En anteriores artículos de esta serie avecinábamos que existen infinidad de maneras de aprovechar la Cannabis Sativa L. y sus diferentes subespecies.
Por Neal C. Borroughs
Nosotros la hemos bautizado como “el cerdo del reino vegetal” pues todas sus partes son aprovechables. Podemos sacar utilidad no sólo del preciado cogollo, sino también la raíz, las ramas, las grandes y las pequeñas hojas, aquellas cercanas a la flor y que siguen conteniendo cannabinoides psicoactivos.
Hasta esta entrega nos habíamos detenido en procesos de aprovechamiento con resultados psicoactivos, dejando otros tipos a un lado, puesto que la extracción de estos cannabinoides es, para muchos, la mejor forma de utilizar aquellos restos que nos quedan después de realizar la poda y poner los cogollos a secar.
Hemos hecho un compendio de aquellos procedimientos más sencillos, sólo los que cualquiera de vosotros puede realizar en su casa partiendo de materiales básicos, y de ahora en adelante, haremos lo mismo. Nos centraremos en procesos que nos permitan obtener productos o sustancias funcionales mediante aprovechamientos simples buscando paliar el dolor o tratar algunas dolencias o malestares. Daremos una visión más terapéutica de nuestra amada planta y las diferentes formas que tenemos de darle utilidad.
Una vez más, dejaremos la flor a un lado y nos quedaremos con los desechos, estos serán los protagonistas de nuestros procedimientos. De la obtención de tinturas y licores o las diferentes formas de extracción de tricomas, viajamos a algo más campechano, más tradicional, y que podremos regalar a nuestra abuela, sin miedo a que se lleve un susto: nos adentramos en la creación de cremas cannábicas.
La marihuana no sólo tiene propiedades psicoactivas sino que aporta un alto nivel de proteínas y ácidos grasos, es alimento para el ganado, material para confeccionar ropa, papel, pinturas, cuerdas, cremas y un largo etcétera de prácticos fines.
Comencemos entonces por una de las formas más sencillas de realizar una pomada hecha a base de marihuana. La crema que obtendremos tendrá las siguientes propiedades:
- Gran riqueza en ácidos grasos poliinsaturados. Son especialmente el ácido linoleico y gamma-linoleico los que ofrecen infinidad de aplicaciones terapéuticas (tratamiento inflamaciones, artritis, fibromialgia, dolor muscular, etc.)
- Además, aplicada de forma tópica puede ayudar a calmar picores, sobrellevar alergias, curar eczemas y paliar diversos problemas de piel.
Y estos son sus principales usos terapéuticos:
- Analgésicos: es un excelente remedio para alivia dolores reumáticos, neuralgias, hematomas o procesos dolorosos que derivan golpes.
- Antiinflamatorios: sirve para paliar todo tipo de traumas o inflamaciones de la piel además de acné, sarpullidos, descamaciones, eczemas, etc.
- Contracción de los vasos sanguíneos: contrarresta dilataciones en las venas, combatiendo las varices y mejorando de manera obvia su aspecto si se realiza una aplicación habitual y constante.
Como os decíamos, describamos paso a paso el proceso más sencillo para obtener una crema cannábica casera. Lo primero es definir los ingredientes que necesitáis:
- Un litro de agua mineral sin cloro.
- Medio litro de aceite de oliva.
- 65 gramos de cera de abejas.
- 40 gramos de desechos (es preferible que alternéis hojas pequeñas que aún contienen tricomas con otras hojas y pequeñas ramas, así el efecto será mayor)
- Aceite esencial (opcional).
Como se trata de un proceso delicado, en el que la temperatura no debe ascender en exceso o de lo contrario se estropearán todas las sustancias que nos regalan los beneficiosos efectos arriba descritos, debéis realizar el procedimiento mediante el baño María.
Para aquellos que no lo sepáis, el baño María o baño de María es un método empleado por industrias farmacéuticas, cosméticas y de alimentos y conservas (en laboratorios químicos o cocinas industriales) para conferir una temperatura uniforme a una sustancia líquida o sólida. También es utilizado para calentar lentamente esta sustancia, sumergiendo el recipiente que la contiene en otro mayor con agua que está en ebullición.
Para que nos entendamos, el fin del baño María es el calentamiento indirecto de una sustancia o sustancias, lo que los químicos llaman “calentamiento por convección térmica del medio agua”.
Lo primero que debéis hacer es colocar un recipiente pequeño dentro de otro más grande lleno de agua y llevarlo todo al fuego. De esta forma, calentaréis primero el agua contenida en el recipiente de mayor tamaño (que esta en contacto directo con el fuego) y a través de ella se irá calentando poco a poco el contenido del recipiente menor, que está por encima, de una forma suave y constante. El recipiente más pequeño debe estar en contacto constante con el agua, de otra forma no se producirá la transmisión de calor.
En función a la temperatura que queramos transmitir al recipiente pequeño usaremos una u otra sustancia. Nosotros necesitamos una temperatura que nunca supere la ebullición, por eso añadiremos un vaso de agua al recipiente inferior. En este caso podemos usar agua del grifo puesto que sólo la usaremos para cocinar al baño María.
Pues bien, una vez tenemos todo preparado sobre el fuego, introducimos dentro del recipiente pequeño los 40 gramos de desechos de cannabis que hemos pesado previamente, el litro de agua mineral y el medio litro de aceite de oliva.
Removemos bien al principio, según introduzcamos los tres ingredientes, y dejamos que cueza durante 4 horas. Es fundamental que remováis el contenido cada media hora.
Os recordamos la importancia de que el segundo recipiente nunca llegue a la ebullición. Aunque el baño maría es la mejor forma de evitar problemas en este aspecto, el agua del primer recipiente puede alcanzar los 100 ºC y, si nos despistamos o ponemos demasiado fuerte el fuego, podemos alcanzar estos 100 ºC también en el recipiente superior, provocando que hierva.
