Del pub al gimnasio: la vida nocturna pierde fuelle en la era del fitness

Una terraza de pub prácticamente vacía en pleno centro urbano: una escena cada vez más habitual en el Reino Unido, reflejando el declive de la clientela nocturna. En los últimos años, los tradicionales pubs británicos están viviendo una crisis sin precedentes. Donde antes rebosaban pintas y risas hasta la medianoche, hoy muchas barras languidecen vacías. Las estadísticas lo confirman: una cuarta parte de los pubs del Reino Unido ha cerrado desde el año 2000, lo que equivale a más de 13.000 locales menos. Solo en el primer trimestre de 2024 cerraron 239 pubs en Inglaterra y Gales, a un ritmo alarmante de casi 80 cierres por mes. Y la tendencia viene de lejos: hace 40 años había más de 60.000 pubs en el país; ahora quedan unos 20.000 menos. ¿Qué está pasando para que la venerable institución del pub se esté apagando? La respuesta tiene varios matices, pero destaca un cambio generacional en las costumbres de ocio y salud.

Adiós a la pinta: menos alcohol y pubs en retirada

Las nuevas generaciones simplemente beben menos alcohol. Lo que antes era casi un rito social cotidiano –ir al pub a tomar “la penúltima”– ha dejado de ser tan atractivo para muchos jóvenes. Un estudio de la Oficina Nacional de Estadísticas británica reveló que el porcentaje de adultos que consumen alcohol está en su nivel más bajo desde que hay registros (2005). En particular, los jóvenes de 16 a 24 años son el grupo que menos bebe: son significativamente menos propensos a consumir alcohol que sus mayores. De hecho, según la ONG Drinkaware, un 28% de los jóvenes adultos británicos se declaran abstemios (no beben nada), comparado con solo un 15% en los mayores de 55. Es un vuelco notable en un país que históricamente se ufanaba de su cultura del pub.

Las razones de esta caída en el consumo de alcohol son variadas. Por un lado, hay una mayor conciencia de la salud tras décadas de campañas sanitarias. “Beber era antes parte integral de la vida británica, pero las nuevas generaciones están mucho menos inclinadas a ello”, resume John Larsen, director de investigación de Drinkaware. Por otro lado, pesa el factor económico: tomarse unas pintas fuera ahora sale caro. La cerveza en el pub se ha encarecido tanto que muchos no se lo pueden permitir con frecuencia. “Me encanta ir al pub, pero a £6 la pinta no puedo permitírmelo muy a menudo”, confesaba un asiduo en redes sociales. No es de extrañar que desde 2014 los británicos compren más alcohol en supermercados que en pubs –ese año marcó el sorpasso histórico del consumo en casa sobre el consumo en bares, impulsados por la guerra de precios de las grandes cadenas y la comodidad de servicios a domicilio. El resultado: barras vacías entre semana y pubs que ya no abren todos los días por falta de clientela.

A todo esto se suma el cambio cultural y tecnológico. “Si echamos la vista atrás, antes no había mucho más que hacer por las tardes que salir al pub a socializar”, señala James Watson, cofundador de una cervecera artesana. Ahora las alternativas abundan: plataformas como Netflix y los videojuegos mantienen a muchos en casa, enganchados al sofá en lugar de a la barra. La ley antitabaco de 2007 expulsó el humo (y a no pocos fumadores) de los interiores de los pubs. Y los gustos han cambiado –menos cerveza, más vino y cócteles sin alcohol–, con el auge de la llamada “sober curious generation” que experimenta con refrescos o cervezas 0,0 sin complejo ninguno. No beber ya no es visto como algo raro, al contrario: está de moda pedir un ginger ale o un kombucha mientras los demás siguen con la ronda. Como dice un joven español de 21 años: “Probé el alcohol a los 18, fue casi la última vez. Entreno los siete días de la semana y no creo que alguien que beba pueda rendir lo mismo que yo en el gimnasio”. No es el único: más de la mitad (53,6%) de los jóvenes españoles de 18 a 30 años afirma haber reducido su consumo de alcohol recientemente, una señal de que este fenómeno trasciende fronteras. El pub, en definitiva, ya no es el centro del universo social para muchos jóvenes como lo fue para sus padres o abuelos.

Del binge drinking al bench press: el culto al cuerpo contra la juerga

En paralelo al declive de la fiesta etílica, ha surgido con fuerza el culto al cuerpo y la vida fitness. Hoy es más fácil encontrar a veinteañeros sudando la camiseta en el gym un viernes por la noche que levantando pintas en el bar. Y los datos respaldan esta gran resaca saludable: el 16,9% de la población británica pertenece a un gimnasio, una de las cifras más altas de Europa. Esta afición crece sobre todo entre la generación Z, a quienes ya se les ha bautizado como “la generación más sana de la historia”. “Estamos presenciando una demanda creciente entre los más jóvenes; muchos nos dicen que prefieren ir al gimnasio antes que a locales tradicionales de socialización como el pub, afirma Huw Edwards, director de la asociación UKActive. Ir al gym se ha vuelto parte de la identidad juvenil, un elemento “no negociable” en sus prioridades personales.

