Detenido en Beirut un príncipe saudí con dos toneladas de la anfetamina que financia a los yihadistas | El llamado Captagon permite a los combatientes luchar como locos durante horas | Es la droga más consumida en Arabia Saudí y otros países del Golfo

El principe saudi Abdel Mohsen

El príncipe saudí Abdel Mohsen bin Ualid bin Abdulaziz al Saud fue detenido ayer lunes en el aeropuerto de Beirut cuando dos toneladas de anfetaminas iban a ser cargadas en su jet privado con destino a la capital saudí, Riad. Los excesos de los príncipes saudíes apenas son ya noticia, pero lo interesante del caso es que se trata de Captagon, la droga que utilizan los combatientes en Siria y que se cree está generando pingües beneficios al Estado Islámico.

El Captagon es utilizado como anfetamina de guerra en Siria y como droga recreativa en Arabia Saudí y otros países del Golfo que financian y arman a grupos rebeldes sirios, al tiempo que ciudadanos de estos países han estado financiando y apoyando al Estado Islámico. 

Dos toneladas de pastillas no se esconden así como así, pero el hecho de disponer de avión propio hizo pensar al príncipe saudí que con meterlas en cuarenta paquetes era suficiente. Se trata del alijo más grande incautado nunca en el aeropuerto beirutí. El príncipe y sus cuatro cómplices llevaban también cocaína, pero en cantidad despreciable en comparación con las pastillas.

Abdel Mohsen es primo del príncipe Mayed bin Abdulah bin Abdulaziz al Saud, hijo del fallecido rey Abdulah. Mayed, de 29 años, fue puesto en libertad en Los Angeles el pasado lunes después de haber sido detenido por asalto sexual a finales de septiembre. La policía se presentó en su mansión de Beverly Hills cuando los vecinos avisaron de que una mujer ensangrentada trataba de escalar el muro de la propiedad para huir. Al parecer, Mayed pagó 300.000 dólares de fianza. Tres mujeres fueron sometidas, humilladas y amenazadas de muerte en esa casa por el príncipe Mayed, quien ebrio y drogado –según afirmaron- exclamaba: “Soy un príncipe, hago lo que quiero y a mí nadie puede hacerme nada”.

Veremos qué ocurre ahora con el primo Abdel Mohsen y sus dos toneladas de Captagon. Existe un precedente. Según recuerda hoy Foreign Policy, en 1999 el príncipe Nayef bin Sultan bin Fauaz al Shalan embarcó asimismo dos toneladas, pero de cocaína, en Venezuela con destino a Francia. Logró escabullirse gracias a su pasaporte diplomático y tuvo que ser juzgado en rebeldía en el 2007. Así que la prensa libanesa especula con que lo mismo podría pasar con el joven Abdel Mohsen.

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El Captagon pasa por ser la droga más consumida en Arabia SaudíEn el 2010 llegaron a ese país siete toneladas de pastillas, según la oficina antidrogas de Naciones Unidas (Unodc). En junio del 2009 fueron incautadas en el país árabe más de 5,5 millones de tabletas y se detuvo a 166 personas; en marzo de ese año fueron 3,4 millones de pastillas y 35 detenidos.

En septiembre del 2013, un sirio fue decapitado en Arabia Saudí por tráfico de Captagon, y otro fue ejecutado un año antes por tratar de introducir 169.000 pastillas en el país, nada comparado con las dos toneladas del príncipe Abdel Mohsen…

El llamado genéricamente Captagon –por su marca registrada, aunque hoy es ilegal- se consume sobre todo en Arabia Saudí, los Emiratos o Qatar, y está llegando al norte de África.  Se cree que su centro de producción es Siria y que el negocio mueve millones de dólares. Según la ONU, Siria fue una ruta del tráfico de drogas desde Europa, Turquía y Líbano con destino a los países del Golfo, pero ahora es desde el país en guerra –y a través de Líbano e Iraq- de donde parten las anfetaminas que permiten a los milicianos combatir como enloquecidos durante horas y sin descanso.

Como droga de la guerra (las anfetaminas han sido administradas desde que existen a los combatientes) no constituye novedad, pero sí el hecho de que pueda estar financiando al Estado Islámico. En el 2013, las autoridades libanesas se incautaron de 12,3 millones de pastillas en la frontera siria, y la policía turca, de otros 7 millones de tabletas que aparentemente tenían como destino Arabia Saudí.

El Captagon es un estimulante basado en la fenetilina que empezó a producirse en los años sesenta para tratar la hiperactividad, la narcolepsia y la depresión, pero fue prohibido por la Organización Mundia lde la Salud –al descubrirse demasiado adictivo en altas dosis- en 1986. Fue esa  precisamente la época en que se hizo popular en Arabia Saudí y otros países árabes como energizante y afrodisíaco. En los años noventa, las pastillas se elaboraban en el este de Europa, en particular en Bulgaria. De allí, los laboratorios clandestinos pasaron a producir en Turquía –cerca de la frontera siria- y Líbano en el 2006 y el 2007.

Así, en Siria se decomisaron entre el 2007 y el 2009 hasta 22 millones de tabletas. Ese último año, los militares estadounidenses encontraron alijos en la provincia iraquí de Anbar que ya no correspondían al Captagon conocido: ahora se trataba de un cóctel de anfetaminas, muy fácil y barato de producir, además. Cada unidad se vende a entre 5 y 20 dólares.

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Según una investigación de la revista Time, en el 2013 las autoridades libanesas habían detectado cargamentos por valor de 200 millones de dólares en solo un mes. El origen estaba en la ciudad siria de Homs y servía a los rebeldes sirios para financiar la guerra. Un exfuncionario del Departamento del Tesoro dijo asimismo a Time que el Hizbulah libanés también estaba en el negocio.

“Trabajas como un caballo, no sientes el cansancio, ni el hambre ni el dolor”, decía a La Vanguardia.com un palestino de Gaza en el verano del 2014, durante la ofensiva israelí sobrela Franja. Según él, los milicianos de Hamas –organización que tradicionalmente ha recibido auxilio del Hizbulah- tomaban las pastillas para excavar sus túneles y para combatir de noche durante horas. Pasados los efectos, sin embargo, sobreviene un estado de postración y de sueño.

Según la prensa británica, milicianos kurdos en la ciudad siria de Kobane encontraron pastillas en las ropas de milicianos del Estado Islámico muertos, lo que explicaría su aparente estado de furia. En agosto del 2014 se supo de laboratorios del Estado Islámico en Alepo. No obstante, y a decir de activistas sirios, los soldados del régimen (y, por lógica, los milicianos del Hizbulah que los apoyan) también utilizan el Captagon.

En teoría, ni unos ni otros podrían consumir anfetaminas o traficar con ellas por imperativo religioso. Pero ya se sabe que en realidad el islam no es precisamente lo más importante ni para el Partido de Dios (Hizbulah) ni para el llamado Estado Islámico.

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.