El cáñamo o cannabis se ha repartido a lo largo del mundo, tanto de forma natural como con la ayuda del ser humano. Nuestra planta amiga se adapta a gran cantidad de condiciones climáticas con mucha facilidad.

Por Fabini de Caprius

Podemos encontrar referencias al cannabis en libros tan antiguos como la Biblia, pudiendo ver cómo la planta ha sido utilizada a lo largo del mundo y el tiempo. Sin embargo, esta se encontraba en la naturaleza mucho antes de que el hombre comenzara a aprovecharla.

Cuando el ser humano pasó de recolector a agricultor, comenzó a cultivar aquellas especies que podría aprovechar para fibra o alimento, haciendo poco a poco una cría selectiva, aunque no de una forma consciente. Con el paso del tiempo, se domesticaron las primeras especies vegetales que necesitábamos para la supervivencia. En cuanto al cáñamo para fibra o semillas, se buscaban aquellas variedades que producían troncos más fibrosos y con flores que produjesen una cantidad de simiente razonable. Asimismo, en la producción de marihuana psicoactiva o narcótica también se llevaba a cabo una cierta selección.

Aunque el cannabis ha logrado extenderse por todo el globo gracias a la acción del hombre, la naturaleza también es capaz de “mejorar” una variedad por sí sola. Aunque esta mejora no tiene por qué estar acorde con las necesidades humanas, sino que estarán en armonía con las necesidades que dicha “variedad” tenga en el medio en que se encuentra.

Un claro ejemplo de ello es el cannabis de la subespecie rudelaris. Esta variedad propia de las tierras de Rusia y Hungría, a pesar de su facilidad para la adaptación a climas templados, no se ha extendido a lo largo del mundo. Probablemente esto se deba a que, excepto en la crianza cannábica, suele carecer de interés para el consumo humano, ya que tiene unos niveles muy bajos de THC y, dada su corta estatura, no es interesante para el cultivo industrial.

Normalmente, esta “mejora de la variedad natural” queda más clara en los lugares donde los accidentes geográficos han facilitado la conservación del genotipo. Vamos a poner un ejemplo donde puede quedar claro este proceso.

Hunza Valley Karimabad

Supongamos que llegamos a un valle de Pakistán donde los accidentes geográficos aíslan la vegetación que hay en él. Entonces pensamos que es una buena oportunidad para buscar unas semillas “mejoradas naturalmente” o variedad pura (landrace), ya que sabemos que en Pakistán hay cannabis de excelentes cualidades por norma general.

Este valle está rodeado de altísimas montañas, por lo que es muy complicado que una variedad de cannabis “ajena” pueda introducir su polen en esta zona. Así que podemos suponer que vamos a encontrar una variedad específicamente adaptada a los condicionantes edafoclimáticos de dicho lugar. En el interior del valle, las condiciones climáticas no son iguales que en la falda del sistema montañoso que nos rodea así que, si queremos observar algún fenotipo ajustado a las condiciones climáticas de la mayoría del valle, debemos alejarnos de la pared montañosa.

A medida que vamos dejando atrás montes escarpados cuyas cimas estaban permanentemente heladas hace poco más de una década, nuevas figuras montañosas se van dibujando en el horizonte y el viento se hace cada vez más fuerte. Son las once de la mañana, la temperatura rondará unos agradables veinticinco grados centígrados y estamos a principios de septiembre.

Hemos caminado un buen rato adentrándonos en el valle y las montañas quedan ya bastante alejadas. Divisamos un pequeño montículo lleno de plantas que parecen ser marihuana. Así que vamos corriendo a toda prisa a ver que nos encontramos.

Al llegar vemos plantas salvajes relativamente bajas, con entrenudos muy estrechos, debido a la necesidad de resistir la fuerza de los vientos del valle. Los tallos son gruesos y su porte es achaparrado, ya que el verano es corto y, si crecen demasiado, el viento podría romper las partes más altas. Además, aunque todas se parecen a primera vista, cuando nos fijamos en los distintos ejemplares podemos ver que algunas son más rojizas que otras y que su frondosidad también es distinta. Incluso el aroma presenta sutiles matices entre una y otra.

Aunque estemos a principios de septiembre, muchas de estas plantas están ya maduras, indicando que hay algunos ejemplares de muy corta floración. Sin embargo, las flores no son lo que esperamos en una variedad para nuestros cultivos habituales: no son grandes, sino bastante estrechas y alargadas. Por otra parte, lo bueno es que la deshidratación provocada por el calor y el viento obliga a la planta a cubrir sus pequeñas flores con abundante resina. De esta forma se protege la flor de las incidencias climáticas, asegurando que esta pueda ser polinizada por algún ejemplar masculino. Finalmente, tras una mezcla de sensaciones, decidimos recolectar las semillas de aquellas plantas que se más ajustan a nuestra demanda.

