Durante el siglo XIX el consumo de cannabis fue levemente aumentando pero era un consumo minoritario en Europa y EE.UU. La “reina de las drogas” de esta época fue, sin duda, el consumo de opio.

En anteriores artículos en la revista Cannabis Magazine hemos analizado el consumo de opio, su comercialización y las guerras provocadas por esta sustancia. Pero a partir de la segunda mitad del siglo miles de estadounidenses descubrieron el placer de consumir hachís importado de Egipto.

El diplomático norteamericano Bayard Taylor escribió sobre sus experiencias con el hachís para revistas y en el libro titulado, en Tierra de sarracenos. Taylor escribió que sintió un “extasis y un sufrimiento que nunca hubiera experimentado con mis facultades naturales”. También ya hemos escrito sobre Fitz Hugh Ludlow y su obra El comedor de hachís (1854) en capítulos anteriores de Cannabis Magazine (en los números 102 y 103).

John Hay, quien será más tarde asistente del presidente de los EE.UU. Abraham Lincoln y Secretario de Estado, lo consumió cuando tenía 18 años y le comentó a su amigo que el hachís era “un maravilloso estimulante para la imaginación”. También escribió que “comía hachís y soñaba con un edén místico”.

El antiesclavista John Greenleaf Whittier y los bulos del hachís

 El hachís entra en la poesía de los Estados Unidos de la mano de John Greenleaf Whittier (1807-1892), fue un influyente cuáquero y ferviente defensor de la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos. Fue muy respetado en su vida. Escribió  un poema corto al hachís en sus poemas de antiesclavitud (1854). Whittier escribió sobre las alucinaciones inducidas por el hachís. Es poco probable que él mismo hubiera experimentado los efectos del hachís ya que era cuáquero. Es un poema muy orientalizante. Hace una comparativa del cannabis con el algodón. Explica que el hachís esclaviza al individuo y el algodón había esclavizado a toda una raza de hombres, a los africanos. Él entendía su consumo como una adicción y se observa con detalle en los doce versos del poema. Escribe:

“De todo lo que pueden ofrecer las tierras del Oriente,/de maravillas que con las nuestras compiten,/la más extraña es la planta de hachís,/y lo que sucede tras su ingesta./¡Qué imágenes surgen en la mente del consumidor/de danzas de derviches o Almeh!/ de Eblis, o del paraíso/¡Que brillan con danzas de huríes!”

Afirma también que hace necios a los que la consumen. Concluye de la siguiente forma:

“¡Oh, poderosa planta! Tan extraño sabor/ jamás probó turco o hindú;/el hachís de cáñamo oriental/ ¡Es impotente frente a nuestro algodón occidental!”

Sobre el consumo de cannabis hubo muchas leyendas alrededor del hachís en los EE.UU. como que:

(1º) Contenía opio. Un médico llamado John Bell en el The Boston Medical and Surgical Journal (Periódico Médico y Quirúrgico de Boston) afirmó que tenía hachís de Damasco que contenía un 25% de opio (Bell, 1857: 209-216). Y afirmaba que los efectos que contaban Taylor, Ludlow o Baudelaire son del opio y no del hachís. Informó entusiásticamente sobre los efectos del cannabis para tratar los desórdenes mentales y emocionales escribiendo:

“Cualquiera que, bajo la influencia del cannabis indica, haya visto en qué es capaz de convertirse la mente humana, no puede por menos que sentir un vivo interés por aquellos que padecen alienaciones mentales; no puede evitar contemplar esa droga con esperanza, como un medio para comprender más plenamente la más angustiosa de las calamidades finitas; ni dejar de pensar que una sustancia, cuyo efecto es tan poderoso y único, evidenciará, cuando se la entienda plenamente, que posee unas virtudes terapéuticas valiosas”.

(2º) El cannabis y el hachís eran considerados como afrodisíacos. Los médicos lo recomendaban como tal en los manuales para el matrimonio. Como ejemplo, un médico de Filadelfia, Frederick Hollick, en 1850 escribió el libro The Marriage Guide, of Natural History of Generation; a Private Instructor for Married Persons and Those About to Marry (“La guía matrimonial de la historia natural de la generación; una instrucción privada para personas casadas o a punto de casarse”) y aconsejaba utilizar hachís como estimulante sexual en matrimonios que tuviesen ese problema para estimular la lívido. Creó un preparado llamado Poción de Hollick para el amor. Este afrodisíaco prometía que “El verdadero afrodisíaco, tal y como lo elaboro, actúa sobre el cerebro y el sistema nervioso, no como estimulante, sino como tónico y agente nutritivo, respaldando así su vigor y también el de los órganos sexuales…”.

Si este preparado no llevaba a la reconciliación amorosa por lo menos no llevaba a la violencia. Todos sabían que el alcohol llevaba a familias desestructuradas. Así que muchas organizaciones femeninas por la abstinencia de alcohol recomendaban el uso recreativo del hachís en vez de consumir cerveza o whiskys. Creían que el alcohol provocaba que los maridos golpearan a las esposas. Pero con el hachís eso no sucedía.