Pasadas las 4 horas de rigor ya podemos retirar del fuego ambos recipientes y dejar que se enfríen a temperatura ambiente. Dejad que pasen por lo menos 15 minutos hasta comenzar a manipular el líquido que contiene los desechos o corréis el riesgo de quemaros.
Elegid un recipiente que no sea de plástico, así evitaréis que se derrita, se deforme o que, con el calor, algunas de las sustancias de las que está compuesto pasen a formar parte de nuestra fórmula magistral. Dentro de este recipiente colocad un colador de tela y pasad el líquido resultante del baño María por él.
Debéis exprimir concienzudamente el colador de tela, extrayendo la mayor cantidad posible de aceite. Una vez consideréis que ya no podéis quitar más líquido del colador podéis desechar los restos puesto que ya carecen de cualquier sustancia útil.
Lo siguiente que debéis hacer es introducir el recipiente que contiene la mezcla de aceite y agua en el congelador durante, por lo menos, un par de horas (no seáis impacientes). Transcurrido este tiempo, podéis sacar el envase y apreciaréis una capa superior de aceite solidificado que se habrá convertido en una masa de un color verde claro, totalmente opaca y en suspensión sobre el agua, que estará en el fondo del recipiente.
Separamos el aceite solidificado del agua. Esto no representará ningún problema puesto que ya están separados dentro del recipiente, sólo tenéis que utilizar un cuchillo largo o algo similar para hacer un poco de palanca y podréis retirar la capa superior de aceite sin ninguna dificultad, tiene una textura y solidez parecida a la de un jabón mojado. El agua del fondo también podéis desecharla puesto que, al igual que pasaba con los desechos, carece de cualquier sustancia que nos interese.
Esta placa de aceite debe volver al fuego, así que colocadla de nuevo en una olla o sartén y esta vez directamente al fogón, sin pasar por el baño María. Eso sí, el fuego debe estar al mínimo en el fogón más pequeño que tengáis. De esta forma se derretirá de forma progresiva y uniformemente.
Una vez que el aceite haya perdido todo el aspecto de pasta y haya regresado a un estado totalmente líquido, debemos añadir los 65 gramos de cera de abeja que indicábamos en la lista de material. Es importante que hayáis cortado previamente esta cera en trozos lo más pequeños posibles. Desde el momento en el que la echéis, no podéis dejar de remover de forma constante, hasta que se haya disuelto por completo.
Esta es vuestra oportunidad de que aquellos que hayan decidido hacerlo, usen aceite esencial. El aceite le promocionará a la pomada un olor más agradable y suavizará su aroma. Para algunas personas, la esencia de la crema pura es demasiado fuerte, aunque a nosotros nos gusta. Es cuestión de probar, pero si no os convence, usad sin ningún reparo aceite esencial. De esta forma, la experiencia de dar un masaje o aplicar la crema pausadamente sobre la piel será mucho más placentera.
Los aceites esenciales, básicamente, son mezclas de varias sustancias químicas biosintetizadas por las plantas que dan la fragancia característica a algunas flores, árboles, frutos, hierbas, especias, semillas y a ciertos extractos de origen animal como el almizcle, la civeta o el ámbar gris.
En resumidas cuentas se trata de productos químicos (aunque en absoluto dañinos, que hay quien suele confundir términos) intensamente aromáticos, no grasos, volátiles por naturaleza (vamos, que se evaporan) y muy poco densos. Aunque son insolubles en agua y levemente solubles en vinagre, son solubles en alcohol, grases, ceras y aceites vegetales, por lo que se convierten en nuestro aliado perfecto.
Encontraréis más de 150 tipos en el mercado, pero unos son más recomendables que otros para la tarea que aquí nos ocupa. Estas son algunas de nuestras recomendaciones: lavanda, jazmín, rosa, eucalipto, vetiver, clavo, sándalo, citronela, incienso, mirra, benjuí y bergamota.
Será suficiente que echéis una decena de gotas. No os paséis o el olor puede terminar siendo desagradable debido a su intensidad.
Una vez disuelto el aceite esencial en nuestra mezcla caliente, sólo nos queda poner el resultado en los recipientes que albergarán de forma definitiva la crema. Debido al calor, lo más práctico es que uséis pequeños recipientes de cristal que podréis adquirir en cualquier tienda de variedades de barrio. Resulta poco práctico usar recipientes grandes puesto que la crema estaría abierta y en contacto con nuestras manos durante mucho tiempo. Es preferible que uséis recipientes pequeños y los reutilicéis en próximas elaboraciones de pomada.
Es el momento de llevar vuestros pequeños recipientes llenos de aceite al frigorífico o al refrigerador hasta que se enfríen y vuelvan a tener un aspecto de pomada. Sólo necesitaréis unas horas para alcanzar el resultado final y poder apreciar una textura cremosa, lista para ser aplicada sobre la piel.
Cuando tengáis alguno de los síntomas arriba descritos o simplemente acuséis dolor en algún lugar, una rozadura en la piel o una pequeña inflamación, probad a usar el ungüento dos veces al día, mañana y noche, y veréis lo efectivo que resulta.
Haced el favor de no llevaros la crema a la boca (que nos conocemos) para eso están otros procesos que hemos descrito en Cannabis Magazine entre los números 104 y 113. Todas las cremas o pomadas que os enseñaremos a crear son para usar a través de la piel y de ninguna otra manera. Hay a quien quiso colocarse ingiriéndola (en cuyo caso provenía de cogollos, no de restos) y la aventura terminó en indigestión, vamos, nada que tenga que ver con altos vuelos.
Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.