Obviamente, según las condiciones de la zona geográfica donde se encuentre cada variedad las necesidades serán distintas, por tanto los rasgos morfológicos y bioquímicos serán también diferentes para cada caso.

Con este viaje ficticio a los valles del norte de Pakistán, he querido ilustrar cómo las variedades “salvajes” no responden a las demandas habituales del cultivador medio, sino a las necesidades impuestas por el clima de cada zona geográfica. Por este motivo las variedades puras normalmente carecen de un valor comercial por sí mismas y suelen hibridarse con otras que aporten aquellos rasgos que interesan a nivel comercial. Aquellas personas que estén interesadas en la crianza de cannabis sí que pueden ver un gran potencial en estas variedades puras. A pesar de que no suelen ser grandes productoras de flores, el paso del tiempo y determinados factores climáticos dados en lugares concretos, han mantenido el genotipo estable, haciendo de estas variedades un punto de partida ideal para aquellos primeros híbridos que queramos elaborar. Al ser ejemplares bastante estables, pueden ayudarnos a crear híbridos F1 con la seguridad de obtener una descendencia homogénea de verdad.

A pesar de ser pocos los que nos interesemos por una crianza cannábica casera, algunos bancos han pensado en nosotros ofreciéndonos la posibilidad de adquirir variedades lo más parecidas a como se encontraban en la naturaleza.

En un buen número de ocasiones, entre amigos ha surgido el debate de si realmente las variedades que nos venden como landraces lo son cuando salen al mercado. Obviamente, hay tres opciones posibles para actuar ante esta duda.

La primera es hacerse con información del banco, e incluso contactar con ellos para informarse de las posibles mejoras que hayan podido hacer sobre la variedad. La segunda, aunque muchísimo más rebuscada, suele ser la más tomada, y es la de suponer que existe una especie de conspiración en la que nos venden variedades adaptadas comercialmente pero como si fueran puras.

La tercera, y seguramente más razonable, es la de probar alguna variedad autóctona de un lugar concreto fácilmente cultivable en nuestro clima y ofrecida por los bancos, juzgando así si podría ser pura. El año pasado pude cultivar algunos ejemplares de Kush sin hibridar. Pensamos que estas plantas debían ser iguales entre sí, también supusimos que producirían muy poca cantidad de cogollo y que el colocón no debía ser muy elevado.Lo cierto es que no germinamos una gran cantidad de semillas, pero al final obtuvimos algunas hembras exactamente iguales entre sí. La producción final fue algo escasa: las flores eran delgadas y largas, igual que la planta en sí. Eran bastante espigadas, poco ramificadas y no muy altas. Sin embargo, una vez cosechadas y bien secas, desprendían aromas que eran muy marcados y llenaban toda la boca con el típico sabor punzante de las variedades Kush. El colocón no era demasiado fuerte, aunque algo más pronunciado de lo que esperábamos, pero mucho más llevadero que en las variedades comerciales a las que estamos acostumbrados. Finalmente, me gustaría concluir que, en mi opinión, sí se están ofreciendo variedades puras, aunque estas no respondan a las principales demandas del mercado.

Aunque personalmente no he probado a realizar un cruce con estas variedades landraces, por lo que ignoro si en la descendencia actúan como una variedad pura, o bien llevan alguna hibridación para aportar algunos rasgos más deseables comercialmente hablando.

Es importante mencionar que, debido a su estabilidad, la selección de una buena madre o un buen padre de estas variedades, es bastante difícil, y requerirá de bastante tiempo si no se dispone de espacio para hacer grandes selecciones y se tienen que hacer escalonadas. Además, el mejorarla sobre sí misma es algo bastante impensable debido a su homogeneidad, pero sí que se pueden utilizar dos variedades puras para crear un híbrido estable. Obviamente, el F1 va a ser estable, aunque si decidimos que esa combinación elegida es la correcta, entonces la cosa se complicará como en cualquier crianza cannábica, pero con el añadido de que estas plantas son salvajes y responden a necesidades naturales, por tanto puede tomar mucho más tiempo llegar a cubrir las necesidades habituales de un cultivador. Por esta razón, se suele acortar este proceso hibridando con alguna variedad comercial de lo más estable posible.

Así que animo a todos los amantes de la crianza cannábica casera seleccionar vuestras propias landraces comerciales y enviarnos fotos a: [email protected] para que tanto yo como Neal podamos ver tus resultados. Por supuesto si te surge alguna duda también puedes hacerla en el consultorio. ¡Buenos humos!

Acerca del autor

Fabini de Caprius

Ante todo deja que me presente si no me conoces todavía. Soy Fabini De Caprius, fumatín, internauta y activista cannábico. Hace más de 12 años que estoy metido en todo este tema de la Marihuana, y aunque siempre he estado en las sombras, he decidido que ahora era el mejor momento para hacerme ver.