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Los caramelos de hachís y las exposiciones

En España la figura negativa del moro hostil y de sus costumbres estuvo presente durante este siglo y el siguiente. El consumo de cannabis (en forma de kif) era habitual entre la población marroquí (Mikuriya, 1970: 122-123) pero tal práctica no se propagó por España quizás por el desprecio español a todo lo que fuera “moro”.

En 1860 el poeta Baudelaire publicó Los paraísos artificiales inspirados en parte por la obra de Thomas Quincey Las confesiones de un comedor de opio inglés (1822) que tuvo un fuerte impacto en la sociedad de la época y fue un revulsivo para desacreditar el hachís.

En 1860 la compañía “Ganjah Wallah Hasheesh Candy” de Nueva York elaboró un caramelo de hachís que sería una de las golosinas más populares de los EE.UU. Se podía comprar sin receta médica y aparecía anunciado en los periódicos por Sears-Roebuck, formando parte de su catálogo durante 40 años como un caramelo inofensivo (nadie murió por culpa de comerse un caramelo; si acaso pillarían una caries) (Herer, 1999:166). El caramelo se presentaba de la siguiente forma: “El “ganja” árabe endulzado con ingredientes mágicos. El mejor estimulante que da placer y es inofensivo. Cura los nervios, la debilidad, la melancolía, etc…Infunde a quien lo toma de una nueva vida y energía. Un potente fortalecedor mental y físico. Rechace imitaciones. Precio del envase: un dólar y 25 centavos. Importado exclusivamente por Gunjah Wallah Co. 476 Broadway, Nueva York.” (Herer, 1999: 166).

También en 1860 un naturalista, micólogo y excéntrico británico, Mordecai Cubitt Cooke escribió The Seven Sisters of Sleep (Las siete hermanas del sueño, 1860), un estudio de las siete plantas narcóticas más populares de la época victoriana (el tabaco, el opio, el cannabis, la nuez betel, la coca, la datura y la matamoscas) e informaba al público de que:

“La joven América está empezando a usar el bang tan popular entre los indios, aunque de una forma bastante diferente, porque el joven Jonatán tiene que ser, de alguna manera, original. No es una “bebida”, sino un preparado a base de cogollos machacados de cáñamo y polvo de betel enrollado como un cigarro. Hace que los labios y las encías adquieran un intenso tono rojizo y, si se consume en exceso, provoca una violenta intoxicación. La cerveza y el schnaps cederán su puesto al bang, y la norma será llevar los labios, no las narices, colorados.” (Green, 2003: 117).

De 1860 a 1900 en las Exposiciones Internacionales y las Ferias de Muestras a menudo contaban con un salón turco para fumar (eran muy populares en aquel entonces). Por ejemplo existió en la Exposición del Centenario de 1876 en Filadelfia un pabellón del hachís turco (Herer, 1999: 167). El consumo público de hachís por parte de la clase media y alta en dichos pabellones no provocó ninguna alarma social y se consideraba de personas amantes de lo exótico. Las personas preferían fumarlo antes que comerlo. Con el hachís fumado los efectos eran inmediatos y se podía controlar su consumo, cosa que no ocurría si se comía; tardaba más y los efectos eran impredecibles. En dicha exposición algunos farmacéuticos llevaron hasta 5 kilos de hachís para venderlo (aún no existían leyes que regulase dicho negocio) (True y Klugh, 1883: 944-949) (Grinspoon y Bakalar, 2001:29) (Abel, 1980). Además, durante este siglo existían cientos de casas de hachís en donde se atendía a gente de dinero y burguesa en Nueva York y otras grandes ciudades de los EE.UU.

La prohibición del cannabis en Egipto

Además de las posesiones territoriales en la India, los ingleses controlaban comercialmente Egipto; ya que administrativamente pertenecía a Turquía. Al contrario que su política en la India el gobierno inglés apoyaba los esfuerzos locales para erradicar el cannabis en Egipto ya que no existían impuestos como en la India. Como en la India los oficiales ingleses estaban alarmados por el consumo de hachís de los egipcios que incluso exportaban al extranjero. También realizaban productos de confitería realizados con hachís (pedacitos de cuadros de hachís que contenían azúcar y gelatina) muy degustado por los estudiantes de la Universidad de Cambridge de Inglaterra; también estaban las “golosinas de sésamo” que eran pedazos de hachís, pepitas y miel; o las “lenguas de pájaro” que eran pedacitos gelatinosos negros de hachís cubiertos con azúcar; “hachís con azafrán” que eran tablitas anaranjadas de hachís con azafrán y especias; “Hachís con plátano” eran pedazos de plátano con hachís y azúcar; “pene de cocodrilo” que era una pasta negra realizada con hachís (la creencia egipcia pensaba que el pene de cocodrilo era un potente afrodisíaco; como el hachís que era capaz de infundir el espíritu amoroso en quienes lo tomaban) (Abel, 1980).

