Cazadores de Mitos: Txakurras adictos

Dice la leyenda que los perros anti-narcóticos -drogo-chuchos, narco-canes o como quieran ustedes llamarlos- son, sencillamente, yonkis con cara de perro y mucho pelo en el pecho. Se dice, se comenta, se rumorea que las propias fuerzas de seguridad del estado –la pasma, los picoletos, los militares y demás los convierten en adictos para luego utilizarlos como apoyo en sus operaciones en la lucha contra la droga. ¿Será verdad? ¿Será mentira? ¿Qué será… será? Sigan leyendo y, muy pronto, lo sabrán.

Por Eduardo Hidalgo

En primer lugar, para evitar los posibles equívocos a los que pudiera dar pie el título de este artículo, hemos de empezar aclarando que aunque, en el País Vasco, el término txakurra –que significa perro en euskera- suele emplearse para designar a las personas que pertenecen a las fuerzas de seguridad del Estado, aquí lo utilizamos para referimos literalmente a los perros que pertenecen a dichas fuerzas, es decir, a los auténticos perros-policía y, entre ellos, más concretamente y como ya hemos apuntado unas líneas más arriba, a los perros anti-narcóticos.

Una vez hecha esta aclaración podemos pasar a exponer lo que probablemente muchos de ustedes ya sepan, lo que seguramente ya hayan oído en alguna otra ocasión o, incluso, lo que ustedes mismos ya creen a pies juntillas, a saber, que el entrenamiento de los narco-chuchos consiste en suministrarles drogas hasta convertirlos en adictos para, luego, someterlos a los rigores del síndrome de abstinencia y utilizarlos para que busquen desesperadamente las drogas con las que serán premiados.

Esto es lo que dice la leyenda; y lo cierto es que no faltan razones o indicios, también muy conocidos por todos, que animan a otorgarle una buena dosis de credibilidad, indicios que apuntan acusadoramente al gusto –desmedido- que los cánidos han demostrado tener por las sustancias psicoactivas desde el mismísimo albor de los tiempos. Véase, tan sólo a modo de ejemplo ilustrativo, el caso del San Bernardo, ese chucho grande, fuerte, amigable y bonachón que ya en el siglo XVII era empleado como perro de guardia, vigilancia y salvamento y del cual todos tenemos grabada a fuego su inequívoca estampa, es decir, la de un enorme bicharraco marrón, blanco y negro con un desmesurado barril de coñac colgado del cuello. Con esta imagen que nos viene acompañando desde la niñez de nada vale enterarse, ya de adultos, de que el coñac era para que los viajeros perdidos entre la niebla y la nieve pudieran librarse de la “muerte blanca” recuperando un poco de calor al ingerir unos tragos de alcohol (otro mito refutado hace tiempo, pues el efecto real de los brebajes etílicos es el contrario), el daño ya está hecho y la reputación de bilingüillas redomados ya no hay quien se la quite, y de ahí a etiquetarles de drogadictos al menor indicio hay sólo un paso, qué les vamos a contar a ustedes, queridos amigos marihuanos…

Sin embargo, ya lo hemos dicho: el coñac no era para los perros; como tampoco lo son las drogas que detectan los narco-canes, ¿o acaso creen ustedes que los policías son tontos de remate? Bueno, vale, lo son, es cierto, es más que evidente, pero, aún así, ¿creen ustedes que pudiéndolas consumir ellos se las darían a sus chuchos? O dicho de otra manera: si se las dieran a los perros, ¿Cómo narices las iban a consumir ellos?

