Riego automático, luz artificial, nutrientes minerales… en definitiva, cultivo hidropónico de interior, algo que tiene sus ventajas e inconvenientes. A partir del concepto de cultivo vertical  hemos podido comprobar que el “precioso” espacio disponible para el autocultivo, usualmente en una vivienda, se puede multiplicar por tres o por cuatro de manera casi milagrosa aprovechando la altura como superficie cultivable. Cuando cultivamos en exterior, en principio, no solemos necesitar de todo esto, pues las plantas ya alcanzan por sí solas incluso más altura de lo que desearíamos en muchos casos.

Por Luis Hidalgo

Cuando comentamos algunas de las técnicas más avanzadas de cultivo de interior con cultivadores de exterior experimentados, estos últimos suelen “alucinar” con toda la parafernalia que se monta con focos, balastos, extracción, ventilación, etc. En parte es cierto que plantar una semilla de calidad o un esqueje seleccionado en un campo fértil, con sus buenas horas de luz directa y su regadío cuando es necesario, no precisa de mucha mas atención, salvo quizá alguna poda y un exhaustivo control de plagas.

Sin embargo, en ocasiones, algo tan sencillo puede no serlo si, por ejemplo, tenemos un par de matas en el jardín de la casa y se nos desmandan en altura, o empiezan a oler de manera exagerada al entrar en floración… Podríamos poner mil ejemplos en los que el “cultivo de exterior” no es para nada tan simple como “plantar y regar” cuando lo hacemos en macetas en una terraza o incluso en el campo, pero usando contenedores.

En cualquier caso, el espacio disponible para plantar siempre es valioso y en exterior se tiende a ignorar completamente la altura, en este caso “infinita”, pues las plantas ya alcanzan y sobrepasan el tamaño deseado en muchas ocasiones, causando situaciones comprometidas a causa, precisamente, del “escandaloso” árbol que tenemos en la parcela o jardín.

Cuando menos es más

Vamos a trabajar bajo un supuesto: disponemos de un terreno no muy amplio, unos veinte metros cuadrados, unos 5 x 4 m. Medida usual también de patios y zonas al aire libre en las viviendas de campo o de pueblo. Dependiendo de la altura de nuestro “territorio” de plantada éste será más o menos visible por el vecindario. No vamos a entrar  aquí en las distintas técnicas de camuflaje que podemos utilizar, pero sí que expondremos un sistema de cultivo en exterior o terraza que se está dando cada vez más en el denominado “cultivo urbano” de diferentes especies vegetales como tomates, pepinos o lechugas.

Como hemos visto en los capítulos anteriores, el uso de la tercera dimensión (es decir, la altura) modifica de alguna manera el concepto del aprovechamiento del espacio. En el caso que nos ocupa, podemos poner como ejemplo algunos jardines “de pared” en los que las plantas se encuentran colgadas de una pared o un muro, en contenedores distribuidos por toda la altura, que además se suelen regar con un sistema semiautomático que transporta el agua desde la parte superior a la inferior mediante hilos por los que caen poco a poco las gotas de agua hasta llegar a cada maceta o contenedor, o cualquier otro método de riego basado en la fuerza de la gravedad al estilo de los Jardines de Babilonia (consultar números anteriores).

Así pues, comenzaremos un nuevo capítulo de los Cursos de Cannabis Magazine en el que vamos a abordar un reto más que interesante: la integración del autocultivo de especies vegetales comestibles, ornamentales y/o aromáticas con el de cannabis para autoconsumo, aplicando las actuales técnicas de “huerto urbano” y centrándonos en el uso del espacio vertical como superficie útil de cultivo.

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No hace falta decir que un “jardín” como el que vamos a proponer a lo largo de este capítulo resulta ideal cuando se pretende hacer un uso médico del cannabis, ya que por ejemplo también nos permitirá disponer de otras plantas medicinales susceptibles de ser utilizadas en conjunción con la medicina “principal” o de manera aislada. En cualquier caso, el hecho de poder mantener un huerto urbano ya se podría considerar como una especie de terapia para el enfermo, e incluso si éste no pudiera realizar las labores propias del cultivo a causa de su enfermedad y fuera otra persona la que se encargara de ellas, simplemente ver, oler y degustar los frutos obtenidos ya es algo positivo y gratificante.

En este curso pretendemos enfocar el cultivo de cannabis de una manera diferente, demostrando que no hacen falta grandes extensiones de tierra para el autoabastecimiento y que podemos obtener rendimientos más que aceptables en espacios reducidos. Con la aplicación del cultivo vertical se puede llegar a  reducir la cantidad de tierra necesaria hasta un 80% en comparación con la que haría falta para conseguir la misma producción en cultivo horizontal, y al encontrarse dichos cultivos dentro de las ciudades, la comercialización de excedentes requiere de muy poco o ningún transporte hasta los puntos de venta.

Se cree que alrededor del año 2050, casi el 80% de la población del planeta vivirá en centros urbanos altamente masificados, ya que según las previsiones más optimistas en cuanto a crecimiento demográfico mundial, desde el 2015 al 2050 habrá un mínimo de aumento de 3.000 millones de personas. En base a este dato, se calcula que harán falta unas 10.000.000.000 de hectáreas de nuevas tierras de cultivo para producir los alimentos necesarios que cubran el aumento demográfico previsto, en el caso de que  se sigan aplicando las prácticas de cultivo actuales. En la actualidad, en todo el mundo, más del 80% de la tierra que es válida para cultivos está en uso según la FAO y la NASA.

