Sativa en estado puro

Aquellos que seáis amantes de las sativas en estado puro y además os decantéis por las afamadas y legendarias Haze tenéis que probar la 2.046: una variedad sorprendente que aunque no es apta para cultivadores noveles compensa con creces el tiempo y sacrificios invertidos en su cultivo. La 2.046 en un “tripi”, de efecto más que cerebral que además puede durar unas cuantas horitas en su “colocón”. Y aunque sus creadores aseguran que es difícil de cultivar lo cierto es que no es para tanto. Veamos las claves para conseguir una estupenda cosecha.

Texto y fotos: Javier Marín

Efectivamente, la 2.046 es una planta sativa al ciento por ciento, con las dificultades que ello acarrea a la hora de ser cultivada tanto en interior como en exterior. Sin embargo, tengo que asegurar que no es tan fiero el león como lo pintan y la verdad es que, en el caso que nos ocupa, tuve la oportunidad de seguir de cerca un cultivo de esta variedad en interior y os aseguro que no dio problema alguno.

Su creador nos había asegurado que podríamos encontrarnos con muchos obstáculos que podrían arruinar todo el proyecto pero en verdad puedo confirmar que la planta en cuestión se portó mejor que bien y su gran vigor y fortaleza pudo con cualquier problema acontecido durante los largos meses de espera antes de la cosecha.

La 2.046 tiene un periodo de floración de cuatro largos meses, que pueden parecer interminables para algunos, pero que sin embargo se hacen soportables ya que muy pronto comienzas a ver sus resultados prodigiosos. Por otra, parte en este cultivo se experimentó bastante ya que el propietario del jardín se quedó sin un euro y no podía comprar abonos específicos ni otras herramientas útiles en el cultivo del cannabis. Analicemos pues las claves de esta preciosidad “sativorra” con la que basta un porrete para hacerte creer que has llegado al Cielo.

Se partió de semilla y además feminizada. Como ya sabéis esto puede conllevar cierta falta de homogeneidad en las plantas ya que es posible, incluso probable, que las “niñas” salgan cada una de distintos fenotipos. Sin embargo, he de decir que en el caso que estudiamos todas eran sumamente parecidas hasta el límite de parecer clones. No me cansaré de resaltar esto cada vez que ocurra ya que me parece un rasgo muy notable y positivo que hay que tener muy en cuenta.

La tierra fue de la marca BAC a la que se añadió un poco de mantillo (basura) por encima con el objeto de compensar la falta de abonos ya que el propietario estaba en muy mala situación económica y no podía permitirse el lujo de comprar abonos específicos que, en general, no resultan muy económicos. El mantillo utilizado fue uno cualquiera comprado en un vivero y de una marca conocida aunque, como ya he dicho, de precio muy competitivo. El mantillo es una excelente forma de compensar la falta de abonado extra ya que la descomposición de la materia orgánica nos produce un N P K de 5-5-5, aunque bien cierto es que esta cifra pude verse ligeramente alterada dependiendo de la calidad del mantillo.

Aprovecho la ocasión para hacer un comentario que quizás sea de gran ayuda a más de uno que no disponga de agua de gran calidad. En efecto, cuando el agua que tenemos es mala y con una EC muy elevada nos quedamos sin la posibilidad de añadir abono al riego. ¿Por qué? Pues sencillamente porque si añadimos abono todavía aumentaremos más la EC con lo cual podríamos llegar a deshidratar la planta en el peor de los casos, o a conseguir una marihuana de pésima calidad en el mejor de los casos. Cuando nos enfrentamos a este problema un truco que funciona de maravilla es poner un generosa capa de mantillo encima del sustrato…¡et voila! ¡La planta sale de maravilla! Ya hemos publicado en nuestra revista un reportaje sobre un experto cultivador de exterior a quien llamábamos “El druida”. El druida tan sólo usaba mantillo para el abonado de sus niñas y no podéis imaginar la calidad de sus cogollos.

Es curioso ver cómo reaccionan las distintas variedades ante este hecho de no recibir un abonado “de libro”, ya que algunas lo asimilan bien, más o menos, mientras que otras se vuelven absolutamente improductivas además de producir marihuana de escasa calidad. La 2.046 pertenece al grupo que se conforma con una generosa capa de mantillo. Eso sí: tenemos que renovarla con cierta frecuencia.

Aunque la tierra que fue utilizada era de gran calidad el agua dejaba mucho que desear ya que tenía un PH de casi 8,00 y su EC alcanzaba los 1,4 ms. ¡Ahí es nada! Cuando medimos estos parámetros pensamos que poco conseguiríamos. Pero nos equivocamos. Y si bien es cierto que la productividad se vio reducida no es menos cierto que la calidad de la marihuana conseguida fue extraordinaria.