En fin, no le den más vueltas, de verdad: a los perros anti-narcóticos no les administran sustancias psicoactivas, al igual que a los perros de rescate no los alimentan con carne humana ni a los empleados en la detección de explosivos los nutren con pólvora, dinamita o TNT. Tan sencillo como eso; o más, mucho más sencillo, barato, seguro y eficaz: a los nar-cans se les entrena, simplemente, jugando. Así de fácil, y así de triste: estos leales animalillos son utilizados en la Guerra Contra Algunas Drogas valiéndose de su lealtad y de su inocencia y explotando inmisericordemente su insaciable propensión a jugar y a divertirse. Lo contrario, drogarles, además de lo dicho, iría en contra de la legislación sobre la protección de animales de, probablemente, cualquier país (que la tenga).

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Dicho esto, lo mejor es que escuchemos directamente a alguien versado en el asunto, alguien como, por ejemplo, el subinspector Marcial Sánchez de la AFIP-Aduana de Argentina:

«El entrenamiento de un perro detector se basa, fundamentalmente, en el juego, en jugar, por eso elegimos razas como el labrador, como los cocker, que son perros que por sus características innatas son hiperactivos, hiper-juguetones, cariñosos, que trabajan en áreas operativas como puertos, aeropuertos, es decir, no podemos tener un perro con una presencia intimidatoria».

«Desde muy chiquitos, a partir de los tres meses, con su guía comienzan a jugar con un rollito de toalla, al que llamamos canelón, y ése es su juguete para siempre, a ese juguete – una vez que el perro incorpora el hecho de que se lo tire y lo va a buscar y disputa conmigo la posesión de la toallita- le vamos agregando los olores».

«En el caso de la marihuana, se trabaja con la marihuana verdadera porque es totalmente inofensiva para los perros; en el caso de la cocaína, el laboratorio de Aduanas nos provee de una pseudodroga. Se incorporan los olores al juguete, se esconde el juguete y así se va llevando a cabo el entrenamiento».

«Cuando vamos a un operativo, lo que hacemos cinco o diez minutos antes es ponernos a jugar, a hacer que escondemos el juguete al que está habituado y así comienzan las búsquedas».

«El trabajo total para entrenar un perro detector dura entre seis y ocho meses. Un perro tiene dos tipos de memoria, una inmediata y una retrospectiva, todo lo que el perro asimila en su memoria retrospectiva no se olvida jamás, ellos trabajan por estímulo y repetición, trabajan todos los días, durante seis u ocho meses, hasta lograr que familiaricen ese juguete con ese olor, que no se les va a olvidar por el resto de su vida».

Y ahora, ahondemos un poco más en el asunto y escuchemos las explicaciones que nos da este otro experto al respecto de los pormenores del entrenamiento canino para la detección de drogas:

«Primero el perro, es educado en obediencia básica: sentado, echado, quieto, acudir a la llamada, andar con correa… Una vez que se supera este periodo ha de fijarse en el perro el deseo de obtener la pelota, ya que ésta se usa como premio para cada ejercicio. De esta manera, el perro está siempre pendiente del guía, esperando su recompensa, es decir: la pelota. Una vez que el perro tiene fijación por la pelota, ésta pasa a ser impregnada con olores de cualquier droga que se quiera buscar. En general, cada perro se especializa en un solo olor, de ahí que en aduana existan hasta 5 retenes de perros entrenados. La pelota se esconde en maletas, escaleras, vehículos, etc., y se instiga al perro a buscarla. Aquí nos valemos de la represión, es decir, vamos a reprimir el premio de darle la pelota cuando la encuentre, esto es para mantener su fijación y avanzar más en el entrenamiento e ir complicándolo poco a poco sin que el perro pierda interés. Una vez que el perro encuentra la pelota en sitios difíciles, se le lanza como premio».

«Después, la exigencia comienza a ser más alta: se exige, en todo momento, obediencia, atención, respuesta instantánea a la orden, incluida la orden de búsqueda. Luego se empieza a eliminar la pelota como premio, es decir, una vez se da y otra no, y así hasta que el perro siempre esté pendiente de iniciar la búsqueda en base al deseo de jugar y de obtener la pelota. El perro se implica en la búsqueda de drogas por el deseo de jugar y obtener su premio, pero en esta fase es tal la fijación lograda que lo que en realidad buscará es la droga por el olor, que ha quedado asociado con su juguete/recompensa».