Cultivando en la ciudad

En lo que se refiere a la evolución de los “huertos urbanos” en general, y más en particular a aquellos cultivos que de alguna manera son susceptibles de proporcionar algún tipo de beneficio directo, véase alimentario, medicinal o hasta económico en el caso de que decidamos comercializar los excedentes de nuestro autoconsumo si por ejemplo estamos cultivando plantas aromáticas o comestibles, el “quid” de la cuestión es siempre el mismo: el espacio disponible.

Teniendo en cuenta que estamos hablando de cultivo en contenedores, ya sea en el interior de edificios con luz natural utilizando patios, azoteas y terrazas, ya sea en habitaciones o espacios dentro de las propias viviendas mediante el uso de luz artificial especializada para el cultivo de vegetales, el espacio disponible para el cultivo debería ser lo suficientemente amplio para que no se trate de algo simbólico o anecdótico. Incluso en el exterior de los edificios, los espacios al aire libre disponibles para cultivo dentro de las ciudades son escasos y también reducidos, como en el caso de las cada vez más numerosas cooperativas de cultivo urbano en las que varias personas se unen para alquilar o comprar algún pequeño terreno útil dentro de los límites de una gran ciudad, compartiendo ese espacio para producir principalmente vegetales comestibles.

Aunque podría parecer obvio, no todas las personas tienen la percepción de que gran parte de la situación actual del planeta en que vivimos, en cuanto al efecto invernadero y el denominado “calentamiento global”, está provocada por las técnicas de cultivo de la agricultura moderna que entre sus características cuentan con una excepcional producción de gases que se liberan a la atmósfera de forma podríamos denominar “antinatural”. A lo que abría que añadir la “huella ambiental” que deja todo el proceso de cultivo, cosecha , conservación y distribución, desde la maquinaria utilizada para el cuidado de los cultivos y su cosecha automatizada, pasando por las emisiones de gases de todos los vehículos que transportan los productos cosechados y llegando a la tala y quema de grandes áreas agrestes como selvas y bosques para su uso como tierra de cultivo.

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Los huertos urbanos basados en agricultura vertical podrían ser parte de la solución a la actual situación climática que sufre el planeta Tierra, que podríamos calificar de “cambiante” y que poco a poco va modificando las temperaturas medias, los niveles de humedad relativa, las corrientes oceánicas y, en definitiva, los elementos principales que en fino equilibrio mantienen el clima mundial tal y como lo conocemos desde hace siglos. El cultivo vertical es respetuoso a nivel medioambiental y es una forma eficiente de restaurar los daños producidos al ecosistema por los usos y abusos de la “agricultura moderna”. Además nos asegura la producción de alimentos sanos y, en nuestro caso, de cannabis con calidad medicinal.

Se trata de no reproducir la manera de funcionar de dicha “agricultura moderna”, condicionada por el afán del “ser humano”, primero en conseguir alimento y después en conseguir ingresos con los productos “de la tierra”. Para ello no se ha dudado en sobreexplotar la producción de cultivos y extender las zonas de tierra cultivables a base de destruir ecosistemas completos e idear “mejores” formas de sembrar, cuidar y cosechar los campos de cultivo. Pero esta sobreexplotación de la tierra inevitablemente trajo consigo una serie de problemas ambientales y climáticos tales como la erosión y la degradación de la calidad del suelo, que entre otros van sumando pequeñas partes que acabarán provocando el cambio climático total que se prevé para dentro de unos decenios si la situación actual no cambia de alguna manera.

Los estudios más recientes indican que aproximadamente el 45% del exceso de CO2 que se acumula en la atmósfera proviene de las deforestaciones que se han venido dando desde hace siglos para la ampliación de las áreas cultivables. Más tarde, el uso masivo del arado industrializado liberó también ingentes cantidades de dióxido de carbono proveniente de la vegetación y del mismo carbono presente en el suelo.

El uso excesivo de maquinaria pesada y la necesidad de tractores de cada vez mayor potencia y tamaño son responsables de la quema de importantes cantidades de combustibles fósiles. También la aplicación indiscriminada de pesticidas, plaguicidas y herbicidas tiene parte de culpa en todo esto, ya que para su fabricación, por cada kilogramo de herbicida se producen alrededor de 22 kilogramos de CO2.

Para terminar, cabe decir que no sólo el proceso de producción del vegetal ensucia la atmósfera y altera el medioambiente. Hoy en día podemos acceder a productos que son cultivados y producidos en países muy alejados del nuestro, pero esos productos han tenido que ser transportados y conservados desde el punto de producción hasta el hogar del consumidor. Toda la logística de vehículos quemando derivados del petróleo deja una notable “huella de carbono” en nuestro planeta.

En la próxima entrega comenzaremos con la descripción de las posibles plantas compatibles con el cultivo de cannabis y cómo y por qué combinarlas en un cultivo vertical. También entraremos en las técnicas básicas de éste tipo de cultivo y cómo integrarlo en el concepto de “huerto” o “jardín” urbano. Hasta entonces, un saludo.

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.