Su usaron macetas ciertamente grandes; más grandes de lo habitual en un cultivo de interior. Eran de 30 litros con lo cual el sistema radicular de la planta estaba cómodo disponiendo de espacio más que suficiente para “moverse” a sus anchas durante los largos 4 meses de floración a los que hay que sumar las dos semanas de vegetativo. Este periodo fue realizado poniendo las macetas bajo unos simples fluorescentes con lo cual casi podríamos hablar de “prevegetativo” más que de vegetativo propiamente hablando. En el caso de las 2.046 darlas más de lo especificado sería como un suicidio “plantil” ya que al ser sativas en estado puro y requerir de “tempos” tan extensos en su cultivo las plantas podrían alcanzar alturas imposibles para un jardín de interior a no ser que optemos por un cultivo SOG, lo cual es más que recomendable con esta variedad.

Cuando finalmente se pasaron a floración (12/12) fueron colocadas bajo lámparas Agrolite de 600 vatios que, a mi juicio, es lo mínimo que requieren las 2.046. Menos de este voltaje sería una verdadera lástima y además no podríamos obtener resultados satisfactorios. Es una auténtica devoradora de luz y cuanta más le metamos mejor nos responderá.

Aunque no se disponía de abonos específicos para ninguna de las fases su propietario abonó en la fase vegetativa, además de con mantillo, con el fantástico purín de ortigas que consiguió en su mismo terreno. Efectivamente llenó un barreño con ortigas blancas (de las normales que se encuentran cada primavera en el campo) y después añadió agua hasta cubrir todo el contenedor. Hecho esto puso una tabla de madera encima del barreño para que todo el conjunto estuviera a oscuras y al menos un par de veces al día removía todo para conseguir una mezcla más homogénea. A la semana, y cuando el mejunje despedía un hedor insoportable, el purín ya estaba listo. Tomando un parte del mismo y mezclándolo con 3 partes de agua conseguía un abono ciento por ciento orgánico que además tenía una EC de 1,00 milisiemens. Eso sí: el purín lo hacía con agua “buena”, obtenida del grifo de la Comunidad de Madrid. En definitiva las 2.046 reaccionaron de maravilla ante el purín y no había más que mirar el color de las hojas y su precioso lustre para darse cuenta de que todo estaba saliendo bien. Sin embargo, y ante los temores sobre el producto del mismo banco que advierte de la dificultad en su cultivo, todavía no se podía cantar victoria. Habría que aguardar a la fase de floración antes de tranquilizarse. Pero ésta tampoco supuso una gran dificultad, afortunadamente.

Al llegar esta fase el propietario me consultó, al igual que hizo con el purín, sobre qué se podría usar para paliar la falta de un abonado “de libro”. Como vivía en el campo nos fuimos a ver a un conocido que criaba caballos; ya os podéis imaginar qué hicimos. Efectivamente disponía de una considerable cantidad de estiércol de los equinos y estas “cagarrutas” son extraordinarias como abono. Es importante resaltar el hecho de que la mierda de caballo es mucho más eficaz si se usa en seco. Una vez seca tiene un N P K de 5-5-6 mientras que la misma hez en húmedo tan sólo tiene un N P K de 2-2-3. Por lo tanto, nos hicimos con unos sacos de cagarrutas bien secas y las trabajamos de la siguiente manera.

Por una parte pusimos algunas directamente encima del sustrato y además las recubrimos con más mantillo. Podríamos decir que esto constituyó una forma de abonado de “liberación lenta de los nutrientes”. Como disponíamos de 4 largos meses la idea fue muy acertada.

Pero al mismo tiempo hicimos lo que se llama “té de estiércol” y que básicamente se realiza de la misma manera que el purín de ortigas. En efecto, llenamos un barreño bien grande con el estiércol seco y después lo cubrimos con agua “buena”. Lo tapamos con una madera para evitar la luz y acelerar el proceso y un par de veces al día removíamos todo el conjunto para que el estiércol fuera liberando sus nutrientes. Unos 10 días después el abono casero estaba listo. Cada vez que había que abonar se mezclaba una parte del “oloroso” mejunje con 3 partes de agua “limpia” y al comprobar su EC los datos obtenidos eran fantásticos: una EC de 1,00 milisiemens. ¡Perfecto!

El creador de la 2.046 nos había advertido de que cualquier fallo durante la fase de floración podría suponer un desastre total hasta el punto de echar a peder toda la cosecha; tal era la supuesta dificultad de su cultivo. Hongos o cualquier otra plaga podría dar al traste con todos los esfuerzos realizados así que optamos por la prevención como forma de asegurarnos que todo el proceso tendría un final feliz. En efecto, un poco de aceite de neem, añadido al agua del riego cada 10 días, y un eficaz riego foliar con Biofungui, también cada 10 días, fueron todos los profilácticos que se usaron en este cultivo. Y la verdad es que no tuvimos problema alguno reseñable. Las plantas crecían como locas y su aspecto era de lo más saludable.