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«El perro que ha completado su entrenamiento y que realiza la búsqueda de drogas como respuesta a la orden trabaja un periodo de 4 horas, 2 veces al día, con 3 horas de descanso. El perro siempre estará buscando su juguete, en todo momento, y sólo se le dará cuando encuentre drogas. Aun así, para mantener a los perros interesados en su función, al terminar su jornada laboral, cada semana se realiza un simulacro con droga para que puedan recibir su premio».

Eso es todo, amigos, así de sencillo. Como ven, nada de adicciones, consumos ni cosas por el estilo. De hecho, la cuestión no es sólo que el entrenamiento de los perros anti-narcóticos no consista en administrarles drogas y en convertirlos en adictos sino que, como acabamos de escuchar, en buena parte de los casos ni siquiera se emplean drogas reales sino pseudodrogas. ¿Y qué cojones son las pseudodrogas? Se preguntarán muchos de ustedes. Pues sustancias que huelen como las drogas pero que no son drogas, es decir, que no tienen efecto psicoactivo alguno. Sustancias que comercializan algunos laboratorios químicos y algunas casas comerciales precisa y expresamente para servir y proveer a los especialistas y a las instituciones que se dedican a entrenar narco-chuchos.

 

“Y, bueno”, se preguntarán muchos otros, “ya que estamos, por aquello de la reducción de riesgos ¿no podría usted desvelarnos algún método para despistar a estos simpáticos animalillos?”

Hmmm, la verdad es que sobre este asunto el gran entendido en la materia es el señor Barry Cooper, ex-policía norteamericano que después de experimentar en sus propias carnes los placeres de la marihuana se arrepintió de su carrera policial y pasó a dedicar su vida a desvelar los abusos de las fuerzas de seguridad del Estado y a asesorar a los usuarios de drogas –especialmente de cannabis- para que pudieran evitar ser arrestados. Cooper ha publicado varios DVDs –en inglés- en los que explica sus truquillos y consejos. Nosotros sólo hemos escuchado algunos de ellos, como por ejemplo: impregnar la droga con orín de venados o animales similares; impregnar la droga con vísceras, fluidos y restos de perros muertos; o, no se lo pierdan, ir acompañados de un gato, lo cual, supuestamente, les volverá incluso más locos que las drogas, las pelotas y que cualquier otra cosa, de modo que les resultará imposible concentrarse en su trabajo. Y es que, ya lo decía el jueves: “prefiero los gatos a los perros porque no hay gatos-policía”.

Referencias:

PIJAMASURF: Que nunca te arresten. Ex – policía da tips a fumadores de marihuana.

Disponible en:

http://pijamasurf.com/2010/05/que-nunca-te-arresten-ex-policia-quema-karma-y-da-tips-a-fumadores-de-marihuana/

DIARIO EL SOL: Como un juego.

Disponible en: http://www.perrosdebusqueda.com/noticias/viewtopic.php?t=3329

ANSWERS-YAHOO. ¿Es verdad que los perros antidrogas son drogados?

Disponible en:

http://es.answers.yahoo.com/question/index?qid=20090707115429AA2jvbt

http://www.perrosdebusqueda.com

Pseudodrogas: http://www.sigmaaldrich.com/catalog/ProductDetail.do?D7=0&N5=Product%20No.|BRAND_KEY&N4=P2423|FLUKA&N25=0&QS=ON&F=SPEC

 

 

 

Acerca del autor

Eduardo Hidalgo
Yonki politoxicómano. Renunció forzosamente a la ominitoxicomanía a la tierna edad de 18 años, tras sufrir una psicosis cannábica. Psicólogo, Master en Drogodependencias, Coordinador durante 10 años de Energy Control en Madrid. Es autor de varios libros y de otras tantas desgracias que mejor ni contar.