Te puede Interesar
Del cannabis a la heroína

Clase grupal de spinning en un gimnasio. Para muchos jóvenes, el entrenamiento ha reemplazado a la discoteca como espacio de socialización y ocio. Esta “generación fit” no solo levanta pesas; también levanta la vara de la salud en otros hábitos: “Los jóvenes de ahora son más sanos porque beben menos alcohol que sus predecesores y cuidan mucho más lo que comen”, apunta el analista David Minton. Dietas bajas en azúcar, quinoa, batidos proteicos, leche de avena… y por supuesto CrossFit, yoga, running, y cualquier actividad que eleve las pulsaciones sin necesidad de copas. El resultado es una juventud que a las 6 de la mañana se levanta para ir a una clase de CrossFit en ayunas en vez de regresar tambaleándose a casa después de una noche de fiesta. Para muchos, “salir” ahora significa ir a correr al parque o a hacer escalada más que ir de bares. Un estudio reciente en España concluía justamente que “la juventud actual no muestra el mismo interés por el alcohol que las generaciones precedentes” y señala un mayor compromiso con el deporte. Incluso a la hora de socializar y ligar, el gimnasio compite con la discoteca: algunos admiten que van al gym también “para conocer gente y hasta encontrar pareja”, ya que ofrece interacción real frente a la virtualidad de las redes. En otras palabras, el gimnasio es el nuevo club (pero de salud).

Este giro de hábitos ha supuesto una tormenta perfecta para la industria del ocio nocturno. A los pubs y bares les han crecido rivales insospechados: las salas de cross-training, los parques a las 7 a.m. llenos de deportistas, o incluso las aplicaciones de meditación y las noches de videojuegos en casa. Muchos jóvenes ahora temen más una resaca que perderse una fiesta. “He aprendido a pasarlo bien sin emborracharme y agradezco no despertar con resaca y ansiedad”, explica Niamh, de 21 años, sobre su nueva filosofía sober. Otros, como Annie de 25, directamente dejaron el alcohol al notar que “impactaba en mi salud mental… Un día salí de fiesta sin beber, me di cuenta de que ya no necesitaba el alcohol para divertirme. Al día siguiente me sentí tan bien que dije ‘hasta aquí’. Ahora Annie comparte en redes los beneficios de la sobriedad y planes alternativos de ocio sin alcohol, demostrando que “ser sobrio no significa ser aburrido”. En suma, el valor de la vida sana –física y mental– está reconfigurando la cultura de la noche. Donde antes reinaba el desenfreno, hoy reina la moderación (o la abstinencia total). Y si a esto le añadimos que también se conduce menos bajo los efectos (leyes de DUI más estrictas) y que muchas discotecas han cerrado, el cuadro es claro: la juerga tradicional ya no es el plan número uno.

Menos rave, menos rave (drogas)

La caída de la vida nocturna hardcore no solo ha traído menos alcohol, sino también menos drogas recreativas en circulación –al menos entre la juventud. Las estadísticas oficiales en Reino Unido muestran una ligera disminución en el uso de estupefacientes en los últimos años, coincidiendo con estos cambios de hábitos. En 2023, alrededor del 17,6% de los jóvenes británicos de 16 a 24 años declaró haber consumido alguna droga en el último año, una cifra alta pero inferior al 21% registrado justo antes de la pandemia. Esta bajada se debe principalmente a que el cannabis (la droga más usada) perdió adeptos entre los jóvenes, pasando de un 18,7% de consumidores a un 15,4% en ese grupo de edad. No es descabellado pensar que muchos de quienes antes fumaban porros en el parque ahora prefieren darse una carrera matutina o simplemente han moderado el consumo por salud. Del mismo modo, otras sustancias de “fiesta” muestran descensos: por ejemplo, la prevalencia del éxtasis (MDMA) cayó de 1,4% a 1,1% en la población general reciente, y el consumo del llamado gas de la risa (óxido nitroso) se redujo prácticamente a la mitad (de 2,4% a 1,3%). Son indicios de que la típica “juerga química” de fin de semana quizá ya no seduce tanto como antes.

Los expertos señalan que menos vida nocturna equivale a menos oportunidades de consumir drogas recreativas. La lógica es simple: si cada vez menos gente va a clubes o raves donde circulan pastillas y rayas, baja la demanda. Además, la misma conciencia saludable que anima a elegir agua con gas en lugar de cerveza puede disuadir del consumo de drogas ilegales. Al fin y al cabo, ¿qué sentido tiene contar calorías, evitar los azúcares y entrenar cinco días a la semana si luego vas a meterte cocaína el sábado? La nueva cultura wellness choca frontalmente con el desenfreno de sustancias. Incluso en España, un reciente estudio halló que el 60% de los adolescentes de 13 a 18 años no consumen ninguna droga y solo beben alcohol muy ocasionalmente, mientras que los que sí beben lo hacen de forma más moderada que generaciones pasadasscielo.isciii.es. Claramente, la marcha ya no es lo que era.

