Explora cómo los cigarrillos electrónicos permiten el uso eficiente y discreto del cannabis, sus beneficios frente al fumado tradicional y su potencial terapéutico en estudios recientes.
Dedicamos el número anterior a exponer distintos aspectos generales relativos al cigarrillo electrónico y prometimos desarrollar en éste otras cuestiones que están específicamente vinculadas a la relación entre el e-cig y el cannabis. Como veremos, este nuevo dispositivo abre nuevas opciones no sólo para los usuarios recreativos, sino también para los terapéuticos
Los primeros cigarrillos electrónicos fabricados a principios de la pasada década estaban únicamente diseñados para vaporizar nicotina y sólo permitían vapear a una temperatura fija. Pero a lo largo de los últimos años han ido surgiendo modificaciones cada vez más sofisticadas que permiten una gran variedad de opciones para el usuario. Los nuevos dispositivos ya no se asemejan a un cigarrillo o un puro e incluyen características que permiten modificar la cantidad de vapor, optimizar la carga o modificar la temperatura de vaporización. Variando las bobinas, resistencias y dispositivos atomizadores, entre los años 2011-2012 aparecieron distintos modelos que permitían variar la temperatura de vaporización entre los 60 y los 180 grados centígrados. Esta innovación permitió que una gran cantidad de compuestos que pasan a estado gaseoso en ese rango de temperatura y que son diferentes a la nicotina puedieran ser utilizados con un e-cig. Sobre todo en foros de Internet, los testimonios y discusiones sobre el uso de cigarrillos electrónicos para administrar extractos herbales y otras drogas por vía intrapulmonar se han multiplicado. Sustancias como la DMT, metanfetamina, crack, heroína o Salvia divinorum se utilizan por vía fumada pero no pueden mezclarse con un cigarrillo, ya que los principios activos se destruyen con las altas temperaturas que se alcanzan. Es necesario utilizar otros métodos (aluminio, pipas de cristal…) que requieren de un cierto entrenamiento y habilidad, por lo que no es extraño que el uso del cigarrillo electrónico con estos objetivos despierte interés.
Pero, sin ninguna duda, la droga ilegal más consumida en el mundo es el cannabis y la aparición de e-cigs con capacidad de vaporizar compuestos a temperaturas variables abrió las puertas para explorar esta vía de administración. Recordaremos que los cannabinoides se vaporizan entre 140 y 180ºC. Aunque estas moléculas resisten relativamente bien la temperatura de combustión de un cigarrillo, la forma óptima de administrarlos es utilizar un dispositivo que alcance la temperatura adecuada.
Desde el año 2012 en foros de Internet se comenzó a discutir sobre la forma idónea de utilizar un cigarrillo electrónico para vaporizar cannabis. Los métodos y técnicas descritos por los usuarios eran muy variados. En algunos casos los relatos de los foreros y usuarios eran coherentes con los principios físicos y químicos del funcionamiento del e-cig mientras que en otros el mecanismo no tenía ningún sentido. Es lógico pensar que pudieran funcionar algunas disoluciones de extractos vegetales o BHO en los excipientes utilizados de forma rutinaria en los cigarrillos electrónicos (mezclas de glicerol y propilenglicol en concentraciones variables). Pero la eficacia de “hojas de marihuana maceradas en alcohol” que algunos usuarios referían como vía de administración válida para vapear cannabis sólo puede atribuirse al efecto placebo.
Los primeros estudios científicos que investigaron el uso del cigarrillo electrónico para vapear cannabis se realizaron en el año 2014. Una encuesta realizada sobre 3847 estudiantes universitarios de Connecticut, todos ellos usuarios de e-cigs, señalaba que el 18% habían utilizado este dispositivo para vapear cannabis. La investigación señalaba que los usuarios referían utilizar aceites de hachís, ceras de THC o extractos vegetales secos de cannabis en sus e-cigs1. Sólo en una pequeña proporción el uso era habitual y en la mayoría de los casos se trataba de usos ocasionales o experimentales. Pero el hallazgo suponía una tendencia que conviene explorar y monitorizar, aunque en la discusión del artículo los autores únicamente se dedicaran a lanzar las clásicas advertencias contra el cigarrillo electrónico, su efecto de “puerta de entrada” para el uso del cannabis, etc… Otro estudio similar en jóvenes ingleses publicado este mismo año2 estimaba que un 5,6% de los usuarios de cigarrillos electrónicos los utilizaban para vapear sustancias distintas a la nicotina.
