¿Es peligroso el consumo de cannabis durante el embarazo? ¿Tengo que dejar de fumar del todo o es suficiente con que reduzca el consumo?”
“Me he enterado de que estoy embarazada y ha sido una sorpresa, porque no lo estábamos buscando. He dejado de fumar cannabis (sólo lo utilizo los fines de semana con amigos) pero, calculando, en el momento en el que me quedé embarazada coincidió con una época en la que estaba fumando bastante. He dejado de fumar ya pero el tema me tiene bastante preocupada porque he leído información contradictoria sobre el cannabis y el embarazo y no sé muy bien a qué atenerme”
“Cuando el ginecólogo me preguntó si tomaba drogas, le dije la verdad: que fumo porros de vez en cuando. Me arrepiento profundamente de haberle dicho la verdad, porque en los volantes ahora figura una nota en la que pone “adicta a drogas” y tengo que pasar una valoración por parte de la Trabajadora Social. Estoy indignada y no sé qué hacer”
Los ejemplos anteriores son casos reales de personas a las que he atendido en mi consulta y que nos pueden servir como punto de partida para abordar el tema al que dedicaremos este artículo: el cannabis y el embarazo. Si las cuestiones relacionadas con el cannabis y la salud son de por sí complejas, en esta ocasión se añade un grado más de dificultad por tratarse de una circunstancia muy especial. En lo referente al cannabis, tanto si nos referimos al uso recreativo como al terapéutico, en la mayoría de las ocasiones estamos hablando de personas adultas con capacidad para tomar sus propias decisiones. En estos casos el papel del profesional sanitario no debería de ser el de decirle al paciente lo que tiene que hacer o lo que no, sino proporcionar toda la información disponible tanto sobre lo positivo como sobre lo negativo, de una forma neutral y comprensible, de forma que pueda tomar sus propias decisiones de una forma libre y responsable. Pero en el caso que nos ocupa entra en juego además las posibles repercusiones sobre un tercero (en este caso el feto), quien no tiene capacidad de decisión pero se puede ver afectado por las consecuencias. Por este motivo conviene ser especialmente prudentes y valorar el asunto con particular consideración.
En el artículo nos limitaremos a repasar las relaciones sobre el cannabis y el embarazo desde un punto de vista estrictamente científico. Ya adelantamos que los datos objetivos que relacionan el uso de cannabis en la madre con daños en los hijos son limitados, inconsistentes y su significado e implicaciones en la vida cotidiana parecen poco trascendentes. Pero esto no quiere decir que el uso de cannabis durante el embarazo sea inocuo o mucho menos recomendable. La frase “no se ha demostrado que el cannabis produzca efectos perjudiciales durante el embarazo” es parecida a “se ha demostrado que el cannabis no produce efectos perjudiciales durante el embarazo”. Sólo la partícula de negación cambia de posición aunque el significado y las consecuencias prácticas son muy distintas. En el primer caso señalamos la falta de evidencia sobre efectos negativos, que no debe confundirse con evidencia de seguridad de la segunda frase.
De forma general se considera que durante el embarazo sólo deben utilizarse aquellos medicamentos que sean estrictamente imprescindibles, en las menores dosis y durante el menor tiempo posible. Con respecto al feto, las dos primeras semanas son conocidas como el periodo de “todo o nada”. Si el embrión no es susceptible al efecto negativo del fármaco no sucede nada, y si lo es se produce un aborto que habitualmente es confundido con una regla. El periodo crítico para la administración de fármacos se produce entre la segunda y la octava semana del embarazo, que es cuando tiene lugar la diferenciación y formación de los diferentes órganos y aparatos que componen el organismo. Durante ese tiempo es cuando los efectos de los fármacos son más peligrosos.
Durante el embarazo, existen cinco categorías de medicamentos según los daños potenciales que pueden producir al futuro hijo. Los fármacos que pueden utilizarse se clasifican como A,B,C o D, siendo A la categoría más segura (existen ensayos clínicos bien diseñados que demuestran la inocuidad de los fármacos) y D la más peligrosa (pueden utilizarse en ciertas ocasiones, aunque existen riesgos demostrados para el feto). La categoría X incluye aquellos fármacos que no deben administrarse durante el embarazo bajo ninguna circunstancia y que se consideran formalmente contraindicados.
