Activistas exigen su libertad inmediata tras una sentencia de 5 años de cárcel por liderar una asociación cannábica legal en Las Palmas

En un país que se precia de democrático, resulta difícil entender cómo quienes luchan por transformar la realidad desde la conciencia y la cooperación terminan tras los barrotes. Es el caso de Aythami, un activista canario incansable, condenado a cinco años de prisión por lo que muchas voces consideran un acto de justicia social: cultivar cannabis de forma colectiva, organizada y transparente para el autoconsumo de personas adultas.

Su delito no fue traficar, ni dañar la salud pública, ni lucrarse con el dolor ajeno. Su «crimen» fue presidir una asociación en Las Palmas de Gran Canaria que promovía un modelo alternativo de consumo responsable, al margen del mercado negro, basado en el autocultivo colectivo y el apoyo mutuo. Tres años por un supuesto atentado contra la salud pública, dos por asociación ilícita. Una suma que para muchos no tiene sentido.

Justicia o castigo: un procedimiento con sombras

El procedimiento judicial ha estado, según denuncian familiares, amigos y compañeros, plagado de irregularidades y una visión punitivista que no reconoce ni la labor social de Aythami ni el contexto en el que desarrollaba su actividad. «Se ha vulnerado cada principio del derecho penal», lamentan. Aythami lleva ya un año inmerso en un programa de deshabituación, mostrando un compromiso firme con su salud y con una vida más plena, pero aun así se le ha denegado la suspensión de la condena por motivos de adicción.

No se ha tenido en cuenta ni el riesgo de abandonar el programa si entra en prisión ni las alternativas que ofrece la propia legislación para aplicar sentencias de forma más humana y eficaz. Porque no hablamos de un narcotraficante. Hablamos de un ser humano que eligió cultivar vida.

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De la lucha al encierro: un referente del activismo cannábico

Aythami no es un desconocido dentro del movimiento cannábico en España. Fue presidente de la FAC (Federación de Asociaciones Cannábicas), impulsó la creación de la ConFAC (Confederación FAC) y de FAC Canarias. Asistía sin falta a las Marchas Mundiales en Madrid, defendiendo la despenalización del cannabis con argumentos, datos y humanidad.

Durante años, trabajó para que miles de personas pudieran ejercer su derecho a decidir sobre su cuerpo, a cultivar sus propias plantas, a organizarse en espacios seguros donde el cannabis no fuese una amenaza sino una herramienta de salud, autocuidado y libertad. Su condena, denuncian los firmantes de un manifiesto público, «no es un caso aislado», sino «el reflejo de una injusticia que pesa sobre cientos de personas que han construido espacios de diálogo, consumo responsable y cuidado mutuo».

Una llamada a la movilización social

“No hablamos de delitos, hablamos de derechos”, claman sus allegados. Desde la web aythamilibertad.com se han organizado campañas de apoyo, recogidas de firmas y manifestaciones. Exigen la suspensión inmediata de la condena, una amnistía para todas las personas perseguidas por el activismo cannábico y, sobre todo, reconocimiento y reparación.

«¿Hasta cuándo vamos a permitir que se encarcele a quienes siembran paz y conciencia?», preguntan en voz alta. Una pregunta incómoda, sí, pero profundamente necesaria. Porque este caso va más allá de Aythami. Habla de un modelo de país. De qué entendemos por libertad, por salud, por justicia.

Porque luchar por derechos no puede ser delito

En un tiempo en el que la legislación avanza en cuestiones como la eutanasia o el aborto, parece incomprensible que aún haya quien pague con años de cárcel por promover el cultivo colectivo de una planta cuyo consumo ya está más que normalizado en muchos países de Europa y América. Aythami no vendía, no escondía, no dañaba. Organizó, cuidó, ayudó. Y eso le costó la libertad.

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«La cárcel no es lugar para quien cultiva vida«, repiten quienes le conocen. Porque luchar por los derechos no puede seguir siendo un delito. Y porque el silencio no es una opción.

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Acerca del autor

Manu Hunter
Escritor y periodista cannábico

Periodista cannábico con un estilo desenfadado pero siempre riguroso. Cuenta historias que prenden, informan y desmontan mitos, acercando la cultura cannábica al mundo con frescura y credibilidad. ¡Donde hay humo, hay una buena historia!