Desde una perspectiva de reducción de riesgos, el uso del cigarrillo electrónico para vapear cannabinoides puede suponer ventajas sobre el fumado convencional. El vapor de cannabis a bajas temperaturas es mucho menos tóxico que el inhalado durante la combustión, el uso de concentrados de cannabis no expone a los tóxicos del tabaco ni a la nicotina…las ventajas son conocidas y similares a las de los vaporizadores. Pero en general estos últimos son caros, relativamente difíciles de manejar y tienen un gran tamaño.
Por otra parte el estatus legal del cannabis expone al usuario a riesgos significativos. En nuestro país la posesión de cannabis supone una infracción grave a la Seguridad Ciudadana que se castiga con una multa de 600 a 30.000 euros. En el año 2015 se denunció a más de 300.000 ciudadanos por esta grave infracción. La cosa tendría sentido si estuviéramos hablando de plutonio radioactivo, pero es muy difícilmente comprensible cómo una minúscula china de hachís o un ridículo cogollo de marihuana en un bolsillo puede perturbar de tal manera la Seguridad Ciudadana. Y la situación en España es mejor a la de otros países supuestamente civilizados como Francia o Estados Unidos donde el consumo se castiga por vía penal. Por no hablar de la gente que vive (o viaja) a Irán, donde pueden flagelarle por el simple hecho de consumir. En Emiratos Árabes Unidos, Cuba o Taiwan le caerán un mínimo de cuatro años de cárcel y en Singapur puede llegar a ser condenado a muerte. Así que encontrar una forma para consumir cannabis que sea discreta, sencilla y que no levante sospechas ante un eventual control o registro policial no es ya sólo una cuestión de reducción de riesgos, sino una medida básica de protección ante unas leyes inhumanas, salvajes e injustas.
Volviendo al tema que nos ocupa las investigaciones científicas sobre el tema no se han limitado, por suerte, a describir el fenómeno y demonizarlo. Un abordaje más pragmático de este asunto es el llevado a cabo por un equipo multidisciplinar de investigadores suizo que publicó el año pasado los resultados de sus estudios sobre el tema en la revista International Journal of Envionmental Research and Public Health3. Los autores se dedicaron a explorar qué hay de real en el uso de cannabinoides utilizando un e-cig, partiendo de un sano escepticismo. Entre los múltiples inconvenientes teóricos que tiene esta forma de administración, el fundamental es que es necesario usar un medio líquido. Y los cannabinoides son poco solubles en los líquidos utilizados para la dispensación de nicotina en los e-cigs. Las mezclas de glicerol y propilenglicol utilizadas en los e-líquidos son higroscópicas y muy hidrofílicas, todo lo contrario de lo que necesitan los cannabinoides para su disolución, ya que son sustancias lipófilas.
Los autores se dedicaron a realizar distintos experimentos en este sentido, tomando como fuente sus propios conocimientos como químicos. Además tomaron en consideración los consejos y discusiones sobre el tema que encontraron en foros y listas de Internet donde se debatían sobre estos asuntos. Desecharon aquellos que eran absurdos o incongruentes con los principios físico químicos pero exploraron aquellos que tenían algún sentido. Así por ejemplo, fueron capaces de comprobar que la adición de terpenoides como el limoneno o la lecitina facilitaba la disolución de los cannabinoides.
Los investigadores encontraron múltiples referencias en Internet al uso de BHO (extracción de cannabis con gas butano líquido) en cigarrillos electrónicos. Ya hemos señalado que los cannabinoides no son solubles en los líquidos utilizados para los e-cigs pero el propilenglicol es un buen emulsionante. Una emulsión es una mezcla homogénea de dos líquidos que no se pueden mezclar y las emulsiones de BHO en propilenglicol son posibles, como demostraron los resultados de sus investigaciones.