Podemos intentar una primera aproximación al tema utilizando los datos disponibles sobre el cannabis terapéutico. Conviene destacar que esto es un artificio, ya que las circunstancias, dosis, frecuencias y vías de administración del cannabis medicinal tienen poco que ver con las del uso lúdico, pero permiten hacernos una primera idea sobre el tema. El THC sintético (Marinol) y el spray de cannabinoides para administración sublingual (Sativex) son los dos fármacos más parecidos al cannabis recreativo. Los dos están clasificados como de “categoría C” dentro de esta clasificación. Los criterios para la inclusión de un fármaco en esta categoría son:
“Estudios en reproducción animal han mostrado un efecto adverso sobre el feto o no se ha podido demostrar su inocuidad. No hay estudios adecuados y bien controlados en humanos. Los fármacos incluidos en esta categoría sólo deben utilizarse cuando los beneficios potenciales justifican los posibles riesgos para el feto”
En el caso que nos ocupa, sí existen estudios en animales en estado de gestación a los que se ha administrado cantidades muy elevadas de estos productos farmacéuticos (THC sintético y spray de cannabinoides) y en los que se ha demostrado que existen efectos negativos: incremento en el número de abortos, disminución del número de crías o malformaciones. Conviene resaltar que las dosis utilizadas en este tipo de estudios son decenas a cientos de veces las que se emplean en la práctica clínica humana, pero pueden servir como orientación general para determinar la seguridad de un fármaco en una circunstancia tan especial como el embarazo. En la práctica, la mayoría de las indicaciones para las que se usan los cannabinoides en medicina (nauseas de quimioterapia, dolor neuropático, esclerosis múltiple, enfermedades autoinmunes, anorexia y caquexia por VIH/SIDA…) son prácticamente incompatibles con el embarazo, o bien existen otras alternativas más seguras o se trataría de circunstancias excepcionales que deberían valorarse de forma individualizada.
En la práctica, de lo que hablamos es del uso recreativo del cannabis durante el embarazo. Una primera circunstancia se daría en mujeres usuarias de cannabis que desean quedarse embarazadas, o que bien descubren que están embarazadas de forma casual mientras son usuarias de cannabis. En este caso el consejo médico es el de la abstinencia a partir del momento en el que se planea la concepción o del descubrimiento del embarazo. Es altamente improbable que en estas circunstancias el hecho de haber sido fumadora de cannabis influya en el resultado del embarazo si se deja de utilizarlo en el momento en el que se descubre la gestación. El hecho de que los cannabinoides puedan detectarse durante semanas o meses en fumadoras habituales no quiere decir que exista una concentración de cannabinoides suficiente que resulte perjudicial para el peso.
Habría que hacer un apunte en esta argumentación. Los cannabinoides tienen efectos hormonales y, en animales de experimentación, han demostrado que pueden afectar a la fertilidad. Esto no parece ser relevante para la mayoría de los patrones de consumo humanos, pero en usuarios muy intensivos o en personas con otros problemas de fertilidad asociados es posible que el uso de cannabis pudiera ser un factor adicional que dificultara la gestación. Por eso parece sensato recomendar la abstinencia de cannabis a parejas que están buscando descendencia y que no lo consiguen, teniendo claro que probablemente no sea éste el único factor causante del problema.
El núcleo de la cuestión se encuentra en el uso recreativo de cannabis durante el embarazo. Los estudios científicos que han podido llevarse a cabo muestran que los hijos de fumadoras de cannabis presentan un menor peso al nacer que los hijos de no fumadoras. Este efecto es estadísticamente significativo, aunque de poca magnitud, pero el bajo peso al nacimiento se correlaciona con un mayor riesgo de problemas de salud durante la primera infancia. En este tipo de estudios uno de los problemas es que la mayoría de las fumadoras de cannabis lo son también de tabaco, y este factor también influye en el bajo peso al nacimiento. El tabaco es un vasoconstrictor y afecta al flujo sanguíneo de la placenta materna, disminuyendo la cantidad de nutrientes que llegan al feto. Así es casi imposible saber qué parte del efecto es propiamente debido al cannabis y cuál es causado por el hábito tabáquico.
