alto y «que la percepción no sea la misma». De ahí que la presencia en este tipo de iniciativas sea un paso más en su meta de concienciar sobre el uso de vivir en equilibrio con el planeta y con uno mismo.
«Las parafarmacéuticas de otros países ya están utilizando soluciones a base de cannabinoides y en España lo tenemos como una alternativa con cierto toque peyorativo condenado al cajón del olvido», expone Antonio Bezanilla, abogado que participa en la ACBB realizando labores de asesoramiento legal. «Es necesaria la información y exponer las alternativas que existen», añade. De ahí que jornadas como la celebrada en Santander sean para él «una nueva página en el libro de la asociación».
Uno de los grandes problemas que se encuentran es «una legislación que genera inseguridad jurídica». Hasta la fecha, este tipo de extractos se utilizaban como complemento a los tratamientos médicos y esto, dice Bezanilla «es importante dejarlo claro; no había un sustitutivo sino añadidos que ayudan a reducir el dolor o potenciar la acción de otros fármacos». Desde marzo, sin embargo, se ha traspuesto una normativa europea que ha dejado al cannabidiol, el componente de efecto sedante que no estaba fiscalizado, fuera de ese catálogo de suplementos y nuevos alimentos. «Ahora los fabricantes de ese producto que ha traído tanto bien, se encuentran en el limbo jurídico», indica.
Bezanilla no está a favor de la legalización, sino de la regularización. «Comparto su punto de vista por el bien que hace, pero legalizar sería una selva». Matiza su punto de vista: «Un derecho es libertad que llega hasta los derechos de los demás. Una parte tienen derecho al cannabis lúdico, terapéutico y a elegir cómo se mitiga el dolor, porque tenemos derecho a no sufrir, y el resto del mundo a que se haga de una forma controlada que nos permita vivir en sociedad».
Pelo corto, gafas negras y un folleto informativo en la mano. Olga, que prefiere no dar sus apellidos, es una de las casi 200 personas que asisten a la conferencia movidas por la curiosidad. Sufre de dolor crónico como resultado de una operación. También tiene una hermana aquejada de fibromialgia. Fue ella quien recibió, a través de la asociación a la que pertenece, la información sobre esta jornada.
Adquirir información es la finalidad principal de Olga. «La gestión de la analgesia derivada de uno de estos problemas es compleja», explica. El dolor crónico «afecta a la vida diaria» y los usos del cannabis como terapia cada vez son más conocidos. Ella no descarta probar más adelante y recuerda como hace años, el uso de la anestesia también estaba mal visto. «Hay que superar ciertos tabús».
Acerca del autor
Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.