La 2.046, al igual que las sativas más puras, es una planta de largos entrenudos y no es aconsejable podarla para conseguir un crecimiento más a lo ancho que a lo alto. Y ante tal dilema podemos optar, bien por hacer un cultivo SOG o bien por dales un periodo de vegetativo muy limitado, como sucedió en el caso que nos ocupa.

Las plantas no sobrepasaron 1,50 metros de altura y he de admitir que no resultaron ningún engorro en su competencia por el espacio con otras plantas de distintas variedades. En definitiva me parecieron plantas mucho más fáciles de lo que el propio banco creador aseguraba incluso el tiempo de floración fue inferior a lo establecido como estándar ya que en lugar de 4 largos meses tan sólo esperamos 13 semanas para cosechar una marihuana de cogollos muy compactos y con los tricomas de color totalmente ámbar. Como muchos sabréis el tiempo de cosechado “ideal” es cuando los tricomas, observados bajo una buena lente de aumento, son de color blanco opaco en un 90% y el resto de color ámbar. Personalmente opino, al igual que opinan los cultivadores de la India, que aquí cosechamos la maría muy verde; algo inmadura. Personalmente me gusta más cuando ya la casi totalidad de los tricomas han adquirido ese precioso color ámbar totalmente opaco. Se dice, y se dice bien, que la hierba cultivada en este estadio es más narcótica y menos cerebral. No obstante, como la 2.046 es una marihuana ciento por ciento sativa, el hecho de cosecharla más tarde no implica una pérdida de su buscado efecto “triposo” ya que de por si es todo un tripi…¡y de los buenos! De hecho, al cosechar tan tarde conseguimos implementar su potencia ya que además del efecto tan cerebral conseguimos un mayor efecto claramente muscular además de una notable mejoría de sus propiedades organolépticas. Como huele una Haze no huele ninguna planta de cannabis. Una vez olida, el olor se nos queda grabado en el cerebro para siempre. Ese fuerte olor a incienso tan propio “de la casa” y que la convierte en única.

Me llamó la atención el hecho de que según nos metíamos más en la floración la misma planta se iba desprendiendo de las hojas innecesarias y engordando sus densos cogollos. Y aunque esto es lo habitual en la mayoría de las variedades, en el caso de la 2.046 es aún más reseñable. Personalmente me encanta este efecto colateral de la fase ya que pienso que a la hora del manicurado la misma planta nos ha hecho gran parte de esta tediosa tarea. A pesar de ello al cosechar dejamos todas las hojas que aún se mantenían. ¿Por qué? Sencillamente porque esta sencilla operación contribuye a un secado algo más lento de la planta con lo cual todo es más pausado. Una planta secada con prisas pierde muchas de sus propiedades organolépticas, lo cual es una verdadera lástima cuando se trata de una Haze ciento por ciento: una de las variedades que mejor huelen y saben.

Tras un curado de un par de meses en una caja de madera de cedro (nada como el cedro para un buen curado; tanto de marihuana como de cigarros puros habanos) mi amigo y yo abrimos unas botellas de cerveza alemana y después nos hicimos cada uno un buen porro. La idea era comentar todo aquello que considerábamos de importancia y que pudiera ser signo claramente distintivo de esta variedad. ¡Nos quedamos encantados! Cada uno apuntamos en un papel todo aquello que se nos iba ocurriendo y al final puntuábamos de 0 a 10. ¡Obtuvo sobresaliente alto! Todo el tesoro que encierra una buena Haze estaba allí presente! ¡Qué olor, qué aroma, qué colocón! Y…¡qué hambre nos entró! En efecto las 2.046 son de esas variedades que te obligan a asaltar la nevera y arramplar con todo lo que encuentres.

El colocón es “brutal”; uno de esos pedetes que te dan por hacer mil cosas y por hablar mucho. Sumamente creativo te coloca en un “mode” hiperactivo que yo personalmente supe aprovechar para realizar tareas de tipo artístico tales como pintar o escribir. No te deja nada apalancado y de hecho “huyes”, literalmente hablando, del sofá.

De todas las plantas obtenidas dejamos una de la cual cosechamos todo menos un pequeño cogollito de la parte inferior y un par de hojas. La idea era revegetarla para ser usada en exterior esta temporada. De momento la planta en exterior se está comportando como toda una “machota-campeona” y ya está tirando muy bien. Habrá que ver el resultado final aunque casi me atrevería a jurar que será aún mejor que el de interior. Os mantendremos informados al respecto.

En definitiva me atrevo a afirmar que a pesar del miedo y el reparo que da cultivar esta planta, de las más difíciles según su propio banco creador, la 2.046 no es muy fácil pero desde luego tampoco nos pareció muy difícil y sus largos meses de periodo de floración compensan con creces el tesoro obtenido tras cosechar: una sativa, y además haze, al ciento por ciento.

Y nada más salvo aconsejaros de todo corazón que os animéis en el convencimiento de que no os sentiréis defraudados.

Hasta la próxima y buenos humos para todos.

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.