Se dice, se cuenta, se comenta que el speed debe conservarse en el congelador o en la nevera, ya que, de lo contrario, pierde sus propiedades. ¿Será verdad? ¿Será mentira? ¿Qué será… será? Sigan ustedes leyendo y, muy pronto, lo sabrán.

Por Eduardo Hidalgo

            Me dice mi camello que el speed tengo que guardarlo en el congelador porque, de no hacerlo así, se echa a perder. Y a ti, ¿qué te dice? Lo mismo, ¿verdad? Ya me parecía a mí… Y le has preguntado cuál es el motivo concreto de que se eche a perder y tampoco ha sabido muy bien qué contestarte, ¿no es así? Me lo temía… Y le haces caso, y le crees, y lo guardas en el congelador, pero como que la cosa no termina de quedarte muy clara, ¿a que no? Normal, porque clara, lo que se dice clara, ni lo es, ni lo está, ni lo parece. En tales circunstancias, lo que está claro, por lo tanto, es que nos encontramos ante un nuevo caso; un nuevo caso para los cazadores de mitos. De modo que, pongámonos manos a la obra.

            Empecemos por la teoría. Veamos, en primer lugar, si tenemos en cuenta que los análisis de laboratorio indican que el speed que circula por el mercado negro ibérico tiene como principio activo el sulfato de anfetamina; y si tomamos en consideración que el sulfato de anfetamina es una sal cristalina blanca, inodora y de sabor ligeramente amargo; lo primero que cabe concluir es que, si nuestro camello nos pasase speed puro, duro y en condiciones, lo que nos daría tendría las siguientes características:

1 – Sería una sal, transparente en cada una de sus partículas y blanca vista globalmente.

2 – No olería a nada.

3 – Tendría un sabor ligeramente amargo.

De tal manera que, si lo que nos pasa es:

1 – Una sustancia húmeda y pastosa.

2 – Una sustancia de olor penetrante.

3 – Una sustancia con tonalidades o coloraciones diferentes al blanco-transparente.

4 – Una sustancia insípida, dulzarrona o muy amarga.

Es más que evidente que no nos está pasando speed puro, duro y en condiciones, pues, a fin de cuentas, ninguno de los indicadores externos son los propios del sulfato de anfetamina. Puede que, para lo que circula normalmente, nos esté pasando un buen speed, es cierto (de hecho, los mejores camellos suelen pasarlo en pasta e intensamente oloroso), pero, desde luego que no será el mejor speed (que debería ser una sal inodora e incolora), y desde luego que sus características externas (humedad, olor y color) en modo alguno deben ser tomadas como verdaderos e inequívocos indicadores de calidad. Si acaso al contrario, puesto que, si una droga que debería presentarse en forma de sal y sin olor nos es presentada como una pasta intensamente aromática significa, sencillamente, que algo no cuadra, que las cosas no se están haciendo de la mejor manera posible, que el proceso de síntesis no es todo lo meticuloso que cabría esperar y desear, siendo lo más probable que los pasos finales de depurado y secado del producto final directamente estuviesen siendo omitidos. De tal manera que, la humedad y los olores, más que reflejar la presencia de anfetamina, serían el reflejo de una síntesis inacabada y de un producto final impuro que aún contiene subproductos –como, por ejemplo, meros solventes volátiles- que, de hacer bien las cosas, habrían sido eliminados.

Ahora pasemos a la práctica. Cojamos veinte pollos de pitxu y metámoslos en dos bolsas de diez pollos cada una, la A que guardaremos en el congelador, y la B que la meteremos en un cajón en un lugar seco –no húmedo- y alejado de los rayos del sol. Dejemos pasar los días: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7… las semanas: 1, 2, 3, 4… los meses: 1, 2, 3 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12… los años: bueno, bueno, para el carro, para el carro, que hemos dicho que sólo tenemos veinte pollos, así que, seamos realistas y, mejor, quedémonos en el rango de las semanas, 1, 2, 3… venga, vale, 4, dejémoslo en 4 semanas, un mes, algo menos de un pollo al día, para ir catándolo, no más, y, así, poder ver como evolucionan sus propiedades.

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Resultados: El speed de la bolsa A (congelador) mantendrá sus propiedades externas (humedad, olor, color) inalteradas a lo largo del tiempo; mientras que el speed de la bolsa B (cajón) perderá toda la humedad y se secará por completo, al mismo tiempo que dejará de oler o perderá la mayor parte de su aroma. El speed de la bolsa A será difícil de manejar para hacerse las rayas hasta que no pase unos minutos al aire, pero, una vez hechas, será recibido agradablemente por las fosas nasales a la hora de ser esnifado. El speed de la bolsa B será fácilmente manejable pero, a la hora de esnifar, se hará notar desde bastante a muchísimo, incluso hasta provocar una reacción automática de tos convulsiva. El speed de la bolsa A y el de la bolsa B, cuya cata habremos ido alternando diariamente en razón de poco menos de un pollo cada 24 horas, demostrarán conservar inalterada su potencia equivalente, tanto es así que pueden ustedes estar seguros de que, cuando el experimento llegue a su fin, el experimentador estará como las auténticas maracas de Machín (acelerao –pero al borde del colapso-, eufórico –aunque con un pie en la depresión-, comunicativo y afable –tanto como irritable e insociable-; lúcido –pero con floridos matices psicóticos-), y lo estará tanto si consume de una y otra bolsa en días alternos, como si consume primero el contenido de la bolsa A y luego el de la B, como si lo hace al contrario o como si lo guarda todo en el congelador o todo en el cajón. Es decir, el orden de los factores no altera el producto: la potencia del pitxu es la misma se guarde en la nevera o en la cajonera, colocan igual, ponen igual y afectan igual (para bien y para mal), y sólo hace falta pegarse un buen pasote (como el aquí descrito) para comprobarlo. Damos fe de ello. Aun con todo, si no lo creen, les animamos a que hagan ustedes mismos la prueba.