En 1868 Egipto, ocupada por los turcos, se convirtió en el primer país que prohibió el cultivo, importación y consumo de cannabis, los turcos se quejaban de que el uso de cannabis hacían que los egipcios se comportaran de forma irrespetuosa con el Sultán y su corte (Herer, 1999: 149). Así el consumo de hachís por parte de la población egipcia era como una manifestación política de estar en contra de la ocupación turca. La pena era de muerte para quien poseyera hachís. Pero en 1874 se autorizó su entrada mediante el pago de un arancel aduanero (la posesión seguía perseguida), pero las autoridades turcas en 1877 ordenaron la confiscación y destrucción de todo el hachís y en marzo de 1879 la importación y el cultivo fue prohibido por decreto. En marzo de  1884 el cultivo de cannabis se volvió un delito penal y se descubrió que el hachís no había sido destruido y que era vendido al extranjero en provecho de los funcionarios de aduanas y de los denunciantes. El vicio de fumar hachís continuó y no pudo suprimirse a golpe de decretos.

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Aparecen informes de doctores británicos en el Asilo del Cairo en 1894 en el que aseguran que la locura violenta estaba vinculada al hachís (Walsh, 1894). Aunque estas leyes tenían muy poco efecto en el consumo de hachís en Egipto. En 1898 se localizaron 10.000 kilos de hachís y 500 negocios se cerraron porque sus propietarios habían permitido el consumo de hachís en ellos.

Florecieron contrabandistas de hachís que utilizaban hábilmente su ingenio para cruzar el hachís por las fronteras. Por ejemplo; envolvían el hachís en bolsas impermeables atadas a sacos de sal. Si un barco de la policía o de aduanas se encontraba a los contrabandistas, la carga de hachís la tiraban al agua. Como llevaban bolsas de sal, la carga de hachís se hundía hasta el fondo del mar; pero una vez que la sal se disolvía las bolsas de hachís volvían a la superficie y eran recogidas por los contrabandistas (Abel, 1980).

El hachís griego

 La entrada del hachís en Grecia no sucede hasta 1870-1880 en que aparece la inmigración de Egipto y Chipre en que traen sus costumbres, entre ellas la de consumir hachís. El uso del hachís era utilizado por las clases bajas; era la favorita de obreros, cargadores, mozos de tabernas, etc… La demanda de hachís comenzó a aumentar tanto que se empezó a cultivar en Grecia. La producción creció tanto que incluso se exportaba a otros países. Las clases medias griegas lo vieron como un peligro social y consideraban a los consumidores como unos degenerados y unos delincuentes (Stringaris, 1972: 46). En 1890 las autoridades alarmadas por el aumento de consumo de cannabis prohibieron el cultivo, importación y consumo de cannabis pero nada pudieron hacer porque el consumo se mantuvo. En 1891 aparece una orden policial que prohibía su venta y consumo en los pequeños cafés de Atenas. Esta orden policial estaba basada en un informe de la Junta Sanitaria de Atenas en la que hicieron mención de estadísticas, que eran falsas, de casos de locura en los manicomios de Bengala. Las prohibiciones no se aplicaron hasta después de cuarenta años. En las primeras décadas del siglo XX en Grecia apareció un género musical llamado rembetiko en el que el hachís es el tema central. Sus músicos eran consumidores de hachís. En el momento que la prohibición se consolida en Grecia se crea un leguaje secreto (una especie de jerga) de los fumadores de hachís y los músicos de rembetiko. Ya entrados en el siglo XX durante la dictadura de los “Coroneles” (1967-1974) el rebétiko fue prohibido y sus cantantes fueron castigados por la justicia griega. Los rebetis eran emigrantes forzosos desplazados por la guerra greco-turca (1920-1922), despojados de casas, tierras y negocios que tenían en Turquía. Cuando llegaron sin nada a Grecia fueron rechazados por sus propios compatriotas y convertidos en proletarios forzados de la naciente industrialización griega. Estos rebetis eran grandes consumidores de hachís turco.

BIBLIOGRAFÍA 

  • Abel, E.L. (1980). Marihuana: The first 12,000 years. Plenum Press, Nueva York.
  • Bell, J.   (1857). On the haschish or cannabis indica” Boston Medical and Surgical Journal, 56.
  • Green, J. (2003). Cannabis, una enciclopedia ilustrada. RBA Integral, Barcelona.
  • Grinspoon, L. y Bakalar, J.B. (1997). Marihuana. La medicina prohibida. Paidós, Barcelona.
  • Herer, J. (1999). El emperador está desnudo, Castellarte S.L., Castellar de la Fra.
  • Mikuriya, T. H. (1970) “Marihuana in Morocco” Aaronson, B. & Osmond, H. (eds.): Psychedelics, The Uses and Implications of Hallucinogenic Drugs, Garden City: Doubleday & Company, Inc.
  • Stringaris, M. G. (1972). Die Haschischsiet,  Springer- Verlag, Berlin.
  • True, R.H. y Klugh G. F. (1883). “American grown cannabis indica“. Proceedings of the American Pharmaceutical Association, 67
  • Walsh, J. T. (1894).  “Hemp Drugs and Insanity”. Journal of Medical Science, 40.

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.