Los miles de enfermos que palían sus dolencias con cannabis reclaman a los políticos que saquen ya el tratamiento de la clandestinidad

Hay entre 50.000 y 100.000 pacientes en España que viven en la clandestinidad. Son enfermos de cáncer tratados con quimioterapia, pacientes con dolores crónicos, con enfermedades degenerativas como la esclerosis múltiple, la fibromialgia, la artrosis o la artritis, e incluso niños con epilepsias refractarias, entre otras dolencias. Todos tienen en común que, tras no lograr paliar los síntomas de estas patologías y tratamientos con los fármacos legales, lo han conseguido con el uso terapéutico del cannabis, una sustancia ilegal en España, cuya venta está penada y su consumo sancionado.

Se medican de forma clandestina, sin un control sanitario de lo que adquieren en el mercado negro, y con el riesgo permanente de ser multados con entre 600 y 10.000 euros si les descubren con las sustancias que llevan encima. «No queremos ser delincuentes ni estar estigmatizados solo por medicarnos», denuncia Irene Chico, una paciente con dolor crónico de suelo pélvico que toma derivados de marihuana con éxito desde hace cinco meses, tras fracasar con todos los fármacos legales. «El cannabis no tiene sustituto. No puedes vivir con un dolor de 8 sobre 10 como el que me tuvo postrada seis meses en la cama. El dolor por fin ha pasado a segundo plano y he recuperado las ganas de vivir», asegura.

La marihuana y sus derivados, según sus testimonios y los estudios de los expertos que les ayudan, reducen su dolor, disminuyen la ansiedad y facilitan el sueño, les devuelven el apetito, y minimizan, en su caso, los espasmos y convulsiones. «El uso del cannabis ha sido un regalo para nosotros y nuestras familias», resumieron ayer durante la jornada que celebraron en Madrid, en un manifiesto en el que exigen al Gobierno y a los partidos del Congreso que legalicen su tratamiento, convirtiendo el cannabis «en un medicamento más», regulando que pueda ser adquirido en farmacias y puntos autorizados, bajo indicación y control médico, y dentro de las prestaciones farmacológicas de la Seguridad Social. Y lo quieren ya, porque, como reza el título del llamamiento, «el dolor no puede esperar».

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Piden que sea «un medicamento más», legal, financiado y bajo indicación y control médico

El movimiento conjunto de especialistas y asociaciones de pacientes, cristalizado en el Observatorio Español de Cannabis Medicinal (OECM), logró en abril que PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos aceptasen crear una subcomisión en el Congreso –que aún no se ha puesto en marcha– para estudiar, tras escuchar a expertos y afectados, una regulación legal del uso terapéutico de esta planta del que ya disfrutan decenas de países, entre ellos Estados Unidos, Alemania, Italia o Países Bajos. En este objetivo, el OECM cuenta con el apoyo total de Podemos y Ciudadanos, que están dispuestos a legalizar el uso medicinal de inmediato, y con un respaldo con matices y menos prisas de PP y PSOE, según se vio en la mesa de debate político celebrada ayer.

«Los políticos tienen que dejar de mirar para otro lado, porque somos personas, no narcotraficantes, y tiene que quedar claro que el cannabis es un medicamento», exigió Carola Pérez, presidenta del OECM y consumidora de esta sustancia desde hace seis años, con dolor crónico por una fractura de coxis que arrastra desde los once años. «Hay que normalizar la situación, porque solo queremos calidad de vida», asegura. «Me tuve que levantar el vestido y enseñar las cicatrices de mis operaciones a un policía para demostrarle que no era una adicta», recuerda con amargura. No solo buscan legalidad y el fin de la estigmatización, también la seguridad sanitaria. «Algunos camellos nos han estafado mucho. Nos han dado gato por liebre», confesó.

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«Es muy duro y frustrante, ridículo, llevar productos ilegales y esconderte para poder medicarte. No puedes viajar tranquila. Si los llevas a un aeropuerto o en un tren te la juegas», comentó Pilar Grande, en tratamiento desde hace un año para sobrellevar su medicación contra el párkinson. «El canabis me ha cambiado la vida. Mi medicación ya no me provoca náuseas, puedo comer, duermo y, sobre todo, me ha devuelto el ánimo», relató.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.