La cuestión de centrar en el cine español este repaso sobre la visión del cannabis se debe no sólo a lo cercanos que nos pueden resultar los argumentos a tratar, sino también al simple hecho de que la producción cinematográfica de nuestro país ha evolucionado de forma paralela a cómo lo hacía la sociedad. 

por Valeria Vegas

En nada se asemeja una película de la década de los setenta a otra de los noventa, más allá de sus calidades y opiniones subjetivas, debido en parte a que cambian las modas, el lenguaje e incluso el modo en que se tratan las drogas. Por ello esta revisión abarcará lo que ha dado de sí nuestra filmografía desde los últimos cuarenta años hasta nuestros días. 

El cine siempre ha servido para mitificar el simple hecho de fumar, desde las divas de Hollywood hasta la típica escena post coito de las mal llamadas españoladas, en donde los protagonistas comentan la jugada o debaten sobre temas trascendentes. Para el séptimo arte fumar resulta erótico, elegante, misterioso e incluso hipnótico. Pero todo esto se frena cuando la sustancia por la que aspiras el humo deja de ser tabaco. Es ahí cuando los guiones lo encajan todo dentro de un aire festivo o juvenil, buscando un pretexto para el uso del cannabis, alejado entonces de cualquier naturalidad. No descubrimos nada nuevo afirmando que el cine, en muchas ocasiones, se basa en múltiples clichés, de igual modo que, si el director lo pretende, también puede ser el fiel reflejo de una realidad. 

09-Una recompensa en forma de macetas en el film de Almodóvar, “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón” (1980)
Una recompensa en forma de macetas en el film de Almodóvar, “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón” (1980)

La historia del cine español tiene un antes y un después respecto al régimen franquista. Resultaba muy difícil burlar a la censura y, como es obvio, ésta prohibía cualquier escena que mostrase sexo y drogas, o hiciese alusión y apología de alguno de estos temas. Esa era la moral imperante del sistema, podía haber violencia o una simple borrachera, pero jamás un cuerpo desnudo. Es por ello que debemos remontarnos a la Transición democrática, tras la muerte del dictador, para poder comenzar un análisis sobre el tratamiento que se le ha dado al cannabis en nuestro cine.

El primer ejemplo más curioso lo tenemos en 1976, año en que se rueda “La mujer es un buen negocio”. Dicha película nos muestra a Manolo Escobar tumbado en el campo mientras su compañera de reparto entona un jovial: “La cucaracha ya no puede caminar, porque le falta, porque no tiene, marihuana pa’ fumar”. Es ahí cuando ella comparte con él un porro, mientras Escobar asegura que le sabe raro y todo le da vueltas. Es la antesala para dar pie a un número musical de lo más psicodélico, que pretende reflejar las sensaciones del cantante frente a su primera calada. Teniendo en cuenta que la secuencia está protagonizada por ese hombre que venía a representar al españolito de a pie, siempre dispuesto a mostrar una actitud exageradamente decente, ya tiene bastante mérito el atrevimiento… Más allá de lo cómico que resulte. 

José Sacristán da su primera calada en la controvertida “El diputado” (1979)
José Sacristán da su primera calada en la controvertida “El diputado” (1979)

Por aquel entonces también se estrenaba “Me siento extraña”, película de corte erótico, propio de la época, que supuso todo un éxito y escándalo por unas escenas lésbicas que hoy en día resultan de lo más inocentes. La escena en cuestión pretende reflejar una bacanal, donde no faltan los cuerpos desnudos, la música y la actitud lasciva. En medio de esa situación aparece por sorpresa una introvertida Rocío Dúrcal, que no sabe reaccionar cuando uno de los asistentes conversa con ella y le invita a fumar. No será la única vez en la que el porro aparezca como elemento indispensable en mitad de una situación festiva. Un año más tarde, en 1978, la producción catalana “La orgía” mostraba varias secuencias en las que el porro pasa de mano en mano con la mayor naturalidad. Como bien indica su título, el argumento giraba en torno a una reunión entre amigos con finalidad sexual, con un debutante Juanjo Puigcorbé que se lanza a un fin de semana de hedonismo, en el que no faltan la comida, la bebida y el cannabis. 

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Carmen Maura riega con esmero su planta mientras es vigilada por un policía que no sospecha de la trampa, en “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón” (1980)
Carmen Maura riega con esmero su planta mientras es vigilada por un policía que no sospecha de la trampa, en “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón” (1980)

La liberación de la mujer era otro asunto pendiente en el cine español, escaso en aquel momento a la hora de reflejar féminas independientes o resolutivas. Es el caso de “Vámonos, Bárbara”, protagonizada por la sublime actriz Amparo Soler Leal, que en esta ocasión encarna a una esposa recién separada de su marido, que decide huir del hogar junto a su hija para aventurarse en unos días de descanso en la playa. En su viaje se reencuentra con una amiga de la adolescencia que le anima a continuar su camino de mujer autosuficiente. Durante una velada junto a un par de acompañantes masculinos, la protagonista dará muestra de la ignorancia en que ha vivido durante los últimos años cuando tras pasarle un porro que están los cuatro compartiendo, ella lo confunde con tabaco, fumando calada tras calada compulsivamente para acabar apagándolo al poco rato en el cenicero. Lógicamente ese punto cómico provoca la risa de sus amigos, acostumbrados tiempo atrás al consumo habitual. 