De modo que podríamos decir que los camellos, simplemente, nos mienten como bellacos cuando dicen que el speed pierde sus propiedades cuando no se conserva en el congelador. Y, sin embargo, no es cierto que nos mientan. La verdad es que dicen toda la verdad, ya que, efectivamente, el speed conservado a temperatura ambiente pierde, pierde mucho, a veces muchísimo… peso. Eso es, por encima de cualquier otra cosa, lo que pierde: un 10%, un 20% e, incluso, a veces, casi hasta un 50% de su peso. Y a tu camello no le interesa lo más mínimo que el kilo de pitxu que ha comprado en pasta se le quede en 800 gramos de polvo, por lo que hace exactamente lo que le dice su proveedor –“guárdalo en el congelador porque si no se echa a perder”- y como tampoco le conviene que tú te des cuenta de que los 10 pollos de pasta que le pillas son 6, 7 u 8 de speed real y 2, 3 o 4 de agua, pues te hace la misma recomendación –“guárdalo en el congelador porque si no se echa a perder”-. Y tú, coges, y lo guardas donde él te dice, pues, a fin de cuentas, él hace lo mismo; y, el caso es que, lo que uno y otro hacéis no es más guardar como oro en paño el agua sobrante que contiene vuestro speed –más posibles solventes volátiles de penetrantes aromas y corrosivas propiedades-, con la salvedad de que, él, a ése agua, le sacará un beneficio económico equivalente al del speed, mientras que tú el único beneficio que obtendrás es que pique menos al esnifarlo (a costa de que resulte harto engorroso hacerse las rallas).

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Llegados a este punto, por si alguno de nuestros lectores albergara aún dudas al respecto de este asunto, les daremos una última prueba, un último argumento, que demuestra, de forma incontestable, que guardar la anfetamina en el congelador es absolutamente innecesario:

Como, a buen seguro, sabrán nuestros lectores, durante largo tiempo, la anfetamina fue una sustancia vendida legalmente en las farmacias. Aquí en España, hasta finales de los años 80 se vendía la centramina®, compuesta de sulfato de anfetamina, exactamente el mismo principio activo que contiene el speed del mercado negro actual. Y se da el caso de que ni los farmacéuticos ni los pacientes ni los consumidores guardaban sus centras en el congelador ni en la nevera, sino que las guardaban a temperatura ambiente, como se guardan, a fin de cuentas, la inmensa mayoría de las medicinas. De hecho, los medicamentos que deben conservarse en frío lo traen indicado en su envase por medio de un símbolo específico (el icono de un copo de nieve), y ni la centramina® lo llevaba ni lo llevan las anfetaminas que aún hoy en día se venden con fines médicos en diversas partes del mundo. Es más, tanto en el caso de la centramina® como en el de éstas otras presentaciones farmacéuticas de anfetaminas de diverso tipo (Didrex, Adderall, Vyvanse, Desoxyn) se especifica, sin excepción, que deben conservarse a temperatura ambiente, lejos de los rayos del sol y de la humedad, y evitándose su exposición a temperaturas extremas. En el prospecto del Adderall (una mezcla de varias anfetaminas, entre ellas su presentación en sulfato), por ejemplo, se indica que debe ser conservado a una temperatura ambiente estable de 25 Cº, admitiéndose breves variaciones de los 15 hasta los 30 Cº.

Así las cosas, resulta evidente que cada cual es muy libre de guardar su speed donde más le plazca, ahora bien, como ya ha debido de quedar meridianamente claro, los beneficios de conservarlo en el congelador son los que son y punto: económicos para el caso de los traficantes; menos picor al esnifar para el caso de los consumidores. De modo que, cada cual haga lo que quiera según sus gustos, preferencias y dedicaciones, pero tanto mejor si lo hace con las ideas claras y libres de falsos mitos, ¿o no?

Referencias:

ADDERALL XR. http://www.rxlist.com/adderall-xr-capsules-drug.htm

AMPHETAMINE: http://en.wikipedia.org/wiki/Amphetamine

DEXTROAMPHETAMINE AND AMPHETAMINE:

http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmedhealth/PMH0000166/

Acerca del autor

Eduardo Hidalgo
Yonki politoxicómano. Renunció forzosamente a la ominitoxicomanía a la tierna edad de 18 años, tras sufrir una psicosis cannábica. Psicólogo, Master en Drogodependencias, Coordinador durante 10 años de Energy Control en Madrid. Es autor de varios libros y de otras tantas desgracias que mejor ni contar.