Ni los camellos hacen su agosto: la irónica “crisis” del mercado negro

El fenómeno llega a tal punto que incluso los vendedores de droga se quejan por falta de clientela. “Antes tenía cola de chavales cada fin de semana buscando pastillas y farla, ahora solo me preguntan si vendo batidos de proteína”, ironiza Carlos, un veterano camello madrileño que asegura que los últimos años han sido duros para “el negocio”. “Los jueves solían salir todos. Ahora se quedan en casa viendo series o haciendo meal prep para el gimnasio. Me han cambiado la fiesta por pechugas de pollo a la plancha sin sal. Así no hay quien venda nada”, bromea, mientras confiesa que él mismo está pensando en reconvertirse a entrenador personal. No es el único: “Javi”, quien solía vender MDMA en discotecas de Madrid, dice que ha tenido que diversificar: “Ahora los chavales me piden CBD para relajarse, o directamente nada. El otro día uno me pidió recomendaciones para definir abdominales… ¡A mí, que soy camello, no nutricionista!”, relata con sorna, encogiendo los hombros.

Te puede Interesar
Consideraciones sobre los adulterantes presentes en las drogas (I)

H.E, un vendedor de drogas que lleva prácticamente toda su vida en el negocio nos comentaba que «tradicionalmente había visto a los gimnasios como territorio y ocupación casi exclusiva de gays y policías. Hoy en día va todo Cristo y en general la fiesta no hace buen maridaje con el deporte. Y eso se acaba notando en la cartera de clientes y en las ventas totales de cada mes. Tanto que me temo que está llegando el momento de reinventarse y de cambiar el stock de extasis y ketamina por el de esteroides anabolizantes y todo el pastilleo asociado para evitar que te quedes calvo, que se te encojan los testículos, que te salgan tetas… Renovarse o morir»

«En el fondo da igual si la gente va al gym o a la rave, si baila o levanta pesas, siempre querrán algo que el Estado se encargará de prohibir o de dificultar el acceso y ahí es donde entramos en juego los dealers: para satisfacer las necesidades de nuestros clientes, el único requisito necesario es que sean ilegales y en ese aspecto la ley está y estará siempre de nuestra parte, indicándonos y allanandonos el camino»

Desde luego, se trata de testimonios satíricos, pero reflejan una realidad: incluso el lado clandestino de la noche nota el bajón. Menos fiesteros desfasados significa menos clientes para el trapicheo. No veremos manifestaciones de dealers reclamando por la gente sana (¡sería el colmo!), pero la imagen pinta un panorama curioso: la “generación saludable” está dejando hasta a los delincuentes sin trabajo. Cuando hasta los camellos están a régimen, sabes que los tiempos han cambiado.

En contexto, el cierre masivo de pubs en el Reino Unido es el síntoma visible de una transformación social profunda. La juventud prioriza la salud, la forma física y el bienestar mental por encima de la borrachera y el desmadre. Las noches de juerga ceden terreno a las mañanas de gimnasio, y aquello de “irse de marcha” adopta un nuevo significado (más pasos en el Fitbit, menos pasos de baile). Entre la presión económica, la revolución del entretenimiento en casa y esta fiebre fit, la clásica vida nocturna enfrenta una crisis de identidad. ¿Significa esto el fin de una era? Es posible que sí, al menos tal como la conocíamos. Quizá en unas décadas hablemos con nostalgia de aquellos pubs llenos hasta la bandera, igual que hoy recordamos las cabinas telefónicas. Mientras tanto, los dueños de pubs buscan reinventarse –ofreciendo cerveza artesanal, comidas saludables o noches sin alcohol– para atraer a una clientela que ya no quiere solo beber, sino vivir bien. Y si no, que lo diga el dueño de The Crown and Anchor, un pub de Londres: “Ahora vendo más kombucha y agua tónica que pintas de lager. Si hay que cambiar la cerveza por el smoothie verde, se cambia, comenta resignado. El tiempo dirá si esta tendencia saludable se consolida o si, como la moda de los pantalones de campana, alguna vez regresará la sed de bar. Por lo pronto, en la eterna batalla entre la pinta y la pechuga de pollo, parece que va ganando la pechuga.

Fuentes: Datos de cierre de pubs del Reino Unido; estadísticas de consumo de alcohol y hábitos de los jóvenes; informes sobre aumento de actividad física y cultura fitness; datos oficiales sobre uso de drogas recreativa. Todas las citas y cifras provienen de informes oficiales, medios reconocidos o estudios verificados, reflejando una realidad sociocultural en la que “lo sano es el nuevo rock’n’roll”.

Acerca del autor

Manu Hunter
Escritor y periodista cannábico

Periodista cannábico con un estilo desenfadado pero siempre riguroso. Cuenta historias que prenden, informan y desmontan mitos, acercando la cultura cannábica al mundo con frescura y credibilidad. ¡Donde hay humo, hay una buena historia!