El objetivo de estos experimentos es encontrar vías más eficientes para el uso terapéutico de los cannabinoides. Los críticos rancios de siempre dirán que facilita el uso indebido de drogas pero la investigación honesta debería estar por encima de este tipo de cuestiones. Y una parte del equipo suizo ya mencionado ha continuado desarrollando esta línea de investigación y ha publicado sus resultados en una revista del grupo de Nature, una de las más prestigiosas revistas científicas del mundo en Enero de este mismo año4.
Los autores emplean aquí el neologismo “cannavaping” para referirse a la posible dispensación terapéutica de extractos líquidos de BHO utilizando cigarrillos electrónicos. Y realizaron un estudio para evaluar la eficiencia del vaporizado de cannabis utilizando marcas comerciales disponibles de cigarrillos electrónicos y distintos extractos de BHO con concentraciones variables.
Los autores utilizaron los líquidos comerciales disponibles y no exploraron otras posibilidades. En esas condiciones, los mencionados aerosoles de BHO en propilenglicol sólo pudieron obtenerse a concentraciones bajas (en torno al 10%), ya que al subir la proporción de cannabinoides comenzaban a aparecer residuos que dificultaban la homogeneización de la muestra. Con estas concentraciones, los autores estimaban que sería necesario inhalar 100 puffs en 70 ml para obtener una cantidad de cannabinoides en el rango terapéutico.
Los líquidos comerciales aprobados llevan además glicerol, que es el mayor responsable de la aparición de vapor. Es posible que reduciendo las concentraciones de este compuesto o utilizando otros derivados (cadenas cortas de polietilenglicol) se puedan obtener preparados con una mayor concentración. Pero en las condiciones actuales las potencias que pueden obtenerse son moderadas. Su potencial de uso terapéutico es modesto y, a nivel de uso recreativo, poco atractivo. Los resultados objetivos obtenidos de la investigación contradicen al alarmismo que señala a la combinación cigarrillo electrónico-cannabis como la enésima amenaza contra la juventud mundial.
Existen equipos de investigación que ya están trabajando en buscar fórmulas más solubles que permitan el uso terapéutico en este sentido5. Por otro lado se han presentado recientemente los primeros estudios en animales de experimentación sometidos a cannavaping, indispensables para poder comenzar ensayos clínicos en humanos. En definitiva, parece que el cannabis terapéutico puede haber encontrado en el cigarrillo electrónico un inesperado aliado que facilite el acceso a tratamientos a pacientes con patologías de ser tratadas con cannabinoides. Será necesario esperar aún algunos años para tener resultados definitivos, pero el futuro en este sentido parece prometedor.
REFERENCIAS
- Morean ME, Kong G, Camenga DR, Cavallo DA, Krishnan-sarin S. High School Students’ Use of Electronic Cigarettes to Vaporize Cannabis. 2015;136(4):611-6.
- Thurtle N, Abouchedid R, Archer JR, et al. Prevalence of Use of Electronic Nicotine Delivery Systems (ENDS) to Vape Recreational Drugs by Club Patrons in South London. J Med Toxicol. 2016.
- Giroud C, De cesare M, Berthet A, Varlet V, Concha-lozano N, Favrat B. E-Cigarettes: A Review of New Trends in Cannabis Use. Int J Environ Res Public Health. 2015;12(8):9988-10008.
- Varlet V, Concha-Lozano N, Berthet A, et al. Drug vaping applied to cannabis: Is «Cannavaping» a therapeutic alternative to marijuana?. Sci Rep. 2016;6:25599.
- Nguyen JD, Aarde SM, Vandewater SA, et al. Inhaled delivery of Δ(9)-tetrahydrocannabinol (THC) to rats by e-cigarette vapor technology. 2016;109:112-20.

Fernando Caudevilla (DoctorX)
Médico de Familia y experto universitario en drogodependencias. Compagina su actividad asistencial como Médico de Familia en el Servicio Público de Salud con distintas actividades de investigación, divulgación, formación y atención directa a pacientes en campos como el chemsex, nuevas drogas, criptomercados y cannabis terapéutico, entre otros.