Otros estudios sugieren una serie de déficits neurocognitivos muy sutiles y de escasa trascendencia clínica en hijos de madres fumadoras de cannabis que desaparecen a las pocas semanas o meses.
Otra forma de abordar la cuestión sería estudiar qué sucede a las mujeres embarazadas en poblaciones con alto consumo de cannabis, como en la isla de Jamaica. Existen algunos estudios en los que se comparan a hijos de fumadoras y no fumadoras de cannabis (1,2). En los resultados no se encuentra ninguna diferencia en los parámetros estudiados, aunque también hay que tener en cuenta el escaso número de participantes en los estudios (cuarenta participantes en un estudio y cincuenta y dos en el otro) y una serie de deficiencias metodológicas en las que no vamos a entrar. Aunque estas investigaciones son datos adicionales que apuntan a una relativa seguridad del cannabis durante el embarazo no pueden tomarse como evidencia de inocuidad.
Es cierto que en comparación con otras drogas como las anfetaminas, la heroína o el alcohol, el efecto del cannabis durante el embarazo parece moderado. Para algunas mujeres resulta extraordinariamente complicado dejar de consumir cannabis y es muy probable que el efecto del uso ocasional y/o de cantidades moderadas no repercuta de forma significativa en la salud del recién nacido.
Un aspecto adicional tiene que ver con los controles y pruebas médicas que se realizan durante el embarazo. En algunas ocasiones cuando la mujer comenta al ginecólogo que es usuaria de cannabis la atención médica incluye reproches de tipo moral o desconfianza hacia la paciente. En algunos hospitales de España se incluye la detección de cannabis en orina en las pruebas que se realizan a las embarazadas y, en el caso de resultar positivo la mujer pasa a un protocolo especial que incluye la intervención de los Servicios Sociales. Esta práctica se basa en la idea de que el uso de cannabis puede ser perjudicial para el feto y considera como un indicador de riesgo su uso por parte de la embarazada. Si aceptamos esta idea como válida a partir de los resultados de investigación científica debería realizarse el mismo tipo de actuación para las mujeres fumadoras de tabaco. También tengo constancia de casos en los que se deja ingresado al recién nacido hijo de una madre fumadora de cannabis para verificar que no tiene un síndrome de abstinencia, aunque esta entidad clínica no exista. Nada de esto parece tener mucho sentido, a menos que en este tipo de protocolos subyazca la idea de que la mujer usuaria de cannabis debe de ser especialmente perseguida o castigada. Lamentablemente, una parte significativa del movimiento procannábico está más pendiente de promocionar el uso terapéutico del cannabis para cualquier indicación real o imaginaria (incluyendo la curación del cáncer y todas las demás enfermedades del mundo con estafas como el aceite de Rick Simpson) que en ocuparse de cuestiones básicas que tienen que ver con los derechos de los ciudadanos y a la no discriminación.
1.- Hayes JS, Lampart R, Dreher MC, Morgan L. Five-year follow-up of rural Jamaican children whose mothers used marijuana during pregnancy. West Indian Med J. 1991 Sep;40(3):120-3.
2.- Dreher MC, Nugent K, Hudgins R. Prenatal marijuana exposure and neonatal outcomes in Jamaica: an ethnographic study. Pediatrics. 1994 Feb;93(2):254-60.
Fernando Caudevilla (DoctorX)
Médico de Familia y experto universitario en drogodependencias. Compagina su actividad asistencial como Médico de Familia en el Servicio Público de Salud con distintas actividades de investigación, divulgación, formación y atención directa a pacientes en campos como el chemsex, nuevas drogas, criptomercados y cannabis terapéutico, entre otros.