A finales de los setenta el film “Tigres de papel” supuso todo un éxito de crítica y público, además del reconocimiento de Carmen Maura, debido a la frescura y realidad que transmitía con respecto a otras películas. La secuencia inicial nos muestra a la actriz junto a tres amigos con los que se ha encerrado a conciencia en una habitación para fumar marihuana, con cierto aire de secretismo. La escena refleja el momento como si se tratase de un ritual, entre risas y complicidad, y simplificando un hecho que, de puertas para afuera, resulta prohibido. Al poco rato comienzan un debate acerca de si hay o no que tragarse el humo, intercalado con frases de la jerga popular como “pegar fuerte”, para acabar viéndose interrumpidos por el mareo que sufre uno de ellos, poco acostumbrado a tales menesteres. No resulta histriónico ni se pretende hacer comedia de ello, sólo es el vivo retrato de una parte de la población que comenzaba a descubrir su propia libertad e incluso el simple hecho de manifestarse. 

El director Eloy de la Iglesia fue todo un maestro a la hora de trasladar aspectos de vidas complejas, incluso marginales, a la gran pantalla. Aunque sus películas, con historias de adolescentes de los entonces llamados quinquis, se centraban mayormente en los estragos que producía la heroína en aquellos delincuentes juveniles, tuvo su excepción con “El diputado”. La trama principal gira en torno a un político que oculta su homosexualidad frente a la sociedad. Dicho personaje, interpretado por el mítico José Sacristán, recalca un “te advierto que yo nunca he fumado de esto”, cuando uno de sus jóvenes amantes le ofrece un porro, contestándole éste a su vez con “ya va siendo hora de que lo pruebes”. La escena continúa y refleja perfectamente lo que es el desconocimiento y miedo de un hombre ceñido a la castradora corrección de una sociedad imperante, frente a un joven de una generación posterior que no ve ningún tabú en ello. 

“Tigres de papel” (1977) supuso un éxito de crítica y público, gracias al fiel reflejo de una sociedad que despertaba
“Tigres de papel” (1977) supuso un éxito de crítica y público, gracias al fiel reflejo de una sociedad que despertaba

De la Iglesia volvió a plasmar ese contrapunto de polos opuestos en su siguiente película, “Miedo a salir de noche”. Centrada principalmente en el vandalismo y los atracos, en esta ocasión le da la vuelta al asunto y es el personaje de mayor edad el que desmitifica el temor ante cualquier novedad o desconocimiento. Todo transcurre en la barra de un bar, en la que un casi sexagenario Antonio Ferrandis le comenta a su vecino su idea de irse esa noche a un local en el que unos chavales le pasan un hachís estupendo. Él no se alarma ante el estupor de su oponente, veinte años menor, y que le recrimina con cariño tales costumbres para su edad. El personaje de Ferrandis es contundente en su respuesta alegando que ya tiene suficiente con que su médico le haya prohibido el café, el tabaco y el alcohol. Finalmente nos acaba mostrando el discurso de una persona de mayor edad, que se niega a asumir un sistema que en ocasiones se asemeja a los años de inevitable represión que ya le tocó vivir con anterioridad. 

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En el film de Fernando Trueba, “Ópera prima”, tiene lugar un pequeño juego de equívocos con finalidad de comedia. La situación es tan simple como usual, ante lo ofendido que se siente el protagonista cuando un desconocido Gran Wyoming, encarnando al macarra de cliché, le pregunta si pasa costo. La escena sólo sirve para hacerse una idea de cómo el cine crea unos estereotipos que acaban calando en la sociedad. 

Todos los elementos necesarios de una bacanal en “Me siento extraña” (1977)
Todos los elementos necesarios de una bacanal en “Me siento extraña” (1977)

Fuera del tópico encontramos “Maravillas”, película de 1981 que tiene el honor de ser la única protagonizada por una adolescente dentro del subgénero de cine quinqui, tan de moda por aquellos años y teniendo siempre a hombres como rostros principales del prototipo de delincuente juvenil. Una de las secuencias muestra como un adulto le pide a uno de éstos jóvenes, el cual se encarga de cuidar al hijo de éste, si tiene para hacerse un porro. Tras unas cuantas bromas acaban compartiendo dicho material, en un acto que viven con absoluta naturalidad, sin darle de por sí mayor importancia. 

Pedro Almodóvar tampoco obvió el cannabis en su debut, e incluyó un par de divertidas escenas en “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón”. La primera de ellas es la recompensa de una venganza pactada, por la que Alaska y su grupo de amigos reciben de manos de Carmen Maura varias macetas de marihuana. La siguiente escena tiene de protagonista al vecino policía de la Maura, que irrumpe en la casa de ésta con toda la intención de detenerla por posesión de marihuana, al verla desde la calle regando alegremente. Todo se debía a una provocación de ella para hacerlo enfurecer, ya que después comprueban que tan sólo son plantas de plástico. 

La actriz Amparo Soler Leal confundida y dispuesta a experimentar en “Vámonos, Bárbara” (1978)
La actriz Amparo Soler Leal confundida y dispuesta a experimentar en “Vámonos, Bárbara” (1978)

Para finalizar esta primera parte del repaso, baste con concluir con lo que se puede catalogar como drama juvenil y en cierto modo alarmista. Se trata de “Chocolate”, película que por su título ya nos indica sobre que gira su argumento. Basada en la novela “La droga es joven”, nos cuenta la historia de tres traficantes que acaban siendo cercados por la policía, tras haber vendido el alijo de hachís que traían de Marruecos. En definitiva, una realidad que quizás tan sólo pretendía buscar el morbo del espectador a través de ciertas señales de delincuencia. 

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.